Capítulo 4
Durante la noche, Los débiles gimoteos y lamentos por parte del omega cesaron. Fue entonces cuando su madre, a pasos agigantados salió hacía el pueblo en busca de la curandera. Quién ingresó en su hogar pocos instantes después.
-¿Que le sucedió a Izuku-kun?- La morena le cuestionaba a la omega, mientras sacaba de su pequeño maletín algunas plantas y raíces.
-Creo que encontró a su alfa, pero no estoy segura.- Ayudaba a la beta a aplastar las pequeñas hojas con ayuda de su mortero. Solo esperaba ayudar a su cachorro antes de hablar largo y tendido con él.
-En ese caso, debemos detener su celo, usare una medicina especial.- Uraraka se temía lo peor, no podía permitir que el dulce y tierno omega como lo era Izuku, acabara en malas manos, o aún peor, acabara marcado a la fuerza por su instinto, y no porque él lo quisiera de verdad.
-Pero ¿Esas medicinas no son peligrosas para su cuerpo?- Inko sabía de ellas, esa extraña mezcla había dejado a omegas con leves señales peligrosas para su salud y, aunque quería proteger a su cachorro, no quería causarle algún malestar.
-Su cuerpo es un tanto especial, si lo toma solo una vez no creo que suceda nada malo. Ahora lo importante es que no nos descubran.- La preocupación principal de la morena, era proteger a Izuku de las leyes de esa nación, si lograban hallarlo se lo llevarían para vender a algún alfa, y eso no era nada bueno. No obstante, las dos mujeres no sabían de la orden de búsqueda por parte del rey.
-Mamá ¿Está todo bien?- El omega, con tan solo una larga camisa cubriéndolo, se asomó a ver a su madre, apenas lograba moverse, su cuerpo dolía y clamaba por algo . Al menos eso decía el viscoso líquido que se escurría entre sus piernas.
-Izuku ¡Te dije que no salieras! - Sonaba sorprendida de verlo, ya que casi nunca lograba moverse en sus celos.-Espera un momento y te daremos la medicina, intenta limpiar un poco tu cuerpo.- El omega asintió, volviendo hasta su habitación arrastrándose por las paredes.
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Una vez Izuku pudo tomar su nueva medicina, se durmió en el acto. Su cuerpo parecía haber actuado acorde a su función, y el celo desapareció, dejando solo los restos de este en el aire. Uraraka parecía prepararse para hablar con la omega quien aun seguía intentando separar a su cachorro del mundo.
-Inko, ya llevamos cuatro años así, tarde o temprano iba a suceder y es mejor que se lo expliques tu a Izuku antes de que algo pase.- la morena se sentó al lado de la omega iniciando la conversación, la cual podía acabar bien o mal, pero debía ocurrir en algún momento y mejor en ese momento a cuando el pecoso este en riesgo de morir.
-Pero mi pobre cachorro aún es muy pequeño, no quiero causarle temores al mundo.- Inko se negaba a sacar a su hijo a la luz, en cuanto lo hiciera el destino de este seguiría a pasos agigantados, los cuales la omega se había dedicado a detener.
-Sé lo que sientes, y lo comprendo, pero Izuku está en la etapa más fértil de su vida, y sus celos no cesaran hasta que encuentre un alfa, aunque sea un tanto cruel, ese es el destino de los omegas. Sera mejor que hables con él de lo sucedido, le expliques que leyes hay aquí y que le informes de la existencia de alfas y betas.-Eso la omega ya lo sabía, su pequeño cachorro en algún momento necesitaría ayuda de alguien que no podría ser ella, tendría que ser su alfa, y solo rogaba porque este fuera discreto y que comprendiera las circunstancias.
La menuda curandera dejó la casa de los dos omegas, dejando a Inko pensativa de cómo podía hablar con su hijo a la mañana siguiente.
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A la mañana siguiente, las cosas estaban más calmadas en el pequeño hogar, Izuku se levantó de su nido como de costumbre, aunque era un poco tarde, y se dedicó a ir a la sala donde siempre comían, en silencio para no ser captado por su madre. Su madre se encontraba ahí y le mandó a sentarse antes de poder decir nada, este obedeció, un tanto asustado por lo que su madre podría decirle sobre lo ocurrido ayer.
