53: Niño herido
La habitación de Emma estaba abierta, y Gael entró, después de tocar la puerta.
—Papá comenzó a preparar la cena, Emmy. Ven.
Emma se encontraba guardando su ropa en su maleta. Mandó su cabello húmedo tras sus orejas. Ella se había bañado temprano, recién eran las cinco, los demás aún estaban en trajes de baño, con rastros de arena y sal. El día anterior la había dejado sin ánimos. Dejó de llorar en la enmarcación, no quería nublar aún más la excursión, pero siguió haciéndolo en el largo camino de regreso a la villa. No podía apartar de su mente el audio que no había terminado de escuchar.
«Hola... Eh, curiosamente tú estás en Hawái, mientras yo estoy en Jamaica...».
Curiosamente estaban separados por miles de kilómetros cuando debían estar juntos en su nuevo departamento. No dejaba de pensar en cómo podía seguir aquel audio. Pero, cielos, al final no importaba el contenido, solo importaba que la estaba buscando. En medio de su inmenso dolor, podía sonreír cuando pensaba en que Colin, su Colin, deseaba ordenar el desorden. Iban a volver a ser uno solo, ¿cierto? Porque debía haber una explicación, por eso le escribió, por eso trató de llamarla. La amaba. ¡Sí! ¡La amaba fuerte! Iba a buscarla cuando regresaran a Nueva York. Iba a tocar su puerta con un gigantesco ramo de girasoles.
Levantó un vestido frente a ella, y volteó a mirar a Gael. Entonces, recordó la conversación que había leído por entrometida. Por instantes la recordaba, era complicado no hacerlo, principalmente cuando Gael le hablaba a Gillou, que era en todo momento. Oyeron desde afuera cómo su papá gritó para todos que iba a preparar la mejor barbacoa. Seguidamente, Emma soltó el vestido, caminó directo hacia la puerta, y la cerró con tranca, pero Gael no vio rareza en esa acción, últimamente hablaban mucho, a escondidas, sobre Colin, porque ella sabía que ni su papá ni Gillou podían escuchar ese nombre sin ponerse rabiosos.
—Emma, no sé si seguir hablando de lo mismo te haga bien.
Emma lo agarró del brazo, obligándolo a sentarse en la cama con ella.
—Dion puede irse al carajo —soltó.
Gael se incomodó inmediatamente. Comenzó a sudar a pesar de haber estado en la piscina hace minutos. Entendió la situación a la que se estaba enfrentando. Emma leyó la conversación que tuvo con su amiga Dion, pero no le importaba saber cómo pudo haber llegado hasta ahí, el problema trascendía ese hecho. Estaba apenado, y se sentía estúpido, en un espejo se reflejaría perfectamente su cara de estúpido. Fue entonces que Emma lo abrazó. Lo abrazó con todas sus fuerzas, con todo su amor, como si quisiera unir las partes rotas, las partes dañadas, las partes incomprendidas hasta por él mismo. Los ojos de Gael se llenaron de lágrimas de amor, de vergüenza, de dolor, mientras la abrazaba también. No lograba asimilar lo que estaba pasando, apenas podía ser consciente de que Emma lo quería a su lado.
—Me dirás que no tengo idea de nada —Emma lo agarró de la cara con sus dos manos, se miraron de esa manera—, y probablemente tienes razón. Jamás sabré lo que se siente estar en tus zapatos, todo lo que has vivido en el pasado mientras tu familia tiene esta vida, todo lo que vives a diario, pero sé lo que se siente pensar que no encajas, Gael, por cosas superficiales como mi estatura, mi peso, y mi introversión.
»Sé lo que se siente esconder tu verdadera cara, no poder ser auténtico por temor a que te hagan sentir peor. No tienes que temer conmigo. Me pasé las últimas veinticuatro horas tratando de hallar la forma correcta de hablarte, y creo que no existe, no hay, porque nada de lo que te diga será suficiente.
—Emmy —le agarró de las manos, bajándolas—, no necesitas hacer esto.
—¿Hacer qué? ¿Decirte que no estás confundido como tu estúpida amiga quiere convencerte que sí? —comenzó a lagrimear—. ¿No puedo decirte que te quiero mucho y que entiendo lo que es encarcelarte a ti mismo? Intenté suicidarme hace seis años. Por esto, Gael, por estar cansada de vivir en la penumbra.
