Prólogo/ Prefacio/ Explicación.
Prólogo/ Prefacio/ Explicación.
Por un motivo increíblemente sorprendente se pudo ver como el emperador empezaba a regenerar toda su piel y órganos internos con una increíble rapidez dejando asombrados a todos los que se encargaban de su salud.
También vieron como su aspecto físico varió y en cuanto pudo hablar empezó a formular una serie de reformas que todos acataron.
Después de éstas reformas que con rapidez se fueron aplicando haciendo que el caos y los enemigos xenos fueran retrocediendo con gran rapidez.
Y ahora la nueva misión es ir a una versión de Terra para salvarla de una invasión.
El Emperador es el gobernante supremo del Imperio de la Humanidad, adorado como el Dios Emperador por el Culto Imperial y como el Omnissiah por el Culto Mechanicus.
Este ser inmortal nació en la Prehistoria de Terra, y lanzó las Guerras de Unificación y la Gran Cruzada para restablecer los lazos entre las colonias humanas aisladas por la Era de los Conflictos.
Sin embargo, la mitad de los Primarcas que creó se rebelaron contra él bajo el mando de su favorito, el Señor de la Guerra Horus, y aunque la cruenta guerra civil conocida como la Herejía de Horus concluyó con la muerte del Architraidor, el Emperador quedó físicamente destrozado y hubo de permanecer conectado para siempre a los sistemas de soporte vital del Trono Dorado.
Estuvo sin poder comunicarse ni reaccionar como un ser vivo.
Desde entonces han pasado diez mil años, pero su dominio sigue aplicándose a lo largo y ancho de la galaxia por sus sucesores, los Altos Señores de Terra.
Gracias al Culto Imperial a millones de personas les son familiares las fábulas sobre el Emperador.
Los niños cantan sus alabanzas y escuchan historias sobre su vida.
Este es el Emperador que la humanidad conoce:
El Emperador del Culto Imperial.
Tal es el poder del culto y tan grande es la necesidad del hombre de creer en su autenticidad que nadie cuestiona su autoridad.
En cuanto al Emperador, no ha hablado ni se ha movido en los últimos diez mil años.
Así, la verdadera historia de la extraordinaria vida del Emperador previa a su encarcelamiento en el preservador Trono Dorado ha sido ahora casi completamente maquillada por la pía doctrina de la Eclesiarquía.
El Emperador nació en la región de la tierra conocida como Anatolia Central en el octavo milenio antes de Cristo, un lugar de áridas montañas y fríos arroyos.
Con el despertar de la Disformidad, la humanidad yacía desnuda ante sus energías.
La disformidad es un universo alternativo compuesto enteramente de energía psíquica generada por los pensamientos, emociones y actividad intelectual de los seres vivientes.
La disformidad, en mucha menor medida, está también influida por plantas y animales.
A veces se la conoce como el Mar de Almas debido a su espiritual reflejo de la vida, pero también es conocido como el Reino del Caos o el Empíreo.
Cuando el universo era joven, la disformidad estaba compuesta por las energías de plantas y primitivos animales y esas energías psíquicas eran relativamente inofensivas;
fluían armoniosamente y con fluidez a través de todo lo vivo.
Con la evolución de los seres inteligentes, sus potentes mentes llenaron la disformidad con energías nuevas y poderosas.
Las energías naturales de la disformidad eran armoniosas pero las almas de los hombres eran problemáticas, obsesivas, guiadas por la culpa, o imperfectas.
Estas energías negativas se congregaron en la disformidad, uniéndose a otras por atracción mutua, hasta que formaron problemáticos puntos de disonancia, como si se tratase de un tumor en un animal.
Eventualmente estas fuerzas disonantes se convirtieron en los Poderes del Caos, las entidades psíquicas a las que hoy nos enfrentamos y que llamamos demonios.
Fueron creados de los miedos, represiones e insuficiencias de los seres inteligentes.
En los primeros tiempos de la vida del Emperador los Poderes del Caos no eran fuertes y solo acumularon poder cientos de años después.
Desde que los primeros humanos primitivos evolucionaron, las especies desarrollaron una especial relación con la disformidad.
Los simples cazadores y recolectores de los primeros tiempos reconocieron las fuerzas naturales que fluían a través de todas las cosas vivas.
Aquellos que podían predecir el futuro y sentir el flujo de la energía disforme eran conocidos como chamanes o curanderos tribales.
Usaron sus poderes para beneficiar a su gente.
Mientras el número de humanos se incrementaba y la civilización humana crecía desde sus raíces naturales, las particulares energías disformes creadas por los humanos comenzaron a dominar la disformidad.
Allí donde las energías de la naturaleza eran armoniosas y benignas, las energías de los hombres eran a menudo impredecibles y peligrosas.
Poder, ambición, codicia, lujuria y cientos de otros sentimientos humanos enraizaron en la disformidad y comenzaron a crecer.
Al hacerse más poderosos y numerosos los pensamientos de los hombres, los ritmos naturales de la disformidad se vieron interrumpidos y se volvieron menos accesibles a los chamanes.
