En Alola.
Narra Satoshi.
Esa noche tuve un sueño. Soñé que la veía y nos acercábamos a conversar. Creo haber estado en un estacionamiento, un shopping o cualquier lugar de la ciudad, en realidad eso no me importaba. Ella sonreía y yo le devolvía el gesto con total alegría. Entonces, ella se acercaba y espontáneamente besaba mi mejilla. Yo me reía y ella sin previo aviso lo volvía a hacer. Entendí que se trataba de una especie de juego coqueto e inocente donde no hacía falta conversar pues todo el diálogo se basaba en besos. El siguiente marcó una diferencia dado que no fue en el cachete, sino en la comisura de mis labios. Me sentí eufórico e intenté seguirle el juego, pero accidentalmente erré el recorrido de mi boca dando de lleno en la suya. Ella se rió y me hizo una mueca de rechazo algo cómica para luego acercarse a mi boca lentamente... No pude continuar el sueño. Maldigo la razón -cualquiera sea- que me haya hecho despertar.
Los reportes policiales habían informado sobre presunta actividad del equipo roquet en la isla Melemele, al noroeste de la región de Alola. Tras desayunar, Píkachu, Pidgeot y yo nos dirigimos a la isla donde aterrizamos fascinados por la belleza natural de la zona. Yo estaba sacado de mi mismo, había una inmensa cantidad de pokemóns que nunca antes había visto y eso me fascinaba.
Entramos al centro pokemon, conversamos con los lugareños en busca de información y al notar que nadie sabía absolutamente nada sobre el asunto decidimos tenderles una trampa. En el pasado era inevitable desatar un combate vistoso sin que el equipo roquet nos interrumpiera intentando capturar a Píkachu, debíamos aprovechar esta manía suya para atraerlos hasta nosotros y afortunadamente no precisamos mucho esfuerzo para encontrar un contrincante. Apenas salimos del centro, unos gamberros se nos acercaron a buscar problemas.
—Oye —increpó un tipo vestido de negro que parecía liderar el trío—, tu Píkachu me golpeó con su cola al pasar al lado mío.
Yo estaba seguro de no haber pasado tan cerca, no obstante mi pokemón y yo nos disculpamos amablemente por la torpeza pero ellos parecían no interesados en aceptar nuestro gesto.
—¿Sabes? Tú no deberías meterte con nosotros, pero te perdonaremos si nos ganas en una batalla pokemón.
—¿Una batalla?
—Si, pero si pierdes nos tendrás que entregar ese lindo brazalete que llevas puesto —El tipo señalaba mi key stone con un gesto ambicioso en el rostro. Sabía que no debía aceptar, pero a estas alturas cualquier combate me venía bien así que asentí con un gesto embobado en el rostro. A veces es mejor parecer tonto que parecer listo.
Me molestó mucho la actitud de los sujetos. Enviaron a nueve pokemón contra mi píkachu y presumían los usos que le darían a la piedra llave aún antes de empezar el combate. Su velocidad era mediocre, sus ataques imprecisos, tenían buena resistencia, pero mi Pikachu los superaba enormemente. No hizo falta una estrategia muy armada, bastó con ordenar algunos ataques eléctricos para terminar con estos malevos.
La gente rumoreaba sorprendida "¿Cómo puede ser que un pequeño píkachu derrotara a todos esos sin sufrir daño alguno? ¡Qué poder!". Traté de hacer oído sordo para que no se me subiera el ego a la cabeza. Sabía por experiencia propia que debía tener cuidado con esa parte mía porque con frecuencia me había hecho tropezar en los momentos menos oportunos.
El equipo Skull se retiró humillado, profiriendo insultos y amenazas. Quise buscar un nuevo retador, pero las personas de Alola parecían ser turistas que venían a disfrutar sus vacaciones. Ninguno estaba interesado en enfrentarme después de la demostración de habilidad de mi Píkachu. Soy un tonto, debí haber pasado por listo sin darme cuenta.
En ese momento, un muchacho alto, musculoso y moreno se adelantó a la multitud y aceptó mi desafío.
—Mi nombre es Kiawe, y este es mi pokemón.
