1: Se amaban, y no cabía duda

¿Quién nunca ansió el estreno de una película romántica en verano? Un filme que desafía a la industria, posicionándose como la más esperada de la temporada para los fanáticos de la pantalla grande, y para aquellos soñadores, quienes habitan el caótico y grisáceo mundo de los mortales mientras esperan caer por la flecha del amor.

Ella transitó cada día, y durante diecinueve años, sobre la avenida de la ilusión. Ansió el estreno de películas románticas en cada verano, hasta el año 2018. ¡Qué va! Era 2019, y todavía deseaba preparar palomitas para lanzarlas contra la pantalla cuando el protagonista hacía o decía cosas que lo dejaban como el amante del año. La diferencia entre el verano anterior, y el ya mencionado, se encontraba en que no solo estaba siendo espectadora, sino también protagonista.

Protagonista de su propia película romántica de verano.

¡Y qué gran coprotagonista le tocó!

Siempre había admirado las historias de amor con ilusión, mas no como aspiración. Siempre se había conceptualizado como una persona a quien no se podría amar en ese sentido, pues era un enredo, un embrollo, un lío. Y en secundaria también le habían dejado en claro que no era lo que ellos buscaban.

El verano pasado se halló engrandeciendo sus expectativas con respecto al hombre de sus sueños, imaginando emociones que nunca pensó llegar a sentir, ensoñando con un primer beso y un primer «te amo» de parte del alto y atlético novio imaginario con el que fantaseaba antes de dormir.

Un año después, y a veinte días de empezar oficialmente la estación de verano, se hallaba protagonizando su propia historia de amor junto al hombre que sobrepasó las expectativas que alguna vez cultivó con relación al novio de sus sueños. No era atlético ni definido, pero sí alto, y un tanto flaco.

A ella le encantaba ese torso, tenía una singular atracción hacia ese pecho masculino. Joder, necesitaba parar o empezaría a ensoñar con esa mandíbula y esos bendecidos dedos..., pero más bendecida era ella al tener el placer de sentirlos. No iba a comenzar a fantasear con esa boca, de dónde solo salían observaciones inteligentes y las más puras palabras de amor, la misma boca que también cumplía funciones exquisitas por las noches. No iba a comenzar a fantasear porque luego no había vuelta atrás.

Pero ¿cómo no desearlo en cuerpo y alma? Si cuando estaban a solas el tiempo se congelaba, ambos sentían que dejaban de existir en el plano mortal. Las sensaciones físicas, y las repercusiones que tenían emocionalmente, englobaban una experiencia sobrehumana.

Se amaban, y no cabía duda.

Ella lo sabía por la manera en la que éste la abrazaba por detrás frente a sus amigos, por cómo la miraba cuando conversaban a solas en el café. Lo sabía porque, de lunes a viernes, él atravesaba la puerta del departamento de investigación con los brazos abiertos, como si fuese libre, puntualmente a las ocho de la noche, a veces brincaba mientras se desplazaba, eso frente a la amargada Mónica, probablemente a propósito. Entonces, la llenaba de besos y le decía: «¡Soy tuyo ahora! ¿Qué vamos a cenar?».

Era paciente con ella. No la forzaba para repararla cuando amanecía decaída, tan solo le recordaba que era todo oídos, que, si lo necesitaba, aun cuando fuese su horario de clases o reuniones, él iba a abandonarlas para correr hasta dónde ella se encontraba, pero la misma nunca se animó a molestarlo, tampoco vacilaba con que él fuese capaz de hacerlo.

Sabía que la amaba, porque, esa mañana, durante el discurso de graduado con distinción, no paró de hacer contacto visual con ella y, cuando sus maestros se acercaron a felicitarlo, de forma personal, cuando ambos estaban juntos, éste estrechó la mano de cuántos se les acercaron y a cada quien le mencionó con el mismo entusiasmo: «Ella es mi novia Emma, y probablemente no hubiese conseguido nada de esto sin su apoyo en el último año». Una maestra le respondió: «No sabía que tenías novia», a lo que Colin contestó: «Nadie sabe porque es mi as bajo la manga cuando no puedo más. Bromeo, pero en verdad es mi mayor apoyo».

Por esas, y muchas acciones más, no le cabían dudas sobre cuánto la amaba.

El otoño cultivó un amor del bueno.

El invierno cosechó y presenció el primer «te amo».

La primavera sonrió cuando ella le regaló a él un girasol el veinte de marzo.

El verano... aún no había llegado al hemisferio norte, mas amenazaba con llenarles de calidez sus abrazos, de derretirles sus helados en las manos, y encender todavía más el fuego de la pasión.

La gente aspira extender la toalla en el verano, durante el seco invierno anhelan el sonido de las olas del mar, todo el mundo planifica un descanso en alguna playa paradisiaca en esos meses, pero ellos no. Ambos iban a descansar exactamente donde querían; en el caos de la ciudad, en el mar de asfalto, con polución sonora y embotellamientos, muy lejos de una playa paradisiaca, pero ridículamente cerca el uno del otro.

En la avenida Lexington 1289, entre la 86 y la 87, se encontraba el condominio de vidrio, la conocida torre Crystal Empire, de cuarenta pisos, que albergaba a la familia Miller en uno de los áticos más costosos del lado este. Entre la 85 y 86, avenida Lexington 1269, se encontraba otro condominio de vidrio, el edificio Golden Hill, el ático se encontraba en el piso número veinte, hogar de la famosa familia Oschner.

Era lo que muchos llamarían: «Cosas del destino».

El chofer más fiel, que había tenido la familia Miller, condujo el espectacular automóvil blindado negro dentro del aparcamiento subterráneo del Crystal Empire. Detuvo el carro frente al ascensor, y un hombre trajeado en negro abrió la puerta del vehículo al sentido contrario de los automóviles estándares, mientras otros dos, uniformados de la misma manera, se hacían cargo del equipaje del baúl trasero.

Emma bajó y se paró erguida frente a las puertas del ascensor.

Era la primera vez que pasaba tanto tiempo fuera de casa, y sí, echó de menos todo.

—Señorita. —Uno de los empleados, quien estaba deteniendo las puertas del elevador con uno de sus brazos, apuntó el interior del ascensor, donde las tres maletas estaban esperándola junto con dos cajas.

Todo listo para regresar... ¿físicamente?

Porque ¿su mente dónde estaba?

Estaba ahí, mas se encontraba bloqueando el mundo real, impidiéndole toda percepción del mundo externo al crear consciencia de lo que estar parada en el suelo de la ciudad de Nueva York significaba. No, no solo estaba parada en el suelo de la ciudad de Nueva York, sino también a una calle de la familia Oschner. Entonces, ¿se preparó lo suficiente para la presentación formal frente a la familia de Colin? Eso fue lo que pensó hasta que puso un pie sobre el suelo de la ciudad, esa noche del sábado. Un segundo... Que ella no estaba ahí solo para ser presentada, también debía presentarlo.

Presentarlo frente a su familia.

Jane, alguien te mintió, alguien no estaba preparada para lidiar con esa situación, tampoco quiso mentirte, digamos que se mintió a sí misma también. Durante el vuelo, no se preocupó por otra cosa que no fuera un hipotético accidente aéreo, el tema de la presentación no estaba metido entre su papeleo mental porque también se sedó durante esas horas. Pero ya no estaba en riesgo de muerte en el aire y el efecto del sedante se disipó.

Estaba ahí para conocer a sus suegros, estaba ahí para presentar a su novio.

¿Por qué se creyó lista para dar ese paso?

Debió haber sido ingeniosa.

Debió quedarse ese verano en California.

¡Código rojo! ¡Código negro! ¡Código color infierno!

¡Estaba cometiendo suicidio!

