34: Vulnerable

Emma apuntó a Colin con su dedo índice mientras cantaba una mezcla de canciones que surgían en su cabeza en el momento. Desde Rihanna hasta los Jonas Brothers. Estaba arrodillada sobre el asiento del automóvil y usaba su puño derecho como micrófono. Entonces, Howie pisó el freno frente a un conductor imprudente. Era otro caluroso 4 de julio. Las personas ya andaban eufóricas a esa hora de la noche. Colin atajó a Emma para que no se estrellara, pero Emma siguió cantando como si no hubiese pasado nada. La hizo prisionera entre sus brazos, hasta que el canto se convirtió en unas carcajadas escandalosas porque se ganó una serie de cosquillas alrededor de su ombligo.

—¿Esta nena no viene con botón de apagado? —Colin continuó haciéndole cosquillas hasta que la cara de Emma se tiñó de color cereza. No sabía qué le encantaba más. Si el canto o la risa de su nena.

—¡Eso quisieras! —Emma se sentó sobre sus rodillas, dándose espacio para tomar aire.

Howie sonrió. No quería que Emma se callara, y estaba seguro de que Colin tampoco quería.

Colin le tocó la maguita del vestidito blanco de tela broderie, tenía una sonrisa permanente desde que lo recogieron. Esa noche se sentía pleno. Le causó curiosidad pensar en cómo su estado de ánimo había cambiado desde anoche. Dios mío. Había llorado demasiado y con sollozos vigorosos. Lloró como si hubiese llevado años aguantándose el dolor. Y Emma lo abrazó en todo momento, en una cama del hotel Hamilton. Le vinieron pensamientos horribles a la cabeza, de aquellos pensamientos que vivían en él, pero que no los notaba porque los silenciaba, impidiéndose sentir sus verdaderas emociones. Gran parte del ataque de ansiedad había estado relacionado con Vivian, en menor parte (pero no menos fuerte) con el tema de su adicción. Había llorado en los brazos de Emma, sabiendo que se encontraba a salvo en esa cama, pero el verdadero problema estaba en que no se encontraba a salvo dentro de su propia mente. Le había permitido a Vivian golpear su autoestima y luego se pasó llorando porque odiaba la comida. Inútil era la palabra favorita de su progenitor, y también de su ansiedad. Había concluido que nunca lograría hacer algo realmente destacable (¿hola? ¿campeonato de química y ajedrez?), que la medicina ya era algo que necesitaba dejar atrás. Había repetido en su cabeza que no merecía a Emma. En conclusión: su mente lo había hecho papilla. No supo a qué hora se durmió, pero despertó algo estable. Pidieron el almuerzo en la recámara, y Emma le habló con dulzura. Regresó a su ático, donde se bañó y después abrió su correo electrónico. Lo habían aceptado en la maestría. Recibió un mensaje de Cohen, donde le deseaba un feliz 4 de julio, también le hizo una broma que decía que no veía la hora de que terminara el estresante verano. Inmediatamente llamó a Emma para darle la buena noticia, sonrió mientras esperaba a que ella contestara el teléfono. Emma brincó alrededor de su recámara al escucharlo, le dijo que esa noche debían celebrarlo.

Emma se inclinó a darle un beso fogoso. Si tuviera que expresar su estado de ánimo de la noche con una palabra, esa palabra sería libre. Tan libre como la tierra que habitaba. Anoche había sido la noche más difícil que había experimentado con Colin durante su relación. Escucharlo llorar de esa manera fue insoportable para su corazón. Y sabía que todo se debía a Vivian. En un momento sintió ganas de buscarla para estirarla del cabello. Había sentido el mal deseo de dañarla por haber dañado al hombre que amaba. Le costó digerir la adicción de Colin, claro que se sintió dolida porque se lo había ocultado durante todo ese tiempo, pero no podía ver el problema como algo de lo que enfadarse con él. Colin temía jamás dejar su adicción, temía morir por eso, y Emma nunca antes lo había escuchado temer por la muerte. Colin por fin se había quedado dormido sobre su panza a eso de las cuatro de la mañana, pero ella no se había dormido hasta y media. El almuerzo estuvo bien, ya no hablaron sobre el tema, y lo hizo reír al confundir el azúcar con la sal. Enterarse de que lo habían aceptado en la maestría fue de esa clase de noticias que uno toma como una buena señal. No pudo contenerse y saltó como loca en su recámara, eso también lo hizo reír. Quedaron en reunirse con los muchachos en un rooftop bar, que la amiga de Jordan se lo había recomendado, y que Colin ya conocía de nombre y por buenas referencias. Lo buscó de Golden Hill y lo abrazó con emoción. Colin le mostró una sonrisa sincera, suficiente para alegrarle el resto de la noche. Se sentía benditamente libre, podía respirar sin espasmos de ansiedad.

Es que ambos sentían lo mismo. La tempestad los había fortalecido. Él terminó de desnudar hasta su última imperfección frente a ella. Su adicción oculta ya no formaba parte de su ansiedad nocturna. Ella sabía que él nunca había sido más sincero con sus problemas. Lo sentía en sus entrañas y con eso le bastaba. Vivian creyó que desataría un caos irreparable en la relación; no tenía idea de que ambos estaban silenciosamente agradecidos porque ahora podían afirmar con razón que no había secretos en su relación. Se formó un arcoíris después la tempestad. Ahora todo sabía diferente; los besos, los abrazos, los te amos, las miradas. Sentían como si acabaran de hacer el amor.

⠀⠀

En el rooftop bar, sonaba un clásico de Bon Jovi. Estaba lleno. No había espacio ni para un alfiler, pero la amiga de Jordan les consiguió un lugar. Los muchachos estaban en una mesa alta con butacas con respaldo cuando ellos dos llegaron. Emma llegó hasta la mesa cantando, levantó sus brazos, sintiendo la canción, luego, señaló a Eugene, quien sacudió sus brazos en el aire al ritmo del rock. Emma lanzó besos para Jordan, Alan y Eugene, y abrazó a Gillou como si oficialmente fuesen los mejores amigos.

