Capitulo 1

Día XXX del XXX del año XXX

La claridad de un nuevo amanecer rompió la penumbra, y cuando Charles Martínez despertó, no estaba seguro de dónde se encontraba. El aire fresco acariciaba su piel mientras abría los ojos lentamente. Se incorporó con un sobresalto, encontrándose en un paisaje desconocido. A su alrededor, un vasto panorama de árboles frondosos se extendía hasta donde alcanzaba la vista, montañas que parecían familiares, y una costa que brillaba bajo la luz del sol.

La sensación de que estaba en un lugar que, de alguna manera, resonaba con su propia tierra, lo invadió. Miró hacia abajo y vio que llevaba su clásico terno, el mismo que usaba en las audiencias. Su pecho, sin embargo, estaba ligeramente más liviano, como si el peso de las preocupaciones diarias se hubiera desvanecido. En su bolsillo, sintió el leve peso del teléfono. Se lo sacó, observando el dispositivo que parecía tan normal, pero que ahora era el símbolo de su nueva realidad.

Mientras exploraba el teléfono, notó que la pantalla brillaba con un mensaje nuevo. Con un leve temblor en las manos, abrió el mensaje. La entidad que lo había guiado, que se hacía llamar Elysion, lo saludaba.

"Bienvenido, Charles. Te encuentras en la Isla de Norus, un lugar que refleja la geografía de tu Perú. Aquí podrás forjar un nuevo destino. Explora tu entorno y usa las herramientas que te he proporcionado. La tarea que te espera es monumental, pero tus habilidades te harán avanzar hacia el futuro que deseas".

Charles frunció el ceño, asimilando la información. Miró a su alrededor: la selva vibraba con sonidos de vida, y las montañas se alzaban majestuosamente, como guardianes de su nuevo hogar. Aunque la belleza del paisaje lo deslumbraba, su mente comenzó a trazar un plan. Tenía que actuar con rapidez y determinación.

Su primera idea fue clara. "Necesito soldados", pensó, y en ese momento, se concentró en su teléfono. En la pantalla, encontró la opción para invocar a sus tropas. El proceso era sencillo: presionó un par de botones, y en un instante, un grupo de soldados apareció ante él. Eran figuras robustas, vestidas con uniformes militares que combinaban la tecnología de su mundo con la esencia de lo que él consideraba apropiado para una nación moderna.

—"Ustedes son leales a mí y seguirán mis órdenes", declaró Charles, su voz firme. Los soldados asintieron, su disposición evidente.

A su lado, ordenó la invocación de unas Humvees. Los vehículos militares aparecieron rápidamente, relucientes bajo el sol. Era el primer paso hacia la exploración del lugar, y el impulso inicial para construir lo que sería una nación renovada.

"Vamos a investigar", ordenó, señalando hacia el norte, donde las montañas se erguían imponentes. "Necesitamos encontrar un lugar adecuado para comenzar nuestra infraestructura".

Los soldados, disciplinados y decididos, se dispusieron a su mando, subiendo a los vehículos. Charles se sintió como un líder de otra época, un caudillo de un nuevo mundo. Mientras avanzaban por el terreno accidentado, su mente corría con ideas sobre cómo quería que fuera esta nueva nación. Quería que se sintiera familiar, pero también avanzada, uniendo la historia con la modernidad.

Después de unas horas de recorrido, el grupo encontró un valle que se extendía entre dos montañas, una ubicación estratégica y hermosa, con acceso tanto a la costa como a la selva. El lugar parecía perfecto para construir. Charles sabía que debía mantener la esencia de Perú, así que decidió que en este nuevo espacio tendría que haber un centro, una Plaza de Armas que conmemorara el legado de su tierra natal.

Con el lugar elegido, comenzó a planear la construcción. Sacó su teléfono y activó las herramientas de edificación. En cuestión de minutos, los cimientos de la plaza comenzaron a surgir del suelo, impulsados por una energía que Charles nunca había visto. "Esto es increíble", pensó, maravillado por su propio poder. Sabía que era el comienzo de algo grandioso.

A medida que los días pasaban, el valle se transformaba. Construcciones de piedra y metal comenzaron a erguirse, uniendo la modernidad con elementos arquitectónicos tradicionales. Cada edificio era un homenaje a la historia de su nación, mientras que, a la vez, se integraba la tecnología que había aprendido a apreciar en su vida anterior.

