una eliminación fallida

Yamashita se levantó de su asiento, acercándose al borde de la arena, mientras todos seguían celebrando el resultado del combate. Con un tono serio pero calmado, anunció:

"¡Atención a todos! Después de las intensas batallas que hemos presenciado, hemos decidido otorgar un descanso de un día para que los peleadores puedan recuperarse y prepararse para los próximos enfrentamientos. Queremos que cada uno esté en su mejor forma, tanto física como mentalmente."

La noticia fue bien recibida tanto por los espectadores como por los luchadores. Algunos de ellos, como Koga y Adam, respiraron aliviados por la oportunidad de descansar. Los demás también comenzaron a planear cómo aprovecharían este tiempo antes de su próxima pelea.

Después del anuncio de Yamashita, Lincoln, Koga y Ryuki decidieron relajarse y comer. Se sentaron en una mesa larga en una de las áreas de descanso del coliseo. A medida que los platos de comida llegaban, parecía que cada vez les traían más. Grandes cantidades de carne, arroz y fideos se acumulaban frente a ellos, y los tres comían con entusiasmo.

Koga, con la boca llena, comentó: "No pensé que tendría tanta hambre después de la pelea. ¡Pero esto está increíble!"

Ryuki asintió, mientras se servía más arroz: "Es importante recuperar energías. Mañana tendremos que estar listos para lo que venga."

Lincoln, quien estaba intentando mantener el ritmo de sus amigos, rió: "Creo que nunca he comido tanto en mi vida... Pero, ¡esto está buenísimo!"

Los tres compartían el momento, disfrutando la comida y la compañía mientras hablaban de las peleas que habían visto y los retos que les esperaban.

Mientras seguían comiendo, Ryuki miró a Lincoln con curiosidad, luego de ver cómo había reaccionado durante las peleas anteriores.

"Lincoln," dijo Ryuki, dejando sus palillos a un lado por un momento, "esos movimientos que mostraste antes... ¿dónde aprendiste a hacerlos? No parecías alguien que solo observaba."

Lincoln, sorprendido por la pregunta, se tomó un segundo para responder mientras masticaba. Después de tragar, sonrió un poco nervioso.

"Bueno, no es que sea un experto como ustedes, pero he aprendido algunas cosas de varios amigos y... de ver muchas peleas", explicó Lincoln. "A veces entreno por mi cuenta, y ya sabes, intento mantenerme en forma."

Koga intervino, riendo: "¡No me digas que también has aprendido de ver anime de peleas!"

Lincoln sonrió, algo avergonzado. "Un poco... pero, ¿quién no? A veces las mejores lecciones vienen de los lugares más inesperados."

Ryuki asintió, pero aún lo miraba con interés, sabiendo que Lincoln tenía más potencial del que dejaba ver.

Koga se recostó en su asiento después de un gran sorbo de su bebida, mirando a Lincoln con una expresión seria pero desafiante.

"Bueno, Lincoln... más vale que te prepares", dijo Koga, rompiendo el silencio mientras dejaba su vaso sobre la mesa. "Porque la próxima pelea será entre tú y yo."

Lincoln levantó una ceja, algo sorprendido, mientras miraba a Koga. "¿Entre nosotros?"

"Así es", respondió Koga con una sonrisa confiada. "Ryuki ya está fuera del torneo, gracias a ti." Ryuki, sentado a un lado, asintió con la cabeza, aceptando su derrota con tranquilidad.

Lincoln se inclinó hacia adelante, algo nervioso pero también emocionado. "Bueno... supongo que no hay vuelta atrás, ¿verdad?"

Koga se cruzó de brazos y le lanzó una mirada competitiva. "No. Y quiero que lo des todo, Lincoln. Esta no será una pelea amistosa, es el torneo, así que no me lo tomes a la ligera."

Lincoln esbozó una sonrisa determinada. "Tampoco pienso hacerlo. Que gane el mejor."

Mientras Lincoln terminaba de comer, observó detenidamente a Ryuki y luego a Ohma. Algo había estado rondando su mente durante un tiempo, pero no había tenido la oportunidad de preguntar hasta ese momento.

"Ryuki, Ohma..." comenzó Lincoln, rompiendo el silencio. Ambos lo miraron, intrigados por lo que iba a decir. "Desde que los vi, noté algo... Ustedes dos se parecen mucho, físicamente. Siempre me he preguntado si son hermanos o algo por el estilo."

