1. El Despertar de una Calamidad

            

Las hermosas escamas de aquel magnifico dragón rojo me hipnotizaron, mi instinto me advirtió del peligro que correría si me aproximaba lo suficiente para estar a su alcance pero yo más que nadie sabía que ese dragón no me atacaría, al menos no en el estado deplorable en que se encontraba.

Su débil respiración significaba que no le quedaba mucho tiempo de vida; de sus profundas heridas emanaba una sangre tan oscura que se asemejaba bastante al carbón.

Como sanadora o futura curandera del pueblo no podía permitir la muerte de aquella admirable criatura, por lo que opté por sacar mis herramientas para dar comienzo a la sanación, aunque aún era una aprendiz era una prodigio entre mi gente.

El ruido de unas voces me advirtieron que debía darme prisa o los cazadores de dragones lo descubrirían y se lo llevarían al mercado negro para vender sus valiosas escamas y su carne.

Los dragones son tan valiosos como el oro, sus escamas son utilizadas como moneda y su sangre es envidiada por muchos al creer que les dará vida eterna pero lo extremadamente valioso eran sus esplendidos ojos que utilizaban como joyas y otorgaban un extraño don al que lo tuviera en su posesión, aquel don escogía a su portador junto con la habilidad que le otorgaba.

En cambio, yo nací con un don, el de sanar las heridas profundas de humanos, no de animales y mucho menos de dragones, así que es un gran inconveniente encontrarme con una de estas gratificantes criaturas místicas que han sido cazadas por varios siglos, disminuyendo su población a cifras alarmantes.

No contaba con el tiempo de cuestionar mi acción, efectuar la curación en tiempo límite era mi prioridad. Limpié con extremada rapidez y cuidado la herida más profunda; con mi experiencia deduje que se trataría de una herida de un arpón. Sería sencillo de sanar la carne desgarrada por lo que posé ambas manos sobre la herida abierta y me concentré para que emanara de mis manos una esencia relajadora que se asimilaba a la neblina matinal.

El dragón a penas sentiría un cosquilleo lo difícil de todo esto era mantenerse concentrada o de lo contrario, si desaparecía la esencia sanadora de golpe, le causaría un intenso dolor al herido lo que causaría que pueda perder la conciencia por el abrupto padecimiento, sobre todo cuando utilizaba al máximo mi don.

En ocasiones me centro demasiado en unir todos los ligamientos y los músculos que pareciera que estuviera durmiendo con los ojos abiertos.

Hoy es de esos días en que prefería practicar en casa sin ningún inconveniente pero la vida es tan injusta que al momento de recobrar mi conciencia, mi hermana de ocho años se encontraba paralizada a un par de metros de mí, expectante ante el más mínimo movimiento que hiciera el peligroso dragón, mientras yo le trataba de trasmitir con la mirada "No grites" con la esperanza de que captara el mensaje.

Por su grito de terror deduje que no descifró mi mensaje. Lo que más me molestó fue que, con su grito perdí la concentración lo que significaba que el dragón se descontrolaría al recibir una descarga de dolor que recorrería por cada músculo de su cuerpo.

Cuando intenté alejarme de él ya era demasiado tarde, una de sus alas me golpeó de frente arrojándome un par de metros lejos de su área de confort aleteando por la adrenalina que circulaba por su cuerpo para alejarse de sus enemigos naturales: los humanos.

Entre gritos, insultos y balazos fui levantada del suelo por uno de mis hermanos, Kéldysh mientras yo continuaba en mi aturdimiento producto de mi estupidez.

En mi aldea, los dragones son indicios de mal augurio, significan caos y destrucción seguido de una serie de calamidades que desencadenara la extinción de nuestros ancestros y nuestro linaje.

En caso de que accidentalmente te encuentres con uno en el camino, se debe evitar mirarlo a los ojos, así se sentirá ignorado, no desafiado y huira.

Abstenerse de cazarlo, por más valiosos que sean, tu vida no correrá peligro si te alejas lo más posible de esas criaturas. Los dragones no atacan a los humanos, pueden haber excepciones pero la mayoría son pacíficos y lo más importante si te encuentras con un dragón herido, ignóralo; porque una vez que lo sanes tu esencia quedará impregno en él y su manada lo rechazará al haber tenido contacto con un humano y de lo más seguro es que venga por ti a vengarse por su destierro.

Y es así como en un segundo de curiosidad he condenado a todo mi pueblo a la ira de un dragón enardecido al que intenté conservar con vida.

–¿En qué estabas pensando Zinaida? –espetó Kéldysh preocupado más que molesto por mi terrible decisión.

No me permitió explicarle con detalle mi actuar porque los cazadores merodeaban por el terreno y corríamos con el peligro de ser heridos por sus armas. Por fortuna, mi hermana menor la que desencadenó todo este revuelo se encontraba con Anton otro de mis hermanos corriendo a un lugar más despejado y con mayor visibilidad.

No paso mucho tiempo para alcanzarlos y encontrarlos al lado de mi madre, su expresión me indicó que me encontraba en serios problemas.

–Hija mía, has condenado a nuestro pueblo a la extinción –recalcó con su severa voz–. Tu actuar merece un severo castigo. Iras a las mazmorras.

Tragué saliva al no creer lo que escuchaban mis oídos, mi propia madre me condenaba a ir a las mazmorras aceptando mi sufrimiento.

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