—Emmy —comenzó a llorar también, le acarició la mejilla con su pulgar. No tenía idea de eso.
—¿Y sabes quiénes me sacaron de ese pozo? Nuestra familia. Nuestra familia es única, Gael. El resto podrá señalarte, el resto podrá burlarse, pero estás a salvo en nuestro hogar. No sé cómo hacerte ver lo maravillosamente distintos que somos, ¡por eso tú eres distinto también!, ¡está en los Miller! Jay nació en Zimbabue, aún conserva un acento hermoso y distinto. Cuando en primaria lo molestaban por eso, papá casi echó su escuela cuando se enteró, yo era una niña, no lo recuerdo, pero abuela Grace siempre me cuenta esas historias. Nuestro papá es el más distinto de todos —se permitió reír en medio de su llanto—. Son incontables las cosas que lo hacen único. Luego estoy yo, con un largo historial psiquiátrico que...
—Emmy —la interrumpió—, ese largo historial no es lo que te hace única o distinta. Lo que a ti te hace única es tu enorme corazón, tu risa chistosa cuando te ríes demasiado, lo talentosa que eres, Emmy, cada pintura del ático está firmaba por ti.
Emma miró hacia abajo, diciendo:
—Pues, a ti te hace único tu don de la palabra y tu don de la escucha —lo tomó de las manos con fuerza—. Lo bien que juegas baloncesto sin tener la estatura de papá. Lo buena persona que eres cuando perfectamente podrías odiar al mundo por ser tan injusto.
—Y que también soy gay.
Emma esbozó una dulce sonrisa.
—Eso te hace distinto dentro de nuestra maravillosa familia. Muchos allá afuera necesitan dejar de pensar que el mundo es heterosexual.
—¡Hola! ¡Hola! ¡Bonjour! —Jake golpeó la puerta de la recámara, trató de abrirla, pero al no poder, siguió insistiendo con los golpes—. Ahora mismo tengo dos hijos y un europeo que me vino de contrabando, y ninguno es capaz de ayudarme a preparar la cena. ¡Quiero oírlos cantar mientras condimentan carne! ¡Ay ho, ay ho! ¡La hora ya llegó! ¿Hola? ¿Alguien se desmayó? ¿Gillou se desmayó?
Emma rio, con su boca tapada por su mano.
—¡Vete! ¡Estamos hablando de tu cumpleaños!
—¡Ay! ¿Y qué me van a regalar? ¡Solicito información!
—¡Un mapa para que regreses a tus asuntos!
—¡No habrá barbacoa para ti!
—¡Siempre hay barbacoa para mí!
—¡Adiós! ¡Me iré a meterme en los asuntos de alguien más!
Emma agarró el brazo de Gael, y ambos rieron, mirándose.
Pero cuando dejaron de reír, Gael susurró:
—Emmy, no quiero que hablemos sobre... Gillou.
—¿Por qué no? —susurró también, algo indignada en realidad.
—Porque no es un sentimiento. No es algo serio.
—Bien. De acuerdo.
Gael, ella ya sabía que era algo muy serio.
—Ni menciones esta conversación frente a nuestra familia.
—Eso nunca, Gael —le sonrió, tratando de transmitirle toda su confianza.
Pero Gael ya confiaba en ella, claramente, por eso no se enredó al tratar de pronunciar en voz alta que era gay, por supuesto que confiaba en ella, si en los últimos días Emma le había confiado cosas que ni siquiera Gillou había escuchado.
—¿Tomaste mi celular? —la agarró del hombro.
—Me sentí desesperada en ese momento —confesó, mirando hacia abajo.
—Emmy —suspiró, soltándola de golpe.
—Siento que aún tenemos mucho que decirnos. Siento que aún podemos arreglarlo.
—Las infidelidades no se arreglan fácilmente, Emma.
—Pero tal vez nosotros sí podamos —lo vio a los ojos. Estaba hecha pedazos. Siempre lo estaba, pero su mirada quebrada aparecía exclusivamente cuando hablaba de él o pensaba en él por mucho tiempo.
