51: Jamaica
—Buenos días, bella durmiente. —Alan saludó cuando Colin atravesó la sala en dirección al baño.
Era más del mediodía. Era más buenas tardes que buenos días.
Los tres se encontraban sentados en la sala, y siguieron a Colin con sus miradas.
—Cole, te esperaremos para almorzar —le avisó Jordan desde el sofá.
Colin no contestó, pero el ruido que provocó al trancar la puerta del baño se oyó como un verdadero «Déjenme en paz. Maldita sea». Jordan atrajo a sus amigos, moviendo sus manos, como el capitán de un equipo de fútbol reuniendo a sus compañeros. Los otros no supieron por qué lo obedecieron tan rápido. No simpatizaban con Jordan el líder mandón, sin embargo, a continuación, los tres se reunieron en un triángulo; sentados, con caras de estrés, miedo, y preocupación.
—Tenemos que sacarlo de su cueva. ¿Sugerencias?
Alan alzó su mano, diciendo:
—Podemos intentar hablar con Emma. También somos sus amigos, ¿no?
—Pésima sugerencia. ¿Eugene? —miró a éste.
Eugene se quedó callado. No quería participar porque todo lo que venía de Jordan venía con doble intención. Por el momento ni siquiera sabían por qué Emma había terminado con Colin. Pero si tuviera la obligación de sugerir algo, sugeriría encontrar la manera de hacer que Colin se abriera, porque la forma en la que escondía sus emociones era desesperante para ellos y dañino para él. Jordan dejó de mirarlo, no le dio importancia a lo que sabía que Eugene estaba pensando sobre él.
—Mi sugerencia es que también lo saquemos de la ciudad. Vámonos a Jamaica.
—¡Sí, jefe! —apoyó Alan. Eugene puso sus ojos en blanco. Entonces, después de tres segundos, viéndose en Jamaica, fumando buena hierba, Alan regresó a la realidad, a su realidad—. Pero ¿y el dinero?
—Colin tiene dinero —le recordó, como si ya todo hubiese sido meticulosamente planeado por su brillante cerebro—. Los ahorros de su vida. ¿Te suena?
—No —se metió Eugene, explotando la burbuja de ilusión de Alan, siendo la lluvia en el día soleado de Jordan—. Escucharon a Colin. Destinó los ahorros de su vida para algo más importante.
En casi un año, Colin había madurado lo suficiente para pensar en el Ferrari, que deseaba desde su infancia, como algo estúpido e innecesario, ahora ni siquiera se imaginaba usando un deportivo, nunca se imaginó realmente, al menos no desde que tenía dieciséis.
—Algo más importante. —Jordan bufó entre burla.
—Él no es como nosotros. Él piensa en su futuro —contestó.
—Un futuro que no tendrá si se hunde, Eugene. Quiere comprarse una casa en Boston para él y... ¿y para quién? Ahora mismo no existe su grandioso futuro en la ciudad a la que tanto desea mudarse. No existe en la universidad de sus sueños. Ahora mismo no existe su hermosa esposa ni su familia ejemplar. Y nada de eso existirá si dejamos que se deprima. ¿Me estás diciendo que no está a un paso de deprimirse? Jamás lo hemos visto actuar de esta manera, ni siquiera tú, Eugene.
—Hablas como si en Jamaica se encontrara la cura —se burló, haciéndose hacia atrás.
—Y yo que pensé que Emma era incapaz de romper corazones —pensó Alan con desánimo.
—¡Puta madre! —Eugene se puso de pie. Ya no daba más de rabia—. Que piensen que Colin está deprimido por Emma, y que su ruptura lo quebró, solo demuestra lo mal amigos que siempre han sido con él. Les traigo una noticia, imbéciles. Colin tiene más que un problema de ansiedad. Colin tiene traumas. Está quebrado desde hace mucho tiempo. ¿Acaso piensan que es amargado o que casi nunca sonríe porque le gusta tener esa cara de mierda? La anécdota de su papá golpeándolo cuando abandonó su carrera. ¿Piensan que fue una exageración para hacer de la historia más entretenida?
—Todos tenemos traumas, Eugene. —Alan se sintió tocado.
