Capítulo 5. 🌹
Después de que su divorcio oficial se dio a conocer al público, Kisaki ya no sabía lidiar con la prensa, pues, tanto Kogoro como ella tenían gran fama en la ciudad.
Ahora mismo se encontraba en su despacho, pero podía alcanzar a escuchar un montón de gente gritando fuera para que saliera.
Ran estaba ahí, dormida en el sofá, pues Kisaki le impidió irse por el peligro que significaba que la prensa la viera.
Midori, la verdadera, entró.
—Que problema... —susurró.
—No hay nada que hacer, todos quieren saber la vida de Kogoro el durmiente. —murmuró dirigiendo sus ojos a Ran. —Por favor, avísame en cuánto todos se vayan.
—Claro que sí, Kisaki-sensei. —afirmó saliendo con papeles en mano.
La abogada suspiró con agobio mientras echaba para atrás su silla.
—Ran. —la llamó, sabiendo que estaba despierta. —Creo que, es momento de hablar.
Solo pudo notar los ojos decepcionados de su hija que evadían su mirada.
—He sido muy dura contigo... Toda tu vida. —aceptó arrepentida. —Perdón, Ran... Perdón por no ser la madre que tú deseabas. —y en un lento movimiento cubrió sus ojos con la manga de su saco. —Hay muchas cosas que nunca podré cambiar.
Pues, ya no podía seguir con su padre por más que su hija se lo implorará.
Ran, sorprendida, se levantó apresurada, abrazándola con tristeza.
—Está bien, mamá. —dijo en un bajo alarido, quería llorar. —Te quiero así como eres.
—Gracias... —gimió.
No era una mujer que llorará, pero después del cambio que tuvo toda su vida, debía que arreglar los daños de antes.
Después de un agradable rato con su hija, sintió que las palabras correctas eran más que suficientes para mejorar su relación. Ran, inmadura y aveces ingenua, tenía un corazón puro que perdonaría a quién fuera, en especial, a Eri.
Midori entró poco rato después, anunciando que nadie quedaba fuera. Ran fue la primera en irse, se le veía amena y feliz.
Antes de irse a casa para continuar con el caso en sus manos, debía antender otros asuntos de trabajo.
Recordó a Toichi. Su hijo no volvió otra vez, así que estaba intrigada por su situación, ¿Estaría en peligro? Esperaba que no.
Cuando por fin anocheció, Midori ya no estaba ahí y el edificio por completo vacío. Caminó cautelosa por las escaleras para llegar a la entrada, tomó un profundo respiro del frío aire, observando el cielo.
La emoción se apoderaba de ella e inevitablemente, sonreía.
¿Qué es esto? Parecía una adolescente.
Cuánto más pensaba, más olvidaba prestar atención a su solitario alrededor. No pudo ni reaccionar cuándo un agudo golpe estremeció su cabeza, haciéndola caer al suelo y nublado sus ojos hasta que se convirtió en absoluto negro.
No sabía dónde estaba, pero se encontraba en extremo mareada, tenía pequeños fragmentos de escena grabados en sus ojos.
Hasta que, como respirar por primera vez, sus ojos se abrieron de par en par frente a una brillante luz. Alguien la llevaba en movimiento y llamaba su nombre.
La voz de un varón.
—¡Kisaki, Kisaki! —que sin pena, se dirigía sin honoríficos.
Regresando en absoluto en sí, todo sucedió realmente rápido. Toichi Kuroba la cargaba a la vez que corría cuesta arriba de unas escaleras en un edificio.
—¡Toichi...-san! —exclamó atónita. —¡¿Pero qué?!
Él bajó la mirada sonriendo, iba vestido de Kid.
—¡Que alivio!
—¡¿Qué... Qué está pasando?!
—¿No me harás decírtelo ahora? Nos están persiguiendo hombres peligrosos.
A pesar de su debilidad, la mujer quería saber.
—¡Estoy harta!
—¿Eh...? —el ladrón la observó consternado.
—¡Usted nunca me dice los asuntos que tiene conmigo! ¡Solo se la pasa molestandome! —exclamó fastidiada. —¡No deja de hacer mi mundo un revoltijo y meterme en problemas!
—Mis disculpas, Kisaki-san. Omití el pequeño detalle por falta de tiempo.
—¡Pues dilo ya!
Él rió nervioso.
—No creo que este sea el...
—Dilo ya. —Kisaki, que llevaba un arma de balines, la recargó en el pecho del hombre.
—¿Por qué carga eso con usted, Kisaki-san? —murmuró divertido.
