[35] El Nuevo Mundo

CAPÍTULO FINAL

MORGAN

Casa...

Hogar...

¿Esta nueva realidad sin Shadow es mi hogar? ¿Sin Ethos?

¿Puedo superar esto? ¿Puedo seguir adelante sabiendo que dos criaturas que amé se sacrificaron de esa forma? ¿Merecíamos ese sacrificio? ¿O fuimos ambiciosos a querer vivir de más?

Mis ojos caen sobre mis hijos y la respuesta está clara en sus pequeños rostros, sus ojos cerrados, sus bocas entreabiertas mientras respiran con suavidad, están dormidos, descansando después de alimentarlos. Me inclino y beso sus frentes con amor, ellos, mi clan y mi familia de Purificadores son lo que me motivan a seguir adelante, a enderezarme y cargar esta corona como debe ser.

Soy la reina y soberana de The Blackness, responsable de las docenas de vidas de este lugar, de controlar, supervisar y cuidar de todas estas criaturas. Salgo de la habitación y camino hacia el trono, cada paso hace eco por todo el pasillo. Los guardias reales se hacen a un lado con una pequeña reverencia. Mis ropas son negras con detalles dorados en luto por él, emerjo al salón principal del castillo y todos los presentes hacen una reverencia, todos de negro. Antorchas inmensas enganchadas a las paredes rocosas iluminan el largo salón real. Me detengo frente al trono porque casi puedo verlo ahí sentado como tantas veces lo vi en nuestra vida pasada y en nuestra vida presente: Shadow, nuestro rey Insurgente.

Tomo una respiración profunda y me enfrento a todos. Mi mirada cae sobre los Purificadores, los primeros en línea: Jericho, Kace, Rangahar, Prisca, Aidan, Harsha, Anthea. El bordado de una rosa sobre el lado izquierdo de sus pechos, ese símbolo de Nhyme que temí por meses mientras huía de ellos. Todo ha sido tan confuso, tan complejo y a la final, tan elaborado profundamente. Shadow y Ethos hicieron lo imposible porque tuviéramos esto: Una larga vida llena de paz juntos como familia.

Los líderes elementales y Rea están de un costado con su uniforme real, negro con detalles plateados. A un lado de ellos, está mi clan: Lyla y Aidan me dan una sonrisa de boca cerrada y junto a ellos Ian, Luke y Drake asienten con la cabeza a modo de entendimiento. Calum está del otro lado del salón, él volvió hace unas semanas y ha estado ahí para todos nosotros. Nunca volvimos a mencionar la última conversación que tuvimos ni el beso, su respeto por Shadow creció al enterarse de la verdad como debe ser. Detrás de todos ellos, está el pueblo de The Blackness: Convertidos, Purasangres y Humanos.

Y ahí está todo un reino frente a mí: mi responsabilidad, mi familia. Así que suelto una respiración profunda y me dirijo a ellos:

—Hemos pasado por mucho para llegar hasta aquí, muchos se han sacrificado para que podamos tener esto. Sé que muchos de ustedes se preguntan como seguiremos adelante sin el rey, muchos de ustedes apenas me conocen, quizás no confían en mí —ojeo las expresiones atentas de todos, en especial, los humanos y convertidos—. Y es comprensible, la confianza y el respeto son algo que se gana.

Rangahar me sonríe.

—Y tengo toda la intensión de ganármelo. No nací para reinar, crecí en un clan de Convertidos en los Bosques oscuros —escucho murmullos entre las criaturas de The Blackness—. Así es, uno de los Bosques más peligrosos y poco habitados de estas tierras. Y enfrentamos peligros y adversidades, pero sobrevivimos, de hecho, aquí está mi clan conmigo hoy —señalo a la fila donde están—. ¿Cómo lo hicimos? No se trataba de poder porque yo no tenía ni idea de lo que era durante todas esas décadas, era una Convertida orgullosa y fuerte —Los Convertidos se miran entre ellos curiosos —. También fui humana un tiempo mientras crecía, y sé que se suele menospreciar a los humanos por estar al fondo de la cadena alimenticia, pero sin ustedes, no existiéramos ninguno de nosotros. Son tan vitales como cualquiera de nosotros.