—Ya sé, Al, sé que tú tampoco la pasas bien, pero ahora mismo somos el único soporte que tiene. Debemos evitar que siga escuchando a esa voz de su cabeza que fue programada por el imbécil de Bradley, esa es mi sugerencia, eso es lo que podemos hacer como amigos —se sentó de nuevo, y suspiró, cansado.
—¿Y Emma? —preguntó Jordan.
—Emma está en Hawái. Y solo ellos pueden arreglar su daño —se tomó de su frente, estresado.
Casi una hora después, Colin salió del baño con una toalla blanca alrededor de su cadera, llevaba su ropa sucia entre sus brazos. No les prestó atención, transitó como si estuviese solo en la suite. Había lavado su cabello con el champú del hotel, lo llevaba mojado, hacia delante, el agua goteaba, le tapaba los ojos, probablemente lo había colocado de esa manera a propósito, para no verlos, para que no vieran que había llorado bajo la ducha, para que no vieran que era más débil de lo que ellos sabían que era.
Entonces, Jordan tosió una vez en su puño.
—Cole, aguarda.
Colin siguió caminando.
Ahora, Jordan habló rápido:
—Estábamos pensando en algo que pueda hacerte sentir mejor —lo siguió con su mirada—. Colin, todos creemos que necesitas salir de esta mugrosa ciudad llena de contaminación medioambiental. Estas no son vacaciones de verano. Estás en el mismo alcantarillado de siempre. Creemos que necesitas ir a, no sé, la playa, pensamos en Jamaica.
Eugene vio a Jordan con una mirada asesina.
—De acuerdo —respondió Colin, perdiéndose en el cuarto de al lado.
—¿Ves, Eugene? —Alan se rio, golpeando su rodilla—. Eres el único que no quiere ir a Jamaica.
Eugene siguió a Colin, más o menos corriendo, chocó contra la cama. Colin se encontraba parado al costado, buscando ropa limpia en su mochila negra, que estaba encima del colchón. No tenía expresión.
—Cole —trató de mirarlo a la cara, que seguía cubierta por cabello—, no tenemos que ir a Jamaica, ¿lo sabes? Y yo no voté por ir, ni siquiera lo pensé. Es obra de Jordan, lo conoces.
—No quiero estar en la ciudad. Hoy debía estar recorriendo cuatro departamentos con Emma. No quiero estar aquí mientras ella está allá. Me da igual si es Hawái, Jamaica, Cuba, solo quiero irme de aquí —sacó su cajetilla de cigarrillos y tomó uno—. Tengo suficiente dinero, y no soporto esta ciudad de mierda.
—B-bien. —Inesperado, pero a la vez no—. Haremos lo que te haga sentir mejor. Pero te ayudaré a pagarlo. Tengo algo de dinero para emergencias.
—No. Yo me ocuparé de todo gasto. No te preocupes.
—Pero no quiero que saques tanto dinero de tu gran ahorro, al final te faltará para comprar tu casa de dos pisos, con cuatro habitaciones, y un jardín necesariamente amplio —trató de animarlo con esa idea.
—Tranquilo. Al final siempre lo resuelvo.
Dios. Ahí estaba. Colin seguía con vida.
Al final siempre lo resuelvo.
Lo respondió en automático, pero con la esperanza escondida.
Eugene sonrió grande.
—Siempre lo resuelves, perro.
⠀⠀⠀⠀⠀
En menos de treinta minutos, ya tenían resuelta toda la planificación del viaje, impensado para un ser perfeccionista y meticuloso como Colin, pero su despreocupación estaba relacionada irónicamente con su crisis. No le importaba nada más, quería tomar sus cosas e irse de inmediato de la ciudad. Estaba siendo impulsivo, nada racional. Antes de ir al aeropuerto JFK, se detuvieron en su ático, los tres lo esperaron en el auto rentado, frente a la torre, mientras él bajaba rápidamente a empacar en una maleta de mano negra. Apenas bajó del auto, Jordan les dijo a los otros que serían unas vacaciones de distracción, y Eugene nunca estuvo tan de acuerdo, decidieron que no hablarían de Emma, a menos que Colin lo hiciera primero.
