Yveltal
Omnisciente.
—Señor Hoken, está prohibido competir con un pokemón que no ha sido registrado —intervinieron los jueces—. Cambie a ese pokemóns de inmediato o nos veremos forzados a descalificarlo.
—¡Silencio! —bramó Hoken—. Esta competencia ya no me interesa.
Yveltal batió sus alas esparciendo una nube de polvo que obligó a callar a todos los presentes. A esas instancias Satoshi no estaba seguro de qué debía hacer: Abadonar era una opción interesante, con eso evitaría que algo malo le ocurriera a sus pokemóns, pero en el fondo sabía que el equipo roquet no le permitiría hacerlo, y además no era su estilo. De todas maneras no podía dejarlos ir con aquel legendaria ave, ya eran peligrosos para el mundo sin eso.
Decidió tomar la otra opción y sin darle espacio a las dudas y los miedos que amenazaban por poblar su mente se lanzó al ataque con los potentes Shurikens de su Greninja, los cuales apenas parecían causar en Yveltal algo más que un fuerte enojo y varios gritos desgarradores. El pokemón de tipo oscuro lanzó un rayo negro hacia la rana azul, pero ésta lo esquivó y contraatacó con varios golpes lejanos.
Hoken había perdido el control, ya no le interesaba ser un maestro pokemón, ya no le importaba lo que la gente pensara sobre él, ya no tenía en mente enorgullecer a su familia ni mucho menos ser fuerte por sus propios medios, ahora lo único que anhelaba era poder, ¡Eso! una dosis de poder sobrehumano que lo volviera invencible. El equipo roquet le había hecho probar los placeres de vencer sin esforzarse y ahora su ambición había sobrepasado todos los límites.
—Sigue atacando, Yveltal, no dejes a nadie en pie.
El ave se abalanzaba contra el batracio impactándo mutuamente una y otra vez sin lograr causar el suficiente daño para vencer al otro ni tampoco recibir el necesario como para caer inconsciente al suelo. El público -algo inocente con respecto al peligro que radiaba de aquel enorme cuervo mitológico- gozaba arduamente del enfrentamiento con gritos fervorosos y deshaciéndose en elogios hacia los pokemóns y sus entrenadores hasta que de pronto, Hoken cortó el ambiente con una más de sus enfermizas frases.
—Eso es, no dejes a nadie con vida. ¡Yveltal, nútrete de la energía de esos estúpidos de las gradas!
Y lo inesperado pasó. El rayo asesino del pokemón de la muerte brindó un espectáculo de luces, polvo y ruido al tiempo que destrozaba cualquier estructura a su paso. Cientas de personas y pokemóns fueron convertidas en piedra por la potencia de aquel rayo mientras que Satoshi sentía su alma desgarrarse frente a la caótica imagen que se le presentaba en frente: todos ellos serían estatuas decorando un estadio vacío en medio de un pueblo fantasma. Toda la meseta añil corría peligro.
Todos, excepto los oficiales de las diferentes fuerzas armadas, estaban huyendo mientras que la voz de los jueces se hacía oír al anunciar.
—Por atacar al público el participante Hoken queda descalificado de la liga pokemón y su licencia de entrenador será deshonrosamente removida. Por lo tanto, el ganador de este enfrentamiento así como también de toda la competencia es el señor...
—¡Nunca! —gritó Hoken ordenando a su pokemón callar a aquel sujeto petrificándolo con su ala mortífera.
Acatada la orden un instinto mudo reinó entre los bípedos de aquella zona mientras los alaridos del ave deshilachaban cualquier rastro de calma en el ambiente. La ira creció dentro del entrenador con apellido de aderezo y en un impulso de desesperación y enojo, arrojó a su amarillento roedor al encuentro del pokemón legendario.
—Yveltal no tiene la culpa —escuchó decir a la voz de Giselle que ya se perfilaba al combate—, destruyámos la shadowball y terminemos con esto.
—No —la frenó el azabache—. Sólo ocurrirá lo mismo que con mi Moltres, pero esta vez Yveltal lo destruirá todo, es un pokemón muy peligroso. Debemos recuperar la shadowball y encerrarlo dentro de ella.