—Emma. —El chofer se le acercó, despertándola del trance.

—Gracias, Howie —acomodó la mochila blanca sobre sus hombros, también ordenó la falda de su vestido estampado de flores. Se metió al ascensor, donde presionó el botón del ático, y suspiró profundamente.

«Sonríe. Estás entusiasmada por volver a respirar esmog neoyorquino. Extrañaste a tu familia, demuéstralo». Se habló a sí misma mientras miraba el suelo para evitar verse al espejo de la pared. De ese modo, hasta el piso cuarenta, donde las puertas se abrieron con un timbrado de ascensor, y hubo un silencio después. Tomó aire entre cortado a consecuencia de la crisis de ansiedad que se desató en el subsuelo. Empujó una de las maletas dentro del ático vanguardista, entonces, una jauría de cinco caniches, color café con leche, la atacaron con ladridos y provocaron que cayera de espalda al suelo del elevador al tropezar con su equipaje por el susto. Las puertas se cerraron contra la maleta que cayó de lado, entonces, comenzaron a abrirse y cerrarse mientras sonaba el timbrado desesperante, la tecnología detectó una obstrucción. Maldita tecnología, maldita jauría de caniches, maldita ciudad, cuna de los Oschner. ¡A ella siempre le gustó más California! La gastronomía marina de San Francisco, por ejemplo.

—¡La hija pródiga ha regresado! —Jake exclamó con los brazos abiertos, segundos antes de recordar que su hija era alérgica a los perros. Estaba siendo atacada a lametazos por una manada de ellos.

—¡Basta! —La hija pródiga gritó. Uno de los perros le estaba mordiendo los dedos de los pies junto a la sandalia gladiadora. No se podía poner de pie porque había cuatro caniches sobre su pecho, lamiéndole la cara—. ¡Mi nariz se congestionará y golpearé la tuya, papá!

—¿De esa manera tratas a tu padre? —llevó una mano a su pecho mientras la veía boquiabierto. No hizo nada para apartar a sus mascotas, ni para frenar el desesperante timbre del ascensor endemoniado.

—Cuando actúa tan desconsiderado... ¡sí! —gritó y renegó, empujando a los caniches persistentes. No había manera en la que se apartaran de ella. Quizá Emma sabía dulce..., su novio podría confirmárnoslo.

—¿Desconsiderado? —se ofendió aún más. Apuntó a un par de mucamas, quienes se encontraban arreglando el vestíbulo del ático, y suspiró mientras éstas se acercaban con buena predisposición—. Tomen a mis retoños y enciérrenlos en el dormitorio de J —detuvo a un par de empleados más—. Ustedes, encárguense del equipaje. ¡Vamos! ¡Rápido! ¿No ven que la niña se nos muere? ¿Qué haré yo después con este ático? ¡No podré seguir viviendo aquí! Su alma en pena quedará en el ascensor. ¿Alguno ha visto historias paranormales en Discovery Channel? No les recomiendo, en serio no.

Los cuatro rieron con respeto. Las jóvenes mucamas se acercaron para capturar a los caniches, dentro del ascensor, mientras un empleado detenía las puertas, y el espantoso timbrado se silenció. Una de ellas consiguió agarrar a tres peludos, ambas le sonrieron a Emma con dulzura cuando ésta se puso de pie.

—Qué bueno que esté de regreso, señorita Emma —habló una de ellas con la cabeza agachada, e inmediatamente se retiró para encerrar a los perros en el dormitorio del hermano mayor de Emma.

—La extrañamos por aquí —añadió la segunda antes de seguir a la otra, también con la cabeza abajo.

—Señorita Miller —hablaron los empleados a unísono, inclinaron la cabeza como mayordomos del palacio de Buckingham cuando Emma se paró dentro del ático. Ambos jóvenes se retiraron con el gran equipaje.

Las puertas se cerraron a espaldas de Emma, y ella abrió sus brazos como anunciándose en la ciudad.

Jake levantó un dedo para que no dijera nada, —Tú... —paró el caminar de otro empleado y lo agarró del cuello del uniforme color blanco grisáceo con botones oscuros—, necesito que vayas a comprarle unas gotas para la rinitis a la princesa de Mónaco —sacó un par de billetes de su cartera negra—, inmediatamente, porque no queremos que esto pase a mayores. ¡Ah! Las gotas más baratas, claro.

—¿De esa manera tratas a tu hija? —Emma colocó una mano sobre su pecho y lo miró con la boca abierta, se quitó la mochila de sus hombros y Jake se la robó de las manos para entregársela a una mucama. Sin recibir órdenes, la mujer entendió que debía colocarla sobre la cama de la señorita Emma.

—Cuando ella amenaza con golpearme la nariz, sí.

Emma rió, iba a preguntarle por qué tanto despliegue de empleados, pues normalmente estaban solos, aparecían a limpiar y ordenar únicamente en horarios especiales, tampoco tenían un cocinero con acento francés. Aunque a primera impresión parecían ser tratados como reyes todo el tiempo, eran personas sencillas que se preparaban sus propios desayunos. Compraban comida china cuando nadie deseaba esforzarse por la cena y sabían usar el costoso lavavajillas. Los empleados se agrupaban en el ático cuando la familia iba a celebrar un acontecimiento importante, como un cumpleaños o un brindis por la expansión del negocio Hamilton en el mundo. Tampoco está de más decir que los empleados adoraban servirles porque tenían al jefe más amable y ocurrente, eran tan bien tratados por él, como de la familia.

—¿Por qué tanto... —Se dispuso a preguntar, mas fue vilmente interrumpida.

Jake Junior cogió aire por la boca, y gritó:

—¡Emma! ¡Emmy llegó! —corrió inmediatamente hasta su hermana menor, tomándola de la cintura, la cargó sobre su hombro derecho hasta la sala de estar, que quedaba a la derecha del ascensor, mientras la misma reía a grandes carcajadas.

—¡V-verán mi ropa interior! —gritó un poco molesta, en tanto se tapaba la retaguardia con una mano.

—Nadie quiere ver el paracaídas de aerolíneas Hamilton que robaste, florecita —contestó Jake.

Éste acomodó los girasoles, que llegaron en la mañana, y que se encontraban sobre la consola frente al ascensor, luego colocó recto al cuadro, que se hallaba ligeramente inclinado, en la pared de la izquierda, se trataba de una pintura en acuarela multicolor, un arte abstracto en el que firmaba Emma Miller.

Sacudió sus manos con satisfacción, y dio media vuelta para dirigirse a la sala principal, donde Emma estaba riendo, acostada en el diván blanco y moderno del ático que poseía ventanas del suelo al techo. La enorme televisión estaba pasando videos musicales de los ochenta. El clima era cálido, muy festivo.

Entonces, Jake se dio cuenta de algo, se dio cuenta de que sentía completo de nuevo. Carajo, estaba harto de que su terapeuta, y también Jane, señalaran constantemente que estaba siendo demasiado dependiente de su hija.

¿Sonaba muy tonto?, ¿que el padre dependiera de su hija y no al revés?

Una vez se quedó en blanco cuando su terapeuta le preguntó lo que sus hijos significaban para él, incluso se ofendió, como siempre, por tan estúpida pregunta, pero sí que lo dejó bien calladito, ¿eh? Lo pensó, lo pensó mucho, quizá porque sintió la presión de dar una respuesta amplia, pero finalmente lo resumió: «Yo daría mi vida por los dos. ¿Eso responde tu pregunta, señor preguntas obvias? Ellos son los que me mantienen luchando». Emma lo mantenía luchando. No lo malinterpreten. Jake Junior era mayor que Emma por ocho años, estaba rozando los treinta, y sorprendía a todos porque continuaba viviendo con sus padres, aunque prácticamente nunca estaba en casa porque se creía ciudadano del mundo. Por esa razón, las relaciones que Jake mantenía con cada uno de sus hijos no podían ser comparadas.

