Capítulo 2: El viaje inicia

La mañana siguiente amaneció con un cielo despejado, y los primeros rayos del sol iluminaron las calles adoquinadas de Vrindal. Eira y Kael se encontraban en la plaza del pueblo, listos para partir. Llevaban consigo provisiones, armas y el mapa que Eira había conseguido. Los aldeanos los observaban con curiosidad y preocupación.

—Es un largo camino hasta las Montañas de la Luna —dijo Kael, ajustándose la capa—. ¿Estás segura de que estamos preparados?

Eira asintió con determinación.

—No hay vuelta atrás. Tenemos que encontrar a Lorian antes de que el Consejo Oscuro nos alcance.

Con esas palabras, comenzaron su viaje, atravesando los campos verdes que rodeaban la aldea. El camino era tranquilo al principio, pero ambos sabían que los peligros acechaban más adelante. Mientras caminaban, Eira rompió el silencio.

—Kael, ¿alguna vez has oído hablar del Ojo de la Tormenta? —preguntó, con curiosidad en su voz.

—He oído rumores —respondió Kael, pensativo—. Dicen que es un artefacto antiguo, creado por los primeros magos. Tiene el poder de controlar las tormentas y desatar un poder inmenso. Pero nadie sabe realmente qué es ni dónde está.

Eira asintió.

—Mi madre solía contarme historias sobre el Ojo. Decía que tenía el poder de salvar o destruir reinos enteros. Y ahora, si el Consejo Oscuro está detrás de él, debemos asegurarnos de que no caiga en sus manos.

Kael miró a Eira con preocupación.

—¿Estás segura de que estamos haciendo lo correcto?

—Lo estoy —respondió Eira con firmeza—. No podemos permitir que el mal triunfe.

Siguieron caminando durante horas, cruzando bosques y colinas. El día avanzaba y el paisaje cambiaba, volviéndose más salvaje y menos familiar. Finalmente, cuando el sol comenzó a descender, decidieron acampar cerca de un arroyo cristalino.

—Este lugar parece seguro —dijo Kael, soltando su mochila y comenzando a preparar una fogata.

Eira asintió y se sentó junto al arroyo, dejando que el sonido del agua la tranquilizara. Sus pensamientos se dirigieron a sus padres, recordando cómo el Consejo Oscuro había destruido su hogar y asesinado a su familia. La rabia y la tristeza se mezclaban en su corazón, pero también sentía una fuerte determinación.

—Mañana llegaremos al bosque de Silvanor —dijo Kael, interrumpiendo sus pensamientos—. He oído que es un lugar mágico, pero también peligroso.

Eira asintió, aceptando la comida que Kael le ofrecía.

—Estaremos preparados. Debemos seguir adelante.

La noche cayó, y las estrellas brillaron en el cielo. Eira y Kael se turnaron para hacer guardia, sabiendo que no podían permitirse ser sorprendidos por el enemigo.

A la mañana siguiente, se pusieron en marcha de nuevo, adentrándose en el denso bosque de Silvanor. La atmósfera era diferente aquí; los árboles eran más altos y gruesos, y había un aire de misterio en cada sombra.

—Este lugar me da escalofríos —murmuró Kael, mirando a su alrededor—. Siento como si nos estuvieran observando.

Eira asintió, con la mano en la empuñadura de su espada.

—Mantente alerta. No sabemos qué tipo de criaturas habitan aquí.

Continuaron avanzando, el sonido de sus pasos amortiguado por el mullido suelo del bosque. De repente, un susurro suave, casi inaudible, llegó a sus oídos. Eira se detuvo, alzando una mano para señalar a Kael que hiciera lo mismo.

—¿Qué fue eso? —preguntó Kael en un susurro.

Eira entrecerró los ojos, tratando de identificar el origen del sonido. Antes de que pudiera responder, una figura emergió de entre los árboles. Era una mujer alta, con largos cabellos plateados y ojos brillantes como la luna.

—¿Quiénes sois y qué hacéis en el bosque de Silvanor? —preguntó la mujer, con una voz melodiosa pero autoritaria.

Eira dio un paso adelante, mostrando sus manos vacías en señal de paz.

—Somos viajeros en busca del mago Lorian. Nos dijeron que podríamos encontrarlo en las Montañas de la Luna.

La mujer los miró con desconfianza, pero también con una curiosidad creciente.

—¿Por qué buscáis a Lorian?

Eira dudó un momento antes de responder.

—Necesitamos su ayuda para encontrar el Ojo de la Tormenta y protegerlo del Consejo Oscuro.

La expresión de la mujer cambió al escuchar esas palabras.

—El Ojo de la Tormenta... —murmuró, como si ese nombre despertara viejos recuerdos—. Muy bien, seguidme. Os llevaré a alguien que puede ayudaros.

Eira y Kael se miraron, sorprendidos por su suerte, y siguieron a la mujer a través del bosque. Tras un breve trayecto, llegaron a un claro donde había una pequeña cabaña hecha de madera y enredaderas.

—Esperad aquí —dijo la mujer, entrando en la cabaña.

Kael miró a Eira, con la incertidumbre reflejada en su rostro.

—¿Crees que podemos confiar en ella?

Eira se encogió de hombros.

—No tenemos muchas opciones. Pero tengo un buen presentimiento.

Después de unos minutos, la mujer regresó, acompañada de un anciano con barba blanca y ojos llenos de sabiduría.

—Soy Lorian —dijo el anciano, observando a Eira y Kael—. He oído que buscáis el Ojo de la Tormenta.

Eira asintió, dando un paso adelante.

—Así es. Necesitamos tu ayuda para encontrarlo antes que el Consejo Oscuro.

Lorian la miró intensamente, como si pudiera ver dentro de su alma.

—El camino que habéis elegido es peligroso y lleno de obstáculos. Pero si estáis dispuestos a enfrentarlos, os ayudaré.

Eira y Kael asintieron, sabiendo que no había vuelta atrás.

—Estamos listos —dijo Eira con determinación.

Lorian sonrió ligeramente.

—Muy bien, entonces. Hay mucho que debéis aprender y poco tiempo. Vamos a empezar.

Con esas palabras, Lorian los condujo a su cabaña, donde comenzaría su entrenamiento y el verdadero viaje hacia el Ojo de la Tormenta. La aventura que les esperaba pondría a prueba su valentía, su lealtad y su fuerza, llevándolos a enfrentarse a los poderes más oscuros que Eldoria jamás había conocido.

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