—No me gusta que pienses así. No me gusta que pienses que no mereces un buen amor. Eres la persona más buena del mundo. Colin te traicionó porque tiene la certeza de que lo vas a perdonar de alguna manera. Sabía que ibas a pensar de esta manera, Emma, que tal vez al principio ibas a odiarlo, pero hizo lo que hizo sabiendo que tarde o temprano te nacerá el deseo de perdonarlo.
Emma curvó su espalda, poniendo su cabeza sobre las piernas de Gael, llorándole de nuevo. Él hundió sus dedos entre el cabello húmedo, dándole cariño, cada vez que ella lloraba se preguntaba cuántas lágrimas más tenía para echar, parecía que cargaba una infinidad en nombre de Colin Oschner, pero a Gael no le sorprendía. Un ser como Emma solo puede amar con toda su alma, nunca a medias, así que entendía porque no podía parar de llorar.
—Jamás lo odié, jamás podría —se quebró, comenzó a respirar agitadamente—. Regresará a mí con girasoles en sus manos. Lo sé. Y me explicará todo, y todo tendrá sentido, y volveremos. Me buscará.
Gael cerró sus ojos. Quería decirle «Despierta. ¿Por qué no te buscó antes?», pero eso no serviría de nada, solo la dañaría aún más. Nunca le habían roto el corazón, pero apostaba a que esa era una fase normal cuando se ama de verdad. Las ganas de perdonar, aunque el otro no lo merezca.
Amar te vuelve irracional.
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—Así se masajea la carne. —Jake toqueteó con sus dedos a la carne cruda que acababa de poner en la parrilla. Tenía puesto un delantal negro, abajo una camiseta y un short todavía húmedo, para completar su estilo: unas chanclas—. Gillou, ven aquí. Tienes que aprender de nuestra cultura.
—¿La cultura de acariciar la carne de alguien más? —Gillou se levantó de la mesa circular, el resto estaba alrededor de ella, cerca de la barbacoa—. Mi mamá enloquecerá si se entera de todo lo que comí en lo que va de estas vacaciones. Probablemente desaparezca unos días cuando regresemos. Me instalaré en el gimnasio, llevaré mi cama, unas latas de atún, y no llevaré un abridor.
—Tu mamá está mal, mal, mal —lo apuntó con una cuchara que contenía salsa barbacoa, la movió entre cada mal, salpicando la cara de Gillou... A propósito.
Gillou frunció su ceño, regresando a la mesa para limpiarse con un papel.
—¿Puedes repetirlo mientras llamo a Bianca? —Faith le bromeó.
—Ella sabe lo que pienso sobre la cultura de la dieta. En esta familia somos personas libres de los malditos estándares —habló con seguridad, pero lo estaba haciendo por él y por J.J., se le olvidó Emma, pero ella no dijo nada al respecto, tampoco se detuvo a pensar al respecto—. El martes es mi cumpleaños, Gillou, espero que aparezcas sin tu boca cocida con alambres.
Gillou abrió su boca para contestar, pero Emma lo interrumpió:
—Debemos regresar —pronunció claramente—. Debemos regresar porque tu cumpleaños es en tres días. La otra vez mencionaste que quieres invitar a tus amigos. Llevas años sin celebrar tu cumpleaños con amigos, y amas tu cumpleaños. Debemos regresar. Quiero que volemos después de cenar.
—Florecita, calma. Podemos quedarnos hasta mañana —rio inconsciente, es que le impresionó el mandato. Tenía una sonrisa nerviosa, en cambio, el resto no, el resto se puso serio, en especial Gael, quien pudo deducir exactamente lo que estaba pasando por la mente de Emma.
—Quiero irme después de cenar. Llama al piloto —ordenó.
—Quedémonos hasta mañana —propuso Gillou.
—Será un vuelo más relajado, Emmy —le animó Faith.
—Si no quieren irse esta tarde, entonces, volaré sola, puedo regresar sola —se puso de pie, con intenciones de meterse a la casa para organizar su regreso.
Jake lanzó su cuchara sobre una mesada y la siguió. El resto se quedó en silencio.
—No sé en qué carajos estás pensando, pero la respuesta es no, Emma Miller. No regresaremos para que tú vayas a llorar frente a la puerta de ese imbécil. —No fue consciente de qué tan agresivo pudo haber sonado. Odiaba a ese muchacho, y sentía cómo la rabia se apoderaba de su cuerpo cada vez que Emma lo mencionaba como si todavía quedara algo que rescatar. No lo había mencionado en ese momento, pero conocía a su hija, la conocía más de lo que ella sabía. No podía permitir que se humillara por ese tipo.