Emma siempre fue su florecita, su mimada, incluso malcriada, su compañerita en crimen, aunque la vida con ella había sido más color gris que color de rosas, el ático tenía un regocijo cada vez que ésta reía de esa manera.

Y volviendo a la dependencia que tenía hacia Emma, podía ser explicada en términos sencillos: él le había cambiado los pañales; despertó cada maldita madrugada a calentar leche; la hizo eructar sobre su hombro; también recibió vómito en más de una ocasión; la hizo dormir sobre su pecho, cuando todo el cuerpecito de ella cabía sobre su torso; le peinó el cabello siguiendo los pasos de una revista de modas. Él la había escuchado decir que ya no quería seguir viviendo, en tanto la misma lloraba frente a Jane; él también le había gritado con rabia cuando ésta se negaba a bañarse; estuvo al lado de ella en el hospital, y esa noche no pudo pegar ni un solo sueño porque su tesoro más preciado había intentado acabar con su propia existencia, esa que él siempre protegió, o eso trató, porque finalmente era un fracaso de padre, mas, centrándonos en la dependencia; ¿cómo no serlo cuando había dedicado los últimos veinte años a cuidarla? Aunque hubiese fracasado, y enormemente, ¿cómo no desbordarse de felicidad cuando la escuchaba reír de esa manera? Esa risa le daba fuerzas para seguir lidiando con sus asuntos personales. Y cuando ella estaba mal, él estaba peor. Años de terapia y seguía sin despertar. No cabía en su mente el reconocer que la dependencia estaba mal, que afectaba a los dos de forma negativa, aunque a simple vista no lo aparentaba.

El novio de Emma se sintió como una patada en la entrepierna.

Emma era toda una mujer, no lo necesitaba como cuando tenía diez. Sabía atarse las agujetas.

Algo tan difícil de aceptar.

—¡Que eres tonto, J! —Emma gritó y rió al mismo tiempo, tumbada en el diván.

Situación que despertó a su padre del momento sentimentalmente reflexivo, sensiblemente pensativo, así que los miró. Nadie más los estaba observando, pero sí escuchando. Los empleados estaban escuchando las carcajadas de Emma, y se estaban haciendo señas entre sí, extrañados y felices de oírla tan contenta. Pero ¿cómo no estarlo si su familia le transmitía lo suficiente para callar a esa voz interior que la maltrataba? La ansiedad, que atravesó en el subsuelo, seguía latente, y continuaría ahí, perturbándola, hasta hacerle frente a la situación que tanto la inquietaba, mas, en ese instante, se sentía dichosa. Amaba a su familia.

J.J. pensó que la Emma que tenía delante era una desconocida, la Emma que tenía delante rebosaba de alegría. Golpeó el abdomen de su papá, —Esa es su forma de admitir que extrañó mis bromas —le dijo. Se sentó en el sofá de al lado, sonriéndole exclusivamente a ella. No, sus bromas no eran graciosas, él lo sabía, y lo admitía, así como sabía que ella reía porque todo cae demasiado bien cuando se está feliz.

—Tus bromas son mierda —le contestó Jake.

—¡Pero funcionan! —señaló Emma con entusiasmo, después estornudó.

Demonios.

Esa sí era una mierda.

—¿Por qué hablan sobre mierda? —Holly apareció, llegando desde un costado del diván, trajeada completamente de negro, traía consigo un bolso. Se paró junto a ellos, y abrió los ojos enormemente cuando se fijó con detalle en Emma. Tosió una vez y miró la televisión para disimular lo sorprendida que estaba.

—¿Por qué no hablar sobre mierda? —preguntó Jake.

Emma se sentó inmediatamente y agachó la cabeza.

El reencuentro con la mujer que decía ser su madre. Pensarán: «De seguro no tuvo tiempo de pensar en su mala relación materna». ¡Error! ¡Gravísimo error! Llevaba dos meses pensándolo, en que llevaban meses sin verse en persona.

—Mamá, Emmy llegó. —Como si fuese necesario, J.J. apuntó lo obvio. Pero Holly ya la había escuchado reír mientras terminaba de arreglarse el cabello, y sí, eso también la sorprendió como a cada uno de los presentes. ¿Por qué tan feliz?

Holly acomodó sus ondas rubias, y dijo:

—Bienvenida, Emma.

Emma no respondió, estaba mirando el suelo. Toda alegría se dispersó, y no porque no se llevaba bien con su madre, sino porque sentía que ésta la estaba juzgando. Se abrazó a sí misma, se frotó los brazos. Levantó su mirada, lo suficiente para hacer contacto, para que no la llamara «maleducada». No quería que Holly la mirara, deseaba esconderse bajo el sofá o algo; en pocas palabras, quería desaparecer.

—Hola —contestó, apenas.

Bienvenida, Emma.

Bienvenida, ansiedad.

Nueva York las echó de menos.

—Y... ¿cuándo tendremos el placer de cenar con el licenciado? —inquirió Jake.

Colin debía ser el tema de conversación preferido de Emma, ¿cierto? Colin debía sacarle muchas sonrisas, ¿cierto? Porque él necesitaba que su florecita sonriera de nuevo. ¿Por qué pensó que ese reencuentro iba a ser algo bueno? ¿Por qué se ilusionó con que iban a charlar emocionadas cuando bien sabía que ninguna le echaba ganas a su relación? Entonces, ¿Colin era el tema indicado para romper la tensión del ambiente o no? Porque él estaba dispuesto a hablar cinco horas seguidas sobre el estúpido yerno, de ser necesario.

Holly enarcó una ceja cuando escuchó ese nombre; en cambio, J.J., no pudo simular ni una sonrisa. ¡Alerta de hermano mayor celoso! Él quería cenar con Colin, pero para darle una lección sobre cómo debía tratar a la princesa de la familia porque estaba seguro de que no tenía idea de que Emma era la intocable, y quizá debía mencionarle su cinturón negro.

Era cierto eso de que Colin era el tema de conversación preferido de Emma..., pero no con ellos.

Se sonrojó inmediatamente. Durante las videollamadas con su padre, de alguna manera, ya sea estúpida o seria, siempre terminaban mencionando a Colin, pero normalmente era él quién le preguntaba: «¿Colin sigue siendo tu novio, Emma?». Ella pensaba que parecía un masoquista; era un hombre en plena crisis del primer yerno, sabía perfectamente que Colin seguía siendo su novio, o sea, se lo preguntaba cada fin de semana, y siempre recibía la misma respuesta: «Sí, seguimos juntos... Esto se pronostica para largo rato». ¿Era eso lo que su corazón masoquista necesitaba escuchar? De cualquier manera, el novio de Emma siempre estaba presente en cualquier conversación que mantenía ésta con su padre, y su padre con los demás miembros de la familia, pero ella aún se sentía incómoda, incluso avergonzada.

¡Era su primer novio!

—No sé —lo miró.

No había forma de disimular el rubor de su cara, pero nadie la señaló por eso. Su familia era respetuosa en ese sentido, sabían cuándo bromear y cuándo no. Su familia sabía cuán nerviosa se encontraba por todo el asunto del primer novio.

—¿Dónde está? —continuó Jake—. Porque yo había pensado en invitarlo a nuestra reunión familiar, hay que celebrar ese título. ¿Te gustaron mis globos? No mencionaste nada, ni siquiera te fijaste en la pancarta.

Emma giró la cabeza.

Justo detrás de la cabecera del diván, se encontraba colgada una pancarta blanca que decía «¡Bienvenida, Emma!» en letras doradas, había un buqué de globos a gas, transparentes y metalizados, simples y en forma de estrellas, debajo de la pancarta. Ella que era la observadora de la familia; tanta ansiedad, tantos caniches y bromas, la distrajeron completita.

