Segunda historia de Tércica
Los rayos del sol amarillo penetran intensamente en estas regiones pobladas por inacabables desiertos de arenas doradas. De todos los lugares recorridos es aquí donde siempre vuelvo. Hay algo maravilloso que me invita a regresar, es porque fue esta parte de Tércica la cuna de la principal especie, la que dominaría a todas las demás con su poder cerebral. Hace tanto tiempo de la génesis Alfa que logro recordarla, tan solo, por mis informes recabados de entonces. Ellos han sido la semilla sembrada y germinada, con la potestad de crear o destruir su mundo. Sus conciencias, las motivaciones y los caminos tomados los conducirán a la grandeza de un destino esplendoroso, o a la fatalidad de la extinción. Son los Alfas los únicos con el poder de decidir su futuro y el de las demás especies... La vida de Tércica está entre su palma y sus dedos.
Como lo mencioné antes, los imperios se han ido sucediendo en forma violenta; las estructuras sociales son diseñadas para que un solo individuo junto con sus adeptos más cercanos logre mover a las grandes masas, dirigiéndolas a los campos de batallas durante las campañas de conquista.
Han pasado miles de ciclos desde que sus moradas fueran las cuevas. Las viviendas de tierra mezcladas con agua y tejidos de plantas quedaron atrás, pero no olvidadas; mientras otras fabricadas con nuevas combinaciones de elementos —que si bien no reemplazaron completamente a las anteriores—, llenaron las nuevas urbes.
Sustituyeron las antiguas armas confeccionadas con varas largas y cortas endurecidas al fuego, en cuyo uno de sus extremos, una filosa punta de metal forjada servía para traspasar al adversario, denominadas flechas y lanzas, o las alargadas placas metálicas con orillas cortantes forjadas, que llamaron espadas, por otras de metal de formas tubulares capaces de lanzar a gran velocidad y distancia diminutos trozos metálicos, para infligir severos daños a los Alfas contrarios. A esta nueva arma le llamaron mosquete.
Desde aquel remoto entonces hasta ahora, sus pensamientos y las ciencias, junto con la tecnología crecieron. Me atrevería afirmar que, a pesar de las muchas fallas en las relaciones de coexistencia, los Alfas se encaminan a mejores formas de organización y convivencia.
Las supresiones indiscriminadas de vidas de otrora, se están haciendo cada vez menos.
Con el paso del tiempo, los grandes imperios se redujeron, o los reinos aumentaron sus territorios dentro de fronteras mejores definidas a las que llamaron países; no obstante, de vez en vez, algún gobernante desea convertirse en emperador y emprende una nueva campaña de dominación, entonces cientos de miles de vidas vuelven a perderse en pro de esos deseos de grandeza.
Hace mucho tiempo que abandoné las regiones desérticas y me dirigí a los lugares en donde la mayoría de los Alfas son de dermis clara, y estuve presente cuando lograron cruzar las vastas superficies acuíferas nombradas océanos, y conquistaron y poblaron las nuevas regiones al otro lado de ellas. Desde estos sucesos, he visto correr otros acontecimientos de poca o mucha importancia. Por ejemplo, surgieron nuevas naciones con el costo implícito de vidas Alfas; volviéndose, algunas de estas, poderosas e influyentes en los destinos de Tércica en las centurias siguientes.
Los Alfas construyeron y aprendieron a volar artefactos más pesados que el aire. Dominaron las profundidades oceánicas dentro de ingeniosas máquinas. Descubrieron el modo de las telecomunicaciones usando el principio de las ondas electromagnéticas.
Cuando todavía eran tribus, los Alfas intercambiaban entre ellos los diferentes enseres obtenidos de la caza y de la recolección. Poco después que las tribus pasaron a ser reinos, el intercambio lo realizaron por medio de pequeños trozos de elementos inertes, con el nombre genérico de dinero, aunque su nombre particular variaba de acuerdo al reino de procedencia. Este método de intercambio duró cientos de ciclos, y hasta hoy se mantiene la tradición.
Si pudiera contabilizar todas las batallas y las grandes guerras sucedidas en toda la historia Alfa, hasta ahora —aunque no podría hacerlo por la obvia razón que no estuve en cada una de ellas, en todos los rincones de Tércica—, su número sería elevado, y la cantidad de vidas, entre guerreros y no guerreros, me produce una enorme conmoción.
El espíritu de los Alfa es grande, tiene una determinación insospechable. Cuando se proponen algo, luchan por alcanzarlo, estén o no equivocadas sus metas. Ya sea en forma individual o colectiva suelen rebasar sus limitantes inmediatos, proponiéndose nuevas metas que los conducen a impresionantes logros. Sin duda, podrían llegar aún más lejos, pero muchas veces los líderes modernos actúan como los antiguos reyes o emperadores y no tienen la sabiduría de los líderes de las tribus.
La burbuja dimensional me permite desplazarme y colarme entre las calles de sus pueblos y ciudades, y dentro de sus propios hogares, lugares de trabajo y sitios de diversión. La civilización Alfa ha cambiado significativamente, no obstante, sus costumbres y valores son variables oscilantes a lo largo de un espectro que, nosotros los acuarianos, podríamos decir, que van desde la luz hasta la oscuridad.
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