Gillou bajó de la butaca para saludarla mejor.

Bebé, eres un fuego artificial —la agarró de la cintura para mirarla de arriba abajo. Usó la canción Firework de Katy Perry para alabar a quien creía que era la señorita más hermosa del mundo, cabe resaltar que por su trabajo conocía un montón de señoritas más, pero ninguna tenía la esencia de Emma.

Emma sonrió.

—Escuché que esta noche Emma le cantará esa canción al que llegue sobrio al 5 de julio. —Jordan bromeó. Alzó su botella de Budweiser como saludo a Colin.

Entre todos, Colin solo estrechó la mano de Gillou.

—Escuché que es tu primer 4 de julio. El mío también.

Gillou se rio, pero en realidad no lo entendió. El recuerdo más vago de Colin haciendo algo divertido un 4 de julio se remontaba a su infancia. Esa fecha pasaba tan de largo como la misma Acción de Gracias. No tenía tiempo para recreación. ¿Saben cuántos capítulos se pueden estudiar en una noche de verano?

—¿Cómo están? —Emma preguntó después de trepar sobre la butaca con sus sandalias blancas. Agarró sobre la mesa a la mano libre de Alan, quien estaba increíblemente callado para ser Alan. Emma se había llenado de emociones por el ataque de Colin, y la calma que llegó después, que no tuvo cabeza para preguntarse cómo había pasado Alan las primeras 24 horas de ruptura.

—Ahora bien. Porque ya llegaste —respondió Eugene.

—Consíguete la tuya —habló Colin, mientras buscaba con su mirada a un camarero.

—Está difícil —le contestó Jordan.

—Oye, Jordan, claro que no. Hoy es la noche perfecta. —Emma soltó la mano de Alan para golpear la mesa con sus puños, con entusiasmo y decisión—. ¡Todo el mundo necesita a Eugene en su vida!

—Emma, no lo digas tan fuerte que luego se lo cree. —Jordan era el sarcástico del grupo. Ya todos sabían cuándo escucharlo y cuándo no. Pero Emma lo quería mucho porque pensaba que solía decir cosas acertadas cuando se ponía serio ante una situación que lo ameritaba.

Emma torció sus ojos. Ahora tomó la mano de Eugene para demostrarle su apoyo. Entonces, Alan miró esa acción y se dio cuenta que Emma siempre había sido la chica que les tomaba las manos a todos. La única chica que le tomaba las manos. Todo estaba borroso. No recordaba cuándo había sido la primera o última vez que Vivian lo agarró de la mano con dulzura sobre la mesa; le parecía que nunca había pasado.

—El único que necesita conseguirse una esta noche es Al. —Eugene le palmeó el hombro. Se lo había repetido con Jordan varias veces desde anoche, pero Alan no demostró entusiasmo por su regreso a la soltería. Ninguno pensaba que Alan amara a Vivian. Eugene trató de razonar como Colin, debido a su ausencia, le dijo a Jordan que tal vez Alan estaba sufriendo porque le costaba aceptar su ruptura con alguien que llenaba su vacío emocional. Y probablemente tenía razón.

—Prefiero competir por el puesto uno de sobriedad. —Alan estaba bebiendo una botella de cerveza de todas formas, pero no lo estaba haciendo con el ánimo de siempre. No quería emborracharse; raro para alguien con un corazón quebrado—. Emma, te ves muy hermosa hoy. Y siempre. —Solo le restaba aferrarse a la única incapaz de romperlo más. Debería abandonarlo todo para ser el guardaespaldas de Emma. La quería siempre alegre, siempre a salvo, siempre con ellos.

—Hoy Emma parece un diamante. —Gillou lo apoyó. Estaba bebiendo Whisky. Era su noche libre. Y también estaba demasiado feliz. Emma lo había invitado y él respondió de inmediato, sintiéndose un tanto desesperado por encajar. Bianca se encontraba colocándose sus pendientes plateados cuando Gillou se despidió, le sorprendió que su hijo tuviera planes. Gillou escuchó Party In The U.S.A en el camino.

Emma se limitó a sonreír. Un poco más y les terminaba creyendo.

Un camarero le dio atención a Colin minutos después. Emma decidió que por el momento solo quería beber agua, y ordenó una porción de sushi para compartirla con Colin, quien había pedido una botella de Stella. Antes de que el camarero se regresara con el pedido anotado, Eugene lo detuvo:

—¿Puede tomarnos una foto? —miró a sus amigos—. Mi mamá la solicita. Con permiso de Emma.

—Está bien. —Emma acomodó su cabello lacio con sus dedos—. Si me gusta la publicaré en Insta. —Se recostó contra Colin, quien la rodeó con un brazo y sonrió para la foto. Cuando el camarero se fue, luego de haber capturado varias, Colin sacó su celular para pedirle a Eugene que le tomara unas con Emma; en una sonrió y en otra besó el cachete de ella. A Emma le gustaron, pero tampoco dijo mucho al respecto.

En un momento donde Gillou les estaba contando cómo acostumbraba celebrar el día nacional de Francia en París, Eugene se disoció de la conversación para mirar al silencioso Colin. Le llamó la atención cómo había desaparecido anoche con Emma, cuando se suponía que había ido a buscarla para que no se metiera en la ruptura. Ahora lo notó calmado, pero más callado de lo habitual. No tenía idea de que su mejor amigo había sido vulnerado, que, a pesar de sentirse bien, quizás aún se estaba terminando de reparar.

—¿Y tu familia? Cole. —No le importó interrumpir la fluida conversación entre Jordan y Gillou.

—Están en...—Colin sacudió su cabeza. Tuvo una laguna mental por medio segundo— Brooklyn. Mirarán los fuegos artificiales ahí. Es lo que acostumbran hacer. Escuché que iban a cenar en un crucero.

