Capitulo 27.
Las manzanas nunca seran tan sabrosas como antes.
— No tengas miedo, no va a pasarte nada.— Dijo Ana, quien le dio unas suaves palmadas en la espalda a su novia claramente asustada— Este es tu primer verano aquí, yo ya tengo algo de experiencia en este lugar... Las cosas siempre terminan bien. No te asustes— Aseguro, Ana.
Jeong suspiro pesadamente, no era la mejor peleadora y hacer guarida la ponía demasiado ansiosa. Aunque estaba consiente de que Ana era una veterana que participó en la guerra contra Gaia, la hija de iris seguía sintiéndose intranquila.
— Tengo un mal presentimiento...— Susurro Jeong, cabizbaja.
Ana miró a jeong con cierto pesar en su rostro, no sabía que decirle para hacerla sentir mejor; Nunca había estado en una situación como está.
— Todo va a estar bien...— Alcanzo a decir Ana, antes de sentir que algo pequeño chocaba contra su pie.
La hija de Hécate bajo la mirada y miro curiosa como una manzana dorada había chocado contra su pie, Ana se agachó y tomo la fruta dorada.
Miro la fruta sintiendo una mezcla extraña de emociones, deseo, hambre, necesidad; Se sintió hipnotizada por el brillo que desprendía y como este reflejaba su rostro en su superficie.
La boca se le hizo agua y supo que algo estaba mal con su mente.
— Jeong...— Le llamo Ana, girando su rostro para ver a su novia. La vio dar un gran mordisco a una apetecible y jugosa manzana dorada, que era igual la que ella tenía en la mano.
Hazel estaba en la cueva de Rachel, sentada en un cómodo sofá lleno de salpicaduras de pintura. Esperaba a que la pelirroja terminara de bañarse para llevarla a la cabaña de Atenea.
La morena miró el tazón de frutas en la mesita de café, había peras, fresas y plátanos, entre todas esas deliciosas frutas había una manzana dorada que parecía brillar bajo la luz cálida de la cueva. Hazel tomo la manzana que parecía hecha de oro, sin pensarlo, la mordió con fuerza y la mastico.
Todos los semidioses alrededor del campamento mestizo recibieron como presente una manzana dorada.
Algunas se deslizaron hasta sus pies.
Otras cayeron de los árboles.
Y muchas más simplemente aparecieron en lugares en los que antes no estaban; la cuestión es que todos los semidioses presentes se vieron forzados a comerlas.
Entonces Malcolm guío un grupo de semidioses a la cabaña 3 arrastrando una enorme catapulta. Cargaron una piedra y la lanzaron sin previo aviso.
Las paredes del porche y el techo se vinieron abajo, apenas dejando algo de la estructura en pie. Nadie dijo nada. Malcolm mandó a un pequeño grupo a buscar el cuerpo de la única hija del Poseidón. El hijo de Atenea hubiera querido acabar con ella de la forma fácil y eficaz. Que pena.
No la encontraron, y entonces todos se movilizaron en grupos para buscarla.
Ivy respiraba rápida y pasadamente con la espalda contra una de las pocas paredes que había resistido el golpe que recibió su cabaña. Había tenido una visión de ella siendo literalmente aplastada por una gran roca mientras dormía. Se levantó de la cama y salió por la ventana más cercana lo más rápido que pudo justo a tiempo.
Entonces supo que estaba jodida, por qué no le era permitido cambiar el futuro. Si estaba destinada a morir, tenía que morir o Zeus, incluso el propio Apolo me castigarían.
Estaba asustada.
Tenía la garganta cerrada y podía sentir el sudor frío correr por mi espalda. Los ojos llenos de lágrimas que dificultaba su visión, los cuales estaban inyectados en sangre.
No sabía lo que pasaba, pero estaba segura de que no era atacada por monstruos. Eran semidioses, sus propios amigos y conocidos.
Intenté moverme delicadamente por las sombras hasta llegar al muelle del campamento para evitar ser vista. Por desgracia para mí, un grupo pequeño de campistas lograron divisarme y el infierno se desató. Tuve que sacar las pocas fuerzas que tenía para esquivar una lluvia de flechas, mis pulmones se contrajeron, mi cuerpo se tensó y mis venas empezaron a bombear sangre a gran velocidad. Un grupo de hijos de Ares me atacaron a corta distancia, no llevaba un arma conmigo, Poseidón nunca me regaló un arma mágica.
Por lo que solo podía esquivar sus espadas, lanzas y dagas mientras rezaba por qué los cortes que me hacían no se infectaran.
Intento preguntar que estaba pasando, saber por qué de pronto todos la estaban atacando.
Sintió el corazón detenerse al ver el odio que desprendían sus ojos.
Cómo sí, anhelaban matarla.
Todos sus golpes tiraban a matar. Iban a sus ojos, yugular, pecho y muñecas.
Parecían estar disfrutando cazarla de forma genuina, lo notaba por sus ojos brillantes y grandes sonrisas cínicas en sus labios. Ivy los podía oír riendo mientras la atacaban. A veces solo la capturaban, para luego dejarla ir para dándole una falsa sensación de alivio, para volver a atraparla de nuevo.