Después de una semana, la Plaza de Armas estaba casi completa, y los distritos que rodeaban la plaza tomaban forma. La visión que había tenido se materializaba ante sus ojos, y Charles no podía evitar sonreír al ver lo que estaba creando. Aunque las dudas aún persistían, había un sentimiento de esperanza en su corazón.

—"Esto está tomando forma", murmuró, observando cómo los soldados trabajaban incansablemente. "Pero no puedo hacerlo solo".

Con un nuevo sentido de propósito, decidió invocar a personas clave para su administración. Conocía que no podía confiar solo en su conocimiento; necesitaba un equipo que complementara sus habilidades. Usó el teléfono nuevamente, llamando a individuos que había respetado y admirado, figuras que podrían guiarlo en la política, la economía y el bienestar del pueblo.

Mientras tanto, más allá de la isla, en una nación desconocida que parecía haber detenido el tiempo en una era reminiscentemente romana o griega, los ancianos en un gran palacio discutían en sus lujosos salones.

Un sentimiento inexplicable comenzó a surgir en ellos, un poder que parecía venir de más allá de sus costas. "¿Qué está ocurriendo?", se preguntó uno de ellos, con una mirada preocupada. "Siento algo... como si un nuevo reino estuviera tomando forma".

Varios minutos después, en lo que se ve un trono muy extravagante, el rey de la nación desconocida escuchaba las inquietudes de sus ancianos consejeros, su mirada se tornaba cada vez más ceñuda. "¿Un nuevo poder emergiendo al otro lado del mar?", reflexionó en voz alta, tratando de descartar la idea como meras fantasías. Sin embargo, la sala se llenó de murmullos nerviosos.

"Majestad, no podemos ignorar esta señal", insistió un anciano con una larga barba blanca, su voz temblando de emoción. "He dedicado toda mi vida al estudio de las corrientes del poder, y esto no es trivial. Algo grande está sucediendo".

"¡Bah! Solo son historias para asustar a los jóvenes", replicó el rey, cruzando los brazos con desdén. "¿Acaso vamos a perder tiempo en fábulas? Hay más que suficientes problemas aquí, en nuestro propio reino".

El erudito que había llamado la atención de todos se adelantó, su rostro pálido pero decidido. "Majestad, permítame demostrarlo. He traído algo que nos puede aclarar la situación". Con un gesto solemne, sacó una esfera de cristal, que brillaba con un fulgor misterioso. "Permítame mostrarle lo que he visto".

Los presentes se miraron con desconfianza, pero la urgencia en la voz del erudito los obligó a acercarse. El rey, aún escéptico, permitió que el anciano proyectara su visión.

La imagen se fue formando en la esfera, revelando una enorme isla que emergía majestuosamente del océano, una nación desconocida adornada con rascacielos que brillaban al sol y objetos metálicos que surcaban los cielos.

"¡Por los dioses!", exclamó una anciana, llevándose las manos a la boca. "¿Qué es esto?".

Los murmullos se transformaron en gritos de asombro, y el rey, que hasta ese momento había mantenido una actitud despectiva, sintió que el escepticismo comenzaba a desmoronarse. "¿Cómo es posible?", preguntó, incapaz de ocultar su asombro.

"Esto es un desafío a nuestra supremacía", dijo un anciano, su rostro pálido por la tensión. "Si permitimos que esa nación crezca sin control, podríamos vernos desbordados".

El rey, inundado por una mezcla de sorpresa y envidia, rápidamente se recompuso. "¡Es obvio que esto es una amenaza! No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nos observan desde su isla. Debemos enviar nuestra flota naval a investigar y, si es necesario, invadir para apoderarnos de esos recursos en nombre de nuestro imperio", ordenó con determinación, su voz resonando con la autoridad que le confería su posición.

Un anciano se atrevió a cuestionar. "¿Y si son pacíficos? Podríamos negociar, encontrar alianzas en lugar de hacer enemigos. Este es un momento crucial, no debemos actuar con impulsividad".

"¡Silencio!", gritó el rey, su rostro enrojecido de ira. "¿Acaso quieres que nuestros descendientes se enfrenten a un enemigo más fuerte que nosotros? ¡Nosotros no retrocedemos! El miedo nunca ha sido nuestra guía".