—¿Y la tuya? ¿Emma? —preguntó Jordan.

Emma se miró con Gillou, y soltaron una risita cómplice.

—Mi familia acostumbra reunirse en casa de mi tío Jamie. Este año se les unió Bianca. Mi hermano salió con su novia a no sé dónde. Demonios. Amo esta canción —miró el cielo y rechinó sus dientes. Gillou se preguntó si Emma siempre era tan exagerada con respecto a la música, eso le gustaba mucho de ella.

⠀⠀

Entonces, por obra del demonio, apareció Marina, usando un vestido corto con un maquillaje que la hacía parecer adulta. Ahora Emma se tensó en su asiento. ¿En serio? La noche estaba marchando de maravillas. Marina apenas había llegado con su grupo de amigas cuando una se percató de que Colin dios McClain se encontraba en la misma terraza. Marina esbozó una sonrisita. Quería que sintieran envidia de ella por ir hasta allá y hablar con Colin. Pero Colin solo la miró por un segundo, luego agarró su teléfono.

—Tus papás no saben que estás aquí, ¿cierto? Y luciendo así. —Emma se puso los zapatos de prima mayor. Decidió que no iba a dejar que Marina le arruinara la noche con cualquier comentario estúpido.

Emma no estaba feliz de ver a Marina, pero Alan apreció todo el rostro de ésta, y supo que nunca antes había visto una mujer tan hermosa. La reconoció, al igual que el resto de la mesa, era de la realeza neoyorquina. Marina valía más que todas las casas de todas las personas presentes en ese rooftop bar. Ninguna otra podría brillar más que la gargantilla de plata que estaba usando, solo Marina. Pero, cuando Marina se dirigió a Colin con una sonrisa, Alan supo que jamás estaría a la altura de ella, ni de nadie.

—Sí saben —mintió—. Hola, Colin.

—Eres menor. No deberías estar aquí. —A Colin no le importó tener poco derecho para opinar sobre las cosas que hacía la prima de Emma. Habló relajado, sin fruncir su expresión. Dicho eso, continuó mirando las fotos que se había tomado con Emma. No le gustaba compartir su vida, pero le agradaba la idea de enseñarle al mundo que ellos estaban más juntos que nunca. No necesitaba que nadie lo supiera, pero quería. Se concentró en eso, ni siquiera escuchó lo que Marina dijo después.

—¿Son tus amigos? —le preguntó a Emma. Pasó de largo el comentario de Colin dios McClain. Sus amigas jamás se enterarían de lo que realmente le dijo. Inspeccionó a cada uno, no encontró nada interesante. Oh, bueno. El morocho no estaba mal, tal vez porque era el que más joven se veía entre todos.

—Sí. Vete a tu casa, Marina. —Emma resopló. No tenía razón para presentarlos a su prima menor.

—Tú vete a casa, Emmy. —Marina le robó su botella a Colin antes de irse. Probablemente lo hizo porque en el pico posó la boca de él. En realidad, solo quería que sus amigas la alabaran.

—Esa niña te robó tu botella, perro. —Eugene le habló a Colin. Todavía estaba mirando cómo Marina se alejaba en dirección a unas jovencitas que miraban hacia ellos como si se encontraran hablando precisamente sobre ellos. Nadie más le dio importancia a Marina, excepto alguien.

—Quizá sí deba conseguirme una esta noche. —Alan habló rompiendo el muro que lo dividía de los demás y que había creado con su silencio. No se estaba refiriendo a Marina, no podría ligarla ni haciendo un pacto con el diablo, pero gracias a Marina se dio cuenta de que no necesitaba un corazón roto.

—¡Eso es! —gritó Jordan. Llamó la atención de algunas personas.

—Ponte a trabajar, Al. —Eugene lo empujó para que bajara del asiento.

—No me esperen esta noche. —Hizo como si arreglase el nudo de una corbata invisible. Y se fue.

Emma sonrió. No entendió qué había pasado en menos de treinta segundos, pero prefería ver a Alan de esa manera que deprimido por la ruptura. Trató de omitir el recuerdo de cómo Vivian le había robado un beso, pero le fue imposible. Recordaba perfectamente cómo el olor a mala vida se metió por sus fosas. No le había prestado tanta atención porque todo sucedió tan rápido, pero aquel segundo de roce se sintió pesado como una roca gigante. No había tenido tiempo de analizarlo; a decir verdad, pensaba que no había mucho por lo que detenerse a quemarse la mente. Anoche Vivian se drogó lo suficiente para actuar y hablar pura incoherencia. Sin embargo, aunque las acciones hayan sido carentes de lógica, creía que no había razón para que Alan se enterase, creía que, a pesar de que Vivian se haya encontrado drogada, le dolería.

—A Cole lo aceptaron en el máster. Recibió el e-mail esta tarde —agarró la mano de Colin. Sonrió y mordió su labio mientras Colin recibía aplausos de parte de los otros. Jordan incluso soltó un fuerte silbido.

Colin despegó su mirada del celular, que estaba encima de la mesa, y los miró. No le agradó cómo llamaron la atención de su alrededor, pero esbozó una sonrisita que duró menos de un segundo. Luego vio a Emma, quien seguía con la misma sonrisa emocionada, y le dio un beso en la boca. Emma le acarició el rostro afeitado, con sus dedos, observándolo a los ojos, y se inclinó a darle otro beso. Tenían asegurado otro año juntos. Emma sabía que el horario para verse sería todavía más fraccionado que antes porque Colin tendría tan solo dos semestres para realizar una tesis de maestría, eso si quería terminar el posgrado en ese rango de tiempo, y también seguía siendo la mano derecha de Cohen. Pero nada de eso le importaba ahora. Estaba ilusionada por todo lo que vendría en su relación y también estaba benditamente orgullosa de Colin. Era merecedor de todo lo bueno, de cada meta cumplida, y de las que iba a cumplir próximamente.