Después de empacar, Colin atravesó el ático con su maleta, topándose frente a frente con Thomas.
—¿Adónde vas? —preguntó el jovencito.
—A Jamaica —lo rodeó, siguiendo con su camino.
—Y si mamá y papá preguntan ¿qué les digo? —giró, viendo cómo se marchaba.
—Que me fui a Jamaica —se metió al ascensor.
—Está bien. Tráeme un recuerdo —pidió, pero no supo si su hermano lo escuchó.
En el vuelo privado de cuatro horas, Colin habló lo necesario, poco y nada en realidad, pero aquello no era extraño en él, así lo conocían, como el amigo callado, en cambio, Jordan era el amigo que hablaba demasiado, le seguía Alan, y después estaba Eugene, quien siempre trataba de integrar a Colin de alguna manera, su función estuvo trabajando a toda máquina durante el vuelo, pero Colin no quería hablar sobre porros jamaiquinos o la cantidad de mujeres con las que Jordan pensaba acostarse en el resort para adultos a donde iban en Montego Bay. En un momento, cerró sus ojos, e inclinó el respaldo de su asiento, dándoles a entender que quería dormir. Lo respetaron, ya no le hablaron, pero las carcajadas de Alan le parecieron insoportables, tanto que tomó sus auriculares inalámbricos, y subió el volumen al tope, escuchó la música que le gustaba, amaba el rock de la misma manera en la que amaba la música clásica, pero una vez Amber le había aconsejado que en momentos donde se sintiera melancólico, no pusiera música más melancólica que él, sino un rock intenso, y eso fue exactamente lo que hizo, puso su lista de Aerosmith, se sintió bien, hasta que sonó I Don't Want to Miss a Thing, y se puso a llorar de forma patética, se quitó sus auriculares y se metió al baño. Se miró al espejo y respiró por su boca como un asmático tratando de airearse. Emma no había pasado a Gillou en un par de días, sonaba ridículo, se dio cuenta que sonaba ridículo, y empezó a reírse solo, por Dios, se había vuelto loco. Se quedó callado de nuevo, y secó sus lágrimas con su muñeca, su llanto había cesado. Las carcajadas fuera del baño lo sacudieron como turbulencias durante un vuelo. No le gustaba la imagen que estaba dando. Era el amigo deprimido. Lo trataban como si estuviera enfermo, y tal vez lo estaba, tal vez estaba condenadamente enfermo. A esas alturas ya no podía confiar ni en lo que alguna vez creyó que era. Sin embargo, abrazaba cuatro certezas.
Era un inútil.
Lo jodieron grande.
Emma estaba en Hawái.
Y ya no era su nena.
⠀⠀⠀⠀⠀
—Disfruten su estadía —les dijo el recepcionista.
Colin tocó la pulsera dorada que le pusieron en su muñeca derecha. Eugene tenía muchas quejas que hacerle. Colin lo había puesto en una habitación triple, con ese par de simios, cuando realizó la reserva en la aplicación del resort. Eugene se recargó para caminar hasta él y decirle que sabía que no estaba en la posición correcta para quejarse de unas vacaciones que no estaba pagando, pero Jordan lo estiró de su camiseta para detenerlo. Colin se encontraba a unos pasos de ellos, en el lobby paradisiaco, tratando de conectar su teléfono a la red Wi-Fi, y una chica pelinegra de su edad lo estaba mirando a la distancia.
—No entorpezcas la naturaleza, Eugene. —Jordan rio al final.
Esa era exactamente una de las razones por las que no podía compartir una habitación con Jordan. Era capaz de hacerlo dormir afuera mientras se follaba a dos mujeres a la vez, y el jodido Alan mirándolos.
—Cole —se acercó de todas formas.
Colin alzó su teléfono para grabar un audio:
—Sí, linda. Estoy en Montego Bay. No sé cuándo regresaré a la ciudad.
Eugene suspiró como aliviado. Que Colin hablara con sus hermanos era otra buena señal.
—¿Qué pasa? —Colin lo miró. Le hizo una seña al botones para que esperara otro segundo.