De la pokebola del entrenador salió un ser bastante alto, similar a una tortuga, pero con pico estilo probóscide y una coloración rojo amarillenta, lleno de espinas. El combate era apasionante, a diferencia del equipo skull Kiawe era un buen entrenador. Pronto comprendí que los ataques físicos no servían contra ese pokemon puesto que podía volverlos intensificados utilizando la potencia de su caparazón. Intené una serie de ataques eléctricos abusándome de su baja velocidad hasta que de pronto, una nube de humo nubló nuestra visión intercediendo en medio de nosotros para interrumpir nuestro combate. Traté de comprender qué pasaba, pero sin que pudiera saber de dónde, una mano mecánica como la de la mochila de Citron apareció de la nada para llevarse a mi querido Píkachu y las tan esperadas voces hicieron acto de presencia.
—Prepárense para los problemas.
—Y más vale que teman...
¡Si! Ellos habían caído. El equipo roquet conformado por Jessie, James y Meowth recitó su lema como lo habían hecho toda la vida desde que los conocía para luego intentar una huida en su globo. Pude notar una enorme diferencia en el felino que los acompañaba, supuse que se trataba por alguna naturaleza de la isla que lo hiciera cambiar de forma volviendo pelaje unos tonos más oscura, pero ignoré esto último porque necesitaba recuperar a mi Píkachu.
—¿Quiénes son ellos? —bramó Kiawe.
—Son el equipo roquet, unos ladrones que se dedican a robar pokemons para luego venderlos o utilizarlos en sus malvados planes. —le respondí.
—Tienen a Turtonator.
—También a Píkachu, pero voy a recuperarlos. ¡Pídgeot, yo te elijo!
El pokemon ave extendió sus alas alarmando a los villanos en huida para luego atravesar su globo a una velocidad impresionante. Ellos cayeron precipitadamente y se posicionaron frente a la jaula donde habían colocado a Píkachu y a Turtonator en posición defensiba, sacaron a sus pokemons y se dispusieron al combate.
—Pidgeot y yo nos ocuparemos de ellos, no te preocupes —le dije al chico moreno, el cual no perdía el gesto de seriedad de su rostro.
Ellos atacaron con toda su fuerza, pero nuestra velocidad los superó haciendo que tanto el psicorayo como la bola de sombra fallaran. Pidgeot debilitó a Gourgeist con un poderoso ataque Huracán, más en ese momento, Inkay aprovechó la distracción para atacar con su tinta, nublanod la visión de mi pokemon. Sostuve la mega piedra, decidido a hacerlo mega evolucionar, pero Kiawe se me adelantó enviando a su Charizard a utilizar Garra dragón para destrozar la jaula que contenía a ambos pokemon. En ese momento, tras recuperar a mi píkachu, ocurrió algo increíble. Kiawe y turtonator realizaron un ataque devastador al cual llamaron Dynamic full flame donde sus espíritus se combinaron liberando una energía desmedida que envió a volar al equipo de villanos.
Rápidamente tomé a píkachu en mis brazos y salté sobre el hombro de Pídgeot para indicarle hacia donde volar. Limpié su rostro en el aire y juntos perseguimos a alta velocidad al equipo roquet que surcaba los cielos a una velocidad enorme hasta alcanzarlos y robar a Meawth de en medio de ellos dejándolos proseguir su recorrido anonadados y enojados. Pidgeot sostenía al felino gritón en sus patitas como un águila sostiene a su presa mientras que bajábamos hacia una arboleda cercana a terminar con nuestra misión.
Antes de aterrizar mi celular sonó.
«¡Satoshi, no podrás creerlo! Estuve combatiendo incansablemente junto a mis pokemons cuando inesperadamente Braixen evolucionó. ¡Ahora es una Delphox!»
Observé atontado el mensaje cubierto por emociones profundas antes de contestar.
«¡Genial! Por favor, envíame una foto»
Bajé de Pídgeot. Meawth me observaba entre iracundo y asustado.
—Cálmate, yo solo necesito pedir tu ayuda y luego podrás irte.
—¡No te daré nada! Entrégame a tu Píkachu y deja que me marche.
—¿Sabes? En verdad yo tengo otros planes...
En ese momento mi teléfono volvió a sonar. Abrí el archivo para encontrarme con la imagen de una muchachita preciosa posando junto a su recién evolucionado pokemón.
Sonreí sin poder evitarlo. Ella era hermosa, aún más que en mis sueños.
—No te preocupes Meawth. A mi no me interesa lastimarte, pero hay algo que necesito que hagas, algo en lo que solamente tú me puedes ayudar...
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