Justo como los gatos cuando juegan con las lagartijas que atrapan; las muerden, rasguñas y arañan. No lo hacen el suficiente daño físico para matarlas, los pequeños psicópatas los quieren mantener vivos para poder jugar con ellos y seguir torturándolos.
Ellos realmente estaban intentando asesinarla, esto no era una broma, lo supo al sentir la sangre caliente bajar por su mejilla. Lo supo cuando vio a un grupo aún más grande bajar por la colina en su dirección, sus gestos, sus miradas vacías y sus manos alzando armas en su contra. Supo que tenía que huir, escapar, por qué no iba a poder enfrentarse a un ejército de semidioses armados hasta los dientes.
Intenté correr, pero lograron derribarla sin mucho esfuerzo.
Empecé a sentirme sofocada, sentía que iba a morir en cualquier instante mientras me arrastraba por el suelo mientras aun intentando escapar.
Alguien tomo mis tobillos y los halo con tanta fuerza que me arrastró por el césped hacia atrás a gran velocidad, solo un hijo de Ares tendría la fuerza para hacerlo. No importa la verdad, la cuestión es que causó que mi barbilla se raspara por la fricción provocada por la hierba al chocar contra mi piel.
Me giraron para quedar sobre mi espalda y alguien pesado se subió encima de mí, a pesar de mis de que seguía lanzando puñetazos y patadas para intentar liberarme.
Recibí uno, dos, tres puñetazos en el rostro. Mi nariz se rompió y el sabor metálico de la sangre inundó su boca, un gran grupo de campistas se cernió a mi alrededor y de pronto dejé de ver el cielo. Me rodearon por completo.
Mi vista se nubló y sentí que cada golpe me llevaba a la inconsciencia.
Creo que pensaban golpearme hasta lograr matarme, y con lo débil que estaba no tardarían mucho tiempo.
Deje de pelear, no había caso, no tenía la energía para seguir.
Iba a morir.
Alguien tomo mi muñeca, supuse que iba a arrancarme las extremidades por lo fuerte que me jalaron hacia arriba. Espere lo peor, pero en vez de eso me sacó del tumulto de semidioses a mi alrededor, mis pies estaban muy lejos del suelo, por fin pude respirar de nuevo y en un parpadeo estaba sentada en el lomo de Quiron.
— ¡Señorita Ivy! ¡Manténgase despierta! — Le grito mientras intentaba alejarse de todos los semidioses homicidas.— ¡Tiene que salir del campamento mestizo!
No pude responder, tenía la visión borrosa y el mundo me daba vueltas.
Podía escuchar a los semidioses, gritan y correr detrás de nosotros.
Quiron se detuvo y me dejó en el suelo, me tambaleé y el centauro puso su mano en mi hombro, dio y aplicó presión para mantenerme en pie.
— Ve al muelle, el lago se conecta con el mar. Te contactaré cuando sepa qué pasa, ve a casa y cuídate.— Quiron saco una red hecha de bronce celestial del bolso en sus hombros, y se paró frente al grupo de semidioses que corría en nuestra dirección.— Trataré de detenerlos sin lastimarlos, aprovecha para escapar.
Ivy quería agradecerle, pero no podía respirar, mucho menos hablar por el fuerte golpe que le habían dado en la manzana de Adán. Sin mencionar el otro golpe que recibió en el estómago que le saco el aire de los pulmones.
«Usted es el mejor pony que he conocido en mi vida» Pensó la chica internamente.
La rubia se dio la vuelta y empezó a avanzar cojeando lo más rápido que pudo. Dejando que el centauro se encargará de sus campistas rebeldes.
Estaba a punto de llegar cuando una flecha se clavó en su hombro, callo al suelo y soltó un grito ahogado.
Un gruñido doloroso se escapó de su garganta a la vez que llevaba su mano al hombro afectado que empezaba a sangrar. Sabía que no debía retirar la flecha, no lo hizo, pero su reacción natural fue la de retirar el objeto que le estaba causaba tanto dolor.
Alzó la cabeza, miro consternada y dolida a Jeong quien sostenía un arco a pocos metros de ella. Quiso llorar y gritarle, pero no lo hizo. Sostuvo su hombro, se levantó y empezó a correr con todo lo que podía, aun cojeando.
Alguien la atacó por detrás. logré esquivar la daga de Ana y sostener ambas muñecas de la hija de Hécate, antes de que su amiga pudieran seguir intentando apuñalar.
A pesar del dolor que le causo, ejercer fuerza con su brazo lastimado.
Su garganta ardía por el fuerte grito de dolor que lanzo mientras aplicaba la poca fuerza que tenía en sus manos. Ivy soltó un lloriqueo exasperando y miro a Ana directamente a los ojos.
—¿¡Por qué me estás haciendo esto!? ¡Se suponía que éramos amigas!— Le cuestione, gritando con impotencia.
El rostro serio de la hija de Hécate se convirtió en una expresión cínica, sus ojos brillaban y sus labios se torcieron en una sonrisa casi divertida por mi pregunta. Ivy siguió aplicando fuerza para evitar ser derribada.
