[32] La verdad

Holaaaa, estos capítulos tienen MUCHA información así que prepárense para leer con calma y paciencia. Morgan en este capítulo recuerda como era la vida que ellos acaban de recordar, no la presente, ¿okay? VIDA PRESENTE es la vida actual que vimos en el libro uno y en este hasta ahora, VIDA RECUERDO: es la otra que se vivió. Ya entenderán. 


MORGAN VON BUZTEN

Vidas fragmentadas.

En el momento en el que mis hijos nos conectaron a todos, que su poder nos devolvió la verdad, lo primero que entendimos fue que todas las visiones que tuvimos, las que no tenían explicación, no eran visiones, eras recuerdos, eran fragmentos de lo que vivimos juntos como familia, en una vida que fui recordando desde el comienzo:

En esa vida, el mundo era diferente, no existían los escudos Gulch porque los humanos estaban cerca de la extinción, afectando la cadena alimenticia de gran manera. Algunos sectores Purasangres y Convertidos habían creado granjas de reproducción de humanos para solventar el problema, y había funcionado hasta que la siguiente Purificación acabó con muchos más humanos de los que nacían. Todos los Purificadores habían hecho la Purificación cada 300 años como debía ser, y porque el proceso estaba lleno de fallas y de errores, la línea entre lo que era un alma pura o perdida se desdibujó cada vez más, llevando a varias especies al borde de la extinción.

Nací en el hogar de una familia Purasangre al borde del colapso, el mundo entero era gobernado por un solo rey y los Purificadores a su lado. Cuando cumplí seis años, mis padres me llevaron al inmenso castillo por orden de él: Shadow, el aclamado Rey Insurgente. Voluntariamente, todos los Purificadores eran llevados a él cuando cumplían seis, porque él los entrenaba e intentaba prepararlos para una Purificación exitosa y sin tantos errores. Con la esperanza de que, con la preparación correcta, se pudiera minimizar la extinción humana.

Shadow creó leyes de protección de la vida humana, no estaba permitido tomar más sangre de la necesaria de un humano y se controlaba el número de humanos que eran Convertidos en vampiros ya que no se podía prohibir por completo porque los Purasangres necesitaban alimentarse de convertidos.

—¿No te parece irónico? —Milosh me había preguntado en un atardecer que observábamos desde la ventana del castillo.

—¿Qué?

—Los humanos son los más débiles, los que están al final de la cadena alimenticia y ahora de ellos depende la existencia de todos nosotros.

Sonreí con tristeza.

—Creo que es una lección de la naturaleza, —suspiré, —creo es su forma de decirnos: no importa tu tamaño, tu forma, tu fortaleza o debilidad, eres igual de importante que aquellos por encima de ti. Formas parte de este mundo por una razón y eres tan indispensable como cualquier criatura poderosa.

Crecí y entrené junto a los Purificadores, junto a Shadow. Y en esa vida también me enamoré de él hasta los huesos y me convertí en su compañera, reiné a su lado. Hice la Purificación y luego di a luz a mis hijos: Nea y Shade. Pero con ellos, nació Ethos. Lo trajeron a nuestro castillo después de encontrarlo recién nacido en medio de las tierras malditas. Al principio, no entendíamos lo que pasaba, la energía de Ethos se percibía como la de un Purificador, sin embargo, eso no tenía sentido porque no habían pasado los años suficientes para que naciera otro. Lo que nos confundió aún más fue que Ethos se conectó con Shadow como su Braktar. Yo traté a Ethos como un hijo más, pero yo sabía que él era diferente en muchas áreas, una de ellas:

Ethos no era capaz de sentir emociones.