Vaya.

Lo entendió por fin. Esa noche iban a celebrar su llegada.

—Me encanta —logró sonreír—. Y Colin sigue en California. Su profesor, para quien trabaja en una investigación, enloqueció cuando se enteró que iba a tomarse el verano completo, enloqueció más cuando se enteró que reservó el primer vuelo después de la ceremonia. El profesor le pidió que se quedara hasta mañana, pero no, estará aquí en la madrugada, quiero decir, no aquí, sino allá... en su departamento.

—¿Investigación? Pero ya se graduó, debería huir de ahí —dijo J.J.

—Tu cuñado tiene un cerebro impresionante, ¿no sabías? —le preguntó su padre—. Quiero decir, eso es lo que Emma mencionó, que el muchacho es tan inteligente como ella. Admito que lo juzgué mal en ese sentido, pensé que nació sin cerebro, creí que era un niño mimado, tiene cara de eso, ¿verdad? Así como tiene cara de modelo masculino y escuálido de Zara

—No dijiste escuálido, ¿o sí? —Emma se tomó del puente de la nariz. Normalmente, su padre era un hombre a quien le interesaba poco y nada el aspecto de los demás, no juzgaba..., no tanto, en serio, pero claro que no iba a desaprovechar la oportunidad de burlarse del muchacho, que sabía bien que tenía manos locas cuando besaba a su inocente hija menor.

—Sí, también dijo «modelo masculino». —J.J. le esclareció innecesariamente—. Me preocupa tenerlo de frente y que me encandile con su belleza. Es medio rarito que se vea tan atractivo, Emma..., y su cabello..., ¿estás segura de que no es homosexual? Porque tiene pinta de lo que mis amigas llaman «un desperdicio».

Jake negó con el dedo índice, diciendo:

—No, no, no. Hay tres opciones para hombres como él: uno, es gay; dos, tiene novia; tres, es un casanova. Acabas de hacerme reflexionar, hijo, esta noche voy a ofrecerle un baile a la luna para que la opción uno y la opción tres sean las incorrectas sobre la inhumana belleza del hijo de Theresa.

«Oh, ahora también haces rimas», pensó Emma, mientras los escuchaba con rabia. Holly puso los ojos en blanco y suspiró en medio de la interesantísima conversación. Así que, ¿padre e hijo pensaban que la mayoría de los hombres más atractivos eran homosexuales? Ambas los estaban escuchando en tanto pensaban que estaban delante de un par de imbéciles, mas, les causaba gracia que admitieran, indirectamente, que estaban feos. Bueno. Era eso o que se creían dioses griegos que formaban parte de la segunda y tercera opción. ¿Por qué ambas se esforzaban tanto en entenderlos? No tenían sentido, la mayor parte del tiempo. Lo que decían no tenía profundidad, la mayor parte del tiempo. Eran tontos.

—Creo que ahí se encuentra la respuesta, pa. El útero de Theresa McClain fue el nido del novio de Emma durante nueve meses. Esa señora cada día se pone más hermosa y más sexi. Yo fingiría confundirme para acabar sobre su cama.

—No puedo creer que sus conversaciones de mierda me estén retrasando —dijo Holly.

—¡Dijiste mierda! —J.J. la apuntó con un dedo.

—¿Retrasando? —inquirió Jake, mirándola directamente a los ojos.

Emma sonrió en su interior.

—Sí. Mucho trabajo —contestó Holly, acomodando el bolso sobre su hombro y empezó a caminar hacia el ascensor—. Estamos a veintinueve días de empezar uno de los meses más importantes del año, la revista necesita destacarse por encima de las demás. Tal vez hasta me quede a dormir en mi oficina, el diván es una locura —desapareció de la sala.

Pero Jake le siguió el paso de inmediato. Emma y J.J. se miraron, más o menos diciéndose: «Ante el primer grito, nos encerramos en el balcón». La verdad, sus padres no eran la clase de padres conflictivos y gritones, al menos no en público ni mucho menos delante de ellos, especialmente porque Jake evitaba darles ese espectáculo a sus hijos, aunque ya no se trataba de un par de niños, les evitaba cualquier trauma emocional innecesario porque «escuchar pelear a tus padres será traumático a cualquier edad». En fin, ellos eran la clase de padres que tendían a ignorarse entre sí la mayor parte del tiempo, mejor dicho, Holly tendía a ignorar a Jake, así como en ese momento, en el que no quería escucharlo.

—¿Cómo esperas reconstruir tu relación con ella si ni siquiera haces el esfuerzo de quedarte a celebrar? —Él masculló muy bajo y miró hacia la sala, en donde Emma se encontraba hablando con su hermano sobre la comida que mandaron hacer para la reunión—. No necesitas que te recuerde lo que esto significa en la vida de nuestra Emma, ¿cierto? Culminó exitosamente su primer año en la universidad, los cursos jamás me importaron, Holly, ella logró manejarse exitosamente lejos de nosotros. Y ahora también tiene novio. No recuerdo la última vez en la que me sentí tan feliz. Ella lo logró sola.

Holly suspiró después de presionar el botón del ascensor.

—Pues, qué bien que Emma no esté tan perdida. Discúlpame por ir a generar ingresos para costear su universidad. Me necesitan en la oficina, y no lo pospondría ni por el presidente. Por cierto, ya que estás aquí, mencionando a Emma, y a sus problemas, ¿quién de los dos le dirá que se ve como una... gorda? —su forma tan despectiva de hablar hubiese dañado a cualquier persona con medio kilo de más.

—¿Q-qué? —Esa pregunta lo desorbitó. Meneó la cabeza, algo así como esclareciendo su mente.

—Que quién será el encargado de decirle que su cara tiene forma de balón de fútbol. ¿Tú?, ¿yo?, ¿o la prensa? —lo apuntó con su barbilla, desafiándolo—. Está saliendo con el sueño de las adolescentes, el modelo masculino y escuálido de Zara. No tienes chances de protegerla, Jake, lo que puedes hacer es decirle que pare de tragarse sus emociones y que vuelva a correr sobre una cinta, yo no sé nada sobre danza, pero dudo que en ese estado pueda hacer mucho —le apretó amistosamente el brazo—. Me preocupa nuestra hija. La gente es mala. Tú sabrás cómo decirle que está gorda.

—Ella no está...

—Jake —interrumpió, soltándolo—, no todos la ven con tus ojos de padre. Emma se fue... y volvió hecha un malvavisco.

Hubo un silencio significativo entre los dos.

—Jane sabrá cómo manejar la situación —murmuró él. Lo admitía; Emma se veía distinta, sobre todo en la cara, estaba ligeramente redonda, se miraba hinchada en comparación a meses atrás. No obstante, para él, seguía viéndose hermosa, pero el resto del mundo no veía con sus ojos. Joder. A veces no toleraba a Holly, pero ¿qué haría sin su punto de vista? Él jamás hubiese pensando en todo eso, en la prensa, en lo que implicaba que su florecita saliera con el escuálido ése.

—¿Le tiras la pelota a Jane? Vaya.

—Tú me la estás tirando a mí.

—Porque tú eres el más indicado para decírselo.

—¿Qué dices? —frunció el ceño, ahora sí estaba enojado.

—Tú eres su papá.

—Y tú eres su mamá, Holly.

Se miraron a los ojos.

En ese momento, la campanilla del elevador sonó anunciando que los Hamilton estaban ahí. Jamison y Heidi se quedaron tiesos cuando encontraron a ese par frente al ascensor. Detrás aparecieron Marina, Aqua, Blue e Isla, completamente despreocupadas, saludaron a sus tíos y se metieron al ático. Holly saludó al matrimonio que llegó, sin darles importancia, y aprovechó la situación para escaparse de la conversación. Los recién llegados pisaron el ático, y ella pisó el ascensor.