Emma se agarró del cabello, conteniéndose para no alzar la voz frente a su papá.
—No digas cosas que ni siquiera he pensado. Quiero regresar a la ciudad porque ya me cansé de este lugar. Necesito ver a mi hermano. Necesito verlo. Lo extraño. Y regresaré esta tarde, con o sin ustedes.
—Tu hermano puede venir. Tu hermano quiso venir —le recordó.
—Pero no pasaremos tu cumpleaños en Hawái. —En esa parte no estaba siendo egoísta. Su papá llevaba años sin celebrar su cumpleaños con sus grandes amigos por culpa de su matrimonio tóxico—. Jay no necesita viajar por once horas para dormir una sola noche en Hawái. Regresaremos. Ya habías invitado a varias personas para el martes, a mi tía Ellie.
Jake se quedó callado, mirándola a los ojos.
—Yo me iré hoy —Emma reiteró— porque no soporto ni un segundo más en este lugar.
—Pues, no te irás sola —advirtió, regresando al jardín.
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Emma se abrochó su suéter verde cuando subió a la aeronave. Caminó por el pasillo, directamente a la recámara, mientras el resto la observaba con disimulo. Un día se encontraban sobrevolando el país en dirección a Hawái, de pronto estaban de regreso a Nueva York. Pero creían que no tenían derecho a opinar. Las breves vacaciones habían sido por ella, y solo por ella, era la única que podía decidir cuándo regresar. Bueno, eso era lo que Gael, Faith y Gillou pensaban, lo que pensaba Jake era historia aparte. Se encontraba en alerta. No le gustaba eso de regresar de la noche a la mañana. Sabía que tenía que ver con el malparido.
—Gael. —Emma lo llamó desde la puerta de la recámara.
Todos la miraron.
—Tienes mi cámara sumergible en tu mochila. Tráemela. Quiero mirar las fotos antes de dormir.
—¿Tu cámara? —Gael frunció su ceño. Jamás había tocado esa cámara.
—Sí. Tráemela —insistió.
Entonces, Gael captó que no se trataba de la estúpida cámara.
—Ah, tienes razón —estiró la cremallera de su mochila para abrirla y caminó hacia la recámara sin levantar sospechas, ni siquiera en su papá. Entrecerró la puerta corrediza cuando llegó hasta Emma, quien rápidamente le abrió la mochila—. Últimamente mis cosas son tus cosas —bromeó, esbozando una sonrisa.
—Necesito que publiques una foto antes de que despeguemos. —No estaba para bromas, estaba desesperada, faltaban pocos minutos para que el azafato les pidiera que se abrocharan los cinturones.
—Lo sabía —bufó, mirando al techo por un momento.
—Él me buscará en cuanto la vea —le aseguró, tomándolo del brazo, mientras lo miraba con unos ojos que brillaban de ilusión por encima del intenso dolor.
—Él ni siquiera me sigue, Emma.
—Eso es lo de menos.
—Papá me matará si se entera. Nos matará a los dos.
—No existe forma en la que se pueda enterar. Por favor, Gael. Necesito mandarle una señal.
—Emmy —cerró sus ojos y suspiró hondo—, no quiero que te lastime más. Me parece que tienes demasiadas expectativas. Siento que incluso si aparece, pero sin el ramo de girasoles, te partirá el corazón.
—Gael —sonrió entre lágrimas—, él aparecerá con el ramo de girasoles más bonito, y aparecerá mañana mismo, y de esa manera les demostrará a todos que me ama.
—Pero a la única que debe demostrárselo es a ti. Y falló de la peor manera.
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Eran las 4:00 a.m., y, para ser un resort para adultos, el bar que abría las veinticuatro horas estaba algo vacío. Eran los únicos sentados alrededor de una de las tantas mesas redondas, había otro grupo de amigos hacia la barra de mármol negra, pero nadie más que ellos. El ventilador soplaba encima de la mesa, todos estaban tocados por el alcohol, aunque unos más que otros. El camarero le trajo su botella de cerveza, Colin la agarró inmediatamente, entonces, se dio cuenta de que no le había traído el cenicero que pidió con la cerveza, pero el camarero ya se había alejado lo suficiente como para escucharlo, así que decidió tomar prestado el cenicero de la barra, por sí mismo. Dejó su botella sobre la mesa y se levantó. En ese momento, Jordan pellizcó a Eugene para llamar su atención, Eugene se quejó, luego miró hacia donde Jordan señaló.