— Es muy divertido, verte escapar conejito.— Ana se acercó al rostro de Ivy y susurro. — Ahora, muérete.
El mango de la espada de Hazel choco contra mi estómago, el aire se escapó de mis pulmones y mi boca se llenó de saliva, mi cuerpo se contrajo y caí al suelo de culo. No podía respirar, puse las manos alrededor de mi abdomen y en el tiempo que intente recuperar el aliento Hazel lanzo una patada hacia mi mejilla. La gravedad llegó primero que el ardor en mi rostro.
Caí de costado en la hierba, y en un intento de huir, termine de darme la vuelta y empecé a arrastrarme en un intento de alejarme de mis amigas.
Hazel me dio una patada en el costado de mis costillas, provocando que mi cuerpo se fuera de lado para quedar boca arriba con la vista en el cielo.
La morena me miro desde arriba, se acomodó para quedar parada con los pies a cada costado de mis caderas. Tomo el mango de su espalda con ambas manos y la alzó, provocando que el brillo del sol que se reflejaba con intensidad en la hoja de bronce celestial nublara mi ya precaria vista por el exceso de lágrimas acumuladas.
— Hazel, no...—Alcance a decir con una voz débil y ronca.
Antes de que la punta de su espada se hundiera en mi pecho, las dos chicas fueron lanzadas por los aires, cayeron a un par de metros de distancia en el césped. Un par de manos gigantes me tomaron con delicadeza y me llevaron sobre su hombro, antes de empezar a correr a una velocidad en que no me lastimara. Fue tan gentil y amable.
Se me llenaron los ojos de lágrimas al reconocerlo, solté un quejido agudo y sollocé por el gran alivio que sentí.
— Taison...— Me aferré a la camisa morada de mi hermano.
— Los campistas malos te golpearon, Ella me lo dijo.— Exclamó el cíclope, refiriéndose a su novia.— Tienes que ir al agua, Papá va a protegerte.
— Papá no va a protegerme Taison, a papá no le importó.— Gruñí entre dientes debido al dolor en mi hombro y los golpes que recibí cortesía de los campistas que llamaba amigos.
Tenía una flecha clavada en el hombro, el labio roto, los ojos hinchados y morados, la barbilla raspada y la ropa llena de tierra.
Estaba segura de que debía tener la cara hinchada y hematomas en todo el cuerpo. Cómo si un autobús me hubiera pasado por encima.
— No digas eso, hermanita.—Sentí la esperanza y alivio extenderse por mi cuerpo cuando escuché los pasos de Taison contra la madera del muelle.— El agua te va a curar las heridas, antes papá también me salvó.— Me aseguró, el cíclope antes lanzarme al agua.
Los siete semidioses volaban en dirección al campamento mestizo.
Percy y Annabeth iban en blackjack, Piper montaba su propio pegaso que había estado cuidando desde que era un potro, llamado caramelo, Jason iba en su venti que adoptaba la forma de un pegaso (El cual pone los pelos de punta a Piper) y Leo iba encima de su dragón festo con di Angelo, debido a que los pegasos no podían ver ni en pintura al hijo de Hades
— ¡Buen chico festo! ¿Quién es un buen chico? ¡Tú lo eres!— Chillo Leo en un tono cariñoso, acariciando la cabeza de metal de su dragón.
Los pegasos relincharon, y percy miro a leo con una mueca.
—A los pegasos no les gusta como le hablas a festo.— Expreso percy.—Ya sabes, como si estuviera vivo.
— ¡Ahhh!— Jadeo, el moreno ofendido, cubriéndole los (¿Oídos?) a festo.—¡Blasfemia! ¡Festo es un dragón de verdad!— Exclamó.
—Cállate de una vez.—Nico le dio un manotazo en la nuca, fastidiado de su voz chillona.— Maldición...
Leo acaricio su nuca, y se volteó para ver por encima del hombro a Nico.
— ¿Y tú qué?.— Pregunto leo curioso, casi de forma infantil.—¿Te le vas a declarar a Ivy cuando lleguemos al campamento?—Le cuestionó sin ánimos de burlarse de él, alzó una ceja y dijo.— Piensa que este podría ser nuestro último verano.
— ¡No estoy enamorado de Ivy!—Bufo, el pelinegro, entre dientes.
—Nadie dijo eso.— Mencionó la rubia de ojos grises. Percy miro a Nico con una mueca—Y nadie va a morir, son solo monstruos organizándose... Las hemos visto peores.— Les recordó.
El pegaso de Piper se acercó a festo, la morena miro con una ceja alzada al pelinegro hijo de Hades.
— Déjame ver si entendí, no te gusta, pero no soportas verla con alguien más.— Le cuestiono Piper.
— ¡Arrg...! ¡Los hijos de Hades son codiciosos!— Se excusó Nico di Angelo, sonrojado.
— Creo que leo tiene razón.— Jason soltó con simpleza, se acercó en su venti a festo.—Todos aquí saben que te gusta Hood, no tienes que seguir fingiendo que no es así.— Mencionó.
Nico bajo la mirada y resoplo.