-Izuku, siéntate ahí, yo llevaré la comida, tenemos que hablar.- Un escalofrío recorrió al pequeño, no le gustaba ser regañado e intuía que eso iba a suceder. En cuanto su madre se sentó justo a su lado, este se encogió en su sitio temeroso de la regañina que le esperaba. -Puedes empezar a comer, solo vamos a hablar, estate tranquilo.- La omega repartió feromonas para relajar a su hijo, aquellas que solo miembros de su familia podían captar. Lo que le ayudó a calmarse un poco.
Izuku empezó a comer su ansiado desayuno después de la aprobación de su madre, que empezó a hablarle.-Izuku, Tú sabes que eres un omega ¿Verdad?- El pecoso solo asintió revolviendo sus cabellos mientras se llevaba un tanto de pan a la boca.
-Los omegas no somos los únicos que vivimos en el mundo, existe una jerarquía, y lastimosamente los omegas nos encontramos en la base de la pirámide. Somos muy pocos, únicos y especiales, pero la gente nos desprecia porque podemos tener hijos con mayor facilidad.- El omega estaba atento a todo lo que le decía su madre.- Luego por encima de nosotros están los betas, como Uraraka, ella es buena con nosotros y nos ayuda, pero hay otros a los que no les gustamos, y por último están los alfas.- Su omega empezó a poner atención al escuchar esa palabra que le portaba nostalgia.- Estos están encima de la pirámide, ellos dominan y someten a los que están por debajo suyo. Pero no todos son así. Existen leyendas que dicen que cada omega tiene a su alfa destinado, y este les da amor y cariño hasta su último aliento. Tu padre era un alfa quien se emparejo conmigo, pero sucedieron cosas y el destino se encargó de separarnos.- El cachorro parecía cada vez más inmerso en la explicación.
-¿Así que para tener un bebé necesito a un alfa?- Inquirió curioso mientras anotaba algunas cosas en su libreta, su madre rio.
-Bueno, es importante en el proceso, si, cuando te llegue el momento lo sabrás- Su madre aún no estaba dispuesta a explicarle sobre el sexo a su hijo, era muy tierno e inocente como para corromperlo, suficiente tenía con saber sobre sus celos.
-Bueno lo que quería decirte Izuku, tiene relación con que no puedas venir conmigo a la ciudad. En este lugar, todos los omegas que no tienen una marca, como la que tengo yo. -Se tocó la nuca para mostrarle lo que era.- Son vendidos y secuestrados.- La parte de prostituirlos también la iba a omitir.-Y mamá no quiere que pases por ese sufrir.- el pequeño hizo un mohín en comprensión, él no quería ser secuestrado.
-Entiendo mamá, en ese caso no me hace falta salir del bosque.- El pequeño le sonrió, conformando bastante a la mayor. No obstante, alguien acababa de dar unos golpes en la puerta por primera vez, anunciándoles una visita inesperada y, sobre todo, desconocida. La omega palideció.
-Izuku, corre y escóndete en el hueco de la pared, ¡Rápido!- Este asustado por la inquietud de su madre, fue corriendo a refugiarse en el lugar.- Y sobre todo, No salgas hasta que vaya a buscarte, por nada del mundo.- La omega cerró el lugar dejándole solo en ese pequeño hoyo, con solo una pequeña apertura para mirar lo que sucedía en la sala.
Su madre, corriendo para no mostrar sospecha alguna, fue corriendo a abrir la puerta -Hola ¿Con quién cuento el placer de hablar?- Un rubio cenizo, se alzaba al frente rodeado por cuatro acompañantes bien vestidos como para ir a la guerra.
-¿Cómo se atreve a hablarle así a su alteza?- La omega palideció ¿Su alteza? deducía que, el único que debería buscar a ella y a su hijo era el alfa de este. Pero no se esperaba que ese mismo alfa fuera de la familia real. Si bien portaba ya doce años en ese reino nunca había mostrado interés por la familia real.
-Suficiente.- El cenizo les ordenó a sus guardias -Necesitamos hacerle unas preguntas, si fuera tan amable de dejarnos pasar.- Inko rápidamente se apartó dejándolos pasar, rezando para que a su hijo no se le ocurriera salir de su escondite. Sólo con ver la reacción del hombre al entrar en la casa se preocupó, las feromonas de Izuku estaban desapareciendo, pero él lograba captarlas, lo notaba en su rostro.