—¡Celebrémoslo! —exclamó Eugene.

Colin alzó su mano para llamar la atención de algún camarero, pero no le dieron ni la hora; todos estaban demasiado ocupados ateniendo a clientes que alzaron su mano antes que él. Un defecto suyo era la impaciencia, al menos era consciente de ella. Decidió ir por cuenta propia a buscar su botella en la barra, y Emma le pidió que eligiera un cóctel para ella, no importaba cual, sus papilas gustativas no tenían mucha experiencia en el alcohol, y le dijo que él ya conocía sus gustos. Entonces, Colin se alejó, con su entrecejo arrugado, pero esta vez no parecía que nació enojado, más bien, parecía que sentía alguna dolencia.

—Emma —dijo Jordan.

Emma lo miró con atención.

—¿Qué le pasa a Colin? —soltó.

Emma titubeó. Giró la cabeza para ver cómo Colin trataba de hacerse espacio para llegar hasta la barra, después regresó su mirada hasta Jordan. No era estúpida ni ciega. La relación estaba más viva que nunca, ambos se sentían llenos por eso, pero Colin seguía algo tocado. Apostaba a que de vez en cuando recordaba el sucedo de anoche, porque ni ella podía borrarlo completamente. Sabía bien que una parte del corazón de Colin se hallaba colmado de florecitas amarillas y maripositas blancas, porque la había besado tan exquisitamente en varias ocasiones desde que lo recogió de Golden Hill, además, esa mirada de azul estelar estaba llena de estrellas alrededor del agujero negro de sus pupilas cuando la veía. Pero Emma lo sentía diferente en el área donde las emociones fogosas que les provocaba su relación no tenían acceso para iluminarlo. Odiaba no tener el poder mágico para sanar la otra parte de su corazón, la parte quebrada.

—Colin... Nada. Ansiedad.

—¿Pasó algo? —Eugene trató de indagar. Le parecía raro que Colin no le haya comentado nada.

Emma negó con su cabeza. Hasta Gillou sabía que estaba mintiendo.

—Le gusta estar aquí con ustedes —miró hacia la barra otra vez. Ahora Colin estaba leyendo una lista de cócteles que estaba apoyada sobre la barra—. Es el primer verano que en mucho tiempo se permite vivir. Gracias por haber abandonado todos sus planes para venir. Nunca se los dije —regresó a observarlos.

—Emma, nosotros aún no terminamos de agradecerte —respondió Jordan.

—Tú no tienes nada que agradecer, tonta —habló Eugene. Le impresionaba que ella sintiera eso.

Emma miró sus uñas pintadas en azul fantasía, diciendo:

—Los quiero mucho. —Y se sonrojó.

—¡Emma! —Vivian exclamó a su lado como si en realidad fuera necesario hacerlo.

Emma brincó en su butaca.

Uno, se asuntó por el grito.

Dos, Colin.

Eugene y Jordan pusieron unas caras de luchadores decididos a ganar. Siempre odiaron a Vivian, en serio, pero ahora tenían una razón más que válida para hacerlo. Iban a ordenarle que se largara, incluso a amenazarla con sacarla, pero Vivian continuó. Estaba usando un vestido negro ajustado y sus siempre botas gastadas. Parecía que había corrido hasta ahí porque respiraba y hablaba de forma agitada. ¿Cómo se enteró que estaban en esa terraza? Agarró la mano de Emma como acostumbraba hacerlo.

—Tenemos que hablar, Emma.

—No. Tienes que irte —apartó su mano y miró ansiosa hacia Colin.

—Ya la oíste, Vivian. —Jordan la apuntó con su barbilla.

—Cierra la boca, Jackson. ¿Todavía tienes esperanzas de cogértela? Es lamentable el papel que haces fingiendo amistad con el novio de Emma solamente para estar cerca de ella. Eres un maldito hipócrita.

Emma se tomó de la cabeza. Estaba tan aturdida como anoche, pero tampoco dejó que le impidiera reaccionar en ese momento. Reaccionó con lo primero que llegó a su mente. Saltó de la butaca al suelo, y agarró su pequeño bolso. Si no podía sacar a Vivian, entonces, sacaría a Colin. Empujó a algunas personas para abrirse paso y le clavó sus dedos en el brazo. Colin se asustó demasiado, luego se sintió confundido.

—Es hora de irnos. —Emma lo estiró del brazo, pero Colin no cedió.

—Están terminando de prepararte el trago. —Parecía tan lunático. ¿A quién le importaba el cóctel? Emma estaba acelerada, quería irse, y a él le preocupaba el trago. ¿Hola? ¿Puede Colin regresar de Marte?

Emma exhaló frustrada. Miró la botella abierta encima de la barra frente a Colin. Le faltaba pagarla. No estaba segura de cuántos billetes sacó, pero estaba segura de que dejó una propina generosa. Lo estiró.

—Está aquí, Cole —optó por explicárselo.

—Oh. —La siguió. Pudo haberse llevado su botella, pero sus ganas de beber se esfumaron.

A medida que caminaba a pasos apresurados, siendo tirado del brazo por Emma, su piel rozó la palidez de un enfermo. No hubiese logrado salir de la multitud de no haber sido por Emma. Tenía a su ego furioso por dejarse pisotear anoche y por huir ahora. Pensaba que tenía el deber de buscarla y devolverle el golpe (no el golpe literal), pero estaba bloqueado. Subieron al elevador. Ahora Emma lo tomó de la mano, diciéndole algo que su mente perturbada no alcanzó a oír. Entonces, ocurrió algo que terminó de dañarlo; fue consciente de que el mismo bloqueo surgía en él cuando estaba frente a su padre. Las ganas de decirle algo para defenderse casi siempre se quedaban en ganas. No podía enfrentarlo, ni siquiera se creía capaz

—Golden Hill —ordenó Emma dentro del auto.