— Váyanse al diablo...— Murmuro.
— Estás muy callado.— Susurro Annabeth a su novio.
— No es nada.— Soltó extrañamente serio.— Tengo un mal presentimiento.
Al salir del agua tomo una enorme bocanada de aire, llevo su mano al hombro y cerro su mano alrededor de la flecha, la sacó de un tiro y soltó un grito doloroso. La herida no se cerró del todo, pero por lo menos no dolía tanto como antes. Las olas del mar la empujaron a la orilla y se arrastró por la arena antes de lograr ponerse de pie para empezar a caminar. Ivy tenía la ropa destrozada, pero la gente en la playa no la notaba gracias a la niebla.
Salió de la playa.
La rubia ceniza caminaba lento, tambaleándose por la carretera.
Un autobús se detuvo a su costado y ella entró sin pagar, utilizo la niebla para fingir que lo hizo. Tomo asiento en uno de los asientos vacíos, como si no la hubiera perseguido y golpeado por todo el campamento, como si no hubieran estado a punto de lincharla como una bruja en décadas pasadas.
Miro por la ventana, intentando pensar una explicación para lo que acaba de suceder; No llegó a nada.
Pero todo estaría bien, irá a Texas y podrá ver de nuevo a su familia antes de morir. Le resultaba irónico que después de haber estado encerrada en un cubo de hielo por 14 años, vaya a vivir tan poco tiempo, y terminado de esta forma tan lamentable.
Intento no darle mucha importancia, pero termino llorando hasta quedarse dormida con la cabeza recostada en el cristal de la ventana. Y entonces soñó, soñó para su total desgracia.
A Ivy nunca le gustó soñar.
Apolo abrió su puño frente a ella. De sus dedos colgaba un delicado collar dorado en forma de corazón que se veía muy antiguo, el dije se aferraba a una cadena de igual color. Ivy subió la mirada y miro confundida al rubio de piel morena, Apolo tenía una enorme y radiante sonrisa que mostraba sus blancos dientes con orgullo.
Cómo si no le acabará de decir que se estaba enferma y que si no hacía lo que le pedía terminaría muerta.
O algo peor.
— Y eso no es todo.— Exclamó el dios de la luz con emoción.
Abrió con cuidado el pequeño dije de corazón, mostrando que en realidad no se trataba de un simple dije o un guardapelo, sino de un reloj antiguo.
Las pequeñas y delgadas manecillas aún se movían y hacía un sonido de traqueteos. Ivy se sorprendió al ver que un objeto tan viejo efectivamente aún funcionaba con normalidad.
— Es un regalo para ti conejito.
Ivy hizo una pequeña mueca al escuchar ese apodo, no entendía por qué la llamaba de esa forma, pero lo había hecho desde que la vio, aunque ella le recordara cuál era su nombre verdadero, él solo le dijo;
«Sé cuál es tu nombre, te conozco desde que naciste. Por eso te llamo conejito, eso eres»
Ivy no comprendió lo que el dios lo quiso decir.
— ¿Por qué?— Le cuestionó.
— Ya lo sabrás.—Abrió la cadena del collar y sonrió con cariño.—Voltéate, te lo pondré.— Le ordenó, y como era un dios, Ivy lo obedeció.
La pelirosa apartó el cabello de nuca y lo alzó con ambas manos para que el dios pudiera pasar la cadena por su cuello y atarla en su nuca. Dejo caer su cabello cuando terminó y tomo el dije entre sus manos para observarlo detalladamente. Se giró y miro al dios.
— ¿No puedes curarme tu mismo?— Le pregunto curiosa.
—Nadie puede curarte, más que tú misma.— Apolo me dio Lepe en la frente.— Ya te lo dije, generaciones y generaciones de mis hijos y legados han nacido por siglos, pero tú eres especial. Naciste en el momento y bajos las circunstancias correctas.
Me sobé la frente.
— Ya, ya, ya... comprendo.—No lo comprendía, no del todo.— ¿Que me pasará si no lo hago?—Pregunte.
—En el mejor de los casos mueres y vas a los campos elíseos.— A mí no me parecía bien.—En el peor de los casos tu muerte provoca un cataclismo en la tierra.— Bueno, eso era peor.
— Eso me motiva mucho.— Susurré, guardando el dije del collar debajo de mi camisa del campamento mestizo.
— ¿Por qué lo escondes? ¿Qué? ¿No te gusta?— Me cuestionó Apolo, casi ofendido. Cuando nuestros ojos se encontraron soltó un «Ah» y sonrió con burla.—No quieres que piense que te lo dio otro chico ¿Verdad?
Me sonrojé de inmediato.
— No, no, no...— Balbucee nerviosa.
Apolo soltó una carcajada, llevando su mano libre a su abdomen.
Ivy hizo una mueca de fastidio y vergüenza.
Cuando Apolo termino de reírse de mí y limpio la lágrima que se escapó por sus intensos ojos azules.
— Sabes, el niño de Hades solía salir con mi hijo. Creo que tiene algo en mi contra.— Dijo Apolo con voz airada, tomando aire cómo si necesitara realmente respirar. — Yo suponía que era su dios favorito y amigo.