Entendida la orden, la muchacha se dispuso a distraer al emisario de la destrucción de civilizaciones antiguas con la ayuda de su pokemón mientras que Satoshi avanzaba con todo su poder hacia el entrenador que lo controlaba. El enfrentamiento fue despiadado; sabían que el más mínimo roce del ataque de Yveltal terminaría de inmediato con la vida de sus amigos y el sólo evitarlo era motivo suficiente para mantener inoperantes a los que buscaban enfrentarlo. Poco a poco llegaban más entrenadores a apoyar a ambas partes: Muchas mega evoluciones por parte del equipo roquet complicaban enormemente el panorama mientras que las oficiales Jenny y miembros de las fuerzas especiales salían en ayuda de los jóvenes entrenadores.
La acción ocurrió de manera breve e intensa: primero Las mega evoluciones buscaron emparentarse uno a uno con cada pokemón rival, entonces Yveltal arremetió contra Satoshi pero Greninja frenó su ataque con un Shuriken de agua, de la nada varias personas del público saltaron desde las gradas al campo arrojando casi veinte docenas de pokebolas para aumentar la carga contra el equipo roquet. En eso, una gran polvareda acompañada de un estridor retumbante procedente de la colisión de cientos de ataques le permitió a Pikachu escabullirse con su ataque rápido hasta alcanzar a Hoken y golpearlo con un Atack trueno que lo puso de rodillas al instante. Un nuevo Shuriken de agua golpeó de lleno al entrenador dejándolo inconsciente y quitándole la Shadowball la cual fue recuperada por el roedor para luego entregársela a su entrenador el cual intentara regresar a Yveltal al instante. El rayo rubicundo falló.
—¡¿Qué demonios sucede, Yveltal no regresa a su pokebola?! —planteó Satoshi mientras que el pokemon legendario volaba sobre sus cabezas como mofándose de su fuerza.
—No podremos ganar... esto no tiene fin —dijo Giselle mientras que un montón de lágrimas surcaban su rostro hasta perderse por el delicado vértice de su barbilla.
—No te rindas —la alentó el azabache—. Si esta forma no funciona entonces solo debemos buscar otra manera, pero no te rindas.
—El chico tiene razón —interrumpió Blaine—. Apuesto a que podemos darle en la cabezota a esa cosa. ¡Ha! —exclamó con fuerza— Apártense todos, voy a terminar con esto.
Y entonces Magmortar y Blaine se sincronizaron para derramar sobre el ave su poderoso movimiento Z, el cual por más esfuerzo que puso no logró esquivar.
—¿Lo ven? ¡Pan comido!
Pero las palabras del líder del gimnasio de fuego se perdieron en el aire sofocadas por el grito triunfal de Yveltal.
—Oh... —meditó el anciano— ¡Joe, mi hija y tú también poseen movimientos Z!
—Si no te enteraste —planteó este último—, nosotros estamos bastante ocupados con estos bichos mega evolucionados como para hacerle frente al pajarraco. Además mi cristal Z es de tipo eléctrico y no tengo ningún pokemón así.
—¡Pero tienes a Eevee! Satoshi tiene una piedra trueno.
El aludido volteó para mirar al viejo sin ninguna expresión que demostrara estar de acuerdo con este plan.
—¿Eso es cierto? ¡Satoshi, por favor, préstame esa piedra!
—Yo...yo... —balbuceó el adolescente observando detenidamente el panorama. No quería gastar la piedra en otro pokemón que no fuera su Píkachu, la necesitaba, pero sin embargo, no estaba seguro de querer evolucionarlo ahora. Un Raychu sincronizado serviría mucho más que un Jolteon con un sólo movimiento Z, pero era un costo que no estaba seguro de querer pagar— Si Joe, aquí la tienes. ¿Sabes como usarla, cierto?
—¡Creo que si! —gritó éste repleto de energía— Eevee, éste es nuestro momento, ¡Evoluciona!
Y dicho esto el muchacho le partió la frente a su Eevee arrojándole la piedra trueno de Satoshi. Por un momento todos observaron al pokemón herido tirado en el piso y con su frente sangrando, pero luego una luz intensa comenzó a irradiar de su cuerpo en la medida que su anatomía se alteraba hasta alcanzar la forma de un Jolteon. El pokemón seguía de pié.
—¡Muy bien! ¿Podrá usar un movimiento Z sin practicarlo? —preguntó Satoshi.
—Jolteon ya utilizaba su movimiento Z de tipo normal cuando sólo era un Eevee —respondió Blaine.
—¿De tipo normal? ¿Hay diferentes tipos?
—Sólo cállate y observa, muchacho.