Dos niños humanos que están agarrados de la mano me sonríen.

—Amé con toda mi alma a un Purasangre —agrego—. Supongo que tengo una conexión muy especial con cada especie en este reino. Así que ustedes no son mis súbditos, ni mis subordinados, porque de sobrevivir en un clan en el bosque aprendí que no se trata de poder, no se trata de mirar a los demás por encima del hombro, se trata de sostener la mano de esa criatura a tu lado, se trata de estar dispuesto a darlo todo por el bienestar de todos, se trata de ponerte de pie para escudar a alguien que se ha caído.

Los ojos de Lyla se llenan de lagrimas y me contengo para no ponerme sentimental.

—Lo que quiero decir es que no voy a gobernar sola, lo haremos juntos. Y sé que Shadow —mencionarlo me duele—. Creó una armonía en este reino y la mantendremos e incluso la mejoraremos si es necesario. No somos Purificadores, Protectores, Purasangres, Convertidos o humanos. Somos habitantes de The Blackness. El respeto mutuo no tiene nada que ver con la especie que seamos.

Comienzo a bajar los escalones del trono. Los Purificadores se hacen un lado dejándome un camino para quedar en medio de los Convertidos, Humanos y Purasangres de The Blackness. Ellos me observan con cautela y yo les sonrío antes de caer sobre una rodilla.

—¡Su majestad! —protesta una de las lideres elementales. Yo levanto una mano para que no se acerque.

Muevo la otra pierna hasta quedar de rodillas frente a ellos.

—¿Gobernarán conmigo?

Un niño humano da un paso al frente y pone su puño sobre su pecho.

—Hoy y siempre.

Los demás le siguen y hacen lo mismo. Un Purasangre se pone de rodillas, y los demás le imitan y sacudo la cabeza.

—No tienen—

—Mi soberana ha dicho que nunca debemos mirar a nadie por encima del hombro, si vamos a gobernar juntos siempre debemos estar al mismo nivel. ¿Cómo podemos extender nuestra mano a nuestros compañeros mirándolos desde arriba?

Eso me hace sonreír y solo asiento. Cuando nos ponemos de pie, les sonrío antes de girarme para irme. Mientras camino entre ellos, les escucho exclamar:

"Desde el inicio de mis días,

Hasta el sol que brilla en el presente,

le sirvo con fervor rugiente,

A mi piadosa reina creciente."


#


La entrada a las Tierras malditas me espera como todos los días. Los guardias reales me dan una mirada llena de empatía. Cada atardecer es lo mismo, sin importar lo que haga durante el día me encuentro frente a esta entrada cuando cae el sol. Es como si no pudiera terminar mi día sin venir aquí, sin torturarme.

En las tierras malditas es donde se siente el corazón y la energía de The Blackness. Y sé que es donde él está. Aidan aparece detrás de mí.

—¿Por qué te haces esto?

Giro el rostro para verlo ahí de pie detrás de mí, esos ojos fríos que tanto me gustaron en los tiempos del clan.

—No lo sé.

—Él no querría que te torturaras así.

Enderezo la cabeza y ojeo la entrada de nuevo. Ese arco gigantesco que une dos paredes elementales y que evitan que cualquiera pueda entrar. Quizás esta protección de estas tierras estuvo desde el principio porque Shadow sabía que aquí es donde todo terminaría.

—Quiero verlo.

Aidan suspira.

—Morgan...

—Sé que eso no cambiará nada, sé que eso solo me hará sentir más impotencia, pero necesito verlo.

—Sabes donde está.

—Eso creo.

—Siempre has sido terca —Aidan camina para pararse a mi lado y pone la mano sobre mi hombro—. No voy a intentar detenerte, pero por favor, no lo hagas sola.