Dudaba que fuera el dios favorito de Nico o su amigó, quizás cuando fue mortal por un tiempo luego de la guerra contra la diosa de la tierra.
— No somos novios.— Le aseguré, sonrojada.—Somos amigos ¿Okey?
—Claro, y yo nací ayer.— Apolo sonrió y me dio un par de palmadas en la cabeza.— Ya tengo que irme, lo mejor será Zeus nunca sepa que estuve aquí.
Apolo se subió a su auto último modelo rojo cereza (Carro solar)
—Gracias por el collar y las cartas abuelito.— Le agradecí.
— ¡Ay!— Gruñó, colocándose un par de lentes oscuros.—¡Niña, te dije que no me llamaras abuelo!— Encendió el auto y se elevó por los aires, y en un parpadeó lo perdí de vista.
Sentí un tirón en las entrañas que me hizo despertar, me sobresalté en mi asiento, al ver por la ventana note que estaba anocheciendo. Estaba agitada, tenía la respiración acelerada y por un momento no recordaba dónde estaba. Mire a mi alrededor y recordé que estaba en un autobús que me llevaría hasta la estación de Texas.
Me tranquilicé un poco.
Mire por la ventana y me percate de que el autobús estaba estacionado.
Volví a repasar con la mirada el interior del autobús y de inmediato noté que todos los pasajeros estaban durmiendo como yo hasta hace unos segundos. Al darme cuenta de esto tuve un escalofrío que recorrió mi espalda.
Sentí que algo no andaba bien.
Empecé a sudar frío, mi respiración se volvió trabajo y entrecortada.
Otra vez tuve un mal presentimiento.
Las puertas de cristal del autobús se abrieron, note que alguien entró y luego las puertas se cerraron.
Me paralicé al ver la figura femenina parada al final del pasillo, cerca del asiento del conductor.
Deje de respirar.
Mis manos, labios y piernas temblaban de forma violenta.
Y me mantuve quieta, como si de esa forma no pudiera verme.
El pánico lleno cada parte de mí, me hizo reaccionar. Me levanté de forma rápida, abrí la ventana del autobús e intenté escapar a través de ella. Sentí un tirón fuerte en mis piernas, que me hizo caer sentada de nuevo.
—¿Solo sabes escapar, conejito?— Me cuestionó una voz femenina llena de burla.— Debo aceptar que es bastante entretenido verte saltando de un lado al otro, intentando huir.— Se carcajeó la figura femenina, su voz de mujer sonaba llena de burla y malicia.
Me levanté y corrí hacia la parte trasera del autobús, pues uno de esos pasajeros tenía la ventana abierta.
— Imagina las cosas que te hará Zeus cuando se entere de que existes.
Todas las ventanas del autobús que estaban abiertas se cerraron.
De todos modos no logro llegar, fue elevada hasta chocar contra el techo y luego la dejo caer al suelo del autobús.
Ivy soltó un quejido doloroso.
La rubia intentó aferrar sus manos a los asientos del autobús, pero termino siendo arrastrada por la nada hacia la figura femenina que se mantuvo fija y tranquila en su posición.
La figura apartó la capa negra que la cubría, dejando ver a una mujer de piel oscura, intensos ojos rojos y cabello negro atado en un refinado peinado, junto a una sonrisa cruel.
— Apolo te escondió muy bien, ¿Eh?— La mujer sonrió con malicia y me detallo con la mirada.— ¿No estás molesta con él? Hizo que una diosa te congelara por motivos egoístas.
— ¡Suéltame!— Grite.
—Pero ni siquiera te estoy tocando.— Se excusó en un tono dulce, llevo su mano al interior de su capa y saco una manzana dorada. — Parece que estás perdida, ¿No tienes hambre?— Se agachó hasta quedar a mi altura.
Me ofreció la manzana.
— ¡Mete tu asquerosa manzana por dónde te quepa!—Estaba temblando, no sé si de miedo o por la rabia.
La sonrisa amable en el rostro de la mujer se tornó aún más feliz.
— Sabía que serías muy divertida, conejito.— La mujer tomo con fuerza mis mejillas y empujó la manzana contra mis labios.— Mastica.— Me ordenó en un tono fuerte.
Me negué a comerla, pero la mujer era fuerte y termino haciendo que esta se encajara en mis dientes.
Empujó mi mentón hacia arriba para que le diera un mordisco a la fruta y en cuando el contenido dulce de la manzana y tortuosamente delicioso estuvo en mi boca. Tomo mi rostro y me obligó a masticar, luego puso su mano en mi cabeza y la tiró hacia atrás para obligarme a tragar.
Entonces el miedo, el dolor y rabia se disiparon, incluso las ganas de pelear.
Cuando los semidioses sobrevolaron el campamento mestizo rápidamente, Percy Jackson se percató de inmediato del estado de su cabaña.
— ¿¡Que le paso a la cabaña de Poseidón!?— Jadeo Piper.
— ¡Mi hermana estaba durmiendo dentro!— Grito Percy, alarmado. — ¡Blackjack!— Sin pensar, el pegaso se lanzó en picada en dirección a la cabaña, provocando que Annabeth se aferrara con fuerza a su cintura.
