Prologo - Hablando con Cietiel

Entro elegantemente al claro del bosque. Lo primero que hizo fue quitarse su gruesa capa cubierta de hojas pequeñas y largas.

Luego camino, tratando de hacerlo tranquilamente, hacia el centro del claro. En el centro estaba el viejo árbol, sus ramas grandes llenas de hojas blancas. Excepto por una rama que estaba rota, tal vez no hubiera pasado tanto tiempo, pero aun se veía la mancha seca de sangre. De lejos el gran árbol, parecía que estaba rodeados de flores de colores pero con cada paso que daba se daba cuenta que eran las alas de miles mariposas desafortunadas.

Se quedo quieto, viendo las miles de alas.

- ¿No son hermosas? - pregunto el árbol.

Su voz era una extraña mezcla se una voz masculina y femenina. Hablaba a traves de varios huecos del tronco. Su tono era de una duda sincera pero con aire divertida.

Vio de nuevo el cementerio de mariposas. Solo para ganar tiempo pensando cual seria la respuesta correcta. O si era una prueba.

- Si son hermosas.

Se quedaron en silencio. Via el cementerio de hermosas mariposas antes de voltear hacia el hueco del árbol, evitando ver las hojas.

- ¿No me dirás tu nombre?

- Ya sabes mi nombre.- Hizo un ademan con la mano para restarle importancia.

Rompió las alas de una mariposa verde oscura.

- Bien, entonces pregunta. Me ofende que pienses tanto tu pregunta.

- Ya sabes que quiero preguntar.

Sentía como las ramas se movían, permitiendo a las hojas-ojos revisándolo, tuvo que utilizar todo sus fuerzas para no voltear a ver a las ramas.

- Me sorprende que estés aquí... tomando en cuenta que no eres olkario.

No lo dijo con tono de duda, era un afirmación. Sonrió secamente.

- ¿Me delato la capa? O... - chasqueo la lengua divertido - Lo viste con tus ojos.

El tronco bufo molesto.

- Tú solamente eres una idiota. - Las ramas empezaron a levantarse como un listado - Ningún olkario utilizaría una capa. Además, que eres un ladrón.

Rompió otras mariposas, esta vez de un verde oscuro.

No pudo ocultar su sorpresa, pensó que en serio había ocultado las armas.

- ¿Como lo su-

- Eres como un pollito, demasiado inocente. - soltó un sonido como un bufido de irritación. El árbol rompió las alas de otra mariposa, esta vez blanca. - Las armas destellan demasiado de tu mochila.

Frunció el ceño, hablando antes de pensar.

- Estas armas son mías.

El árbol rio, no fue una pequeña, fue tan fuerte que de seguro todo Cabud lo escucho. Tal vez incluso lo escucho todo Olkario. Cada vez que pareciera que iba hablar, soltaba otra vez una estridente risa.

- ¿En serio?- dijo después de reírse.

- Sí. ¡Tú no sabes nada más que mi nombre!

El árbol se empezó a reír de nuevo. Las ramas agarraron una espada, tuvo que contenerse para intentar atraparlo, pues por el rabillo del ojo vio que tenia hojas.

- Entonces... ¿Cuál fue su dueño cinto siete?

Abrió sus boca sin saber que decir. Empezó a caminar con los ojos cerrados, sin saber que decir.

- ¡Se acabo el tiempo! - grito con felicidad de verlo fracasar. Luego carraspeo antes de adoptar un tono un poco serio. - "Su dueño ciento siete fue Keith Kogane, que lo utilizo para vencer a varios demonio. Siempre por el bien mayor. Fue encontrado en una roca, junto con el arma de su amante."-Rio burlonamente- ¿Robaste esa espada sin saber cual fue su dueño?

- No sabia el numero exacto... - murmuro algo humillado.

- ¡Ni siquiera puedes pasar por galra! - río cada vez más fuerte. - Eres una vergüenza para todos.

Luego se quedo callado pensando un poco esa información. Se dio cuenta de algo curioso.

- ¿Por qué no men-

- ¿Por qué no mencionan como murió? - sonrió y rio otra vez moviendo sus ramas de un lado a otro. - Eso es simple, nadie lo sabe. Desapareció como los otros.

Se quedo callado, pensando como debería de preguntar la siguiente pregunta.

- Quiero saber la historia verdadera.

- ¿Puedo saber para qué?

- Quiero saber la verdad. - era una mentira en parte. En realidad quería escribir la historia.

- Bien. - se movió un poco. - ¿Puedo ver el resto de las armas?

Saco las armas una por una. De primero saco el arco de Lance. Era uno de madera decorada con varios dibujo. Lo encontró dentro de una pelota de hielo, escondido en un océano. Cuando lo encontraron fue como si el océano lo buscaban arrastrar de nuevo para no dejarlos salir.

De segundo saco las dos navajas de Pidge. Pequeñas, planas y verdes; rápidas y mortales, parecían hojas de árboles. Cuando las robaron sentía como todo el bosque parecía querer matarme.

De tercero saco la ballesta rápida de Hunk. Era amarrilla y un poco más grande que él. La encontraron enterrada, como si las rocas reclamaran esa gran arma.

De cuarto saco el latigo de la princesa. La encontró en el viejo castillo de los aldeanos. Estaba tirado en el piso, casi como si no fuera importante.

El árbol dejo la espada, junto al arco. Estaban en fila en frente del árbol.

Si robas a un rey y sobrevives serás respetado, perseguido por los oficiales de la ley; pero si logras robar las armas y sobrevives serás temido.

Una rama desnuda bajo a tocarlas, casi acariciándolas.

- Son muy hermosas.- susurro con todos sus ojos viendo directamente a las armas. - Valio la pena la muerte de Terian, ¿No es así?

Sentía como sus ojos se llenaban de lagrimas. Abrió la boca sin saber que decir. Pensó que ya la había superado, pero tal vez nunca lo lograría superar.

- Por supuesto que....- movió sus ramas como si no supiera que decir. - no te arrepientes de su muerte.

- Tienes razon. No me arrepiento de su muerte.

Se quedaron callados viendo las armas.

- Saca un lápiz y papel, que sera una historia larga. - Lo dijo con un tono feliz.

Él no pudo evitar sonreír y sacar su pluma y su pila de hojas. Impaciente por empezar a escribir.

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