Toda expresión de cariño o afecto era una conducta aprendida para él, y ningún Purificador había pasado por algo así antes. Sí las emociones se adormecían días después de la Purificación, pero eventualmente volvían a la normalidad, entonces, ¿por qué él no era capaz de sentir? Y la respuesta a esa pregunta llegó en un sueño revelador que tuvimos todos los Purificadores sobre la profecía de Ethos:

Bajo el firmamento de brillantes estrellas,

De pie él estará ... nuestro comienzo y nuestro final,

Marchitando y deplorando, la luna roja por él sangrará.

Y cuando la madre haya caído, cuando el fruto se haya ido,

Los cielos aclamarán, los vientos rugirán, la ira comenzará.

Aquello susurrado en el viento, escrito en la tierra, en su profundidad

Finalmente llegará.

El silencio reinó en el salón. El fuego de las antorchas enganchadas en las paredes se reflejaba en nuestros rostros. Estábamos sentados alrededor de la mesa creada de una combinación de los cuatros elementos, tenía bordes de madera y cristal en todo el medio donde estaba tallado el mapa de todas las tierras, hasta los ríos corrían con agua real. Prisca le llamaba su obra de arte. Todos hemos tenido el mismo sueño, todos sabemos lo que viene porque por fin habíamos entendido muchas cosas.

La naturaleza finalmente se había dado cuenta de las fallas con la Purificación así que había dado a lugar al nacimiento de una solución igual de radical: Ethos. Él había nacido para eliminarlos, acabar con nuestra especie y cualquier rastro de nosotros y por esa razón, Ethos era incapaz de sentir emociones. La naturaleza había sido lo suficientemente inteligente para infiltrarlo entre nosotros sin que pudiera encariñarse o amarnos genuinamente. Sin embargo, Ethos no había crecido para ser el monstruo frío que debía ser. Imitando, aprendiendo y copiando conductas había desarrollado más humanidad que cualquier Purasangre frío.

Ethos se puso de pie y nos dio la espalda.

—No lo haré.

—No podrás evitarlo —dije con tristeza.

—No soy un títere de la naturaleza.

—Lo serás cuando llegue el momento —Shadow aseguró.

—Tenemos tiempo, Ethos —recordé, —no te desesperes ahora, te—

—¿Qué no me desespere? Voy a matarlos a todos, ustedes son mi familia, ¿cómo esperas que esté tranquilo?

Jericho suspiró y trazó una línea en el mapa distraído.

—Desesperarnos no va a ayudar en nada.

—Tiene que haber una manera —Harsha intervino, —toda profecía tiene una salida, ¿no?

Ethos se giró hacia nosotros y por un segundo, se quedó mirando sus manos. Sabíamos lo que estaba viendo, el sueño que todos compartimos, vimos el final, vimos sus manos llenas de nuestra sangre.

—¿Por qué ahora? —preguntó Kace, —el desbalance ha existido por mucho tiempo.

—Estoy segura de que tiene que ver con la luna roja, —explicó Prisca, —quizás, la naturaleza necesita la energía o la magia que transcurre durante ese eclipse.

—Vaya mierda que es la naturaleza, —Nea murmuró, —los creó para Purificar el mundo y como no pudo lidiar con las fallas de la Purificación decide eliminarlos de forma masiva.

—Después de todos esos asesinatos masivos, ¿aún tenías fe en la naturaleza? —Replicó Shade con una sonrisa burlona.

—Encontraremos una forma —Galen habló por primera vez, —la encontraremos.

—¿Cuándo es la siguiente luna roja? —ojeé a Calum por una respuesta.

—Diría que en unas 3 o 4 décadas.

—Tenemos tiempo. —Quise darle un enfoque positivo a la situación, pero la expresión sombría en los rostros de todos no cambió. Y quizás la parte mas dolorosa de todo esto era que nosotros no habíamos hecho nada malo, solo habíamos hecho lo que se esperaba de nosotros, no podíamos evitar hacer la Purificación, era algo que pasaba naturalmente al tener la edad necesaria. E incluso Shadow y los demás habían intentado arreglar las cosas de alguna forma u otra. Y aún así, seríamos eliminados como si nada, como si no hubiésemos creado una familia grandiosa o gobernado con las mejores intenciones.