Jamison, quien era dos años menor que su hermano, tenía el cabello negro y ojos color avellana, era corto en estatura. No se parecía en nada a su hermano, en ningún sentido, sobre todo en la manera en la que veía al mundo. Heidi, quien era su esposa, era una bella mujer de piel canela, una melena marrón y ojos verdes, estaba tan acostumbrada a la manera en la que éste miraba al mundo. Holly podía permanecer indiferente a muchas cosas, pero no todos eran como ella, Heidi sintió una inevitable incomodidad al ver a su cuñado con esa cara nerviosa; en cambio, a Jamison, le dio rabia.

—¿Holly volverá? —preguntó Heidi, haciéndose la tonta.

—No —respondió Jake con seriedad, y se dirigió a la sala nuevamente.

Emma no estaba ahí.

—Fue a bañarse y a desinfectarse porque estornudó de nuevo —le informó J.J.

—¿Se escuchó algo? —inquirió el otro.

—Pues... no. ¿Qué pasó? —preguntó J.J., ahora preocupado.

Jake negó con la cabeza.

—Nada.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Emma había dejado su ropa junto a la puerta de su dormitorio moderno donde el blanco y el gris predominaban junto con la madera beige. Por lo menos, J.J. le mencionó que la recámara era el único lugar del ático en el que los cachorros no tenían acceso, era un espacio libre de alérgenos. Ella siempre se había referido a su cuarto como «su guarida», y ahora con más razón, era su guarida libre de alérgenos caninos. Necesitaba bañarse con urgencia para impedir que su alergia pasara a mayores, no sabría tolerar una rinitis en ese momento, en el que estaba tan estresada por... ¿tener novio?

No, no y no.

Tener novio no debía ser razón de estrés.

La situación de presentarlo y presentarse sí.

Jane le habló seriamente en más de una ocasión: «Todo el mundo se pone nervioso cuando debe presentar a su nueva pareja, no eres la primera ni la última hija menor de una familia en presentar a su novio. Es una etapa preciosa y única la que estás viviendo, enfócate en ese lado; además, sé que tu familia nunca haría algo para incomodarte a propósito, ellos son considerados contigo». También le repitió reiteradas veces: «Tienes que manejar tu estrés, no debe ser tu estrés el que te maneje a ti. Has pasado por un montón de situaciones estresantes en el pasado, incluyendo tu primer semestre universitario, y cada situación la has superado con éxito. ¿Qué te hace pensar que no lo lograrás esta vez?».

Oh... Cómo odiaba cuando le lanzaba una pregunta como ésa porque nunca sabía qué responder o cómo hacerlo.

¿Qué le hacía pensar que no lograría superar la situación esta vez?

No lo sabía, de verdad.

Solo sentía una presión insoportable en el pecho cada vez que se imaginaba frente a la familia Oschner.

Entonces, Jane remataba diciéndole: «Tú no eres la única ansiosa por todo esto, Colin debe estar igual o peor que tú. Es completamente normal lo que estás sintiendo, pero debes hacerle frente. No me cabe duda de lo lograrás, y tú sabes que nunca te doy falsas expectativas para motivarte, ese no es mi trabajo».

Colin.

Sinceramente, no habían mencionado tanto lo que significaba para él la situación, sobre todo porque el muchacho había pasado el último mes completamente irritado por los exámenes finales. Pero sí, en alguna que otra ocasión, éste había mencionado que le causaba mucha ansiedad imaginarse frente a los padres de ella porque sabía que todos la cuidaban mucho, no quería que lo miraran como a una amenaza. Emma no necesitaba escucharlo todos los días repitiéndolo, ya que lo conocía. Jane tenía razón, Emma sabía que Colin se encontraba igual o peor que ella, la diferencia entre los dos se encontraba en que él no demostraba su ansiedad cuando era consciente de la misma, muy distinto a cuando le tomaba un ataque desprevenido, en el que su discurso y sus movimientos motores dejaban en evidencia toda su maraña mental.

Oh, ya quería verlo..., verlo relajado.

Se había preocupado tanto por él. Lo había visto manejar la situación de una manera dañina, mas se había descontrolado por completo en la semana antes del primer examen, exactamente después de haber hablado con Bradley, no volvió a ser el mismo hasta ese uno de junio.

A Emma le dolía el poder de influencia que tenía su suegro sobre Colin, cómo lograba enloquecerlo con una llamada de tres minutos, también le dolía que él no se sintiera capaz de poder decirle: «Mi papá llamó para decirme tal y tal cosa, y me hirió». Solo se lo guardaba. De vez en cuando le decía: «Mi papá me va a matar antes de tiempo», pero ése era el único comentario que hacía, inmediatamente esquivaba el balón cuando ella trataba de indagar el porqué de tal comentario, quizá no quería preocuparla. La confianza era plena, la confianza entre los dos se llevaba el destaque en la relación, era imposible hablar de desconfianza para explicar la razón por la que Colin se guardaba esa situación estresante para sí solo. Definitivamente, todo tenía que ver con su deseo de no preocuparla. Claro, Emma no estaba de acuerdo con esa lógica.

Finalmente, iba a conocer al famoso Bradley Oschner. Entre tanto enredo mental, había momentos en los que recordaba cosas como ésa. Colin mencionó que su padre era agradable con todo el mundo..., menos con él. ¿Hablaba en serio o solo fue un intento por despreocuparla?

Otro disparador de ansiedad.

Debía calmarse ya.

Un paso a la vez.

Un día a la vez.

Iba a lograrlo, ¿cierto?

Había pasado por situaciones más estresantes a lo largo de toda su vida.

Iba a lograrlo.

Ella cruzó la puerta del baño con una toalla blanca alrededor de su torso, el cabello mojado, y unas pantuflas blancas de toalla para después de la ducha. Cogió su teléfono sin revisarlo y abrió las puertas que se encontraban al lado del baño.

Su guardarropa podía ser descripto como un mundo aparte; era lo más parecido a una tienda de ropa de lujo, incluso había un sofá y una pequeña mesa donde se encontraban volúmenes de Al Estilo Emma. Nada que ver con su pequeño armario de la universidad. Cualquiera se preguntaría cómo es que había logrado acostumbrarse a su residencia universitaria.

Esa era una cualidad en ella: la adaptación a cambios bruscos.

Por supuesto que ella nunca se fijaba en sus cualidades porque simplemente no cabían en su mente.

Mucha gente se desmorona ante el primer cambio en su rutina diaria; ella podía desequilibrarse un momento, unos días, tal vez, pero su mente había aprendido a coexistir con el cambio; se adaptaba con facilidad al ambiente en comparación a otros. Pero la adaptación tiene su lado bueno y su lado malo; será bueno cuando permite que una mujer se acostumbre a su nueva vida universitaria, será malo cuando un muchacho se adapta a una relación tóxica por la errónea costumbre.

Desbloqueó su celular; sin noticias de él, y lo dejó sobre el tocador mientras iba en busca de una falda. Para cuando dio vuelta, con la prenda en la mano, se encontró con una chiquilla de catorce, cabello marrón y ojos avellanos: Aqua sostenía el móvil blanco entre sus manos mientras revisaba... ¿qué? Emma abrió los ojos de par en par y se adelantó a quitárselo.

—¿Qué fue ese atropello de privacidad? —Su corazón se puso a bombear a toda máquina. Bloqueó el teléfono, y remató metiéndolo dentro de un florero artificial. Emma miró a través de aquellos ojos; esa no era la niña alegre que recordaba. ¿Qué tanto podía cambiar una adolescente al cumplir catorce? Aqua lucía cansada, irritada, diferente. Eso le preocupó.