Los demás lo siguieron y cuando bajaron de sus respectivas mascotas encontraron al pelinegro y la rubia buscando entre los escombros.
— ¡Ivy! ¡¿Dónde estás!?— Exclamó Percy asustado y alterado.
—Percy, cálmate.— Annabeth lo tomo del antebrazo e intentando detenerlo.
— No está aquí, ninguno de los campistas está.— Inquirió Jason mirando a su alrededor.
Percy tuvo un pequeño ataque de pánico mientras movía los escombros y buscaba a su hermana. Annabeth, jason y Piper se acercaron para tratar de tranquilizarlo.
— Nico.— Leo jalo la esquina de su camisa negra, tratando de llamar su atención.— Oye amigo, ¿Estás bien?
Mientras Percy se veía abajo haciendo un escándalo, Nico se había quedado quieto, casi paralizado, con la mirada perdida en el horizonte y un gesto inexpresivo en su rostro que parecía estar aún más palidecido que antes.
— No está.
— ¿Quién?
— Ivy no está en el campamento.
Al escuchar aquello, Percy detuvo su frenesí destrozando los escombros de su cabaña y todo quedo en silencio, provocando que el pequeño grupo de semidioses intentaban contenerlo, lo imitaran. Todos se volvieron hacia Nico di Angelo quien señalaba algo a la distancia, indiferente.
—Todos los campistas están en la enfermería.—Les explico Nico.— Quiron, Taison y ella también.
Cuando abordaron la enfermería se encontraron con todos los semidioses del siendo, atendidos por los únicos que no eran semidioses en todo el campamento mestizo.
Parecía que todos allí tenían una terrible intoxicación, solo se podían oír las quejas, lloriqueos y sonido de gente vomitando venir de los muchos semidioses allí presentes. En cuánto entraron vieron a Rachel ir de un lado al otro, dándole cubetas a todos los semidioses en enfermería.
Leo se quedó afuera por qué si veía a alguien vomitar, también vomitaría.
Nico se acercó a su hermana, quien lloraba, vomitaba y volvía a llorar.
Cuando Hazel vio a su hermano solo lloro más fuerte y pidió perdón.
— Semidioses, necesito hablar con ustedes.— Dijo Quiron apenas verlos.
Pronto los únicos semidioses que no estaban intoxicados se encontraban sentados en el mullido sillón verde de la casa grande. Taison también estaba allí, ocupaba un solo sillón y sobre su hombro estaba su novia, la arpía ella.
Quiron les explicó toda la situación con calma. Mientras hablaba, el hijo de Hades se puso en pie y empezó a caminar alrededor de la sala, bajo la mirada atenta de Percy, quien lo vio apretar los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
Percy pensó que Nico no era tan malo como cuñado, se preocupaba mucho por Ivy y se nota que la quiere.
—Recibió algunos... Golpes, pero como es hija de Poseidón, si la señorita Ivy está en el agua estará más que bien.— El centauro intento argumentar al ver los rostros consternados de todos los semidioses sentados frente a él.
—¿Dónde está el señor D?— Balbuceó Piper, con vos temblorosa.
Uno de los únicos deberes de aquel dios era evitar que los campistas se maten entre sí.
—Fue llamado al Olimpo por el solsticio de invierno que se llevará a cabo en unos días.—Explico Quiron.
— ¿Por qué? ¿Por qué le harían eso a Ivy?— Cuestionó Jason, confuso.
Annabeth miro la manzana dorada en la mesa, la cual tenía una mordida en ella, igual que las otras en la cubeta.
— Una manzana dorada, la manzana dorada que inicio una guerra.— Los ojos grises de la rubia brillaron con suspicacia y agudeza.— Ivy me dijo que Afrodita la llamo Helena, como Helena de Troya.— Siguió Annabeth murmurando palabras aterradoras.
— ¿Entonces Ivy está empezando una guerra?— Calipso miro a Quiron con preocupación, y este desvió la mirada.
— O la están utilizando como peón para comenzar una.—La rubia por fin dijo algo que no fueran murmullos.— La manzana dorada representa a la diosa de la discordia, Eris. — Dijo en un tono serio, tomando la manzana entre sus manos.— Si va a haber una guerra, entonces ella creerá que es muy divertida, interesante.
Percy estuvo callado todo el tiempo, cosa que preocupo a sus amigos por lo alterado que estaba minutos antes, solo estaba allí, tieso mientras sudaba a mares. Entonces dijo;
—Ivy se está muriendo.
— ¿Qué?— Dijeron todos al unísono volviéndose para mirar a Percy.
Nico apartó su vista sé la ventana, volteó a ver al hijo de Poseidón con una mueca de incredulidad.
— ¿Cómo? ¿Cómo que se está muriendo?— Jadeo, Annabeth.
— Está muy enferma, no es una enfermedad normal. No sé de qué se trata, pero es como si quemará desde adentro.—Intento explicar Percy de forma torpe.—Me hizo prometer que no le diría nada, pero le dije que si no descubría como curarse hasta hoy, entonces les diría lo que pasaba. Así que no la estoy traicionado.— Afirmó esto mismo, dando golpes con su dedo índice en la mesa de café.