—Nunca sabré sabe que loco quiera secuestrarme, aunque por ahora, estoy segura que no fue usted. Pero si no responde, le dispararé. —comenzaba a hablar calmada y decidida.
—Está bien. —aceptó de mala gana, sin detenerse ni un segundo.
Este edificio era claramente alto.
—El hombre que antes de buscó para hacer un trato conmigo... Es el jefe de una organización peligrosa. —decía mientras que de vez en cuando giraba la cabeza para atrás, asegurándose que no hubiera nadie cerca.
—¿Organización? ¿Una organización criminal?
—¡Por supuesto!
—¿Tan importante para que usted y su hijo se convirtieran en ladrones?
—Ellos me perseguían porque yo sabía dónde estaba su objetivo. —evadió la pregunta. —Pandora, una reliquia que supuestamente otorga la inmortalidad.
—¡Mentira! ¿Y usted creía que existía tal cosa? ¿Dónde está?
—Desaparecí del mundo un tiempo pues estos hombres eran demasiado peligrosos para exponer a mi hijo mientras era un niño. —seguía evitando responder.
—¡¿Ah...?! ¡Pero su hijo es...!
—Lo sé.
—Toichi-san, me temo que usted no hace otra cosa más que responderme con rodeos. Le recuerdo que lo estoy amenazando. —empuño el arma con fuerza.
—¡Oh...! ¿De verdad? —dijo divertido al momento que llegaban a la cima del edificio, dónde la puerta se abrió como por arte de magia, saliendo ambos a la estrellada noche.
El mago la dejó suavemente en el suelo, mientras preparaba algo que parecía un ala. Fue menos de un instante cuando escuchó gente venir de abajo.
—¿Toichi-san? Creo que tenemos invitados...
Antes de poder notarlo, el hombre tomó de nuevo a la abogada, cargándola con el ala ya puesta sobre él.
—¿En serio? —dijo seguro. —La policía viene tras ellos.
—¡¿Qué?! —exclamó Kisaki de nuevo nerviosa, considerando la altura del edificio. —¡No me diga que vamos a...!
Toichi retrocedió unos pasos y adoptó una posición para correr.
—Y usted no me diga que le teme a las alturas. —Kisaki lanzó un grito justo al momento que vio desaparecer el suelo bajo sus pies, contemplando atónita la ciudad destellante de Beika, en algún momento, dejó caer su pistola de balines. —Espero que no continúe amenazándome ahora, Kisaki-san, porque podría ponernos en peligro a los dos.
Asustada, se aferró al cuello del mago, intentando cerrar los ojos.
—Kisaki-san, sé que la involucre en mis problemas. Me temo que no puedo contarle todo sobre mí... Eso quitaría su interés de mí.
—¿Eh...? —un poco más calmada, sintiendo el aire recorrer su rostro, logró separarse. —¿De qué le sirve mi interés?
Kisaki, expectante, recordaba con emoción aquel día que pasaron juntos.
El hombre clavó sus ojos sobre ella, sonriendo elegante, como si lo pudiera adivinar todo con antelación.
—Creí que usted era una mujer perspicaz, Kisaki-san. —rió. —Le prometó que le diré todo, pero solo si usted me promete otra cosa.
—¿Puedo creer aún en sus promesas vacías, Toichi-san?
—Señorita Kisaki, dado que usted finge no saberlo, le diré directamente.
—¿Qué trata de decirme?
—¿Se casaría conmigo? —sonrió elegante y nunca despegó sus ojos de los suyos.
—¡¿Qué no usted tiene esposa?! —después de recuperar el aliento, exclamó eufórica.
Él rió.
—Me divorcié antes de desaparecer. Chikage-san y yo simplemente decidimos tomar caminos diferentes.
—Deje de bromear. —frunció el seño, molesta.
—Está bien, esperaré su respuesta. —justo aterrizaban sobre el techo de la casa de su vieja amiga, Kudo Yukiko. Bajandola cuidadosamente y tomando su mano. —No importa cuánto tarde.
—¿Por qué...?
—Porque me gustas, Kisaki-san, ¿No es suficiente...? —besó su mano con suavidad. —Si obtengo una respuesta satisfactoria, le diré todo sobre mí.
Atónita, se limitó a ver al mago desvanecerse frente a ella.
Después de unos momentos, Yukiko la encontró, sorprendida y Eri no tuvo de otra más que contarle, sin embargo, la baronesa no estaba ni un pelo asombrada, pues ya conocía a tal hombre, en cambio, motivó a Kisaki.
No es que fuera una propuesta loca después del extraño y corto cortejo que había recibido, pero seguía sin entender.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top