31: El brownie

Lo hospitalizaron. Colin durmió en una camilla de la sala de urgencias con una aguja clavándole la vena. Eran la 1:28 a.m. cuando se dio cuenta de que estaba siendo irreal. Cenó un poco y lo vomitó. Se mantuvo recostado, con un paño húmedo sobre su frente, hasta que asumió que no había oportunidad de que su migraña lo dejara a partir de píldoras que tragó después de vomitar otras. En realidad, su migraña nunca se calmaba a partir de esos métodos, no sabía por qué pensó que esta vez sería distinta. Entonces, solicitó un Uber. Explicó en la sala de urgencias que eso le pasaba con frecuencia y que solo necesitaba que le administraran ketorolaco por vía intravenosa. La enfermera que lo atendió era una señora de edad avanzada que lo trató muy bien, eso calmó parte del estrés que estaba sintiendo.

A las 4:35 a.m., llegó de sorpresa a la habitación de Eugene. Le explicó que acababa de salir del hospital, pero que ese no era el tema que lo llevó hasta ahí. Colin se sentó en un sillón junto a la cama y empezó a contarle sobre la estupidez que cometió al darle alas a la rivalidad hacia Bruno. Le habló sobre todo lo que no le había contado desde el principio. Le contó sobre cómo lo llamó flaco la primera vez que se vieron hasta las sospechas que tenía sobre que Bruno se había portado mal con Emma. Cuando Eugene le preguntó por qué no se lo había contado antes, Colin respondió que al contárselo estaría admitiendo que ese completo extraño tenía el poder de amargarlo. Luego de días, por fin se permitió aceptar sus emociones.

—Me está buscando. Quiere hacerme quedar mal frente a Emma —meditó.

—Pues, no le dejes. —Eugene estaba acostado en su cama, con ganas de ponerse a llorar porque necesitaba dormir, pero tampoco pensaba decírselo—. ¿Cuándo es la boda? En algún momento se aburrirá y se regresará a su grandiosa vida en Brasil. Yo no me preocuparía por eso.

—La boda es en una semana.

—¿Ves? No se quedará mucho más.

Colin suspiró hondo, tensándose en el sillón.

—Quiero coger.

Eugene suspiró también. Le preguntó:

—¿Qué te inyectaron en el hospital? ¿Cafeína?

—No. Pero a veces extraño el café.

—Necesito dormir. Estuve en el bar hasta hace una hora.

—Deberíamos hacer algo esta noche, ¿no crees?

—Me gusta la idea. Recargaré mi energía para eso. —Le dio la espalda al acostarse de lado—. Tú deberías dormir también. No descansas nada, perro. En un parpadeo estarás siendo de Cohen de nuevo y lamentarás no haber dormido durante el verano.

Hubo un silencio de por medio.

—¿Colin?

—Te escuché.

⠀⠀⠀

Nunca dejaba de sorprenderse por la blancura de las piernas de Emma. Emma estaba usando un vestido corto de seda rosa y unos tacones con tobilleras. Estaban sentados en un sofá de un rooftop bar, y lo más entretenido que le había pasado a Colin era imaginar cómo le quitaba el vestido. Llamó a Amber ese día, la terapeuta le ofreció cinco minutos de llamada porque estaba ocupada con otro paciente y lo de Colin tampoco era urgente. Amber hizo una sola pregunta cuando él terminó de desahogarse. «¿Vas a amargarte todo el verano porque las personas son como son?». Si decía que no, estaría mintiendo. Si decía que sí, tampoco sería buena respuesta. Le dijo que no sabía, a lo que Amber le mandó calma en su despedida.

Organizó esa salida con sus amigos, y los quería, mierda, incluso quería al nuevo Jordan (Jordan había cambiado bastante desde el conflicto que tuvo a Emma como centro, digamos que ahora hablaba menos mierda), pero siempre se dejaba ganar por la cólera. Odiaba a Vivian, en serio lo hacía. Y la pregunta de Amber solo le sirvió para enervarlo más cuando escuchó la maldita voz de Vivian. Probablemente estaba podrido por dentro. No era un buen momento.

