Capítulo 03:
Se encontraba agotado después del tenso encuentro con el alfa en la mansión. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera pensar en descansar, un sonido resonó en la habitación: alguien llamaba a la puerta. Sus sentidos se agudizaron al instante, alertándolo de la presencia de un alfa al otro lado. Un aroma masculino y dominante flotaba en el aire, envolviéndolo con su presencia intimidante.
Un escalofrío le recorrió la espalda, mientras su corazón se aceleraba con temor y aprehensión. Sabía, por experiencia, que la llegada de un alfa a esas horas tardías no podía significar nada bueno para él. El trabajo al que estaba destinado comenzaría, y él sería la pieza en el juego de poder y placer que los alfas despiadados disfrutaban.
Odiaba la idea de ser tomado, de ser objeto de deseo y satisfacción para aquellos hombres poderosos. Sentía cómo su estómago daba un vuelco, mezclando la ansiedad con la repugnancia que le causaba aquel destino impuesto. Pero no tenía opción, estaba atrapado en esa vida y debía aceptarlo, aunque su espíritu rebelde se resistiera con todas sus fuerzas.
Con el corazón latiendo acelerado, finalmente cedió a los leves toques en la puerta, consciente de que no podía demorar más la apertura. No deseaba enojar ni exasperar al alfa que esperaba al otro lado. Aunque estaba confundido, se preparó mentalmente para enfrentarse a un hombre mayor, con gustos cuestionables y un físico desproporcionado. Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró con algo completamente diferente a sus expectativas.
Un joven apuesto lo miraba con una expresión relajada en su rostro de tono caramelo. Sus ojos verdes brillaban con una chispa encantadora, y su cabello color chocolate caía en ondulaciones suaves sobre su frente. Contrario a lo que imaginó, el hombre no parecía ser mucho más grande que él, incluso creyó que podría ser más joven. Sus cejas pobladas enmarcaban sus ojos, y largas pestañas acentuaban su aspecto juvenil, aunque su imponente físico contradecía esa primera impresión. Para ingresar a la habitación, el joven alfa tuvo que agacharse un poco debido a su estatura imponente y musculosa.
No pudo evitar sentirse cautivado por la belleza y presencia dominante del alfa que tenía ante sí. Su mirada se deslizó desde el rostro encantador hasta el cuerpo esculpido, admirando cada detalle. Era una combinación fascinante de juventud y masculinidad, una paradoja irresistible para los sentidos del omega.
El joven alfa exudaba confianza y serenidad, como si estuviera acostumbrado a dominar cualquier situación en la que se encontrara. Ciaran no pudo evitar preguntarse qué tipo de encuentro le esperaba con este hombre intrigante y atractivo. Aunque el temor y la aprensión seguían presentes en su mente, una chispa de curiosidad y anticipación se encendió en su interior.
Sin embargo, también sabía que no debía dejarse llevar por las apariencias. Aunque aquel alfa pudiera ser atractivo y tener un porte imponente, era consciente de que, al final del día, seguiría siendo una posesión en manos de otro. Su determinación se fortaleció, recordándose a sí mismo que no debía perder su propia valía y autonomía en medio de ese mundo controlado por los deseos de los alfas.
¿Soy para él? Admito que podría ser peor.
—Caesar... —murmuró al alfa, su voz apenas audible en la habitación, mientras ingresaba y cerraba la puerta tras de sí. Dedujo que ese debía ser el nombre del hombre frente a él, aunque le pareció extraño, ya que era de origen ruso y no rumano, como había anticipado en su mente. Sin embargo, esa información carecía de importancia en ese momento, puesto que su atención estaba completamente enfocada en el alfa misterioso que tenía ante sí—. ¿Tú?
Se debatió internamente sobre si continuar fingiendo o responderle a Caesar en rumano. Era evidente que el alfa hacía un esfuerzo notable para comunicarse en su idioma, y eso le sorprendió gratamente. Al menos alguien se había tomado la molestia de aprender unas pocas palabras en su lengua materna.
Caesar se acercó un poco más y sus manos tocaron suavemente los cabellos húmedos. Luego, con cierta desesperación, comenzó a buscar algo en la habitación, moviendo una silla y tanteando hasta que logró encender algo. Él lo observó con curiosidad, pero decidió guardar sus preguntas para más adelante y continuó secándose el cabello con la toalla.