Los ancianos intercambiaron miradas, un torrente de emociones recorriendo la sala. La tensión crecía, y la mayoría se inclinó hacia la urgencia del rey, pero algunos aún dudaban, temiendo las consecuencias de una invasión.

"Si invadimos y fracasamos, perderemos mucho más que recursos", advirtió el erudito, con una mirada seria. "Podríamos arruinar nuestra reputación, sembrar el caos. Debemos actuar con cautela".

El rey, ahora visiblemente molesto, se cruzó de brazos. "Cautela ha sido nuestra perdición. Envíen la flota. Y que se preparen para la batalla. No permitiremos que nos roben nuestra posición".

Mientras los consejeros murmuraban entre ellos, un anciano al fondo se levantó, su voz resonando como un trueno. "Recuerda, Majestad, la historia no perdona a quienes ignoran las advertencias. No somos invulnerables".

Pero el rey, decidido, desestimó sus palabras. "¡Hagan lo que les ordeno! Esta nación que hemos visto no es más que un espejismo, y voy a asegurar que no se convierta en una realidad que amenace nuestro reino".

La discusión concluyó en un ambiente de tensión palpable. Mientras los ancianos se retiraban, la incertidumbre llenaba la sala. El rey había tomado su decisión, pero el futuro de su reino estaba ahora marcado por un camino peligroso producto de la arrogancia e ignorancia.

Mientras tanto, en la Isla de Norus, Charles Martínez se encontraba en su despacho presidencial, enfocado en los últimos detalles de su discurso a la nación. Había pasado alrededor de un mes desde que empezó a construir su nuevo Perú, y el progreso había sido extraordinario. Edificios modernos se alzaban donde antes solo había selva, y la infraestructura se estaba consolidando con rapidez.

Un día antes de su esperada transmisión, el ministro de defensa toca la puerta, despues que se escuche un "pase", entró de forma abrupta, interrumpiendo su concentración. "Presidente, necesitamos que atienda este asunto con urgencia", dijo, su tono grave haciendo eco en la sala. Los demás miembros del consejo de defensa lo siguieron, con expresiones de seriedad en sus rostros.

Charles frunció el ceño, sintiéndose confundido. "¿Qué sucede?", preguntó, intentando mantener la calma a pesar de la creciente inquietud que sentía en su interior.

"Uno de nuestros aviones de reconocimiento, un Grumman E-2 Hawkeye, ha detectado una flota desconocida acercándose a nuestras aguas", informó el ministro, su mirada intensa fija en Charles mientras le pasaba unos documentos que contenian los datos de reconocimiento

El corazón de Charles dio un vuelco al leer la información. Aunque un hilo de preocupación lo invadió, también sintió que este momento podría ser lo que la entidad divina había anticipado. "Mantengan la calma", dijo con firmeza, buscando controlar la situación. "Ordenen a la flota peruana que se mantenga alerta e investigue a esos forasteros. Necesitamos saber quiénes son y qué quieren".

El personal del presidente asintió, y en pocos momentos, se dispersaron para llevar a cabo sus órdenes. Charles se quedó solo por un instante, mirando por la ventana hacia el cielo despejado, el aire fresco soplando en su rostro. "¿Es esto real?", se preguntó, sintiéndose nuevamente abrumado por la magnitud de su nueva realidad. Sin embargo, rápidamente se recordó que tenía que mantener la compostura.

Respiró hondo, cerrando los ojos por un momento. Luego, se dirigió de nuevo a su escritorio, tomando su guion y revisando las palabras que pronunciaría al día siguiente. Tenía que prepararse no solo para guiar a su país hacia un futuro mejor, sino también para enfrentar las incertidumbres que se avecinaban. Con la mirada decidida, comenzó a ensayar, repitiendo su mensaje una y otra vez, decidido a transmitir esperanza y fortaleza a su nueva nación.

Afuera, la flota naval se preparaba para enfrentar lo desconocido, y el eco de las decisiones de Charles resonaba en cada rincón de Norus, mientras el antiguo imperio al otro lado del mar comenzaba a mover sus piezas en un juego de poder que cambiaría el destino de ambos mundos.

Ahora todo comenzaba cobrar sentido, una antigua historia que comenzaba a reescribirse bajo el liderazgo de un hombre que no solo había luchado en su vida anterior, sino que ahora tenía la oportunidad de cambiar el destino de su gente para siempre.

CONTINUARÁ...

Espero les haya gustado ;)

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