—Está subiendo. —Emma brincó en el sofá al recibir el mensaje de Gillou.

Emma había hablado con Gillou toda la tarde, principalmente sobre Gael. Pero no fue hasta que pisó el rooftop bar que pensó en lo mucho que le gustaría que Gillou estuviera ahí. Lo invitó por mensaje y él lo aceptó, no estaba haciendo nada emocionante en su sábado por la noche.

Cuando Gillou llegó, Emma lo abrazó breve y con fuerza. En aquel instante, Jordan y Alan estaban regresando de la barra con dos botellas de cerveza. Emma agarró la mano de Gillou con emoción, mordió su labio inferior en medio de una sonrisa ansiosa.

—Ella es Vivian —presentó.

—Hola —saludó Gillou con un tono amable.

Vivian alzó su copa de Martini como saludo. Enarcó una ceja al notar cómo Emma lo agarraba de la mano, luego observó a Colin, quien estaba bebiendo de una botella sin mirarlos.

—Él es Eugene. —Emma acarició la mejilla de Eugene con su mano libre, ambos se sonrieron por aquel segundo, después giró hacia los que recién llegaron—. Y ellos son Jordan y Alan. Todos mis amigos.

Todos se saludaron con un hola.

Gillou apartó la mano que Emma le estaba sosteniendo para extenderla frente a Colin. Colin dejó su botella sobre la mesita de enfrente y de forma atenta le estrechó la mano, tragó la bebida antes de decir:

—Hola, Gillou.

—¿Cómo estás?

—Muy bien.

Emma sonrió, apretando todavía más sus dientes contra su labio. Estiró del brazo de Gillou para sentarlo a su lado, en el mismo sofá donde estaba Colin. Los tres muchachos de enfrente empezaron a hablar sobre algo relacionado a la barra. Vivian estaba callada, pero analizando cada movimiento de Colin.

—¿Quieres ordenar algo? Yo pago la cuenta —Emma le habló a Gillou con una mirada enorme. Giró su cintura, dándole la espalda a Colin, pero con su mano lo agarró de la pierna. Estaba demasiado feliz. Nunca antes le había tocado introducir a alguien a un grupo, además, miraba esa noche como la noche perfecta para que Colin conociera mejor a Gillou.

—Quiere mirar el menú de postres. —Vivian mordió la punta de su lengua en tanto movía el palillo con aceitunas dentro de su copa. Lanzó una carcajada para romper el silencio que armó al otro lado.

La sonrisa de Emma no se apagó, pero se transformó en una incómoda. El corazón le empezó a latir de prisa recordando su primera pelea real con Colin. Ahora no sabía qué decir. Sintió como si su lengua acabara de enroscarse. Entonces, Colin la rodeó con un brazo y le besó el cuello, luego miró hacia Gillou.

—Pregúntale a Emma cuál es el mejor trago. Pidió casi todos para beber un sorbo de cada uno.

Gillou no entendió lo del postre y lo dejó pasar de largo.

—Cosas de gente rica —chisteó.

—Sí. Recuerda que ella paga todo.

Emma sonrió de costado y miró de reojo cómo Colin regresó a beber de la botella.

—Me gustaron todos —comentó.

—Qué tentador, pero creo que solo pediré limonada. No quiero hacer horas extras en el gimnasio.

—Emma dice que eres modelo —se metió Jordan.

—Sí —sonrió con esa sonrisa sincera que lo caracterizaba—. Y evito el alcohol lo más que puedo.

—Qué bien. Alan también.

—¿Yo qué? —Alan frenó el pico de la botella frente a su boca.

—Que podrías ser modelo también —respondió Colin.

—Eso ya lo sé, Cole —bufó. No bromeó.

—¿Eres gay? —inquirió Vivian.

Ahora la sonrisa de Gillou se borró.

—No.

—¿En qué año te quedaste? Para tenerlo en cuenta. —Eugene giró su cabeza para mirar a Vivian.

Emma sintió un acaloramiento. Alzó un brazo para llamar la atención de un camarero, luego tocó la rodilla de Gillou. Le había pedido a Vivian que no fuera grosera, pero estaba comportándose exactamente como Emma había suplicado que no se comportara delante de Gillou.