Una morena de cuerpo espectacular, de verdad, espectacular, estaba tratando de llegar a la barra al mismo tiempo que Colin. Tenía toda su atención puesta en la meta. Llevaba tiempo observándolo, pero no se había animado a acercarse porque él estaba en compañía de sus amigos, al menos tenía la seguridad de que Colin se encontraba en un viaje de solteros. Era el hombre más hermoso que había encontrado en mucho tiempo. La barba lo hacía ver sexi en extremo, y su cabello era una de las cosas que más le llamó la atención en él desde que lo vio. Lo había estudiado detalladamente. Tuvo ideas eróticas cuando Colin se puso de pie, mostrándole cuán alto era.
Colin agarró el cenicero y al lado se topó con ella.
—Hola —saludó la chica con una sonrisa. Fingió acomodar su vestido floreado, en realidad quería que él notara que tenía lindos senos, esa táctica nunca le fallaba.
—Aloha. —Colin volteó para irse con su cenicero. Frunció su entrecejo, mirando hacia su mesa, donde sus amigos lo estaban observando. Alan le levantó un pulgar para animarlo a la distancia.
—Aguarda. —La chica alzó una mano. Casi termina gritando. Pensó que pareció desesperada, también pensó que debió haberlo dejado ir, pero era demasiado lindo como para no intentarlo una vez más. Sin embargo, Colin siguió caminando. La chica no regresó con su grupo de amigos, sino que se fue del bar.
Colin bajó el cenicero sobre la mesa y se sentó muy relajado, disfrutó de su cerveza mientras Alan lo miraba boquiabierto. Eugene estaba concentrado en no abrir su boca. La chica le pareció muy sexi, pero sabía que era mejor no debía decirlo. En cambio, Jordan, él se enrabió.
—¿Qué putas fue eso? —preguntó.
Colin colocó un cigarrillo en su boca. No contestó.
—Era una diosa que brillaba sola —se lamentó Alan, largando un suspiro.
—No puedo creer que ignoraras ese manjar por un puto culo gordo. —Jordan apuntó hacia donde la chica se había ido, entonces, Colin saltó sobre él, despertándose con una fuerza bruta y acelerada.
La silla de Jordan cayó hacia atrás. Ambos cayeron. Colin encima de Jordan. Nunca resolvía sus problemas a golpes, simplemente no era agresivo, odiaba esa parte humana porque lo hacía ser como su padre. Sin embargo, en ese momento, se desbordó. Golpeó el rostro de Jordan hasta que sus amigos y los camareros los separaron. No recibió golpes porque a Jordan no le había dado tiempo ni de pensar, Colin lo tomó de sorpresa, jamás hubiese imaginado que reaccionaría agresivamente. Todos comenzaron a hablarle al mismo tiempo, pero Colin estaba aturdido en su propia mente. Un puto culo gordo. Agarró una botella de vidrio con intenciones de lanzársela a Jordan, pero Eugene lo agarró del brazo, hablándole a gritos, mientras la boca de Jordan sangraba al otro lado.
La mirada se le había oscurecido como las aguas del mar abierto, sus músculos estaban rígidos como los de un animal salvaje que se encontraba agresivo. Un puto culo gordo. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía a llamarla de esa manera? ¿Cómo se atrevía a meterse con su nena? ¿Cómo se atrevía a insultar el cuerpo que él adoraba? Quería golpearlo hasta echarles todos los dientes. Quería romperle una botella en la cabeza. Entonces, por encima de sus ideas, escuchó cómo Eugene lo llamó «¡Oschner!», y, de esa manera, pudo ver, pudo ver lo que había hecho. Jordan se encontraba limpiándose la herida con un papel, regañando a Alan por solo hablarle. Los camareros, hasta el barman, se hallaban alrededor, uno lo estaba sujetado del brazo, como si fuese la clase de tipo que lo único que hace es crear disturbios. Eugene le pidió al camarero que soltara a su amigo, y éste lo soltó, liberó a Colin, con dudas. El resto se puso atento por si necesitaran atraparlo de nuevo. Sin embargo, Colin tomó su celular de la mesa y se marchó de inmediato.