Inevitablemente, el proceso de civilización dañó los lazos de la humanidad con las fuerzas naturales de la disformidad, y crearon otras nuevas basadas en su propio carácter.
Con el tiempo las fuerzas disonantes crecieron y se transformaron en los Poderes del Caos.
El Emperador nació mientras el ritmo de la disformidad aún fluía con fuerza a través de todas las cosas naturales.
Los viejos chamanes eran guiados por la disformidad y en su vuelta guiaban a su pueblo. Pero el crecimiento del poder de la humanidad se estaba dejando sentir.
Y los chamanes temían que todo su conocimiento llegara a desaparecer.
Las energías de las que dependían se volvían más y más difíciles de controlar.
Aún peor, estaban perdiendo su habilidad para reencarnarse.
Cuando un chamán moría su espíritu fluiría por la disformidad, bañándose en sus energías, esperando el momento en que encontrara un nuevo cuerpo.
Por este motivo los chamanes nunca morirían.
Pero ahora esas almas eran consumidas por los malignos Poderes del Caos.
Aterrorizados por el futuro de su raza, todos los chamanes de la tierra se reunieron en un lugar y comenzaron el más largo e importante debate en la historia de la humanidad.
Un cónclave que transcurrió durante varios siglos y que condujo al nacimiento de un nuevo hombre.
Los chamanes decidieron reunir sus propias energías reencarnándose en un único cuerpo.
Los cientos de chamanes del cónclave realizaron un ritual el cual culminaron tomando al unísono un poderoso y letal veneno.
Todos ellos, sin ninguna excepción, murieron en aquel momento y su estirpe raza desapareció para siempre de la tierra.
Un año después nació un hombre, la reencarnación de todos los chamanes.
Ese hombre insólito sería posteriormente conocido como el Emperador.
El Emperador era poseedor de innumerables dones.
Era capaz de aliviar el sufrimiento de otros y leer las mentes de las personas.
Pero lo más importante, era inmortal y por lo tanto viviría para siempre.
Los chamanes se aseguraron especialmente de esto porque el fenómeno de la reencarnación sería imposible de conseguir muchos siglos después.
Al ser inmortal el Nuevo Hombre no tendría necesidad de reencarnarse de nuevo.
Permanecería inalterado toda la eternidad.
Durante treinta y ocho milenios el Nuevo Hombre caminó sobre la tierra y a través de la historia humana.
Al principio se limitaba a observar el mundo a su alrededor, pero pronto empezó a ayudar allá donde podía, aplicando su antigua sabiduría para extender un gobierno eficiente entre los pueblos, optimizando las cosechas y el cuidado de animales, y fomentando la tecnología y la paz.
Además, aquel Nuevo Hombre siempre utilizó su influencia con cuidado, adoptando el aspecto de un hombre normal, y sin revelar su verdadera naturaleza.
Durante milenios el Emperador observó el desarrollo de la raza humana.
Viajó por todo el globo, estudiando y ayudando, a veces incluso, adoptando la personalidad de un gran líder o consejero.
En tiempos de peligros se convertía en un cruzado, un líder religioso o un mesías.
En otros momentos permanecía contribuyendo a los eventos en un segundo plano, un consejero de reyes, un cargo de la corte, un científico pionero, etc.
Muchas de las apariencias que tomó eran humildes, pero otras se convirtieron en monumentales figuras de la historia o la religión.
En los momentos de crisis él estaría allí, dirigiendo la carrera de la raza humana a lo largo de un estrecho camino que sólo él podía ver.
El aumento y prosperidad de la raza humana tuvo repercusiones en la disformidad ya que esta se fue distorsionando paulatinamente e incrementó de un modo tal que su flujo no podía continuar sosteniendo el planeta como una vez lo hizo.
A pesar de los esfuerzos del Nuevo Hombre para promover la paz y la armonía, el carácter humano no podía suprimir sus valores instintivos de ambición, desafío y autosatisfacción.
Los Poderes del Caos sintieron la presencia del Nuevo Hombre y los esfuerzos que este hacía por reprimir los poderes oscuros de la disformidad y detener su crecimiento.
Incluso antes de alcanzar la plena conciencia los Poderes del Caos reconocieron en el Emperador a su gran enemigo.
Khorne fue el primero en despertar totalmente y al hacerlo, una Era de guerras y conflictos rugió sobre la tierra.
Tzeentch fue el siguiente, y naciones y políticas maduraron hasta la adultez con todas su intrigas implícitas y dobles sentidos.
Nurgle fue el tercero en despertar y las plagas se extendieron sobre los continentes clamando almas para el Señor de la Podredumbre.
A finales de la edad media los tres Poderes del Caos habían despertado y eran plenamente conscientes.
El cuarto poder, Slaanesh, aún dormía y su ascensión coincidió con la Caída de los Eldars.
El Nuevo Hombre supo que mientras la humanidad estuviese encadenada a su propio sistema solar estaría condenada.