—Una limonada. Por favor —pidió.

—Sé que estamos entre amigos, pero hay una rubia en la barra que me espera. —Jordan terminó de beber de una botella de Budweiser y se dirigió a ligar.

—Eugene. —Emma sonrió.

Eugene sonrió automáticamente.

—¿Qué?

—La asiática es muy bonita.

—Estoy bien, Emmy. Gracias por preocuparte.

Entonces, Alan comenzó a hacer sonidos de gallina.

—Qué detestable —pensó Colin.

—Al, no tenemos diez años —le recordó Eugene.

Alan agarró una botella de agua con intenciones de mojarlo.

—Dale, gato. Muévete.

—Eugene nació sin testículos. ¿No sabías? —Vivian acabó con su Martini y se estiró para tomar un cigarrillo de su cartera ubicada en la mesita—. Vamos, Eugene. Eres el único aquí que folla con muñecas.

Gillou comenzó a sentirse un poco incómodo con la presencia de Vivian. Alan tomó el cuello de la camiseta negra de Eugene, lo arrastró hacia la barra donde estaba la chica, creía estar haciéndole un favor. Colin suspiró: Eugene no sabía ligar. A veces lo conseguía, muchas veces no. Entonces, los cuatro que quedaron, se detuvieron a mirar cómo la chica rechazaba a Eugene mientras Jordan ya andaba tocando el brazo de la rubia sonriente. Alan estaba en medio de la barra. No dejó que Eugene regresara. ¡Debía resistir!

—Qué pena —habló Vivian.

El camarero colocó una limonada en la mesita.

—Qué amable —agradeció Colin.

Emma estaba moviendo sus pies al ritmo de la música.

—¿Saben? Pediré algo en la barra. —Gillou sabía que Emma no estaba bailando porque no podía dejarlo solo. Se levantó y se acomodó el cinturón—. Quizás pueda darle una mano a Eugene —bromeó.

—Dale dos manos, amigo. También tus pies por si acaso —respondió Vivian.

Emma esperó a que Gillou se alejara para girar hacia Colin con una sonrisa enorme.

—Bailemos —pidió con unos ojos deslumbrantes.

—Claro —sonrió un poco.

Tal vez bailar con su nena lo pondría de buenas. Pero recibió una llamada apenas se puso de pie.

—Es Cate. ¿Me esperas? —señaló su teléfono y se fue buscando un lugar donde contestar.

—No tardes —cerró sus puños con emoción.

Colin bajó unas escaleras hasta el primer nivel de la terraza, salió por una puerta de vidrio hasta un pasillo calmado donde se encontraban ascensores en línea recta. Le devolvió la llamada a Cathy, quien contestó inmediatamente:

—Jugamos scrabble. Mer no cree que te gané. Dile que te gané.

—Me ganaste una vez —sonrió, colocando una mano en la pared.

—¿Ves? —Cathy le habló a Mercy.

—No llegues tarde, Colin —pidió Heidi.

—Los domingos siempre llegas al amanecer —le señaló Thomas.

De acuerdo, tenía a sus dos hermanos de once años pidiéndole responsabilidad para la misa. Colin sonrió más grande. Lamentaba decepcionarlos. Esperaba poder hacerle el amor a Emma esa madrugada. Lo necesitaba. La extrañaba mucho, y quería pensar que ella sentía lo mismo, aunque en realidad dudaba.

—Llegaré antes del amanecer. Pórtense bien.

—Tú pórtate bien —contestó Mercy.

Colin terminó la llamada.

Subió las escaleras. Regresó hasta la mesa. Entonces, encontró a Emma parada, con su espalda curvada hacia la mesita. Tenía un trocito de brownie en su mano.

—¿Lo ordenaste? —Colin le tocó la espalda con cariño. Se acercó más, de esa manera descubrió que el brownie venía de la cartera de Vivian. Tuvo una reacción desenfrenada—. ¡Emma! ¡¡No!!

