Capítulo 1: El llamado de las sombras


El sol se escondía tras las montañas, bañando el valle de Eldoria con un resplandor anaranjado. En la pequeña aldea de Vrindal, los aldeanos cerraban sus tiendas y regresaban a sus hogares. Pero en la taberna "El Jabalí Dorado", la noche apenas comenzaba.

Dentro, un fuego chisporroteaba en la chimenea, y las risas llenaban el aire. Entre los presentes, una figura destacaba: una joven de cabellos rojos y ojos verdes brillantes, sentada en una mesa al fondo. Sus ropas eran simples, pero había algo en su porte que sugería que no era una aldeana común.

—¡Otra ronda para todos! —gritó un hombre robusto desde el centro de la sala, levantando su jarra de cerveza.

La multitud vitoreó, y la tabernera, una mujer de mediana edad con un delantal manchado, comenzó a servir más bebidas. La joven de cabellos rojos observó la escena con una ligera sonrisa.

—¿No te unes a la fiesta, Eira? —preguntó un joven de cabello oscuro que se acercó a su mesa. Tenía una sonrisa pícara y un brillo de curiosidad en sus ojos.

—No estoy aquí para beber, Kael —respondió Eira, mirando alrededor con cautela—. Estoy buscando a alguien.

—¿A quién, si puedo preguntar?

Eira dudó un momento antes de responder.

—A alguien que puede ayudarnos a encontrar el Ojo de la Tormenta.

Kael levantó una ceja, sorprendido.

—Pensé que el Ojo de la Tormenta era solo una leyenda.

—No lo es —respondió Eira con firmeza—. Y si no lo encontramos antes que el Consejo Oscuro, todo Eldoria estará en peligro.

Kael se sentó frente a ella, su expresión ahora seria.

—¿Y quién es esta persona que estamos buscando?

Eira miró alrededor, asegurándose de que nadie los escuchara.

—Un mago llamado Lorian. Vive en las Montañas de la Luna.

—¿Un mago? —Kael soltó una carcajada—. Pensé que odiabas a los magos.

—No todos son como los que mataron a mis padres, Kael —replicó Eira con un destello de dolor en sus ojos—. Algunos todavía luchan por el bien.

Kael asintió, comprendiendo.

—Entonces, ¿cómo planeamos encontrar a este Lorian?

Eira sacó un pequeño mapa de su bolsillo y lo extendió sobre la mesa.

—Aquí. Estas son las Montañas de la Luna. He oído que vive en una cueva oculta en algún lugar de esta región.

Kael miró el mapa con interés.

—Parece un viaje peligroso.

—Lo es —dijo Eira—. Pero no tenemos otra opción.

En ese momento, la puerta de la taberna se abrió de golpe, y un hombre encapuchado entró. Sus ojos brillaban con una intensidad inquietante, y su presencia hizo que la conversación en la taberna se detuviera.

—¿Qué está buscando, buen hombre? —preguntó la tabernera con una sonrisa nerviosa.

El hombre no respondió. Sus ojos recorrieron la sala hasta detenerse en Eira y Kael. Con paso decidido, se dirigió hacia ellos.

—¿Eira de Vrindal? —preguntó con una voz profunda.

Eira se levantó lentamente, sus ojos fijos en el extraño.

—¿Quién lo pregunta?

El hombre se quitó la capucha, revelando un rostro severo con una cicatriz que le cruzaba la mejilla.

—Soy Darion, del Consejo Oscuro. Y tengo un mensaje para ti.

Eira tensó los músculos, lista para cualquier cosa.

—¿Qué mensaje?

Darion sonrió fríamente.

—Que dejes de buscar el Ojo de la Tormenta. No tienes idea de las fuerzas con las que estás jugando.

Kael se levantó, colocando una mano protectora sobre el hombro de Eira.

—Si el Consejo Oscuro quiere el Ojo de la Tormenta, es razón suficiente para que sigamos buscándolo.

Darion soltó una carcajada oscura.

—Valientes, pero ingenuos. No sabéis en qué os estáis metiendo. Pero si insistís, os encontraréis con vuestro destino antes de lo que pensáis.

Eira se adelantó, su mirada fija en la de Darion.

—Dile a tu Consejo que no nos asusta. Encontraremos el Ojo y lo protegeremos, cueste lo que cueste.

Darion la miró un momento más antes de darse la vuelta.

—Entonces, que así sea. Nos veremos de nuevo, Eira. Y para entonces, espero que estés lista para afrontar las consecuencias.

Con esas palabras, salió de la taberna, dejando tras de sí una atmósfera de tensión palpable.

Kael se volvió hacia Eira, preocupado.

—¿Estás segura de esto?

Eira asintió, determinada.

—Más que nunca. No podemos permitir que el Consejo Oscuro consiga el Ojo. Es nuestra única esperanza de salvar Eldoria.

Kael suspiró, resignado.

—Entonces, vayamos a buscar a ese mago. No tenemos tiempo que perder.

Y así, con la resolución firme en sus corazones, Eira y Kael se prepararon para el peligroso viaje que les aguardaba, sin saber que su aventura recién comenzaba y que las sombras que se cernían sobre Eldoria eran más oscuras de lo que jamás habrían imaginado.

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