Me giro para sonreírle con tristeza.

—Tengo que hacerlo sola.

Él pasa la mano y la descansa en la parte de mi cuello para jalarme hacia él. Aidan me da un beso en la frente antes de romper todo contacto entre nosotros y despedirse con una sonrisa triste.

Entrar a las Tierras malditas siempre me da escalofríos, es como si toda la tragedia y tristeza de lo que pasó estuviera concentrada en este lugar. Sus arboles secos, su terreno árido y sin vida repelen cualquier visita, como si no quisiera que nadie perturbara su devastadora soledad, sus dolorosos recuerdos.

El claro sigue ahí, igual que siempre, rodeado de arboles secos, su terreno aún más seco que el que pisé en el camino aquí. Los rayos de sol de un matiz naranja por el atardecer rozan las piedras y los troncos secos caídos. Aquí es donde más puedo sentir su presencia.

Shadow.

Se me aprieta el pecho porque sé lo que tengo que hacer para verlo y todos los atardeceres que he pasado viniendo aquí aún no me han dado la fortaleza para enfrentarlo. Quizás me torture más, quizás me duela más, pero si quiero seguir adelante, tengo que verlo.

Desde una orilla del claro, levanto las manos y cierro los ojos para murmurarlo: petvye...

Erye... tierra... aire. La tierra se estremece y abro los ojos para ver como el terreno en el circulo del claro tiembla y comienza a fragmentarse. Grietas se abren paso como líneas dibujadas. Sostengo las manos en el aire y comienzo a elevar bloques de tierra para sacarlos y echarlos a un lado. Lagrimas me nublan la visión, pero no me detengo, continúo sacando bloques inmensos de tierra, la profundidad del agujero que va quedando atrás es abismal. Un destello azulado entre los escombros me paraliza y caigo sobre mis rodillas mientras remuevo el resto de escombros y boronas de tierras para revelarlo.

Ahí en la profundidad de la tierra, en el corazón de The Blackness, una capsula de líquido acuoso azulado reguarda el cuerpo del Rey insurgente. Mi corazón cae al suelo, siento un vacío en el estómago. Su hermoso rostro está pálido, marcas negras cruzan desde sus mejillas, pasan por sus ojos cerrados y se encuentran en su frente. Sus ropas negras se ondean en el líquido, sus brazos están extendidos a los lados. De diferentes puntos en su cuerpo salen líneas de energía azulada que se extienden por debajo de la tierra y sé que llegan a todo The Blackness porque él se ha convertido en el corazón latiente de estas tierras.

Quiero estar más cerca de él, sin embargo, en el momento en el que doy un paso para dejarme caer en el agujero la energía me repele y me quema. The Blackness nunca dejará que alguien se acerque a su corazón, es simple supervivencia. Estoy condenada a observar a la criatura que más amo desde esta lejanía, nunca podré tocar su rostro, ni ver esos ojos rojos que se encendían de emociones por mí, nunca podré escuchar su voz.

Odio saber que la última vez que lo vi, intenté matarlo, lo golpeé y le hice daño. Él solo me observó, me abrazó y susurró:

Fente... Jaie hatem.

Finalmente estoy en casa.

Él sonó tan cansado, tan aliviado. Inconscientemente, él cargó con tanto. No es justo que nos hayamos despedido así, ¿cómo puedo dejarlo ir de esa forma? Él me ha puesto en una posición imposible porque sabe que yo jamás haría nada que dañará a mi familia, a mis hijos. Y sé que cualquier cosa que intente para salvarlo, para sacarlo del corazón de The Blackness pondrá en riesgo la vida de todos. Hemos renunciado a nuestro vinculo con la naturaleza para poder sobrevivir, pero eso nos ha dejado con él como única fuente de energía. Si algo perturba de alguna forma a Shadow... que se ha convertido el corazón de este lugar, podría afectar a todas las criaturas que dependemos de él.

Es una decisión imposible.