Y nadie cantó en el camino.

⠀⠀⠀

El silencio se sintió gélido para Howie, quien pasó los siguientes minutos preguntándose qué había pasado allá dentro. Subió el volumen del jazz que estaba oyendo y miró a través del retrovisor. Colin estaba mordiéndose la uña del pulgar de su mano derecha, desbordándose por las ganas de fumar un cigarrillo, al menos sabía que podía aguantarse lo suficiente y no morir, llevaba meses soportando la misma situación. El color natural había regresado a su rostro. Huir satisfactoriamente lo tranquilizó. Huir.

Emma puso su mano encima de una de las piernas temblorosas de él, pero Colin no quiso voltear. Estaban malditamente lejos de la torre. Una línea roja señalaba el tráfico de adelante en el Google Maps.

—¿Estás bien?

—Eh, sí.

Emma le sacó el pulgar de la boca.

Entonces, Colin pisó tierra. No se había dado cuenta de que se encontraba mordiendo su uña. Al principio, se enfadó, podía enervarse cuando alguien señalaba que se estaba mordiendo las uñas. Deseaba responder «Déjame tranquilo» cada vez que alguien le decía que dejara de hacerlo. A veces lo decía, pero muchas veces se contenía. Lo cuidaban, maldita sea. Necesitaba dejar de ser un idiota con todo el mundo solo porque de niño le cortaron ciertos cables. Respiró profundamente. Quería llorar. Dios mío. Necesitaba que acabara el estresante verano. Cohen tenía razón. A nadie le puede hacer bien tener tanto tiempo libre.

—Estoy bien. En serio.

—De acuerdo.

—Está bien que nos hayamos ido. Me molestaba la música.

Emma asintió con su cabeza. Y lo tomó de la mano.

—Nos divertiremos a nuestra manera —esbozó una media sonrisa.

—Claro —sonrió también, pero duró tan solo un segundo.

Más allá, Emma descubrió que Eugene le había mandado mensajes.

⠀⠀⠀

Eugene: Se fueron?

Eugene: Ella te buscó en cada perímetro antes de rendirse

Eugene: Pasó algo de lo que no me enteré?

Eugene: Espero que estén bien. Tal vez podamos encontrarnos en la madrugada

Eugene: Solo manden su ubicación

Emma: Nada de qué preocuparse. Te avisaré lo de encontrarnos más tarde

Emma: No sé cómo Vivian nos halló. Alan la vio?

Eugene: No. Y me estaba preguntando lo mismo hasta que descubrí que los fanáticos de Theresa repostearon la foto que Colin publicó contigo

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Emma sintió un acaloramiento que pasó dentro suyo como flash. Por un instante desvió su mente del problema. No quería ni imaginar qué comentarios habrán dejado sobre ella. Claro que no los iba a leer.

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Emma: Eso no tiene sentido. Cualquier neoyorquino de clase alta reconoce esa mesa, pero Vivian ni siquiera conoce la ciudad. Me impresiona que haya encontrado la manera de averiguarlo.

Eugene: Pudo haberlo preguntado en el hotel, ¿no? Los empleados siempre nos recomiendan bares de lujo. Si supieran que en realidad no podemos pagarlos jaja

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Emma salió de la conversación para meterse a Instagram. Tenía una etiqueta nueva. Colin había elegido la foto en la que estaban sonriendo y escribió feliz en la descripción, nada más. Emma sonrió, y lo vio de reojo, él seguía mirando al costado de la calle. Regresó. La foto tenía más de cien mil me gustas en menos de una hora, pero nada de comentarios, porque Colin había desactivado la opción de toda la cuenta. Escribió theresamcclain en el buscador. Ahí estaba. La perfecta familia americana en un crucero, esperando la hora de los fuegos artificiales. No entendía cómo su suegra podía ser tan hermosa. Emma podía confirmar que no usaba ni una pizca de Photoshop. Bradley parecía tan... esposo soñado. Si tan solo supieran la realidad de aquel esposito soñado. Bloqueó su teléfono de golpe cuando una pregunta estúpida llegó a su mente: ¿Así se vería Colin en el futuro? A Emma le daba urticaria cuando señalaban su parecido con Holly, estaba segura de que Colin sentía exactamente lo mismo, o incluso más, al saber que tenía todo de Bradley.

⠀⠀⠀

Cuando llegaron a Golden Hill, Emma decidió que era hora de dar vuelta la situación. La compuerta se abrió en el ático silenciosamente vacío, y Emma lo abrazó de la cintura, pegando su cabeza al costado, caminaron de esa manera. Emma medio encorvada y Colin tocándole la cabeza. Él esbozó una sonrisa, es que ella le provocaba tantas emociones cuando hacía cosas como ésa. Deseaba apretarle los cachetes; le daba gracia y su risa siempre lo confirmaba. Deseaba echarla al suelo para llenarla de besos, eso hubiese hecho, pero Emma lo soltó antes para alzar sus brazos con entusiasmo.

—Necesitamos celebrar que te aceptaron en el máster, amor. ¿Con qué bebida espirituosa vamos a brindar? —bajó sus brazos y se acercó al sofá por detrás; se sentó encima de la cabecera, más bien, se recostó sin despegar sus puntitas de los pies del suelo—. Estoy abierta a lo que quieras ofrecerme.

—¿Ah, sí? —La inspeccionó a distancia. Tenía los brazos cruzados.

—Sí. Di algo sobre tu nena. —Quizás sonó desesperada, ella se sintió desesperada, era su intento por aniquilar la ansiedad que nació hace rato. Tal vez necesitaba pisar el freno. Bueno. Hace días que no escuchaba mi nena con frecuencia. Lo extrañaba hasta el punto de escuchar los audios donde se lo decía.

Colin soltó una carcajada. Oficialmente acababa de alegrarle la noche. Bajó sus brazos y caminó hacia la cocina. Emma se ruborizó, creyó que acababa de reírse de ella, pero Colin gritó mientras se alejaba.