Al pasar junto a los amigos de la chica que le había coqueteado, escuchó murmullos.
—Qué enfermo —dijo uno.
Colin empezó a sentir náuseas mientras caminaba a su habitación. El mundo le daba vueltas, y no estaba relacionado con la cerveza. Comenzó a dolerle el tórax cuando subió al ascensor en compañía de Eugene, sentía una presión que solo podía significar muerte, parecía que estaba al borde. No quería estar con Eugene. No quería escuchar palabras de aliento, estaba harto. Con dificultad, sacó la tarjeta del cuarto de su bolsillo, abrió la puerta, pero no consiguió cerrarla ante Eugene. Lo hubiese echado de no haber sido por la bola de vómito que subió a su garganta, tuvo que correr hasta el baño, donde cayó de rodillas frente al retrete, rendido a la miseria de su existencia. Vomitó, vomitó demasiado. Pero tampoco guardaba relación con la cerveza, era su cuerpo pidiéndole un respiro. Eugene se preocupó en exceso cuando se dio cuenta de que el vómito no paró hasta expulsar bilis. No supo qué hacer. No podía tocarlo, temía decir algo erróneo, lo dejó un segundo y fue a buscar agua del minibar del cuarto. Cuando regresó, Colin estaba sentado en el suelo, con su espalda contra la bañera, temblando y llorando.
—Cole —abrió la botella, entrando al baño.
—Déjame. Déjame —limpió sus mocos con su antebrazo.
—Jamás —dejó la botella sobre el lavabo y se puso de cuclillas frente a él.
—Tengo miedo —susurró, titiritando, mientras sus lágrimas se mezclaban con sus mocos, cayendo sobre su camiseta con rastros de vómito. Abrazó sus piernas para esconder su cabeza, sentía dolor en sus costillas por todo el esfuerzo que había hecho al provocar.
Fue entonces que Eugene se dio cuenta de que estaba frente al niño vulnerado, el mismo niño que había permanecido sepultado por años. Un niño herido que necesitaba la protección de un adulto. Le tocó el cabello con cariño y se abrochó el cinturón de adulto. Colin siempre los cuidaba, era hora de demostrarle cuánto importaba su corazón de niño roto.
—Perro, te bañarás y te hidratarás —se puso de pie para abrir el grifo de la bañera, le echó jabones al agua que caía de prisa, llenando la bañera. Pero Colin ni siquiera se movió, por lo que Eugene tuvo que ingeniarse para quitarle la camiseta, primero un brazo y después el otro—. No me hagas quitarte el vaquero también. Pero si tengo que hacerlo, lo haré, perro. Tú decides.
La mirada de Colin se encontraba hacia abajo, mirando el suelo.
—Lo haré yo —contestó.
Eugene dio media vuelta para darle privacidad. Observó el techo mientras escuchaba cómo Colin se terminaba de desvestir para seguidamente meterse a la bañera, acto seguido, agarró la botella de agua para pasársela, lo miró con una expresión entre severa y preocupada, obligándolo a beber. Después, cerró el grifo, porque Colin no lo hubiese hecho, y fue a sentarse bajo el marco de la puerta, de espaldas al baño.
Colin miró la espalda de su fiel amigo, quien estaba medio curvado hacia delante, con las piernas cruzadas. Estaba ahí para escucharlo, lo sabía, indirectamente le estaba diciendo que era todo oídos. Mojó su cara con el agua mezclada con jabón, que podía convertirse en espuma. Seguía llorando, no podía parar de hacerlo. Las náuseas continuaban al igual que la sensación estremecedora. Se puso más débil después del vómito, sentía que podía desvanecerse. Observó sus nudillos, con los que había roto la boca de Jordan, y pudo escuchar el grito de Eugene en su mente «¡Oschner!».
—No quiero ser como él —tartamudeó.
—¿Cómo quién? —Eugene se irguió, sintió ánimos porque Colin quería hablar.
—Como mi papá —se explicó.