—¿Puedo dormir en tu bañera? —parpadeó dos veces como un código de auxilio.
—¿Qué? —arrugó su ceño.
—Si toco tu puerta a las tres de la mañana, más vale que me abras, perro —lo apuntó con su dedo.
—Colin —Alan empujó a Eugene para ponerse frente a Colin—, nos encontraremos aquí en media hora. Si no apareces, entonces, iremos a derribar tu puerta. Esperamos que actúes por las buenas. Tengo hambre, pero me aguantaré a que estemos todos juntos para cenar, y eso a mí me pone más agresivo.
—Compórtate. No conocemos al dueño —fue lo único que le recordó antes de irse con el botones.
Le dio propina al muchacho, y cerró la puerta. Giró. Nunca había sentido el vacío de una habitación, no de una manera insoportable. Avanzó hasta la televisión frente a la cama y apoyó su mano izquierda en el mueble que se encontraba al lado, observó el suelo, comenzó a apretarle el pecho. No tenía fuerzas para seguir avanzando hasta el balcón, que tenía una vista directa de la playa oscura. Era de noche. Sangraba al no tenerla en ese momento. Sangraba por estar de vacaciones con personas que no eran ella. No habían tenido la oportunidad de hospedarse juntos en un resort como ese. Podía visualizarla en cada rincón de esa habitación. En la cama, explorando el baño, leyendo el menú del servicio al cuarto, llamándolo al balcón.
«—Ven, amor. Ven». Ese apodo común sonaba único cuando ella lo decía.
Extrañaba ser su amor.
Deslizó la puerta transparente, y salió. El viento lo despeinó, así que tuvo que apartarse el cabello de los ojos, pero la sensación le encantó. Respiró hondo, sintiendo cómo se oxigenaba con un aire distinto, un aire más puro y rico. Se recostó por la baranda, siempre mirando al mar. La luna se reflejaba en el agua. Imaginó que la estaba abrazando por detrás en ese escenario, mientras contemplaban la maravillosa vista. Imaginó haciéndoselo en la cama que estaba a sus espaldas, hasta podía oírlos en pleno acto. Los gemidos de ella, los jadeos de él, la música que tocaba cuando sus cuerpos chocaban. Que el llanto fuera por placer y no por el dolor de una traición que no sucedió. En Hawái era de mañana, las nueve, el sol estaba arriba, ella tenía todo un día por delante, podía verla en su mente con un bikini amarillo, siendo Emma. Secó sus lágrimas mientras más se deslizaban por su cara. Podía escucharla reír a carcajadas escandalosas, podía observar cómo lo estiraba del brazo para levantarlo de un camastro, también cómo caía encima de él. Podía sentir cómo sus manos acariciaban la espalda de ella. Recordaba esa pancita, que ella odiaba, pero que él adoraba en nombre de ella. Notó que veneraba demasiado lo que ella más odiaba de su propio cuerpo, tanto que pensó en la pancita de ella antes que en los pechos.
Entró a la habitación y agarró del minibar una lata de cerveza nacional jamaiquina. Bebió un poco y se sentó en el borde de la cama, dejando la lata en la mesa de noche. A continuación, sacó su celular del bolsillo de su pantalón y se metió a la conversación de ella. El último mensaje había sido el domingo. Bebita. No quería cambiar ese nombre. Deslizó la conversación hacia arriba y se detuvo en un audio al azar.
«—¡Tengo mucha hambre!». Emma le gritó eso un mediodía.
Siguió deslizando más arriba.
«—Bueno. Entonces, ¡vámonos a la mierda juntos!».
Colin rio en medio su llanto. En esa ocasión, él le había dicho que Cohen lo mandaría a la mierda.
«—Uy, uy, uy. Guarda eso para la noche».
«—Hola. Sucede que me siento más gorda que hace cinco minutos».
«—No. Comamos pasta».
«—Tengo una mejor idea. Tú abajo...».
«—¡Buenos días! Aquí Emmy reportándose a las ocho de la mañana porque su vejiga interrumpió su sueño. El sol está radiante, es una hermosa mañana, una lástima porque me volveré a dormir. Chau».