A lo largo del segundo, tercero, y cuarto milenio, el Nuevo Hombre fue esencial en el desarrollo de la tecnología espacial.
Pronto hubo colonias humanas por toda la galaxia.
En aquel momento el Nuevo Hombre se deshizo de su falsa envoltura y se convirtió en el Salvador de la Humanidad, el Emperador.
Durante los cientos de años precedentes al nacimiento de Slaanesh, el Emperador buscó establecer su gobierno sobre la tierra y moldeó a su gente para crear un ejército leal.
Entonces empezó a planear la reconquista de la galaxia anticipándose a la dispersión de las tormentas de disformidad alrededor del planeta.
El Emperador, supremo gobernante de la raza humana y el mayor organizador de la misma, resulta una personalidad interesante.
En los pocos textos donde aparece antes de su Ascensión al Trono Dorado es visto como un individuo contradictorio.
Esto es pues porque alterna el comportamiento de una divinidad benevolente con las debilidades de un ser humano común:
en otros momentos se le podría juzgar como un ser despótico.
Se sabe que es incapaz de sentir emociones negativas tales como el miedo, el odio, la ira, etc.;
sin embargo, en su trato con los primarcas se muestra obsesivo, inconsecuente, apasionado, en ocasiones irracional, ignora ciertos hechos que cualquier otro hubiera dado por sentado.
Confía allí donde otros hubieran recelado...
Basta destacar su duelo final con Horus, en el cual su principal pensamiento es la preocupación y deseo de redención por su hijo pródigo, que se ha pasado al bando contra el que ha luchado con denodado esfuerzo.
Y sólo al ver la crueldad de la que es capaz Horus al asesinar a su hermano primarca Sanguinius de los Ángeles Sangrientos.
Y después de que éste hubiera tenido que atravesar una nave poseída por las fuerzas del Caos para llegar a donde estaba su señor, lo mueve a actuar.
Esto nos revela el verdadero ser del Emperador, un humano, con poderes divinos cierto, pero también con una misión y deberes que implican una pugna contra todo un universo hostil a la humanidad.
En el fondo, se podría decir que la capacidad de amor del Emperador hacia la humanidad es su mayor debilidad pero también su mayor fortaleza;
Sin aquel amor casi ciego (un deseo de amar alimentado por años de soledad y de ver a los seres queridos morir, pues se sabe que el Emperador tuvo varias familias durante su milenaria vida.
Además de muchas personas a las cuales apreció) probablemente hubiera podido detener a los rebeldes dirigidos por Horus antes de que produjeran demasiado daño;
Pero también sin ese mismo amor apasionado, tan comprometido con salvar a la humanidad de su propia corrupción (manifestada en las fuerzas del Caos).
No hubiese tenido la motivación para luchar tanto y tan denodadamente por la raza humana y perseverar en su empeño de darle un futuro mejor.
Una de las medidas que adoptó el Emperador y que tuvo mayor alcance y en la que se ven reflejadas sus convicciones y puntos de vista fue el de prohibir las religiones imponiendo en su lugar la Verdad Imperial.
Quería que fuese un imperio basado en la ciencia y en la lógica.
En su momento, el Emperador le dijo a Horus que en la antigua Terra había antorchas, que eran los maestros, y extintores, que eran los Sacerdotes.
Esta medida fue lo que lo llevaría a tener que reprender duramente a Lorgar, uno de sus hijos Primarcas y jefe de los Portadores de la Palabra, una legión que veía al Emperador como un dios.
Y que creía que debía de haber algún motivo por el cual los seres humanos tienen tendencia a adorar a algo allá donde estén.
Al destruir el Emperador sus creencias, Lorgar se lanzó a realizar La Peregrinación, el viaje al lugar donde dioses y hombres podían coexistir.
Éste viaje les llevó al Ojo del Terror, donde descubrieron la falsedad de la Verdad Imperial y los lanzó a la adoración del Caos.
Esto creó una brecha entre las filas imperiales y teniendo como resultados últimos la Herejía de Horus y la guerra civil.
La Verdad Imperial pugnaba por la creencia en que no existían ni dioses, ni espíritus ni otras realidades aparte de las que el ojo humano puede ver;
Cosa que es claramente falsa puesto que omitía la Disformidad y los Dioses del Caos.
Sin embargo, se cree que la intención del Emperador era evitar que la humanidad reforzase a éstos dioses al adorarlos directa o indirectamente;
Era una mentira necesaria.
De hecho, tal y como se extrae de las palabras de Erebus cuando trata de convencer a Horus en Davin.
Parece que la táctica del Emperador estaba teniendo mucho éxito y que los Dioses del Caos se encontraban debilitados.
Con el correr del tiempo y tras su confinamiento en el Trono Dorado, sin embargo, parece que el Emperador cambia su perspectiva sobre la religiosidad.
Al brindar ayuda mediante sus poderes a agentes del Imperio tales como los Santos en Vida y al producir «milagros» que se narran en algunos libros de relatos de Warhammer 40,000.
Aquí la historia que debía. Por el Emperador.
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