-¿Dónde se encuentra su alfa?- Esa pregunta la tomó desprevenida. Contestó secamente, pensando muy bien en que iba a decir para no comentar nada extraño.
-No tengo alfa, vivo sola en esta pequeña choza.- Eso sonaba bien tanto en su mente y como en frente de ellos. Así no habría sospechas de su hijo.
-Eso es sorprendente para un omega, ¿Y a qué es debido?- Izuku pudo divisar a su madre dejando entrar a cinco hombres en la sala, su omega, los identificó como alfas en el momento en el que entraron en su mira gracias a la información de su madre, y uno de ellos, era la misma persona que le provocó su celo anoche.
-Preferiría no contestar a eso- El omega se asustó cuando vio a su madre tan seria.
-Insolente, estás hablando con el rey- Uno de los hombres con armadura se abalanzó dejando su posición asombrando a Izuku por poder ver a otro caballero.
-Dije que suficiente- El cenizo era imponente y desprendía un aura un tanto cínica para Inko que rezaba para que este no fuera el destino de su cachorro.-Bueno con todo el respeto del mundo, creo que miente-
-¿Perdone?- Por suerte la nueva medicina dada por Ochako, le estaba resultando útil, porque sus feromonas no salían a flote.
-No creo que viva sola aquí, es más lo afirmo, anoche acudió a una curandera que solo atiende a omegas no marcados y usted no es un caso especial, por no decir todas las feromonas que se encuentran en el aire- Eso era cierto, solo podía decir que le habían estado investigando
-¿Qué cree que está haciendo?- Su madre estaba nerviosa, y a su vez inmovilizada por tres de los cinco hombres en la sala.
- ¿Yo? Nada, solo le hago entender a uno de mis subordinados que no es bueno mentir.- Izuku se asustó al oír su voz, una parte de él decía que no tenía por qué estar asustado, y la otra le decía que ese rubio cenizo era peligroso.
-Está loco- Su madre le escupió. Estaba acabada con solo ver la expresión del muchacho
-No, solo cumplo la ley, desde que entre en este diminuto sitio, se me ha faltado el respeto a mí y a la familia real la mayor de veces posible. Eso es un delito, considérese más afortunada por aún no estar entre rejas-Izuku no podía dejar de mirar las expresiones de este al hablar
-Dígales que me suelten- Su madre intentaba zafarse sin éxito alguno.
-¿Qué pasaría si una omega desaparece de la faz de la tierra? Yo creo que en su caso nadie se inmutaría ya que está sola, nadie le echara de menos.- El mundo se le detuvo ¿Iban a matar a su madre? Eso no era posible debía ir a ayudarla, pero ella mismo le dijo que no saliera por nada del mundo.-¿Usted sabía qué si un alfa muerde justo encima de una marca ya hecha, el omega muere casi al instante? - Eso hizo temblar al pecoso, su madre no le explicó eso, ¿Y si era verdad? él no quería perder a su madre tan joven.
-¡Eso es mentira! ¡Nadie le haría caso a esa estupidez! ¡Se lo está inventando!- Aunque el pecoso sabía que esas palabras iban dirigidas hacía él, no iba a quedarse de brazos cruzados cuando su madre corría riesgo de morir. Se centro tanto en salir de ahí que no escuchó las siguientes palabras de la conversación
- Que pena por usted. Bueno vamos a proceder, me muero por ver a una omega retorciéndose hasta morir. - El joven comenzaba a acercarse a su madre haciendo hincapié en la acción de propinarle una mordida -Sujétenla bien para que no se mueva. - El pecoso salió en el momento justo según su criterio
-¡Dejar en paz a mi madre!- La mira del cenizo se plasmó en todo su cuerpo, mandándoles corrientes eléctricas por todo su cuerpo, y dejando al cenizo embobado mirando tal perfección esculpida por los mismísimos dioses para él.