«—Te amo bien. Te amo bien. Te amo bien».
Colin miró la foto de ella, donde estaban los dos.
La llamó.
Estaba apagado.
Sollozó, regresando a la conversación, y pulsó para grabar un audio.
—Hola...
Una lágrima cayó sobre la pantalla. Remojó sus labios. Se sacudió la inseguridad.
—Eh, curiosamente tú estás en Hawái, mientras yo estoy en Jamaica, en un día en que debíamos estar juntos en Los Ángeles, recorriendo departamentos —se quedó callado, su llanto lo venció, trató de no grabarlo en la nota, respiró hondo—. Te amo. Te amo bien, Emma. Amarte es una de las pocas cosas que sé hacer bien además de estudiar y enloquecer. Mi nena, mi nena linda, dime que esto no está pasando de verdad. Te juro que todo tiene una explicación. No te traicioné. Jamás lo haría, Emmy. Yo esperaba muchas cosas, mi amor, esperaba vivir contigo, esperaba acabar el máster, esperaba prepararte la cena, esperaba que siempre estuvieras en primera fila. No esperaba que termináramos en el principio.
Oficialmente se había quedado sin voz. Detuvo el audio y lo mandó. Limpió su mirada con su mano, se agarró de su puente nasal, su llanto era todo lo que se escuchaba en el cuarto, sin embargo, consiguió escribir con sus manos temblorosas.
Colin: Jamás cambiaría a mi nena.
Dejó su celular sobre la cama y se acostó.
No sabía qué hacer, se sentía naufragando en el océano oscuro, inmóvil en una barca, con pocas chances de llegar a tierra con vida. Las fotos. Las malditas fotos. Se sentía caminando en una cuerda floja cuando las recordaba, con la diferencia de que, si caía, lo haría sobre espadas y cuchillas, y no sobre una red. Entonces imaginaba la reacción de Emma al enterarse de todo, y se dio cuenta de que toleraba el sufrimiento de no tenerla a cambio de no tenerla sufriendo a ella por algo que la arrasaría como un huracán.
La estaba protegiendo, o eso era lo que creía que estaba haciendo.
⠀⠀⠀⠀⠀
La gente no se va de vacaciones después de una ruptura porque está feliz, lo hace porque quiere volver a ser feliz. Sabias palabras de Eugene. Bueno. Emma había tomado un vuelo a Hawái para escapar de su desdichada realidad. No había empacado sus ganas de volver a reír, sin embargo, sus acompañantes se encargaron de traérselas secretamente.
Alquilaron un catamarán de dos pisos con tobogán, y todos juntos zarparon a una aventura guiada por dos hombres especializados, quienes los llevaron a ver delfines y tortugas en su hábitat natural. Emma esbozó su primera sonrisa del día cuando vio alrededor de cincuenta delfines nadando cerca del catamarán. Bajó al agua a hacer snorkel a una distancia segura de los animales. Les tenía miedo a muchas cosas, pero el agua nunca había formado parte de su lista, probablemente porque su papá siempre le había transmitido seguridad en la piscina, y en el mismo mar, desde que era una niñita. Así que, hizo snorkel con su papá, solo con su papá, porque, a pesar de que los profesionales los habían familiarizado con el snorkel, los metros de profundidad, y las criaturas que podrían hallar, Faith, Gael y Gillou prefirieron esperarlos en la seguridad de la superficie. Gillou les había reiterado varias veces que no tenía miedo, y que simplemente no tenía ganas, lo repitió como si quisiera demostrarles algo, una falsa valía en lugar de su verdadero pavor.
—¡Pa! —Emma salió a la superficie al mismo tiempo que Jake, retiró su cabello de su rostro, estaba sonriendo—. ¿Viste a la manta raya? ¿La viste? —preguntó como una pequeña.
Jake escupió el tubo de oxígeno.
—¿Me estás diciendo que hay una manta raya nadando debajo de mí? —comenzó a nadar hacia las escaleras, mientras el guía que los había acompañado en lo profundo se reía.
—¿Cómo les fue? —Faith se acercó cuando terminaron de subir.