Ryuki y Ohma intercambiaron miradas por un momento, antes de que Ohma, con su actitud tranquila, respondiera primero.

"No somos hermanos de sangre", aclaró Ohma, sin mostrar mucho en su rostro. "Pero en cierto modo, podría decirse que compartimos un vínculo. Ryuki y yo tenemos historias conectadas... aunque eso no nos hace familiares."

Ryuki asintió, un poco más reservado. "Ohma me ha enseñado muchas cosas... pero, como dijo, no somos hermanos. Sin embargo, compartimos un destino similar."

Lincoln asintió lentamente, comprendiendo la profundidad de lo que le estaban explicando. "Entiendo... es más como un lazo de experiencias compartidas."

Koga, quien había estado escuchando, intervino con una sonrisa irónica. "Bueno, después de lo que hemos pasado todos, tal vez todos nosotros seamos como una especie de familia rara."

En otra parte

Los Sempiez tenían claras sus órdenes: eliminar a Mizaza antes de que pudiera recuperarse. En las sombras de la ciudad, dos de sus hombres se preparaban para cumplir la misión. Uno de ellos, con una cicatriz en la mejilla, revisaba su equipo mientras hablaba en voz baja.

"¿Por qué Mizaza? Ya estaba debilitado después de la pelea. ¿Qué más podrían querer?"

El otro, más corpulento y con una mirada fría, respondía con firmeza: "Las órdenes no son cuestionables. Los Sempiez lo quieren muerto antes de que alguien más se meta en el asunto."

El primero asintió, todavía con cierta duda en su voz. "Si fallamos, la represalia será enorme. Las organizaciones Kengan y Purgatorio no van a dejar esto pasar."

El más corpulento solo sonrió de manera siniestra. "No vamos a fallar. Mizaza ya no tiene oportunidad. Solo debemos rematarlo."

Ambos se adentraron más en la oscuridad, listos para llevar a cabo su mortal tarea, sabiendo que no habría margen de error.

El hombre corpulento, mientras caminaba junto a su compañero, frunció el ceño y apretó los dientes con frustración.

"Tu idea del veneno fue inútil," dijo con desdén. "Mizaza fue atendido rápidamente por el doctor Hanafusa. Ese maldito lo neutralizó antes de que hiciera un verdadero daño."

El hombre con la cicatriz en la mejilla bajó la mirada, sabiendo que su plan había fallado. "No pensé que lo atenderían tan rápido. Ese Hanafusa es más eficiente de lo que pensábamos."

"Esto no es un juego," le espetó el corpulento, aumentando la presión en sus palabras. "Ahora tenemos que asegurarnos de que Mizaza no salga vivo de aquí, o será nuestra cabeza la que ruedará. Nos encargaremos de esto personalmente."

Ambos ajustaron sus armas y avanzaron con determinación, sabiendo que cualquier error en esta ocasión les costaría más que una simple reprimenda.

En la sala de la enfermería, Mizaza se encontraba sentado en la camilla, aún con signos de cansancio en su rostro. Mientras se tocaba la frente, con una expresión de confusión, miró a Hanafusa, quien revisaba unos análisis.

"¿Cómo es posible que me cansara tan rápido en el combate?" preguntó Mizaza, sin poder evitar la preocupación en su voz.

Hanafusa, serio y meticuloso como siempre, dejó a un lado las muestras y lo miró directamente a los ojos. "Eso no tiene sentido, Mizaza. Eres un luchador de élite, y tu condición física está por encima de lo normal. Sin embargo, cuando revisé tu muestra de sangre... encontré algo extraño."

Mizaza frunció el ceño, inclinándose hacia adelante. "¿Qué encontraste?"

"Alguien te envenenó," respondió Hanafusa con un tono frío y profesional. "Alguien intentó eliminarte antes de que pudieras terminar tu combate. Afortunadamente, lo detecté a tiempo, pero esto confirma que alguien quiere que no salgas de aquí con vida."

Los ojos de Mizaza se ensancharon ante la revelación, su mente procesando rápidamente lo que eso significaba. Había sido un objetivo desde el principio.

Mientras Mizaza y Hanafusa discutían las implicaciones del veneno, una serie de golpes resonó en el pasillo exterior de la enfermería. Los dos se miraron, el ceño fruncido por la preocupación.

"¿Qué fue eso?" preguntó Mizaza, levantándose lentamente de la camilla, ignorando la debilidad en su cuerpo.

"Probablemente los guardias. Están ahí para protegerte," respondió Hanafusa, tratando de mantener la calma. Sin embargo, su tono no era del todo convincente.