Le quitó el trozo y lo lanzó sobre la mesita. Si había un límite para su cólera, ahora estaba muy por encima de la franja. Emma no entendía nada. Colin acababa de convertirse en una bomba. Agarró a Emma del brazo para sacarla del medio entre Vivian y él. Apuntó a Vivian con su índice. Dios. Quería matarla.

—¡Maldita imbécil!

—Cole. —Emma lo estiró de su camisa una vez. Estaba en blanco. Sintió un espasmo en medio de su cuello. Nada tenía sentido en ese momento. ¿Con quién había hablado para después reaccionar así?

—¿Lo probaste? —Colin volteó hacia Emma. Tenía unos ojos enormes y oscuros, nada de azules angelicales. Emma negó con su cabeza, tenía miedo de dar la respuesta equivocada. Colin regresó hacia Vivian, quien estaba increíblemente tranquila en su asiento, tenía una sonrisita—. ¡¿Cómo se te ocurre?!

Alan y Eugene regresaron en ese momento.

—¿Qué pasa? —preguntó Alan.

Colin cerró su puño derecho con fuerza.

—¡Tu estúpida novia iba a drogar a Emma sin su consentimiento!

Emma miró el simple brownie. ¿Qué?

—Por Dios, Colin. Solo le estaba añadiendo diversión a la noche porque contigo se muere de fiaca. —Vivian puso sus ojos en blanco. No creía que fuera realmente un tema importante con el que reaccionar.

Colin ya no lo aguantó. Escuchó de fondo la voz de Eugene pidiéndole que respirara. Emma estaba asustada a un lado, asustada porque estuvo a punto de comer algo preparado con sustancias. La reacción de Colin la asustó todavía más. ¿Qué hubiese pasado si comía el trozo? Colin se estiró de su cabello. Dios, ayúdalo. La última vez que se había sentido de esa manera fue precisamente cuando Vivian emborrachó a Emma hasta dejarla medio inconsciente.

—Eres el ser humano más detestable del mundo. Nunca has hecho nada bueno por Emma. Te crees su salvadora solamente porque tienes experiencias en tu vida de mierda. Eres un asco. Un puto error en nuestro mundo. Emma nunca debió perdonarte cuando casi la matas. Dios mío —miró hacia arriba y suspiró, luego regresó a apuntarla con su índice—. Si le provocas daño a Emma, que Dios se apiade de ti.

La mirada de Vivian se llenó de lágrimas. Comenzó a llorar y sollozar, cubriéndose la boca con una mano, mientras que con la otra se sostenía del pecho, directo donde se encontraba su corazón herido. Colin no le creía nada. Verla actuando solo lo enrabió más. Estaba fingiendo para que Emma lo odiara por dañar a su mejor amiga. Estaba jugando sucio.

Emma se quedó perpleja.

—Vi... —susurró.

—Me largo. —Colin necesitó cortar por lo sano o iba a terminar con otra migraña. Emma se alarmó, no sabía en qué lado quedarse, se sintió superada—. No volveré a pisar el mismo sitio que esta mujer.

Colin esquivó a Gillou, quien recién había llegado. Y se fue.

Emma tenía los ojos vidriosos. Lo vio irse, después miró a su amiga llorando. Tomó una decisión. Agarró su bolso rápidamente y empujó a una persona sin querer al abrirse paso hacia las escaleras. Vivian secó sus lágrimas con su antebrazo, viendo cómo Emma prefería al pene.

La compuerta se cerró frente a sus ojos, apretó el botón con fuerza y se abrió. Ingresó al ascensor en silencio. No sabía qué decirle. Llegó a sentirse como una estúpida. Colin estaba en silencio también, sin embargo, el aura histérica podía sentirse a su alrededor. Arregló el remangado de su camisa negra, después pasó su mano derecha por su reloj plateado.

—No te enfades conmigo —suplicó Emma.

—¿Cómo podría enfadarme contigo? Eres la víctima de esta porquería —recostó su mano por la pared mientras miraba cómo se acercaban a la planta baja.

—Yo sabía lo que el brownie contenía.

Ay, Dios. La estaba defendiendo.

Colin la miró con el ceño fruncido.