—Su esposo les teme a las mantas rayas —le comentó el sujeto.
Emma, quien se encontraba distraía sacándose el traje negro con mangas largas, alzó su barbilla cuando oyó esa suposición tan errada. Primero miró a su papá, quien no había tenido reacción en su rostro, y después observó a Faith, quien tampoco lucía penosa por la confusión.
—No somos esposos —le aclaró ésta.
—¿Está insinuando...—Gillou se acercó con una mano sobre su pecho desnudo— que estos dos crearon a este otro —apuntó a Gael—, y, que, en el tiempo en el que se separaron porque él es un patán, se acostó con otra y nos creó a nosotros en combo? —se apuntó a sí mismo y a Emma—. ¿Que después regresó arrepentido con esta mujer a pesar del odio que ya sembró en todas las amigas de ella?
El sujeto se puso incómodo. No sabía si realmente acababa de narrar la historia o si era sarcasmo.
—Eh...
Emma se acercó a Gillou, ya en su traje de baño azul, y le tapó la boca con una mano, haciéndolo caminar en reversa hasta unos asientos bajo techo. Gael los acompañó, ignorando todo lo que acababa de pasar. Pensó razonablemente. La historia que acababa de inventar Gillou sonaba exactamente a la clase de historia que podían ser a ojos de un extraño. Pero a los protagonistas de la historia telenovelesca no les afectó en lo absoluto, incluso se pusieron a contarles a los guías sobre la clase de relación que tenían como familia. Emma fantaseó un momento, pero pronto se sacudió el pensamiento, y agarró a Gillou de la mano.
—Ponte un salvavidas y tírate conmigo en el tobogán —giró su cintura para ver a Gael, recostó su cabeza sobre el hombro de él—. Tú igual, Gael. Hagamos algo emocionante. Juntos.
—¿Qué te hace pensar que necesito un salvavidas? —preguntó Gillou.
—Pues, no sé. Yo me pondré uno. Me parece mejor —le sacudió la mano, luego le dio golpecitos a Gael sobre su rodilla—. No sean aburridos, por fis —sonrió, enseñándoles sus dientes.
—Te prometo que me tiraré contigo en el tobogán antes de regresar —juró Gillou.
Emma miró a Gael. Él mordió la punta de su lengua.
—No sé nadar bien, Emmy. No me atrevo ni con el chaleco salvavidas —admitió.
—De acuerdo. Está bien —se puso de pie para sacar una lata de gaseosa de una conservadora.
Ya había perdido la vergüenza de andar con traje de baño. Lo hacía natural y se sentía cómoda. Gillou la hacía sentir aceptada, pero sobre todo válida. Él, quien normalmente estaba rodeado de cuerpos esbeltos, no la miraba distinto, no la miraba como sus compañeras de escuela la miraban en las obligatorias clases de natación, la miraba de la misma manera que lo hacía cuando estaba vestida.
—Dejaré la universidad —les comentó en un momento en el que estaban sentados juntos y su papá estaba lejos. Gillou y Gael asintieron para que ella pudiera continuar—. Ha sido una pérdida de tiempo el querer demostrarle a Holly que puedo ser tan buena como ella, principalmente porque al final me di cuenta de que no me veo haciendo eso que ella hace. Siempre me sentí obligada... Bueno —se detuvo a pensarlo mejor—. Me sentía una persona con el destino pre hecho por alguien más. Soy la mujer de la familia, mis padres tienen una revista de modas exitosa alrededor del mundo, mi madre es la redactora de la edición americana. Todos asumen que ese es mi destino. Trabajar duro para ganarme el puesto. No quiero ese puesto, creo que ni siquiera me interesa tener un lugar entre los accionistas.
Gael se adelantó a Gillou, preguntando:
—¿Qué te gustaría, Emmy? Que te gustaría a ti.
—No sé —sus ojos se aguaron, y ellos lo notaron.
—Parece que te afecta mucho hablarlo —señaló Gillou.