—¡Solo podemos robar vino de Theresa, y mi nena no tiene una relación estable con el vino!

Emma mordió su labio inferior y se tiró hacia atrás, cayéndose patas para arriba sobre el sofá.

—¡Todos merecemos una segunda oportunidad!

Colin pensó que algunos estúpidos necesitan más de tres, sin embargo, se obligó a pensar en algo más optimista. Lo habían aceptado en el posgrado y estaba a solas con su nena. Pensó en aquella premisa sin parar, hasta encontrar lo que fue a buscar en una oficina. Regresó con una botella abierta de vino blanco y copas vacías para cada uno. En el bar bebió cerveza y ahora probaría un sofisticado vino toscano. Pensó en el deseo de emborracharse para olvidarse del drama. Pff. Emborracharse nunca lo hacía olvidar de nada, solo lograba aumentar sus pensamientos ansiosos. La encontró sentada encima de sus rodillas, y omitió lo mucho que se cabrearía su madre al ver esas sandalias arriba. Al final, se sentó al lado y le pasó una copa.

—Mi mamá recibe muchos regalos —comentó mientras le servía.

Colin terminó de servirse y colocó la botella sobre la mesita de enfrente, entonces, posó sus labios en el borde del cristal fino, con ganas de dar un gran trago para iniciar la noche, pero Emma se escandalizó, le dio golpecitos en la pierna para llamar su atención. El brindis. Ojalá su memoria fuera así de corta para otras cosas; en realidad, no se trataba de una memoria corta, sino de su mente distraía con miles de cosas.

—Perdón.

Emma preparó su voz y dirigió una mano sobre su pecho.

—Brindo en celebración de tu brillante y musculoso cerebro.

De pronto, la seriedad la invadió. Notó que Colin la estaba mirando con atención. Paró a pensarlo mejor. Tomó la copa entre sus dos manos. Nunca antes habían brindado por su cerebro, por su genialidad, por él en ese ático, no de una manera atenta y sincera. Se miraron.

—Estoy orgullosa de ti. Como siempre. Si tratara de describir cuánto me enorgulleces, es probable que termine llorado —miró su copa, que ahora estaba sosteniendo con sus dos manos—. M-me emociona pensar que al final del semestre de primavera te veré recibiendo aplausos al acabar la defensa de tu tesis. Yo siempre seré la que te aplauda más fuerte. Brindo por cada meta que has cumplido hasta ahora, desde el primer examen que aprobaste cuando apenas tenías seis años hasta tu licenciatura y ahora el posgrado. Pero ni siquiera tus logros son tan destacables al lado del ser humano que eres.

—Brindo por nuestra relación —habló serio, pero era más probable que él se encontrara al borde del llanto que ella—. Si acepté la insistencia de Cohen para realizar el posgrado, una fracción tuvo que ver contigo. Estoy tan feliz porque tendremos dos semestres más para estar juntos sin la distancia de por medio.

—He tratado de no ponerme tan loca con eso —sonrió, sacudiendo su cabeza.

—Te amo.

Emma lo miró seria otra vez.

—Te amo.

Colin levantó su copa primero y Emma las hizo chocar apenas y con delicadeza. Bebieron al mismo tiempo, pero Emma hizo una mueca rara. Le gustó más que el vino tinto que probó en su último cumplemés, pero sospechaba fuertemente que lo de ella eran los cocteles con nombres curiosos. Colin soltó una risita al verla abandonar la copa sobre la mesa de enfrente, la agarró de la mano y le repartió besos en la muñeca.

—A mi nena no le gusta el vino.

—Lo siento. No tengo cultura alcohólica.

—El vino no es para todos.

—Eso ya lo noté.

Colin dejó su copa al lado de la otra. Hubo un silencio nada incómodo de por medio. Emma recostó todo su costado contra el almohadón. Colin estaba por preguntarle qué hora era, por los fuegos artificiales. Brookyn Bridge les quedaba demasiado lejos, sin embargo, tenían otros espectáculos cercanos de los que disfrutar desde la torre. Pero Emma se adelantó con otro tema que consideraba importante y emocionante.

—Quiero ayudarte a encontrar tu departamento perfecto. Lo tengo en mi cabeza hace tiempo, pero no quería decir nada mientras no recibieras el e-mail de aceptación porque sabía que te pondrías nervioso.

—Cómo me conoces —rio, echando su cabeza hacia atrás.

Emma sonrió con aquella que dibujaba en su rostro cada vez que se encontraba desbordando de entusiasmo. Lo agarró de las manos como si compartieran la misma emoción por encontrar el departamento ideal. A Colin no le entusiasmaba ni un poco la situación. Lo único bueno es que estaría lejos de sus padres, pero pensar en los dos puntos que debía tener en cuenta para alquilar un piso lo volvía loco. El lugar ideal tendría que estar a menos de quince minutos del campus y tendría que tener un precio de alquiler razonable porque le daba comezón recordar que era un mantenido, especialmente ahora que sentía densa la relación con su madre. Emma sabía del estrés que manejaba Colin, pero quería que mirara más allá del pensar a quién contratar para la limpieza porque jamás tendría tiempo de mantener un piso entero sin ratas.

—Me lo imagino minimalista, donde predomine el blanco porque es tu color preferido. Una sola recámara, un cuarto de baño, sala de estar, cocina, comedor, y una terraza. Tendrá el tamaño exacto para una persona. Y colgaremos... —brincó al recordarlo. Apoyó todo su peso sobre el torso de Colin, lo agarró de la cara con sus manos, acercándose demasiado— colgaremos mi Vía Láctea encima de tu sofá blanco.

—Primero debes terminarlo —le miró los labios.

—Es verdad. Lo terminaré para ti. —Se impulsó para darle un beso en la boca. Un beso con sabor a vino blanco. Emma no lo soltó del mentón en ningún momento, parecía desesperada al besarlo. Entonces, Colin la agarró de las nalgas, se vio más desesperado que ella, la movió para se sentara arriba de su bulto.