Me pongo de pie. Todo en mí quiere salvarlo, quiere intentarlo todo hasta agotar ideas y recursos, pero eso sería egoísta de mi parte. Él no se sacrificó de esta forma para que yo tirara todo por la borda y pusiera en peligro la vida de todos. Sin embargo, mi corazón duele de una manera cada día que pasa, cada día que sé que él está aquí solo y me pregunto, si él puede sentir, si él está consciente. Y ruego que no sea así porque no quiero imaginar que sufre en ese estado, sin moverse, sin vivir.

—Shadow... —murmuro, limpiándome las lagrimas—. No sé como seguir... no sé...

Cálido...

Calidez me envuelve y arrugo las cejas cuando siento un par de brazos a mi alrededor. Bajo la mirada y veo esos brazos cubiertos de telas negras que conozco tan bien. Me giro de golpe y mi corazón se estremece al verlo frente a mí: Shadow. Tal y como lo recuerdo, sin esas marcas, sin esa energía azulada. Sus ojos rojos me observan con una intensidad que me deja sin aliento y acuno su rostro con ambas manos porque no puede ser real.

—Estoy soñando...

—Algo así... —me susurra en esa voz profunda que amo—. No tengo mucho tiempo.

—Cómo... —me detengo porque no necesito saberlo, solo necesito disfrutar de este momento junto a él —. Yo... te he extrañado tanto... tú... ¿Estás sufriendo?

Tenía que saberlo. Él sacude la cabeza.

—Estoy bien —me asegura, su mirada baja a mis labios y el anhelo en ellos es obvio. Así que no me sorprende cuando me agarra del cuello con fuerza y me besa.

Mi boca recibe la suya con desesperación porque pensé que no volvería a besarlo de nuevo. Shadow me presiona contra él, y mueve su cabeza a un lado para profundizar el beso. Nuestros labios mojados se rozan, se lamen en un beso lleno de anhelo. Shadow me mordisquea el labio antes de gruñir y apretar mis caderas con deseo. Su boca deja la mía y baja para lamer mi cuello. Sus manos indagan y estrujan mi cuerpo. Cuando vuelve a besarme, las lagrimas inevitablemente ruedan por mis mejillas, la sensación de este beso es igual a aquel que nos dimos antes de que realizara la Purificación, es un beso que sabe a despedida, a tristeza.

Shadow descansa su frente sobre la mía y acaricia mi rostro con gentileza.

—No puedes vivir plenamente si te sigues aferrando a mí —me susurra.

—Shadow...

Nos miramos a los ojos y él me da una sonrisa llena de tristeza.

—Guardé este pedazo de mí aquí porque sabía que en algún momento destaparías el corazón de The Blackness y sabía que esta sería mi única oportunidad de liberarte.

—¿Liberarme?

—Liberarte de este amor, Morgan. Has tenido suficiente, te mereces una vida sin manchas sin el fantasma recurrente de un amor trágico como el nuestro.

—¿De qué estás hablando?

Y entonces, me vuelvo consciente del sabor de su sangre dentro de mi boca, cuando me besó... pero, ¿por qué? Sus ojos rojos se llenan de lagrimas.

—Necesito que me olvides.

—No.

Él me dio un beso corto y húmedo en el momento que dos lagrimas sangrientas rodaron por sus mejillas.

—No te estoy dando una opción, vas a olvidarme, es lo último que puedo hacer por ti.

—No —doy un paso atrás—. No, Shadow, no.

Puedo sentir las gotas de su sangre que han entrado en mi sistema comenzar a confundir mi mente.

—No puedes vivir torturándote a ti misma. Esta es la única forma.

—No, no lo hagas. Shadow, por favor. ¡No tienes derecho! —Le grito—. Hiciste todo el plan a mis espaldas, te sacrificaste y me dejaste sola con nuestros hijos y ahora quieres tomar esta decisión por mí. No tienes derecho, no puedes...

