04
El día de ayer pasó la cena junto a sus compañeros entre risas y bromas. Por lo que despertó de lo más sonriente que otras veces.
Con la rutina de siempre, salió de su casa listo para las clases, en la acera justo cuando en la esquina de la cuadra un deportivo azul eléctrico se estacionó.
— Oye, guapo ¿Quieres un aventón? —Mark se recargó en la ventana trasera con diversión.
— Por supuesto, Whitelaw.
Al entrar al auto, saludó a los dos restantes con el puño para después emprender el viaje a la preparatoria.
Joe se detuvo para sacar los libros de su casillero, Mark contaba su última cita con una rubia y Kendall le contradecía que eso nunca pasó; ya que el rubio juraba que hubo persecución, acción y romance.
— Par de críos, es mejor nunca meterse cuando están discutiendo. —Comenta Dereck recargado a un lado del casillero del ojos azules.
— ¿Por qué? A leguas se nota que tu eres quien impone ley entre ellos.
— Tampoco soy su madre, cabezotas —Carcajeó. —. No soy quién para reprender.
— ¿Por qué has decidido ayudarme, Dereck?
La pregunta logró ser escuchada por el dúo, quienes no dudaron en acercarse.
El castaño encogió de hombros.
— ¿Por qué me lanzaste el plato de mierda a la cabeza?
— Fue un accidente.
— Ya veo. No sé, supongo que he visto determinación en ti, Harrison, sólo necesitas un buen empujón para ser un hombre recto y derecho.
— Nosotros no somos rectos. —Kendall hizo una mueca.
— Ni derechos —Río Mark. Levantando su mano izquierda —. Yo soy zurdo.
— No me refiero a que seamos buenas personas con modales —Suspiró estresado. —. Quiero decir que vamos a enseñarte a tener las putas pelotas que se otorgaron para demandar lo que quieres cuando lo quieres y a la hora que quieres.
— Gracias por aclararlo con malas palabras. —Dijo Joe sarcástico.
— De nada, ya te aviso después cuánto nos pagarás por hacer esto. —Whitelaw sacó su celular como si hiciera cuentas.
— ¿Me están cobrando por esto? —Exclamó sorprendido.
— ¡Claro que no! ¡Debiste ver tu cara! —Dio risotadas que fueron compartidas por Dereck y Kendall.
La campana anunció el inicio de la primera clase, por lo que McDonell palmeó el hombro de Joe diciéndole que lo veía luego, desapareciendo por el pasillo junto a sus amigos.
Entró a Civismo llamando la atención de las pocas mujeres que había ahí, sentándose en los asientos de medio.
Durante el transcurso de la clase, rascó su nuca en distintas ocasiones, pues juraba que alguien lo observaba con intensidad, lo cual era algo muy complicado de saber, casi todos tenían los ojos puestos en él.
La clase prosiguió normal, con la diferencia de una tarea por equipo de dos que le han encargado para una semana. Volteó a los últimos puestos, buscando a Natalie McCallen con la mirada. La conocía, solían ser amigos en la escuela primaria, sin embargo aquello terminó al llegar a la secundaria pues ella cambió de hogar, hasta que ambos se reencontraron en la preparatoria, cambiados, ella más linda y tímida, él más alto y come libros. Todo un dilema a lo que eran antes.
Al tocar la chicharra, Natalie guardó sus útiles en la mochila con apuro, pues sabía que Joe la querría interceptar antes de que lograse correr por la puerta. Sintió su corazón desbocado al escuchar quién sería su compañero de trabajo, no quería verlo, después de lo que pasó en su trabajo la hizo pensar que al momento de que él la llegue a ver se reiría en su cara.
Con maleta al hombro, emprendió una caminata rápida a la salida, por los pasillos, hasta llegar a su locker, dejando salir un suspiro al librarse de él.
— Hola.
Joe tomó el hombro de la castaña, obligándola a verlo al rostro. Notó la incomodidad y la molestia en su mirada, algo que lo desconcertó.
— Hola, Joe ¿Quieres quedar para el trabajo?
— Entre más adelantado lo tengamos, mejor ¿No crees? —Le sonrió.
— Si, tienes razón —Aceptó encogida de hombros. —. ¿En casa o biblioteca?
— Donde prefieras.
— ¡Hola, Harrison! —Clarisse saltó sobre el varón de forma imprevista. — Oh, hola amiga.
— ¿Sucede algo? —Joe la apartó con lentitud.
— Quería saber si me acompañabas a mi y unas amigas a cafetería ¿Qué dices, guapo? —Pestañeó con coquetería.
— Por supuesto —Responde él alegre. La fémina comienza a atraerlo hacia el pasillo. —. Hablamos luego, Nat.
La castaña observó como Joe y Clarisse se alejaban a la cafetería. Natalie cerró su casillero con fuerza a la vez que dejaba salir un suspiro.
— "Intri mís idilintidi, mijir ¿Ni criis?" —Imitó con sarcasmo. Ajustándose la correa de la mochila. — Sí, cómo no.
Dio media vuelta, yendo a cualquier otro lado dónde no pueda verlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top