Caesar se acercó nuevamente, y esta vez retrocedió instintivamente, esperando una reacción negativa. Sin embargo, en lugar de mostrar molestia, el alfa lo miró directamente a los ojos con una expresión de genuina preocupación. Esta actitud desconcertante despertó su curiosidad, pues no esperaba que actuara de esa forma.
—No, tranquilo tú —le dijo y él pudo notar el marcado acento de Caesar, pero encontrando cierta suavidad en su voz. Aunque intentaba mostrarse distante y temeroso, sabía que tenía que mantener su actitud arisca para que el alfa no sospechara de sus verdaderas intenciones al estar allí.
—¿Qué quieres de mí? ¿Por qué estoy aquí? —preguntó, fingiendo estar asustado, mientras se alejaba lo suficiente como para ocultar su rostro. Era habilidoso en el arte de la actuación, aunque sabía que solo podía llevar su actuación hasta cierto punto.
—Eres omega, hermoso... —respondió el alfa y suspiró—. Todos quieren a omega —agregó, sin que él pudiera determinar si estaba tratando de tranquilizarlo o asustarlo aún más.
Aunque si fuera otro omega, esa respuesta habría sido suficiente para hacerlo temblar de miedo. Aunque sus ojos bicolores no mostraron ninguna emoción, hizo que su cuerpo temblara y fingió entrar en pánico. Quería que el alfa creyera que estaba realmente aterrorizado y que intentara consolarlo de alguna manera.
—No... —Caesar soltó un suspiro de rendición—. Yo también quiero a omega, para mí y nadie más toca —explicó mientras ofrecía un pañuelo beige para que pudiera secar las lágrimas falsas que no sabía que estaban cayendo. Aunque, él pretendía engañarlo, Caesar parecía creer sinceramente en su angustia.
Entendió perfectamente lo que Caesar quería decir. Este alfa de alto rango lo había pedido específicamente para su entretenimiento. Estaba bien consciente de que las jerarquías y las normas sociales podían variar en cada lugar, y en ese lugar en particular, los omegas eran considerados meros objetos de diversión. Sintió una risa burbujeando en su interior, pues su padre despreciaba esa mentalidad. Para su padre, los omegas merecían protección y amor eterno, no ser utilizados y descartados. Su padre era un ferviente defensor de los derechos de los omegas, y bajo su liderazgo, esos ideales se convertían en leyes respetadas en todo el territorio bajo su control.
Sintió la tentación de reír a carcajadas, imaginando la furia de su padre si se enterara de la situación en la que se encontraba. Estaba seguro de que su padre no dejaría nada en pie, y ni siquiera el atractivo alfa sería perdonado en la masacre que su padre seguramente desataría una vez que supiera la verdad.
—Yo, yo no te hago daño y nadie nunca —agregó el alfa de ojos verdes mientras se movía hacia el armario y lo abrió rápidamente. Tomó un pijama que obviamente no era el suyo y se lo ofreció a Ciaran—. Ropa, usa —indicó y él entendió que era porque todavía estaba en bata de baño. Aceptó el gesto y tomó el conjunto de color celeste y se metió, una vez más, al cuarto de baño.
Ciaran salió de la habitación, vistiendo el bonito pijama que Caesar le había proporcionado. No podía negar que era de alta calidad y se sentía cómodo al llevarlo puesto. El suave tejido acariciaba su piel mientras admiraba el color que realzaba sus atributos. A pesar de las circunstancias, no podía evitar apreciar el gusto del alfa por la ropa.
—No dices nombre —habló Caesar, dirigiéndose a él—. Eres como extraño... desconocido.
—Ciaran —dijo y se sentó en la cama con un gesto temeroso. Estaba algo cansado y, simplemente, quería dormir. Además, debía aprovechar la obvia debilidad que tenía Caesar por su persona.
—¿Ciar? —inquirió Caesar y arqueó una ceja.
El omega sintió que, si bien había dicho su nombre antes, ahora pensó que era mejor no darlo con tanta facilidad. Después de todo, quería contactar a su padre antes de que ellos descubrieran que era dominante y, claro, un Miracle.
—Sí, me llamo Ciar...
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