En ese momento, un Gigavoltio destructor emanó de Jolteon al tiempo que Joe danzaba para procrear el movimiento. Su poder iba a impactar de lleno contra Yveltal, pero éste último lo frenó con uno de sus ataques volviendo todo el esfuerzo puesto en aquella evolución algo vano.
Ante la mirada absorta de todos, el pokemón ave huyó del estadio perseguido prontamente por Satoshi sobre su Pidgeot, y luego por un mar de entrenadores que atacaba desde el aire.
Sobrevolaron la meseta añil, la cueva donde se encuentra la calle victoria y luego la ruta 23. Los disparos aéreos en un principio eran evadidos con facilidad por Yveltal, pero al llegar a la ruta 22 parecía estar cansado y no poder hacer frente a tantos ataques en simultáneo, tanto así que al llegar a ciudad verde y encontrarse con la barricada que la policía le había armado giró entorno a la ruta número 1.
—¡Se dirige a pueblo Paleta! —gritó Satoshi desesperado a pesar de que nadie lo escuchara.
Un helicóptero grababa todo desde lejos mientras transmitía las noticias en vivo. Pidgeot superó sus propios límites hasta de velocidad hasta posicionarse debajo de Yveltal para que Pikachu lo golpeara con un potente rayo haciendo que el legendario se enfureciera. Un corto combate se desarrolló en el aire en ese momento, pero el enfurecido pokemón aún no había recobrado sus fuerzas y el equipo roquet llegó pronto a ayudarlo, permitiéndole escapar nuevamente.
—No llegarás a pueblo Paleta, no dañarás a las personas que amo, ¡No! —gritaba Satoshi iracundo mientras que los demás entrenadores lo dejaban solo en la persecución para así dedicarse de pleno al team roquet. Yveltal disparó un nuevo rayo sobre cuanta manada de pokemóns encontrara en su camino entristeciendo el ajetreado corazón de Satoshi, dejando un rastro de muerte y llanto a su paso.
—¡¡¡BASTA!!! —gritó nuevamente el entrenador al tiempo que sus sentimientos alcanzaban al roedor sobre su hombro logrando una sincronización poderosa que permitiera lanzar un ataque eléctrico desprolijo y robusto el cual fue a impactar justo al pecho del pokemón de la destrucción. Yveltal golpeó con sus alas al pequeño Pidgeot, enviándolo a volar en lo que Satoshi esquivaba el golpe saltando al hombro de su adversario para regresar luego a su desdichado compañero debilitado.
Pikachu golpeó sin piedad al ave con su cola de acero hasta hacerlo caer derrapando en el suelo con todo y entrenador. Ambos se levantaron enfurecidos, a escasos metros, frente a frente y consumidos por el deseo de lucha y guerra. Yveltal intentó picotear a Satoshi y éste retrocedió justo a tiempo y sin pensarlo le lanzó una patada bestial al ojo que apenas y le hizo daño.
Pikachu reemplazó a su entrenador en la lucha cuerpo a cuerpo obligando al ave a despegar para mantener la ventaja sobre su adversario. Nuevos pokemóns se iban integrando al combate, pero para desgracia de los oriundos de pueblo paleta, no eran otros sino más y más mega evoluciones acompañadas por el equipo roquet. Con la ayuda de los villanos de turno tanto la rana azul como el roedor cayeron al piso exaustos en cuestión de minutos mientras que Yveltal seguía fortaleciéndose en pos a sacrificios de los pokemóns de su propio equipo.
El cuadro no podía ser peor, ¡ya todo estaba perdido! No rendirse, esta vez, no sería suficiente y cuando al fin sintió que su propia muerte se avecinaba como una sombra cubriéndolo desde el cielo con la figura de un cuervo de tres patas arrojando su letal Ala mortífera, un aro se abrió en frente suyo y de él un potente ataque de fuego salió disparado para colisionar contra aquel golpe haciéndolo explotar en el cielo, antes aún de permitirle cobrar fuerza.
—¿Quien eres? —preguntó el desgastado entrenador, pero en lugar de un pokemón, una persona hizo acto de presencia saliendo desde dentro de aquel aro para permitir que el viento meciera su hermosa cabellera mientras que tras de sí Delphox, Sylveon y un pokemón más atravesaban el anillo al tiempo que ella giraba a observarlos. No había manera de confundirla, esa chica era única para el entrenador. Era Serena.
—Gracias Hoopa —dijo la performer regalándole una sonrisa al tercer pokemón en salir—, por favor, no te vayas. Aún tengo un par de amigos que necesito que traigas con nosotros.
Continuará...
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