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El cenizo no podía apartar la mirada del omega, era el ser más bonito que había tenido la fortuna de conocer. su tez blanca sin ninguna impureza le llamaba cual atracción magnética. El rostro lleno de pecas y un rubor en sus mejillas le hizo fantasear al instante. Y sus ojos jade se enganchaban eternamente junto a los suyos. Podría morir admirando a esa criatura, y lo haría encantado.
El omega se encontraba temblando mientras intentaba mantenerse en una posición firme la cual no lograba amenazar a nadie. Mientras era invadido por miradas ajenas, uno de ellos logró inmovilizarle una mano, se trataba de un joven pelirrojo quien lo había agarrado por si trataba de escapar. Izuku gimió lastimero al ver cómo le agarraban, poniendo en alerta al alfa rubio quien le gruñó a su amigo.
-Suéltalo- Usó su imponente voz por segunda vez en esa casa y aunque en la anterior vez no fuera tan necesario, ahora la seguridad de su omega estaba en peligro. Kirishima, ante la voz del cenizo lo soltó al instante. Katsuki se alejó de la omega y se acercó al pecoso.
Izuku dio unos pasos atrás al ver que el cenizo se le acercaba.- No te me acerques.- Izuku empezaba a asustarse, al menos, los hombres que tenían apresada a su madre le habían soltado cuando el joven con el cabello rubio se había acercado a él.
El rubio soltó un ronroneo seguido de un sonido lastimero, sus ojos ya no eran solo rojos, unas motas amarillas aparecían en ellos. El pecoso dejó caer la cabeza en un lado, con un tanto de curiosidad al ver por primera vez a alguien dominado por su lobo. En ese pequeño ápice de tiempo, el cenizo se abalanzó sobre el peliverde. hundiendo su nariz en el cuello expuesto de este.
Inko junto los alfas ahí presentes estaban asombrados con el comportamiento sumiso de su majestad.
-Bro, ¿Estas bien?- Cuando Kirshima iba avanzar hacia su amigo para ver si reaccionaba. Bakugo agarró en un rápido movimiento al pecoso cual princesa. Apretándolo contra su cuerpo. El omega de Izuku, vencido por sus instintos no se apartó, es más se quedó junto al joven rey, quien no lo soltó en ningún momento, cayendo inconscientemente en un profundo sueño al notar la presencia de su destinado. Manteniendo una distancia con sus escoltas e amigo, Bakugo habló el primero.
-Volvamos a casa- El rubio ordenó mientras se retiraban de la casa.
-¡Quédese quieto ahí mismo!- Inko no iba a callarse mientras le arrebataban a su hijo delante de sus narices.-¿Qué cree que está haciendo?¡Váyase, pero deje a mi hijo!- Es más, si dejaban a su hijo, no volverían a verlos en su vida, se iban de ese país esa misma noche.
-¡Su hijo se queda conmigo! No hay que ser muy listo para saber que usted huiría del país si me voy de rositas, Dado que usted va a ser mi suegra no la mataré, considérese afortunada, ahora, como si quiere como si no me llevo a la futura reina.- Apegó más al pecoso a su cuerpo para llevarlo a su hogar. No estaría tranquilo hasta dejarlo en su nido.
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Una vez fuera del bosque, Bakugo tuvo prisa para llegar a su alcoba. Llevaba a su omega en los brazos, dormido cual bebé. Tenía claro que iba a mimarlo, lo sabía con solo ver su rostro.
En cuanto entraron por la puerta de palacio, automáticamente todas las miradas se posaron en él. No solo por su repentina aparición, ni porque fuera el rey, además de eso, portaba un omega en brazos noticia que no le agradaría a su abuelo cuando llegara a sus oídos, pero a decir verdad, a Bakugo le importaba poco lo que pensara.
Una vez en su habitación después de entrar sin dar ni una explicación a su amigo, Katsuki se debatía si dejarlo en su lecho o posarlo en el nido, que ahora tenía propietario. Su lobo le marcaba que hacer en todo momento.
Con el mayor cuidado que tuvo en su vida, dejó al pecoso en el nido, quien se acomodó gustoso en el nuevo lugar, llenando de orgullo al alfa. No apartó la mirada de él. Y pretendía quedarse así hasta ver su despertar.
Y así el ajetreado día terminó. Dando paso a la noche junto a un alfa con insomnio y a un omega perdido en sueños
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