—¿No quieres que mire tus nudes? —miró hacia el florero por encima de su hombro.

Emma se sonrojó, —Yo no mando esa clase de fotografías íntimas.

—Entonces, no son desnudos completos.

Emma se quedó boquiabierta y pensó: «¿Quién eres tú?» porque la mujercita de enfrente se parecía más bien a Marina.

—¿De dónde sacas esas cosas? —se enfureció.

—Pensé que nudes son los que comparte y recibe una chica como tú —se sentó en la butaca petiza del tocador.

—¿Una chica como yo? —arrugó el ceño.

¿Qué carajos estaba diciendo?

—Con novio.

—Bueno... No. Al menos yo no, sobre todo porque tengo un amigo tan atrevido como tú. ¿Qué esperabas encontrar en mi teléfono? Tú nunca tomas mis cosas sin permiso. ¿Qué sucede? ¿J.J. te pagó para que hicieras eso? —se le acercó con la falda fucsia en la mano, la estaba estrujando inconscientemente de la rabia.

Aqua negó con la cabeza y miró el suelo.

—Quería saber qué clase de novio es Colin McClain.

—Así que ibas a revisar mis mensajes, señorita —lanzó la falda sobre el sofá y fue en busca de alguna blusa con tirantes.

Bueno. Aqua no pudo haberse topado con desnudos, pero sí con mensajes y audios subidos de tono, más si rebuscaba hacia un mes atrás. También había fotografías bastante personales en la galería, de Colin, de ambos, de Colin...

¿Que qué clase de novio era Colin? Pues uno muy caliente.

Pero no había desnudos completos, eso jamás...

—Lo siento. —Aparentemente, Aqua recapacitó.

—No te preocupes. Actuaría igual si de pronto Coral empezara a salir con Zac Efron.

—Pero Zac Efron es feo, Emmy, y tú estás saliendo con el mismísimo Colin McClain —sonó bastante frustrada, y remató con un suspiro—. ¿A quién le importa qué clase de novio es otro hombre cuando se está saliendo con Colin McClain?

Emma sonrió y giró a verla.

—Te reirás el día en el que lo escuches hablar porque Colin no es nada de lo que aparenta.

—Tío J lo llamó «rata de biblioteca» en una ocasión —lo recordó.

No quería saber de qué otra forma lo habrá llamado en una ocasión.

—Es demasiado inteligente, sabe demasiado. Yo lo llamo «Colipedia» en forma de chiste —rió.

—Pues, tío J no estaba chisteando.

Emma mordió con fuerza.

—Ya sé. Es un malvado.

—Al menos es chistoso en otros momentos —resopló y relajó sus hombros.

Emma eligió una blusa blanca con tirantes y la dejó junto a la falda.

—Tío Jamie tiene sus momentos también —la miró y se sentó en el reposabrazos.

—No, mi papá cada día está más loco —se miraron a los ojos. Aqua sacaba rabia y oscuridad a través de sus poros, una nube gris imaginaria la acompañaba encima de su cabeza a donde sea que iba. Por su lado, Emma se limitó a escucharla, y no pudo evitar tener una escena retrospectiva en su cabeza, conocía esa actitud—. Contrataron una niñera, ¿te parece?

—Bueno... Tu mamá no puede sola con tus hermanas menores. Es la cabeza del negocio, tiene muchas ocupaciones. Tío no es precisamente el hombre más funcional. Me parece bien que contrataran a una niñera, y creo que ya era tiempo.

Emma pensó que habló de forma racional y cautelosa, suficiente para calmar la rabia de Aqua, sin embargo, falló grande.

—Ese es el punto, Emma. La niñera pasa más tiempo conmigo que con ellas —se puso de pie y caminó frente al tocador, de un lado a otro, se aproximó otro suspiro rabioso—. ¿Lo captas? Contrataron una niñera para mí, y se excusan con las niñas. La niñera lleva una semana trabajando para nosotros, una semana tratando de acercarse a mí. Es una tetona con pinta de puta, a mí no me cae bien, es más, siento asco por simplemente verla.

Emma no podía creer todo lo que estaba presenciando; desde la mirada colérica hasta el lenguaje grosero.

¿Aqua usó la palabra «puta»?

¿Desde cuándo hablaba como adolescente?

Sorpresa, ya era adolescente.

Parpadeó dos veces, —No necesitas meterte con el cuerpo de alguien, Aqua. Muchas no nos sentimos cómodas con el tamaño de nuestros senos. Pienso que le estás poniendo una etiqueta antes de conocerla solo porque tiene pechos grandes.

—Emma, tú no eres tetona, Kayce sí.

—Bien. Se llama Kayce, entonces.

—Tiene pechos de extraterrestre. Y sí, ella sí está a gusto con ellos, Emmy, pagó una suma ridícula para verse así de espantosa. Mi papá es un lunático, que no sabe ni dónde está parado, sé que ni siquiera se fijó en ella; pero te digo que Kayce es la clase de niñera que las esposas evitan contratar. Mi mamá es una tonta, espera a que sus amigas la critiquen por contratar a ese fenómeno de tres cabezas, ni siquiera ahí será capaz de darse cuenta que tenemos a una ramera.

—Guau, guau, guau. ¿Qué? —arrugó la nariz, también frunció el ceño.

Aqua también usaba la palabra con r.

Qué vocabulario más extendido.

—Creo que estás tan enfadada con tu mamá que no eres capaz de darle una oportunidad a Kayce —añadió.

—¡Pero por qué yo! ¡Tengo catorce años! —exclamó.

Olía... olía a problemas emocionales.

—N-no sé, Aqua. —Porque ¿qué decirle en ese caso?

—Tu tatuaje apesta —señaló sin qué o para qué, cortando el rollo de rabia sin anticipo.

Emma miró su antebrazo derecho. Tenía tatuada la cabeza de un lobo de tres centímetros aproximadamente.

—No sé, siento que todo apesta para ti últimamente —respondió.

—Y no puedo creer que tío J te diera permiso.

—Eh, no me dio permiso porque no lo necesité, Aqua. Cumpliré veintiuno en dos meses.

—Cierto... Ya eres adulta, se supone.

—¿Se supone? —enarcó una ceja.

Aqua ya insultó a su niñera, a sus propios padres, esperaba no ser la próxima víctima.

—Marina está obsesionada con tu novio.

En ese momento, Emma comenzó a preocuparse de verdad. Aqua le estaba echando toda su ira, cambiando de tema bruscamente de un polo a otro. Aparentaba que nada lindo salía de su boca últimamente, solo enojos, insultos y datos innecesarios como que su hermana de dieciséis años estaba obsesionada con el novio de Emma. No era necesario soltarlo, de verdad, y no porque hubiera celos, demonios, Marina era una menor de edad egocéntrica, un chiste para cualquier hombre maduro de la edad de Colin. No era necesario soltarlo porque simplemente no. ¿Cuál era la necesidad?

—Todas lo están —trató de bromear y rió con falsedad.

—No sé cómo terminaste siendo novia de él —admitió, admitió que nadie tenía esperanza de verla en pareja, y mucho menos en pareja con alguien como Colin McClain; no porque él fuera más que ella, sino porque el muchacho era lo que todas soñaban y ella era lo que los muchachos evitaban. Bueno. Eso era lo que creían principalmente Marina y Aqua; que Emma era una cosa insegura y que Colin rebosaba seguridad y actitud, así lo creyeron porque Instagram lo decía. Demonios, sí. Para ese par de hermanas, Emma era poca cosa para Colin, mas Aqua no lo decía en voz alta, sobre todo porque no estaba obsesionada con Colin; él era nueve años mayor. Podía soñar con su belleza, pero hasta ahí llegaba.