A decir verdad, Emma había pensado que no se hallaban en condiciones para hacer el amor, todo tenía que ver con el fluctuante estado de ánimo de Colin. Pero ahora él se encontraba besándola con fervor, demostrándole cuán equivocada había estado. La temperatura aumentó por debajo de sus pieles, como si se encontraran creando y compartiendo energía a partir del roce de sus lenguas. Se sentían malditamente acalorados y nada tenía que ver con el vino que tomaron. A continuación, Emma retrocedió su cabeza, pero se quedó lo suficientemente cerca para sentir el tibio aliento de Colin contra sus labios. Así se contemplaron.

—¿Quieres ir a tu recámara? —tragó saliva. Cambió de pregunta—. ¿Podemos ir a tu recámara?

—Siempre —le besó la mejilla antes de que ella se echara a un costado en el sofá.

Emma no olvidó llevar su bolso y Colin no olvidó llevar el vino. Caminaron sin emitir palabras hasta la última habitación del nivel uno, ahí donde lo tenían excluido, pero, al mismo tiempo, era la única habitación de todo el ático donde el amor verdadero había existido.

Él trancó la puerta, luego dejó la botella y la copa en la mesa ubicada al lado de la cama. Ella se sacó las sandalias antes de acercarse despacio, como si se encontrara calculado su siguiente movimiento, colocó lentamente sus palmas en el pecho que tenía delante, y alzó sus talones para alcanzarle los labios. Pero esta vez se trató de unos besos lentos y suaves, parecían serios, como si los anteriores hubiesen sido un juego de adolescentes. Emma remojó sus labios cuando sus talones pisaron el suelo. Sabía que estaba siendo observada muy atentamente. Entonces, tomó el borde de la camiseta negra y se la sacó de una sola vez, pero no le hizo caso al torso en ese instante, primero se alejó para encender una lámpara de lectura, apagar la luz de arriba y abrir las cortinas presionando un botón. Colin se dejó besar, tocar, se dejó manejar. Cayeron lentamente sobre la cama sin interrumpirse el deleite. Emma se encontraba arriba, actuó sin mucho pensar, deslizó sus labios hacia abajo y comenzó a repartirle besos en cada zona desnuda. Colin cerró sus ojos, sintiendo el roce de esos labios rosados. Pero, de pronto, frunció su ceño y abrió sus ojos.

—No lo hagas como si estuviese roto.

Emma abrió sus ojos cerca del ombligo. Le impresionaba cómo lograban conectar. No sabía si ella era demasiado transparente o si él se encontraba muy fundido en ella. Lo único que sabía con certeza es que no tuvo la intención de hacerlo sentir de esa manera. Regresó hasta arriba y le acarició la barbilla con su pulgar, con dulzura, mientras lo veía a los ojos con todo el amor que sentía. Colin la estaba mirando con pudor. Estaba avergonzado por todo. No quería convertirse en el pobre hombre mal vulnerado. Ella lo había besado como si quisiera repararlo, y eso se sintió bien hasta cierto momento. No quería llevar sus problemas emocionales a la cama.

—Déjame amarte.

—Lo hago.

—Pero ahora no. Hacer el amor contigo es el punto máximo de mi ser vulnerable. Nunca nadie me ha visto así, y nadie más lo hará, al menos no de esta manera —sacudió su cabeza en medio de una mirada colmada de lágrimas, unió sus frentes, y cerraron sus ojos—. Déjame besar tu dolor. Tú siempre haces lo mismo con el mío. No te gusta sentirte vulnerable, pero sé vulnerable conmigo esta noche.

Colin tenía una expresión ceñuda en medio de sus ojos cerrados. Sentía ganas de ponerse llorar, pero de lo mucho que la amaba. Su corazón estaba al desnudo. Esas palabras no curaron su pudor, pero al menos ahora sabía que estaba siendo un completo incoherente al avergonzarse frente a la única persona con la que podía no hacerlo.

—Di que soy el amor de tu vida. Otra vez.

Emma sonrió, apartándose para mirarlo.

—Eres el amor de mi vida.

—Puedes continuar haciéndome el amor.

Emma rio un poco y se sentó sobre él.

No habían hablado sobre esa declaración inoportuna, pero preferían hacerlo de esa manera. Colin sabía que Emma había sido sincera, lo sentía porque lo dijo exactamente después de enterarse que él le había ocultado algo importante por tanto tiempo. Fue un verdadero No importa lo que pase, siempre te voy a amar, incluso en este momento.

—Hacerte el amor es ahora mi pasatiempo favorito.

—El mío igual. Que me lo hagas. Está por encima del estudio y por debajo de hacerte sexo oral.

—Dios, Colin.

—Lo culpo. Él no debió haberte creado tan tú.

Emma sonrió de costado y terminó de desvestirlo completo. Pero antes de regresar arriba, decidió sacarse las bragas por debajo del vestido. Colin parpadeó sorprendido al sentir la humedad en su erección. La miró. Parecía tan inocente. Era diabólica. Emma se quitó lentamente su vestido por arriba, hasta botarlo en el suelo con las demás prendas. Colin la agarró de la cintura con una mano para acomodarse mejor en una almohada grande, quería una mejor vista en ese preciso momento.

—¿Y? —dijo cuando corrieron cinco segundos sin ella hacer nada.

—¿Y qué? —rio.

—Eres malvada. Me estás haciendo desearlo —estiró el sostén hacia abajo, pero no logró bajarlo. Esas no eran cosas de un ángel con alas amarillas. Absolutamente no. Emma tenía un lado oscuro que lo enloquecía. Accedería a que lo esposara sin dudarlo.

—Eh, no. Estaba pensando. Nada más —trató de mantenerse seria.

—Bueno. Luego me cuentas. Dámelo —movió todos sus dedos.