Todo se quedó en silencio, mientras los semidioses intentaban recuperarse de tal notícia. Todos estaban mudos.
— Esto es una locura, bien. Es una maldita locura—Leo se puso de pie, jalandosé dé los cabellos en total negación. Los ataques de pánico de leo era muy diferentes a los de percy. Leo se reía y caminaba de un lado al otro.— ¡Es como secretos y cuchillos! ¡Sabía que Ivy ocultaba algo! ¡Es española! ¡Todos los descendientes de conquistadores guardan secretos...! ¡No puedo hacerme explotar de nuevo! ¡Eso de morir es cosa de una sola vez, pregúntele a Jason!
— Leo.—Calipso tomo la mano de su novio y lo obligó a sentarse. Leo se empezó a morder las uñas y calipso se giró a ver al hijo de Hades con una mueca de preocupación— Nico, ¿Estás bien?— Le preguntó amable.
El pelinegro se mantenía con la espalda contra la pared y los brazos cruzados sobre su pecho, cabizbaja.
Nico no había hablado mucho desde que llegaron a la casa grande.
Solo se paseaba de un lado al otro, apretando una pequeña pelota entre sus manos mientras murmuraba los números del uno al diez. Luego solo se apoyó de la pared y se quedó quieto.
Calipso era amiga de Ivy. Ivy quería a Nico, por lo que se sentía obligada a cuidar que aquel chico no se volviera completamente loco.
— Ivy dijo que quería ir a España, ella quería ver una iglesia o catedral, no estoy seguro ... La sagrada familia o algo parecido, su familia vive cerca de allí.—Murmuro Nico dí Angelo como si hablara para sí mismo, pero lo su tono de voz era suficientemente claro y fuerte como para que todos en la sala lo escucharán.— Le dije que la llevaría al final del verano, puede que haya ido allí.— Culminó con amargura.
Percy abrió los ojos de par en par y se levantó de golpe del sillón.
— ¡Sí! ¡Ivy me dijo que quería ver a su familia! ¡Si está asustada y seguro se fue allí!— Exclamó con esperanza.
Jason miró de reojo a Nico.
Por alguna razón no podía creer lo que decía su amigo.
— Hay que ir a buscarla al amanecer. Mírenme.— Les ordenó Annabeth.— Tenemos que pensar bien en nuestro siguiente movimiento, en una buena estrategia, control de daños (la cabaña 3) inventario de las provisiones. Si una guerra se está gestando hay que cortarla de raíz.— Les explico la rubia de ojos grises, se puso de pie y señaló a Percy y luego a Jason.— Y nada de hacer movimientos estúpidos.
— ¿Por qué me señalas a mí?— Le cuestionó ofendido su novio.
— No me hagas decirlo.
Nico se levantó en la madrugada, y se quitó la pijama y se vistió con ropa casual rápidamente de la forma más silenciosa posible. Sin perder tiempo se puso la armadura de hierro Estigio que había adquirido cuando empezó a trabajar con su padre divino, tomo su mochila y metio ropa, provisiones, y artículos de higiene básica.
Antes de salir de la cabaña miro, su hermana menor dormía en su cama con una cubeta al lado. Hazel se sentía muy enferma, triste y culpable. Se la paso toda la tarde mareada, llorando y vomitando en esa cubeta en una llamada interminable de iris con su novio, Frank que le daba apoyo moral. Nico no estaba molesto con ella, Hazel le había contado lo que intento hacer, pero no podía estar resentido con ella, no cuando era obvio que estaba fuera de sí misma. Hazel quería a Ivy, eran amigas; Y Nico sabía que su hermana nunca la lastimaría apropósito.
Aun así, no podía dejar de pensar en aquella sangre seca que manchaba el césped cerca del muelle, en las gotas rojo oscuro esparcidas por todo el campamento mestizo. Pensar que estuvo sola, vulnerable y asustada lo estaba matando por dentro.
No había amanecido, el cielo estaba completamente oscuro.
Antes de irse del campamento mestizo llamo a la perra del infierno de Percy, la tomaría prestada, no podía llevarse un pegaso, por qué no era santo de su devoción como los hijos de Poseidón.
Se encaminó a la cueva de Rachel para pedir una palabra, algo que le diera una guía, cualquier cosa que pudiera ayudarlo a encontrarla.
Y como si lo hubiera visto en una de sus visiones cuando llevo a la cueva, Rachel estaba afuera esperándolo.
— Te tardaste.— Dijo la pelirroja, levantándose del suelo.— Supongo que estabas dudando.
— Yo no dude.— Le aseguró.
— Pasa.— Le indico la chica, quien se adentró en la cueva y Nico la sigo.— Espera aquí, voy a buscar algo.
La cueva estaba bien amueblada, y parecía más un departamento de soltero que la guarida tenebrosa del gran oráculo. Estaba oscuro y apenas había una luz suave que iluminaba los cuadros en la pared. Aquellas pinturas llamaron la atención de Nico, quien no dudo en acercarse, pasando la punta de sus dedos por la pintura.