Nunca consumiré cannabis. ¿Te imaginas que me produzca un ataque de pánico o algo peor? —repitió las palabras de Emma, que ella había dado en más de una ocasión—. Tú ni siquiera sabes que la marihuana también se consume como brownies. No puedo creer que la estés defendiendo después de todo.

—Tú no la entiendes.

—¿Entender qué? —La compuerta se abrió y salieron al lobby vacío de la torre de oficinas, solo había un guardia de seguridad junto a las barreras plateadas—. Ningún trauma de la infancia justifica el daño que provoca. ¿Qué pretendía hacer contigo? ¿Reírse al verte volada? ¿Eso? Porque no se me ocurre nada más. ¿Sabías que el cannabis puede provocarte una crisis de despersonalización? ¿Qué ibas a hacer si te drogaba? Ibas a llorar de la desesperación y el único que secaría tus lágrimas sería yo, ella no, Emma.

—Colin. —No sabía qué más decir. No encontraba justificación.

Quiero que rompas esa amistad.

Emma abrió su boca, pero no dijo nada.

—Y te estoy hablando como alguien que te ama y siempre querrá lo mejor para tu vida. Esa mujer no suma nada bueno a tu vida ni a tu salud mental. Oro por verte rodeada de buenas amigas, Emma. Dios. Quiero verte haciendo todo eso que te encanta hacer con una persona a quien realmente le importes. Te mereces una buena amiga, Emma, siento que no puedes verlo —remojó sus labios, ahora estaba un poco más calmado—. Un buen amigo es como Eugene. Él jamás me haría todo eso que esa mujer hace contigo.

—No puedes comparar a dos personas —habló con la voz quebrada.

Colin suspiró. Avanzó un paso hacia Emma.

—Mi amor, necesito que te des cuenta. Gillou, Emma, Gillou parece una excelente persona. No necesitas una amiga. Da igual el sexo de la persona mientras le importes. Vivian no es una buena persona. ¿Sabes qué? Apuesto todo lo que tengo a que tu padre estaría opinando exactamente lo mismo que yo, y tu hermano también, porque todos lo que te amamos queremos lo mejor para ti. Siempre.

Emma odiaba darle la razón en ese momento con respecto a lo que opinaría su familia.

—Quiero que rompas esa amistad, pero no te lo puedo pedir u ordenar. —Colin continuó. Notó que Emma no sabía qué responderle—. Sabemos la clase de relación que tenemos o intentamos tener. Nunca tendría el deseo de que botaras a alguien de tu vida solo por un capricho mío. Para mí, esto va mucho más allá de nuestra relación. Siento que corres peligro con ella. Lo siento en mis entrañas. Y me lo he guardado por mucho tiempo solo para no sentirme el tóxico, pero esta noche me di cuenta que ya no se trata de eso.

»Sería un completo negligente si no decía nada al respecto. Tu papá confía en mí cuando salimos de noche. Ya no puedo quedarme callado mientras ella te usa a su antojo. Solo... piénsalo bien. Y decide.

—Quiero irme contigo. —Por fin habló.

—Yo quisiera que regresaras con Gillou y Eugene. Diviértete con ellos dos.

Emma regresó a la terraza. Jamás podría divertirse después de todo. Cuando llegó hasta la mesa, descubrió que Vivian ya no estaba, y Alan tampoco. Eugene y Gillou estaban manteniendo una charla que parecía entretenida. Jordan les había preguntado qué ocurrió, pero en seguida regresó con la rubia bonita. Emma buscó a Vivian con su mirada. ¿Se había ido con Alan? ¿Cómo? Si ella se quedó hablando con Colin en la entrada principal. Probablemente habían tomado un ascensor hasta el subsuelo.

Eugene se alegró cuando Emma se sentó al lado.

—Emmy.

Emma lo abrazó y cerró sus ojos.

Esa noche necesitaba el abrazo de un buen amigo.

¡Hola! ¡Espero que estén súper bien!

Cuéntenme, cuéntenme. ¿Esperaban que Colin reaccionara contra Vivian en algún momento? ¿Qué decisión creen que tomará Emma? ¿Están de acuerdo con condenar la amistad de Emma y Vivian? ¡Cuéntenme! Y nos leemos muy pronto.

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