Habíamos creado acuerdos entre especies, creado la colaboración por el bien mayor entre todos: Purificadores, Protectores, Purasangres, lobos, convertidos y humanos. Siglos de trabajo por fin daban su fruto, no había necesidad de murallas o escudos entre nosotros y nada de eso importaba. La naturaleza nos había dado la vida y cuando las cosas no salieron bien, decidió quitárnosla.

Tuvimos décadas para rebuscar profecías, poder, y magia. Incluso fuimos más allá de los limites del mundo sobrenatural, consultamos oráculos, espectros que vivían en la oscuridad porque estábamos seguros de que encontraríamos una forma porque tenía que haber una. Vivimos cada día, cada hora de esos años como si fueran los últimos porque lo serían. Nada de lo que encontramos funcionó, y la noche de la luna roja a acercaba cada día más y con ella, nuestro final. Ethos había intentado de todo, incluso hacerse daño a si mismo.

—¡No! —Le grité y empujé su pecho.

Él lo había intentado varias veces ya, e incluso cuando se quemaba hasta quedar en cenizas, su cuerpo era reconstruido como si no pasara nada. Ethos no podía terminar con su existencia hasta que cumpliera su objetivo.

—Basta con esto —le ordené. Él apretó sus labios en una línea y apartó la mirada.

— Jaie nan kert, makter. —No puedo herirte, madre.

—Y no lo harás, —le aseguré, —quiero que te quede claro que esto no es tu culpa, Ethos. La naturaleza te ha designado como un arma contra nosotros, ella es la culpable, no tú. Tú no eres responsable de acciones que serán impuestas en ti.

Días antes de la luna roja, Ethos se fue del castillo, queriendo atinar a la última esperanza de que mientras más lejos estuviera de nosotros, más oportunidades teníamos de no morir bajo su mano durante el eclipse. En el fondo, sabía que no funcionaría.

Ese último atardecer, me quedé de pie al lado de la ventana del gran salón con los Purificadores detrás de nosotros: mi familia, hubo abrazos, lagrimas y sonrisas llenas de tristeza. Sabíamos que no caeríamos sin luchar, sin pelear por los nuestros, pero también sabíamos la magnitud del poder de Ethos y como nos sobrepasaba, tenía sentido. La naturaleza tenía que dar vida a una criatura superior a los Purificadores para que nos pudiera eliminar.

Viendo el sol ponerse entre las colinas en la distancia de este lugar me dio una sensación de nostalgia y dolor. Recordé cada momento vivido, cada risa, cada entrenamiento, cada broma y sobretodo, como aprendimos a ser una familia y a cuidarnos mutuamente. Shadow se paró a mi lado, todo de negro, esa rosa decadente bordada a un lado de su pecho. Él me había contado el significado de esa rosa para él, en el lugar donde creció, llamado Nhyme, había un campo de rosas, su madre había sido humana, y sus manos siempre cargaban con cicatrices de cortadas por recoger rosas para venderlas. Shadow la describió como una mujer dulce que eventualmente falleció al envejecer. Y en honor a ella, él lo había convertido en el símbolo real, era la representación de que la belleza no era eterna ni invencible, ni tampoco lo eran las personas que amábamos. Alguien tan preciosa y preciada para él como lo era su madre también se había desvanecido en el tiempo.

Shadow dejó salir un largo suspiro y unió sus manos detrás de su espalda.

Haría lo que fuera por ti, hoy y siempre.murmuró.

—¿Puedes soportar el dolor?

Giré mi rostro para mirarlo, se veía tan imponente como el rey que era: alto, de espalda recta y belleza etérea sobrenatural. Él me miró, sus ojos rojos encontraron los míos y una sonrisa triste curvó sus labios.

—No puedo verte morir.