—¿Tú pintaste esto?— Le pregunto detallando con la mirada el cuadro.
Se veía muy realista, eran él e Ivy parados sobre el muelle de madera en un día soleado. La rubia ceniza con un mechón blanco que sobresalía de sus cabellos, con los brazos tras su espalda y una sonrisa en su rostro. Él estaba a su lado, con las manos en los bolsillos y un rostro inexpresivo, con sus ojos negros fijos en los de Ivy.
Podría parecer una linda pintura de momento inocente, pero las sombras que ambos proyectaban en el agua del lago lo dejaron intranquilo.
— A veces pinto cuando tengo uno de mis episodios.—La escucho decir a lo lejos.— Últimamente tengo visiones de Ivy y... De ti.— Expreso Rachel.
Nico entrecerró sus ojos y miro la pintura con suma atención.
— Creo que la pintura está al reves.— Le informo Nico.
Claro que no tenía sentido que aquella pintura estuviera al revés, pero Nico sentía que lo estaba. Que algo no era lo que parecía en aquellos trazos.
— Puede ser, mis pinturas suelen ser abstractas.—Le dio la razón, un tanto insegura de su propio arte.— Ya sabes, interpretarla como quieras.
Nico tomó el cuadro entre sus manos y lo puso boca abajo.
Entonces aquellas sombras que ambos proyectaban en el agua verdosa del lago tuvieron sentido para él, se veían tan diferentes, pero a la vez tan iguales que lo mantenían atrapado.
Algo en aquellas sombras le robaban el aliento, ni siquiera parecían llegar las mismas ropas, y podía notar que en sus manos portaban armas que Nico nunca había visto. No sabía si eran las sombras de lo que pudieron haber sido o quizás lo que serían en el futuro; Lo podía sentir en su pecho.
Pronto Nico se encontró con el cuadro entre sus manos a escasos centímetros de su rostro. Casi hipnotizado.
— Pequeño y escurridizo Nico.—El pelinegro dio un salto, se dio la vuelta y de pronto la luz de una lámpara iluminó la sala. Jason y percy estaban allí, sentados en el sofá, portando la ropa del campamento y la armadura típica.— Con que planeando escapar.
La mirada filosa de Percy se clavó en el rostro palidecido de Nico.
— ¿A dónde ibas?— Le cuestionó.
Nico respiró hondo y cerro los ojos antes de soltar un gruñido.
— Traidora.—Susurro molesto.
—¡Lo siento, Nico!.— Grito Rachel aún más adentrado en la cueva.
—¿Cómo supieron que intentaría ir a buscarla por mi cuenta?
Jason giró levemente su cabeza y alzó una de sus cejas.
— Por qué sé que harías lo que fuera por esa chica.— Afirmó el hijo de Júpiter de forma obvia.
— Iremos los tres.— Exclamó Percy.
— ¿Annabeth y Piper están de acuerdo con esto?— Les cuestionó, tratando de buscar una forma de dejarlos atrás.— ¿Saben de esto?
— La verdad es que sí.— Admitió Percy con simpleza para sorpresa de Nico.— Annabeth, Piper, Leo y hazel se quedarán a cuidar el campamento y mantenernos informados.— Explico con los brazos cruzados.—Ya sabes que el número tres es la cantidad de semidioses perfecta para empezar una búsqueda.— Aseguro sonriente.
Nico se quejó de forma sonora.
Paso su lengua por sus dientes y empujó su mejilla, se volvió hacia ambos chicos y dijo:
— Hay algo que tengo que decirles.— Nico giro su el cuadro al revés para mostrar lo que sería una imagen bastante alarmante.— Puede que en cuanto encuentre a Ivy, sintamos ganas de derrocar al Olimpo ¿Aun así me ayudarán a buscarla? — Dijo como último recurso para que desistieran.
— Es mi hermana, correré el riesgo.— Exclamó Percy sin pensar.
Jason sonrió hacia él.
— Te apoyaré en lo que decidas hacer Nico, confío en ti.— Aseguro el rubio.
Nico sacuido su cabello en un gesto fastidiado y suspiro.
— Hay que partir de inmediato, entonces.— Soltó Nico con simpleza, levantando la cabeza.
Rachel llegó con una bandeja de bebidas calientes y la puso sobre la mesita de café frente al sofá. Percy y Jason no dudaron en tomar una de aquellas bebidas dulces.
— Ivy está muy lejos, pero tengo un presentimiento de que solo tú puedes encontrarla.— Le explico Rachel con una sonrisa.—Les enviaré un mensaje de iris si algo más viene a mi mente.
Hola chicos y chicas.
Espero que les haya gustado el capítulo, comenten y voten si les pareció bueno.
No sé si se dieron cuenta de que todo se fue a la mierda.
"Si te quedas conmigo, vas a sufrir más de lo que has sufrido antes"
En la mitología griega Eris, Éride (en griego antiguo Ἔρις) es la diosa de la discordia y representación de la envidia. A veces se la denomina directamente con el nombre de Discordia.
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