—A veces me siento inútil —confesó, resistiéndose para no ponerse a llorar en pleno catamarán—. Tengo todas las cualidades necesarias para hacer una carrera universitaria, para llegar lejos en cualquier área que requiera cerebro, pero me siento una inútil porque no sé qué quiero hacer con mi vida. Nunca se lo había confesado, pero a veces me sentía en una sintonía menor, porque él siempre ha tenido en claro lo que desea hacer, siempre hablando del máster de física, del programa de pre-medicina..., de la escuela de medicina, siempre hablando seguro de la escuela de sus sueños, de sus ganas de mudarse a Boston. Y yo apenas sé en dónde estoy parada. De seguro que eso me hizo menos atractiva frente a su enorme cerebro.
—No hablaré de ese infeliz —advirtió Gillou—, pero casi nadie a sus veinte años sabe qué quiere hacer de su vida. Son pocos los que descubren su camino tan temprano. No eres inútil, solo eres víctima de una sociedad que le hace creer a los jóvenes que deben tenerlo todo resuelto a los treinta años, Emmy.
—Al sentirte inútil frente a los logros académicos de alguien, creo que también te estás dejando llevar por un destino tuyo pre hecho por alguien más. ¿Quién te dijo que debes ser académica, Emmy? —Gael tomó la palabra—. Si hablamos de otro que no sabe qué hacer de tu vida, ese soy yo. Tampoco sé.
Emma razonó un poco más.
—Supongo que, al nacer con un grado de inteligencia superior, introduje en mí la idea de que debo ir a la universidad. Y tal vez termine en una universidad, pero... no sé, solo sé que ahora mismo abandonaré mis estudios. Creo que lo estaba aguantando por la presión que sentía frente a Holly. Y por él. Quiero decir, íbamos a la misma universidad, ahí nos conocimos, pero ahora no valemos nada juntos. Estudiar algo que no me apasiona en un lugar lleno de recuerdos. No, gracias. Quisiera quitarme cada recuerdo de encima, porque siento que mi piel reconocería su tacto, aunque pasáramos cinco años sin vernos, sin abrazarnos.
—Ese maldito no merece tu corazón, Emmy —dijo Gillou.
No sonó enojado, como siempre sonaba cuando se mencionaba a Colin, más bien, sonó triste. Emma era demasiado para los simples mortales. No sabía dónde podía hallar un novio para ella, porque nadie parecía estar al mismo nivel que su espíritu, que su corazón. Nadie podía merecer un amor tan puro, aunque apareciera un buen tipo, seguiría sin ser suficiente, es que ella no pertenecía a este mundo.
—Nos marchamos en media hora. Empiecen a despedirse de los delfines, las tortugas y las mantas rayas. —Jake escuchó que Gillou mencionó a Colin. ¡No debían hablar sobre ese zopenco, se suponía que estaban ahí para no pensar en ese loco! Fue a interrumpirlos o iba a vomitar al oír ese nombre de nuevo.
Emma miró a Gillou, esforzándose por poner una sonrisa en un segundo donde su dolor dominaba.
Y se pusieron los chalecos salvavidas amarillos. Emma se sentó en el hueco entre las piernas de Gillou, sobre el tobogán que terminaba directamente en el mar, Gillou le rodeó la cintura con sus brazos, entonces, Jake los frenó, antes de que resbalaran juntos, es que necesitaba tomarles una foto para Bianca, y Emma no se opuso, dejó que les tomara una foto, en parte porque el chaleco le cubría todo su torso. Luego se lanzaron. Para Gillou fue desesperante sentir que podía ahogarse sin problemas sin ese chaleco, en cambio, Emma gritó y rio cuando cayó como cañón dentro del agua, quería hacerlo de nuevo, y lo hizo.