Le había pedido que me dejara morir primero, que me dejara ser la primera en el camino de Ethos porque no podía, no quería verlos morir, ni a él, ni a mis hijos ni a mi familia de Purificadores. Por supuesto, Shadow tampoco quería presenciarlo.

—Si hubieras podido ponerle un nombre a este lugar, ¿qué nombre habrías escogido?

Pensé en nuestro idioma, los Purificadores y Protectores nacíamos con el conocimiento de nuestro idioma, supuse que para comunicarnos entre nosotros. Recordé que la palabra 'Shadow' no existía en nuestro idioma porque no había algo como 'Sombra' en nuestra lengua, solo existía luz y oscuridad, tan blanco y negro como la naturaleza a la hora de calificar almas como perdidas.

—Blackness. —Susurré, —así le llamaría.

Shadow dio un paso hacia mí, y tomé su rostro entre mis manos. Me paré de puntillas y presioné mis labios contra los suyos. El contacto fue suave y gentil, pero lleno de tristeza y miedo. Cuando me separé, me di cuenta de que el último rastro de luz del atardecer se desvanecía entre nosotros y Shadow me estaba mirando con una intensidad profunda. Fue en ese momento que noté que él estaba comenzando a desvanecerse.

—¿Shadow?

—Lo siento. —Había una tristeza profunda en su voz.

—¿De qué estás hablando?

—Te amo.

—Shadow...

—Y haría cualquier cosa por ti y por nuestros hijos, nunca lo olvides.

—¡¿De qué estás hablando?! ¡Shadow! —traté de agarrarlo, pero mi mano lo traspasó y la desesperación me invadió, —¡Shadow!

—¡Shadow! —Milosh y los demás también se apresuraron a nosotros, —¿qué—

Él me sonrió antes de convertirse en un montón de luces azuladas que desaparecieron. Confundida, e histérica intenté sentir su presencia a través de nuestro vínculo, pero no había nada. Los demás estaban tan confundidos como yo con la excepción de Nea y Shade.

—¿Ustedes saben algo?

Ellos sacudieron sus cabezas, pero no necesitaba ningún súper poder para saber cuando mis hijos me mentían. Antes de que pudiera interrogarlos, un fuerte estallido estremeció el castillo entero y Milosh apenas alcanzó a empujarme a un lado y esquivar una bola de fuego gigante que entró por la ventana y se estrelló contra las paredes del salón.

Y luego vino la fuerza que nos jaló a todos hacia fuera. Luché, pataleé y aún así fui arrastrada fuera del castillo junto con los demás hasta las tierras malditas. Y en esa claro, los vi a todos morir a manos de Ethos bajo esa reciente luna roja. Ese chico que había criado, que se suponía no podía sentir, se las había ingeniado para desafiar su naturaleza y llorar abiertamente por todos nosotros.

—Jaie senne, makter.

— Hat pertia, —está bien.

El cielo estaba teñido de una oscuridad consumidora, el viento arremetía contra los árboles que rodeaban el claro. Yo era la última que quedaba de nosotros, los cuerpos inertes de todos los Purificadores y protectores me rodeaban, de ellos comenzando a florecer ramas y pequeños árboles que no dudaba se convertirían en árboles frondosos en cuestión de días. Me di cuenta de que aún no me había golpeado el dolor de sus muertes, era como si mi mente estuviera atrapada en un estado de congelamiento, como si todo mi cuerpo lo estuviera y levanté la mirada para verlo: Ethos estaba haciendo eso, estaba adormeciendo mis emociones para que no sufriera para que mis últimos segundos en esta tierra no fueran llenos de dolor y tristeza. A cambio, él estaba sintiendo eso, era una habilidad que había aprendido recientemente, intercambiar emociones con los demás le permitía sentir por segundos.

— Jaie keintre il petje, —encontré una manera. Su afirmación me confundió, — Tis wek letv, makter, tes wek letv.—Tú vivirás, madre, todos vivirán.

Eso fue lo último que escuché antes de morir. 

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