—Él solo apareció en mi camino... o yo en el suyo.

—¿Crees que estaban destinados? —inquirió, sentándose de nuevo.

—Destinado a encontrarnos, sí. Evitamos hablar del futuro. —Ahora se dirigió en busca de ropa interior.

Estaba hablándole sobre su novio a su prima menor. ¿Cómo fue que pasó? Si un viajero en el tiempo le hubiese advertido, hace nueve meses atrás, que estaba a un paso de conocer al dueño de su corazón, ella se hubiese reído y deprimido. Reído para camuflar su aflicción, claro, porque hace nueve meses se creía incapaz de gustarle a alguien de esa manera.

—Entonces, no creen que estén destinados a durar mucho. —Aqua razonó lo que la otra respondió.

—¿Qué? —volvió hasta ella con las prendas y se colocó la braga debajo de la toalla—. Esas no fueron mis palabras. Ambos tenemos serios problemas con el futuro, así que nos propusimos no hablar sobre él, ni siquiera para ilusionarnos.

—¿Problemas con el futuro?

Emma se paró erguida. No tenía pensado divulgar el trastorno de ansiedad de Colin, aunque no fuese motivo de burla o menosprecio, él realmente evitaba destapar su mundo real. Le parecía bien que la gente lo creyera el muchacho seguro de sí mismo que estaba en redes sociales porque así podía conservar la privacidad de Colin Oschner. ¿Tenía sentido?

—La gente está inundada de pasado y futuro —contestó.

—¿Lo leíste en algún libro de autoayuda? —suspiró. No estaba ahí para recibir esa clase de charla.

—No. Así razono yo.

Interesante.

—Y-y... —bajó la cabeza, haciendo una pausa considerable para pensarlo— ¿sí logras centrarte en ese medio?

—¿En el presente? Yo diría que sí. Definitivamente, no soy la misma que hace nueve meses —habló medio orgullosa.

—¿Crees que Colin te sanó? —la miró otra vez.

Lucía como una especie de interrogatorio.

Emma frunció el ceño.

—Eh, no. Una persona no puede sanarte; irónicamente, sí puede herirte.

—¿Cómo sanas entonces? —su voz se apagó, pero demostrando una inmensa curiosidad.

—Con predisposición y terapia —se dirigió detrás de las cortinas de su propio probador para terminar de vestirse.

—Y ¿qué haces cuando no tienes predisposición? —continuó, ya casi susurrando.

Emma enarcó una ceja, mirándose al espejo, y lo meditó por un par de segundos.

—Doble terapia. No sé, no estudié psicología —sacó su cabeza a un costado de la cortina para mirarla. La conversación estaba tomando un rumbo bastante inesperado. Aqua se encontraba mirando el suelo y sus pies—. ¿Qué sucede, Aqua? Sé que tu papá tiene sus momentos, que te preocupará siempre, pero debes saber que no tienes la obligación de hallar una respuesta.

Aqua se levantó de forma brusca, —Te dejaré terminar.

—B-bien.

¿Eso qué fue?

No estaban hablando del tío Jamie, ¿cierto?

Emma cerró la cortina para terminar de vestirse con la blusa y la falda.

Quizá no lo pensó de forma consciente, pero... se sentía mal.

Parándose de costado, observó su reflejo, se palpó toda la mandíbula sin una consciencia plena de tal acción. Entonces, el florero vibró con fuerza y ella brincó por la sorpresa. Apartó la cortina de forma brusca para coger el celular entre sus manos, pero no halló lo que andaba esperando desde hacía más de seis horas.

Era Vivian.

⠀⠀⠀⠀⠀

Vi: Perra, yo me preocupo por ti.

Vi: Ya llegaste a tu reino, Emma?

⠀⠀⠀⠀⠀

Emma suspiró y bloqueó el teléfono.

Eran cerca de las ocho y treinta; la aerolínea de Colin partía a las ocho con treinta y tres en horario neoyorquino. Ella supuso que éste se encontraba tan rabioso todavía, que quizá el profesor Cohen lo sacó de sus casillas por A o B motivo, y que por eso no se dignó a comentarle su punto de ubicación dentro del mapa, quizá estaba distraído con sus problemas.

Ansiaba tenerlo delante para decirle que no necesitaba estresarse más, que ella iba a hacer todo lo posible para que él pasara el mejor de los veranos. Extrañaba oír su risa en medio de una conversación, echaba de menos todas sus bromas.

Guardó el celular en el bolsillo trasero de su falda con botones al frente, eligió unas sandalias gladiadoras y terminó de arreglarse el cabello para a continuación dirigirse a la terraza del ático.

Cruzó la puerta de vidrio con la cabeza ligeramente metida entre sus hombros.

La terraza de dos pisos era su segundo lugar preferido del ático. ¿Adivinaron? El primer lugar era su recámara, evidente. En el piso inferior se encontraba una parrilla y un comedor, también sofás grises y blancos. En el piso superior había una sala bajo techo con televisión incluida, aunque no acostumbraban usarla con frecuencia porque preferían el interior del ático; también había jacuzzi y tumbonas para acostarse al sol. Pero toda su familia estaba distribuida en el nivel inferior.

—¡Emma! Aqua acaba de adoptar a todos los Napoleones —le informó Jake, quien se encontraba de pie mientras bebía una botella de cerveza, la apuntó con el dedo índice de la mano que sostenía la bebida.

—¿Qué? ¿Se llaman Napoleón? ¿Todos? —se rió, metiéndose cada vez más al balcón.

—Napoleón uno, Napoleón dos, Napoleón tres, Napoleón cuatro y Napoleón cinco —asintió, orgulloso.

—Eso fue lo más ingenioso y carente de creatividad que escuché en mi vida. No sé cómo lo haces, papá. —Iba a añadir que no podía creer que su tío, el que odiaba a los perros, accedió a tener cinco de ellos en su nueva casa sobre la Quinta Avenida solo porque su papá decidió entregarle esa responsabilidad a la familia, así como así; mas alguien se adelantó.

Marina, una adolescente de cabello rubio oscuro, alzó su mirada desde su teléfono celular y miró a Emma.

—¡Qué gorda estás! —exclamó asustada.

Jamison y Heidi saltaron en sus asientos; Blue e Isla dejaron de jugar juntas; Aqua tapó su boca; y J.J., junto a su padre, respiraron profundamente. Marina era una adolescente maliciosa, pero nada era realmente personal, era así con todo el mundo; carecía de una empatía desarrollada, ni siquiera pensó en los serios problemas que tenía Emma con su cuerpo.

—N-no está gorda, Marina —regañó Heidi, lanzándole una mirada asesina a su hija rebelde.

Negarlo solo iba a empeorarlo.

Los ojos de Emma se aguaron inmediatamente.

—L-lo sé. —Emma sonrió fingida, respondiendo a Marina.

El nudo en su garganta le impidió articular más.

—Tienes que hacer dieta —le sugirió la otra.

—S-sí, lo sé —retrocedió marcha atrás mientras todos la miraban—. V-voy a traer agua.

—Tienes que ponerte las pilas, Emma. Te ves muy mal.

Y la señorita seguía destruyéndole lo poco que le quedaba de autoestima.

—¡Marina! —le gritó J.J.

Emma se metió al ático inmediatamente y, en dirección a su recámara, chocó contra un empleado.

—Señorita Emma, aquí tiene su medicina para la alergia —le pasó unas gotas y una tableta de pastillas.

—Aquí tiene agua de coco para tomarla —añadió una mujer, quien sostenía una copa de cristal llena de agua de dicha fruta—. Mañana nos encargaremos de desinfectar todo el ático mientras usted duerme —sonrió con plena sinceridad.