La tierra comienza a temblar y echo un vistazo por encima de mi hombro al agujero y como los bloques de piedras vuelven a su sitio, empezando a llenar el agujero. Vuelvo a mirar a Shadow y su figura comienza a desvanecerse.

—No, no hagas esto —le ruego—. ¡Por favor! ¡Te amo! ¡Por favor! ¡Te amo tanto!

La expresión de Shadow se contrae en una de agonía pura.

—Yo también te amo y por eso quiero que seas feliz. —es su murmullo mientras pone su puño sobre su pecho—. Tanri tya ferpe.

Ahora y siempre.

A medida que él se desvanece, me esfuerzo por mantener sus recuerdos, pero los voy a perdiendo uno a uno.

—No, no, no.

La primera vez que lo vi cuando era pequeña, sus entrenamientos, sus bromas, sus miradas, sus besos, su toque... todo se está desvaneciendo. Mi amor por él se agrieta cada vez más. Shadow se acerca a mí y presiona sus labios contra los míos antes de desaparecer por completo. El agujero cerrado, el terreno quedando igual que al principio.

Y yo suelto un jadeo de pronto y parpadeo por varios segundos.

<<¿Qué estoy haciendo en este claro?>>

Quizás vine por aire fresco, aunque no lo recuerdo bien, debo volver con mis hijos.

#

Todos estamos reunidos en una cena en el salón real. Luke está haciendo sus bromas pesadas mientras Ian le regaña porque le roba el protagonismo. Lyla carga a Nea mientras yo tengo a Shade en mis brazos. Jericho y los demás Purificadores están conversando sobre una pelea amistosa que tuvieron ayer y él resultó victorioso.

—Morgy, ¿quién es el más guapo? Se honesta. —Luke señala entre Ian y él.

—¿Por qué no me preguntas quien es más fuerte?

—Porque obviamente soy el más fuerte —agrega Ian.

Luke hace una mueca.

—¿Morgy?

—Creo que... Drake es el más guapo —digo para llevarle la contraria a Luke quien voltea los ojos.

—Que malos gustos tienes.

Yo sonrío y Lyla suspira.

—¿Crees que algún día madurará?

—Espero que no —respondo—. Me hace reír.

—Últimamente te ves muy bien, Morgan, sonríes y tu energía se puede sentir positiva y alegre por todo The Blackness, el reino está floreciendo.

Sostengo a Shade con una mano contra mi hombro y estiro la otra para tomar la de Lyla.

—Es porque estoy feliz —digo honestamente—. No sé como explicarlo, es como me hubieran quitado algo...

—¿Aún lo extrañas?

—¿A quién?

Eso parece sorprenderla.

—A Shadow.

—Oh.

Muchos me hacen esa pregunta, y sus miradas se llenan de simpatía cuando su nombre sale a relucir, sin embargo, no siento mucho. Lo único que recuerdo del padre de mis hijos es lo que dicen de él, que fue un buen rey, que fue bueno conmigo y supongo que llegue a amarlo para tener hijos con él, pero del resto, nada más. Todo mi amor ahora está enfocado en mis hijos, en mi reino. Todos estamos agradecidos por su sacrifico y el de Ethos, y la mejor forma de honrarlos es prosperando y siendo felices.

—Amo a mis hijos, Lyla, ellos me necesitan. No puedo enfocarme en alguien que ya no está.

Lyla arruga las cejas.

—Lo sé, tienes toda la razón, es solo que no sé... es extraño como pareces haberlo superado de un día para otro.

Suspiro.

—Supongo que mis hijos hacen magia.

Ella relaja su expresión y sonríe.

—Tienes razón.

Reímos y conversamos porque dos criaturas se habían sacrificado para darnos momentos como este. Lo mejor que podíamos hacer para honrarlos era vivir plenamente y aunque a veces sentía que se me olvidaba algo, no alimentaba ese pensamiento, lo apartaba, habíamos pasado por mucho, era momento de descansar, de disfrutar este reino.

De vivir en plenitud en este maravilloso nuevo mundo.


>>>> Siga al epílogo >>>>

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