—Contigo no se puede jugar —rio.

—Jugaremos ajedrez en otro momento. —Se inclinó para desabrocharle el sostén y lo lanzó lejos.

No se echó la culpa por arruinar la previa juguetona de Emma. Le había comenzado a picar las palmas de sus manos a medida que pasaban los segundos sin verla sin sostén, sí, en serio. Se había dado cuenta de su problema cuando conoció a Emma. Le gustaba mirarle los senos y los sentimientos de culpa eran a veces insoportables, porque sabía que no era el único degenerado. Fue en vacaciones de invierno, en una sesión con Amber, que decidió hablar sobre lo pecadoramente loco que le volvían los pechos de Emma. Amber lo hizo razonar. No era un degenerado ni un pecador, tenía un fetiche, y le sugirió que lo hablara con Emma. Todavía no estaba seguro de cómo se había animado a confesárselo, pero Emma había reaccionado de una manera totalmente inesperada. Colin pensó que le desagradaría escucharlo, que las cosas se pondrían incómodas entre los dos, en especial porque ella tenía cierto complejo con aquella zona de su cuerpo. Pero en la siguiente vez que hicieron el amor, Emma le metió un seno en su boca. Final feliz.

—De acuerdo...—Emma miró el sostén tirado en el suelo y se inclinó a besarlo.

Colin le apretó los senos con sus dos manos, correspondiendo los besos ahora fogosos. Entonces, Emma comenzó a frotarse en la erección con la dureza necesaria para hacerlos gemir en medio. Menos mal que no había nadie más en aquel ático, porque ni encontrarse en el último cuarto los hubiese salvado de ser descubiertos. Eran ruidosos. Siempre lo fueron. El vecino de Jason todavía lo recordaba. Los resortes del colchón, los jadeos y gemidos podían escucharse hasta la entrada del pasillo rumbo al dormitorio.

—Di que soy tu nena.

Bueno. Esa noche andaban algo mandones.

—Eres mi nena. Eres mi nena. La que me coge.

Emma clavó sus uñas en la almohada, a los costados de Colin, y detuvo la fricción repentinamente. Reposó su cabeza sobre el pecho mientras trataba de recuperarse de la breve ola orgásmica, que no duró más de tres segundos, pero que había tenido un impacto directo en su clítoris. Estaba a punto de decir que lo amaba (sentimentalismo post-orgasmo) cuando descubrió que los fuegos artificiales ya habían iniciado. No dudó. Se levantó de forma inmediata y se asomó al ventanal. Sonrió emocionada con sus manos juntas.

—Ven, amor. Ven. —Lo llamó sin despegar su mirada de los colores que estallaban en el cielo.

Colin se levantó. El corazón de Emma estaba a punto de estallar exactamente como unos fuegos artificiales. Era la situación más mágica que le había pasado al lado de Colin. Lamentaba no tener a quien contárselo. Se mordió el labio inferior sin borrar su sonrisa. Entonces, desde atrás, recibió un beso en su hombro derecho. Tuvo intenciones de girar y abrazarlo, pero Colin se le adelantó. Usó un pie para separarle las piernas antes de que Emma pudiera hacer algo más que mirar al frente.

—¿Puedo follarte ahora?

Emma sintió una presión emocionante en el medio de su pecho.

—Sí, señor.

Colin se había colocado un condón que tenía guardado en la mesa, antes de acercarse a ella, pero a Emma no se le ocurrió preguntar por la protección porque ni la recordó. Estaba excitadísima. Colin la sujetó de las manos, guiándolas hasta el cristal, luego la rodeó con un brazo para levantarla, ella lo ayudó al ponerse de puntas. Y la penetró despacio, sabiendo que tenían toda la noche si así lo deseaban. Emma gimió y pegó su frente contra el ventanal, que ahora tenía un montón de huellas de dedos, jadeó con locura, empañándolo entre cada respiración. Sentía cada detalle de cómo se estaba abriendo paso dentro de ella.

—¿Te gusta que te coja de pie? —Colin usó su otra mano para tocarle el busto.

—S-sí —tragó saliva—. Hazlo rápido —miró al techo por un momento.

Colin la sujetó con fuerza. Y obedeció. Al principio lo hizo lento, pero de apoco fue subiendo, hasta la velocidad que la entrepierna de su nena solicitaba. Los gritos se escucharon hasta la sala de estar vacía. Emma pegó su mejilla contra el ventanal mientras gemía sin cesar, exactamente como Colin. El placer era tan grande que se sintieron fuera del planeta, tal vez llegaron al sol, porque estaban ardiendo en cada una de sus partes. En corto tiempo, Emma se vino, y Colin se permitió llegar con ella. La abrazó con fuerza por detrás, sujetándola con todo el amor que podía caber en un abrazo. Emma mandó su cabeza hacia atrás y recibió besos en su mejilla. Estaba exhausta, tenía sed y estaba lagrimeando. En silencio, poco a poco, se fueron calmando. Miraron al frente. Les quedaba un largo rato con fuegos artificiales. Pero la pregunta era la siguiente: ¿Ellos contemplaban los fuegos artificiales o los fuegos artificiales los contemplaban a ellos? Porque no había cosa más impresionante que ellos amándose de la manera más pura, vulnerable, y sincera.

—Múdate conmigo.

—¿Qué?

—En el departamento. Múdate conmigo.

Emma giró a verlo.

—¿Como tu roomie? —sonrió.

—No. Como mi novia.

CORAZONES, ES QUE YO SOY LA ESCRITORA, PERO NO SUPERO ESE DIÁLOGO FINAL !!

Este capítulo es de mis mayores orgullosos. Casi termino llorando, y me reí muchísimo mientras lo escribía, así que estaba demasiado ilusionada por publicarlo.  ¿Qué me dicen? ¿Les gustó también? ¿Lloraron? ¿Rieron? ¿Qué parte les gustó más? ¡Cuéntenme! 

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