⠀⠀⠀⠀⠀
Pisaron la villa en el atardecer. Gael llamó a Emma para que los acompañaran en el jardín, a mirar la puesta del sol, pero ella se marchó directamente a su habitación. Quería bañarse, y su cabello rogaba a gritos que lo desenredara. Abrió su maleta sobre la cama, sintió ganas de escuchar su música favorita, así que buscó su mochila amarilla. Miró el interior, ahí estaba su celular, que llevaba apagado desde la ruptura. Comenzó a sudar, ya no estaba fresca por los chapuzones que se había dado en las aguas de Oahu, ahora estaba roja en su cara, ardiendo de nervios, de dolor, de miedo. Temía encender su celular y no encontrarlo, porque eso confirmaría que la había dejado. Recogió aire por su boca y encendió el aparato, su mirada rota se reflejó en la pantalla negra, antes de que el celular se iniciara. Le enloqueció esperar a que levantara la señal. Pero, a continuación, su corazón por poco se detuvo. Ahí estaba. Comenzó a llorar de dolor y alegría, hasta rio en el medio, es que ahí estaba. Estaba luchando por ella, por su relación, por su amor. No la siguió en Coney Island, pero todo debía tener una explicación, ¿cierto? No la buscó antes, pero todo debía tener una explicación, ¿cierto? Se sentó en el borde de la cama, no le importó estar húmeda y mojar sus sábanas. Primero leyó lo que acompañaba al audio.
Oschner: Jamás cambiaría a mi nena.
Dios.
«Sí, sí, sí. ¡Soy tu nena!», pensó.
Cubrió su boca con su mano y se animó a escuchar el audio.
—Hola...
Su voz. Su hermosa voz.
—Eh, curiosamente tú estás en Hawái, mientras yo estoy en Jamaica...
—Dame eso. —Gillou llegó y le arrebató el celular.
Emma se puso de pie, rabiosa, tratando de recuperarlo.
—¡Dámelo! —gritó.
Los demás la escucharon desde afuera.
Gillou era alto, mucho más alto. Se las ingenió para no regresárselo.
—Estás perfectamente bien sin ese hijo de puta.
—¿Qué pasa? —Jake se puso en la puerta. No le agradaba lo que entendió que estaba pasando. En ese momento, no apoyaba a Emma—. Quiero ese celular. Sin protestas, sin caras largas, sin rebeldías.
Emma sollozó. Sin protestas, sin caras largas, sin rebeldías. Agarró una almohada de la cama y la lanzó con fuerza contra un sillón cuando su celular cayó en manos de su papá. Jake pensaba que lo estaba haciendo por el bien de su florecita, se fue del cuarto, dejándola llorando. Estaba enfadado porque ella se creía tan poca cosa que deseaba recibir un amor pobre, un amor de sobras.
Gillou se dirigió a Emma:
—Un día interrumpirás tu luna de miel con un miembro de la realeza solamente para llamarme y agradecerme porque te quité tu celular aquella noche en Hawái. No te mereces menos que ser la reina de alguien, Emmy.
—Yo era su reina —sollozó.
—No, no eras. Porque cuando ocupas un espacio tan grande en la vida de alguien, lo sientes. Y tú no lo sientes ahora mismo. Mírate llorando por su bobo mensaje. Si al menos quisiera recuperarte, te hubiese buscado esa misma noche o al día siguiente, pero no lo hizo, se fue a Jamaica. Nunca te he hablado de una manera cruda, Emmy, pero no puedo maquillar lo que está pasando. Te ríes sin él, y también puedes ser feliz sin él. Si cree que con un mensaje de porquería puede tenerte a sus pies, está muy equivocado, porque tienes a todos los que te aman sosteniéndote para que tus rodillas jamás toquen el suelo por él.
¡Hola!
Hawái ---------- Jamaica.
Mientras tanto, la ciudad de LA los mira por la ventana, totalmente apagada. Tanto que esta escritora les prometió con la frase: La próxima semana. Ya sé, ya no se puede confiar en nadie.
Díganme. ¿Colin hizo bien al irse a Montego Bay?
Por otro lado, Emma dejará la universidad. ¿Qué les parece?
Y finalmente un intento de comunicación entre los dos. Acabamos de leer a una Emma ilusionada, esperanzada, y con ganas de escuchar. ¿Será que se viene la reconciliación? ¿Qué imaginan para el siguiente capítulo?
Por último, necesito declararme enamorada del señor francés. Claramente acaba de crear otra grieta al no permitir que Emma escuchara el audio de su amorcito, pero... cómo se nota cuánto Gillou la quiere. Parece que nuestra Emmy finalmente está rodeada de personas correctas... Pero ¿qué dicen ustedes?
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