—Cole —suspiró de lo demente que le pareció el pensamiento—, tú no eres de la misma especie que ese estúpido. No eres y nunca serás igual. Tú eres mil veces mejor, no, tú eres una infinidad de veces mejor. Bradley debería estar en la ruina, pero ya le tocará, cuando menos lo espere, cuando más feliz esté.
Colin movió la espuma con sus manos temblorosas, preguntando:
—¿Conoces ese instante de la vida en el que te ríes tanto que te meas encima?
—Me ha pasado.
—A mí una vez me golpeó tanto que me mee encima. Era un niño.
Eugene se quedó callado. Ese cuento no lo sabía.
—Me siento como él —siguió Colin.
—¿Por golpear a Jordan? ¡Lo merecía! —se enfureció. Ahora entendía el trasfondo de esa crisis—. Jordan es un maldito imbécil. Ni siquiera sé por qué lo perdonamos. Pero, Colin, haber puesto a esa bestia en su lugar no te hace una bestia como tu papá. Defendiste a Emma, es distinto a lanzar golpes por enfermo.
—Yo me pelearía con un luchador con tal de defenderla.
—Sí... Me parece que en ese caso deberías aplicar lo de oídos sordos.
—Si alguna vez tengo hijos no conocerán a su abuelo —soltó de golpe.
—Te apoyo, hermano. No necesitarán un abuelo como él, así como tú no necesitas un padre como él. Cuando regreses con Emma, y llegue setiembre, abandonarás el techo de tus padres para siempre, y, en ese momento, perro, te juro que empezarás a vivir.
—Ni siquiera sé si Emma y yo regresaremos.
—¿Cómo que no? —Quiso voltear a verlo, pero se detuvo.
—Ni siquiera sé qué decirle.
—Bueno. Yo te daría una idea si tan solo supiera porqué rompió contigo.
Colin se agarró de su frente, respirando agitadamente, después se peinó con su mano, hacia atrás, mojado su cabello con el agua enjabonada de su mano. Aún recordaba la sensación de hormigueos en su abdomen cuando se plantó bajo su ducha después de que Kayce lo tocara y besara. No eres nada, le había dicho Mikayla, y siempre se había sentido de esa manera, solo que nunca se había gritado la verdad con todas sus fuerzas. Las fotos. Las malditas fotos. No podía vivir en paz gracias a ellas. Tardaba en dormirse y, cuando lo hacía, tenía pesadillas sobre todo aquello que había vivido desde niño hasta recientemente.
—Tuve un problema —largó.
—¿Qué problema? —En verdad necesitaba que fuera más específico que eso.
—Un problema que me llevó a un baño público con Kayce Hart —flexionó sus piernas y tapó su cara con sus manos, hundiéndose en llanto.
Eugene volteó, sentándose con su frente al baño, arrugó su entrecejo, sintiendo cómo toda la rabia se acumulada en su pecho. Lo supo al segundo. Había pasado algo entre él y esa mujer, y Emma se enteró de alguna manera, probablemente por una fuente de información ligada con la estúpida ramera. ¡Quería gritar, descargar su cólera!, pero no era momento de llamar puta a esa mujer en todos los idiomas. Colin parecía un desvalido por culpa de esa loca, estaba llorando por culpa de esa loca, ¡estaba lejos de Emma por culpa de esa maldita loca! A pesar de su odio, Eugene preguntó con tranquilidad:
—¿Y qué pasó después, Cole?
Colin sollozó, destapándose la cara.
—Estaba drogada, y me besó, me besó, Eugene.
—Ay, Cole —suspiró. Eugene sabía que aquel beso le había afectado más de lo normal, entendía que se había sentido agredido—. ¿Y luego?
—Alguien nos tomó una foto, una amiga suya seguramente. Todo estaba planeado para que esa imagen acabara en el celular de Emma, perro —limpió ciertas lágrimas mientras otras caían de su rostro, mezclándose con el agua de la bañera—. Y Emma acabó con nuestro amor apenas la vio. No tuvo piedad.
—En primer lugar, Emma no acabó con el amor que se tienen, acabó con la relación. En segundo lugar, ¿por qué demonios no le sacudiste el cerebro para que reorganizarle la mente?, ¿no intentaste decirle algo como «Querida, estoy ahorrando para nuestro bendito futuro y tú me llamas infiel».?