Los golpes continuaron por unos momentos, seguidos de gritos apagados y un ruido sordo que resonaba en la puerta. Mizaza sintió que su corazón latía con más fuerza. ¿Qué estaba pasando afuera?

De repente, el ruido cesó. Un inquietante silencio envolvió la enfermería, haciendo que ambos se miraran, preocupados. Hanafusa se acercó a la puerta y asomó la cabeza, pero no había señales de vida.

"Es demasiado tranquilo," murmuró Mizaza, sintiendo que algo no estaba bien. "Debemos salir de aquí."

Hanafusa asintió, decidido. "Tienes razón. Vamos a ver qué ha pasado." Sin perder más tiempo, abrieron la puerta con precaución y se adentraron en el pasillo, listos para enfrentar lo que sea que hubiera ocurrido.

Al salir al pasillo, Mizaza y Hanafusa se encontraron con una escena inquietante. Dos hombres estaban de pie al final del corredor, con miradas amenazadoras fijas en ellos. Uno de ellos tenía una cicatriz que le cruzaba el rostro, mientras que el otro lucía una expresión de desprecio.

“¿Así que finalmente se aparecen?” dijo el hombre de la cicatriz, cruzando los brazos. “Pensábamos que estarían escondidos un poco más.”

Mizaza se tensó, recordando de inmediato las advertencias sobre aquellos que buscaban eliminarlo. “¿Quiénes son ustedes?” preguntó, manteniendo la voz firme a pesar de la incertidumbre que sentía.

“No importa quiénes somos. Lo que importa es que estamos aquí para terminar lo que empezamos,” respondió el segundo hombre, sonriendo con arrogancia. “Y tú, Mizaza, no tienes escapatoria esta vez.”

Hanafusa se puso en una posición defensiva frente a Mizaza, preparándose para protegerlo. “No permitiré que le hagan daño,” dijo, su voz llena de determinación.

Mizaza, aunque aún se sentía debilitado, sintió que su espíritu se encendía. “No tengo intención de dejar que me maten tan fácilmente,” respondió, preparándose para lo que vendría.

Los dos hombres intercambiaron miradas, y en un instante, comenzaron a avanzar hacia ellos con movimientos agresivos, listos para atacar. Mizaza y Hanafusa se prepararon para la pelea, sabiendo que debían actuar rápidamente para sobrevivir.

La tensión en la sala de enfermería llegó a su punto máximo cuando Mizaza y Hanafusa se vieron frente a frente con los asesinos que intentaban eliminarlos. Sin más preámbulos, ambos equipos se lanzaron al combate.

Mizaza, aún recuperándose de los efectos del veneno, se enfrentó al hombre con la cicatriz. A pesar de su fatiga, se mantenía firme, usando su resistencia y habilidades de combate para bloquear los golpes de su oponente. El hombre de la cicatriz era rápido y agresivo, lanzando una serie de ataques directos, pero Mizaza lograba esquivarlos o desviarlos con contragolpes precisos. A medida que el combate avanzaba, Mizaza se dio cuenta de que necesitaba acabar con esto antes de que sus fuerzas lo traicionaran.

Mientras tanto, Hanafusa, fiel a su estilo frío y metódico, desenfundó sus mortales espadas de hueso, que emergían de sus manos con una precisión quirúrgica. Su oponente, sorprendido por la inusual arma, intentó mantener distancia, pero Hanafusa avanzaba sin piedad. Con movimientos rápidos y calculados, atacaba con sus espadas de hueso, apuntando a los puntos vitales de su enemigo. El asesino, consciente del peligro, trataba de defenderse con rápidos ataques y contraataques, pero la precisión de Hanafusa lo mantenía a la defensiva.

El hombre de la cicatriz logró conectar un golpe fuerte al costado de Mizaza, pero este resistió el dolor y respondió con un gancho directo a la mandíbula, haciendo retroceder a su oponente. Sabía que estaba agotado, pero su determinación le impulsaba a seguir luchando.

Por otro lado, Hanafusa mantenía a su enemigo a raya, bloqueando sus intentos de ataque y contraatacando con cortes precisos. Los sonidos de sus espadas de hueso cortando el aire resonaban en la sala, mientras su oponente intentaba desesperadamente encontrar una apertura, pero sin éxito.

El enfrentamiento estaba lejos de acabar, y tanto Mizaza como Hanafusa sabían que no podían permitirse fallar.

Fin del capítulo

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