—Es que yo solo lo arruiné, Eugene —sacudió su cabeza, tratando de sacudirse la cantidad de pensamientos excesivos que tenía por minuto, golpeó su frente con un puñetazo, respirando fuerte—. Tuve un ataque de pánico cuando ella me pidió explicaciones. Sentí que moría. La agarré del brazo y no la pude sentir, Eugene, no pude sentir a mi nena, y no sé si alguna vez tendré la oportunidad de volver a hacerlo.
—Cole...—sintió mucha lástima.
—Me quedé en blanco mientras lloraba y se convencía cada vez más de que la había engañado.
—Pero no lo hiciste. Jamás lo harías —trató de calmarlo—. Lo único que debes hacer es buscarla, lo único que deben hacer es escucharse. Te prometo que todo se solucionará, Colin. Se aman demasiado, y esto no es más que un desastre ocasionado por una puta que se quedó sin clientes, estaba aburrida, por eso tuvo que hacer lo que hizo. ¿Tú crees que con Emma todo se acabó, perro? Apenas están en el inicio. ¿Tú piensas que en cinco años despertarás al lado de otra mujer o solo? ¿En serio lo piensas?
»Fueron hechos para acompañarse en la vida; nadie me lo ha confirmado, pero nunca estuve tan seguro de algo. La manera en la que congenian es escalofriante. No puede ser humano que dos personas sean así de perfectas estando juntas. Ambos se hacen bien, ambos saben hasta dónde pueden llegar como pareja. Perro, ¿te diste cuenta de que pasaste de una relación tóxica a la mejor relación de tu vida?
—En los últimos días, he pensado mucho en Rebecca —confesó.
—Porque te dañó, porque sigues cicatrizando a pesar de haber superado ese error. Seguramente la recuerdas porque tu relación con Emma ha sido incomparable con la que tenías con Rebecca, ¿sí o no?
—Sí —sollozó.
—Colin —sonrió, moviendo su cabeza de lado a lado—, lo único que debes hacer ahora mismo es buscar a Emma. ¿Tú crees que a esta altura no tiene ganas de escucharte? Ya se le habrá pasado la rabia, sabemos cómo es, no puede estar enojada con una persona por más de cinco minutos. Te escuchará, Cole.
Por supuesto que la iba a buscar. Era lo primero que iba a hacer cuando regresara, aunque siguiera sin saber qué decirle. Cuando salió de la bañera, se puso una bata blanca del hotel y se acostó en su cama. Permitió que Eugene se acostara en un sofá de al lado, en el que, por cierto, no cabía, pero esa madrugada Eugene no quería irse a su recámara, no quería dejarlo solo, tampoco quería toparse con Jordan. No estaba cómodo en su mini sofá, pero consiguió dormirse, exhausto, para media hora despertar por unas sacudidas.
—¡Colin! —le gritó.
—Emma está regresando a Nueva York, perro. —Colin tenía su celular en su mano, en la historia de Instagram de Gael, en la que enseñaba que estaba en un jet, escribió NY—. ¡Tenemos que regresar ya!
—Cole —se sentó, apenas podía abrir sus ojos—, Hawái está a miles y miles y miles de kilómetros de Nueva York. Podemos dormir y hacer el check-out en el horario correspondiente. Trata de dormir. Tienes que descansar, perro. Hoy recuperarás al amor de tu vida.
¡Hola! ¡Hola! ¿Cómo están?
Estaba emocionada por compartirles este capítulo. Sin dudas, es uno de mis favoritos por toda la complejidad. Me encanta como poco a poco (en lo que va de la historia) caen las capas hasta revelar al niño herido, que nunca tuvo protección, y que vive en el interior de Colin. Pienso que nadie en Al Estilo Emma hubiese imaginado lo que Colin vivió y sigue viviendo en su hogar. Nuestro nene es más fuerte de lo que piensa. No sé de dónde saca que es débil.
Pero, más allá, Emma quiere escucharlo, definitivamente quiere escucharlo. Y la señal indirecta llegó directamente a Colin. ¿Hablarán en el siguiente capítulo? ¡Arriba la esperanza! ¿Habrá reconciliación? ¿Llegará con el ramo de girasoles como en los sueños de Emma?
¡Cuéntenme qué esperan!
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