Emma, quien se encontraba echando lágrimas en silencio, se adueñó de la medicina, mas rechazó la copa con agua. Lo siguiente que se oyó en el ático fue cómo trancó la puerta de su recámara. Se tomó de la cabeza y guardó asiento a los pies de la cama, sobre la colcha grisácea con estampados simétricos, y se largó a llorar desconsoladamente.

Subió de peso... Lo sabía.

¡Tenía un jodido espejo!

Se castigó mentalmente por comer las donas del campus que tanto le gustaban; por cenar pizza y hamburguesas; por almorzar más carnes que ensalada; y por comer a la medianoche mientras estudiaba. Se llamó «gorda» por no tomarse unos minutos al día para hacer ejercicio. ¿Qué le costaba cuidarse? Era un manatí obeso, y lo peor de todo era que se encontraba a días de inaugurar oficialmente la temporada de verano. ¿Usar un traje de baño? No, gracias, ella se odiaba.

Desajustó las sandalias gladiadoras que tanto le apretaban y cubrió su cara al llorar.

Su teléfono vibró en el bolsillo de su falda.

Era Colin.

¿En serio?

¿En ese momento?

⠀⠀⠀⠀⠀

Oschner: Cohen me suplicó que volviera el 15 de julio

Oschner: Trató de convencerme con la idea de que no me hará bien tomarme el verano entero porque es una pérdida de tiempo para los avances

Oschner: Si supiera que el Colin obsesivo murió cuando tú y yo empezamos a salir

Oschner: Me dio todo un maldito argumento por el cual debería volver el 15 de julio y yo solo le respondí que no puedo porque tengo novia. Al principio, lo tomó como un chiste, luego se dio cuenta de que estaba hablando en serio y creo que se enfadó conmigo, cambió su actitud y no recibí ni un «feliz verano».

Oschner: No sé, tengo miedo de que no acepte ser mi tutor en el trabajo final. Gran parte de esta decisión fue influenciada por él y me frustraría demasiado que me lance a la nada. Me siento como: Dios mío, llévame ahora. Mi estrés me sobrepasa.

Oschner: Lo peor es que YO SÉ QUE ME VA A ESCRIBIR EN JULIO PARA PREGUNTARME CÓMO ESTOY, QUE SI NO RECONSIDERÉ LO DE NO TOMARME TODO EL VERANO.

⠀⠀⠀⠀⠀

Vaya.

Ella lo adivinó; estaba rabioso.

Secó sus lágrimas y le respondió.

⠀⠀⠀⠀⠀

Emma: No te lanzará a la nada.

Emma: Eres como la clase de hijo que siempre quiso tener.

Emma: Finge enojarse contigo para aumentar la presión y que accedas a volver en julio.

Emma: Pero en realidad está orgulloso de ti.

Emma: Al igual que yo.

Oschner: Siento rabia

Emma: Cole

Emma: Lo escuchaste decir que eres el mejor estudiante que ha tenido en los últimos diez años, y que le encantaría que fueras su sucesor, solo está molesto porque espera que siempre estés para él. Como él no tiene otra vida que no sea esa, espera que tú actúes igual.

Emma: Ya hablamos sobre esto, bebito, que está bien si quieres volver en julio, pero te conozco lo suficiente para saber que deseas descansar por primera vez en... muchos años. Necesitas tomarte unas verdaderas vacaciones sin nada de libros.

Emma: Lo sabes, Cole, sabes que tu cuerpo y mente lo necesitan, que estás agotado.

Emma: Y yo estoy emocionada por verte haciendo nada

Oschner: Bueno

Oschner: Eso era lo que necesitaba leer

Oschner: Gracias

Emma: Dónde estás ahora?

Oschner: Sobre ti

Oschner: Ojalá literalmente

Oschner: jeje

Oschner: Mi vuelo despegó hace como hace veinte minutos

Oschner: Trataré de dormir

Emma: Llámame cuando estés en tu casa. No importa la hora que sea.

⠀⠀⠀⠀⠀

Bloqueó el celular y lo colocó boca abajo sobre la cama.

—Florecita, queremos que te unas —le habló su padre al otro lado de la puerta—. ¿Sabes que esta noche celebraremos todos tus logros? Hasta tu tío Jamie destapó una cerveza... sin alcohol. Vamos, pedí tonelada de mariscos solo para ti.

¿De esa forma se acordaban de ella?

¿Pidiendo tonelada de comida porque sabían que tragaba como bestia?

No quería salir, sobre todo porque no quería que la vieran emocionalmente devastada por «simples» comentarios. Sabía que estaban enterados de su llanto escondido porque la conocían. Por experiencia, sabían que ella terminaba así cada vez que alguien mencionaba su aspecto físico; además, hasta las niñas pequeñas se dieron cuenta que ese par de ojos se nublaron para seguidamente lanzar la tormenta de lágrimas. Se podría decir que su familia estaba acostumbrada a verla llorar, sin embargo, ella no estaba acostumbrada a que la vieran. Hacerlo a escondidas era lo que siempre trataba.

—¿Emma? —insistió.

—No quiero disculpas de parte de nadie —habló con la voz transformada por el llanto. Era consciente de que no lograría librarse de la reunión, así que decidió poner condiciones. La primera pedía que Marina no le ofreciera una disculpa vacía, tampoco quería escuchar la voz avergonzada de su tía mientras le pedía disculpas por tener una hija tan desconsiderada.

—Está bien —le contestó al otro lado.

—Tampoco quiero hablar sobre Colin como si fuese la grandísima novedad.

Pero era la grandísima novedad, y ella lo sabía.

Jake enarcó una ceja, —Entendido.

—Ve a decirles.

—Oh..., ¡sí! —se marchó en seguida.

Inmediatamente fue a cambiarse esa falda y esa blusa que la dejaba tan expuesta.

¿En qué estaba pensando cuando eligió esos tirantes?

Agarró una prenda de aquí y otra de allá.

—Ya recibieron el mensaje, mi reina. —Jake golpeó la puerta, trató de abrirla sabiendo que lo hacía en vano.

Menos mal que Holly no estaba ahí para escucharlos; ella calificaba a Emma como caprichosa y a Jake como bufón por bajarle el cielo en lugar de regañarla para que dejara de comportarse como una maleducada.

Holly nunca trató de entender.

—Voy en cinco —contestó.

No solo cambió su atuendo por completo, sino que también se maquilló para ocultar sus párpados hinchados.

Y volvió a la terraza diez minutos después.

—Miren, ¡miren lo que compré! —Jake llamó la atención de todos cuando Emma salió silenciosamente al balcón.

Marina enarcó una ceja al descubrir ese palazzo de vaquero con una camiseta blanca simple, en los pies se encontraban zapatillas con plataforma, esas que tanto odiaba, y que la otra usaba con frecuencia para disimular su maldita estatura.

Emma se sentó alrededor de la mesa donde estaban sus tíos, los usó como escudo para protegerse de la mirada de sus primas. Estaba demasiado incómoda en el ambiente; no sabía cómo sentarse, no sabía si colocar sus brazos encima de la mesa o dejarlos sobre sus muslos. Tenía la cabeza mirando la mesa en lugar de disfrutar de la obra de arte que tenía delante y a los costados. Estaba apagada, pero la ciudad parecía más encendida que nunca porque ella estaba de vuelta.

—Me compré un babero para mariscos. —Jake descubrió el enorme babero para adulto que ocultaba detrás. Tenía la caricatura de unas langostas y decía «En el mar la vida es más sabrosa». Estaba orgulloso de su innecesaria adquisición reciente.

—Espero que nunca te cruces con un defensor de los mares mientras usas esa cosa —le respondió J.J.

—Cállate, que no hay persona que ame más a los animales que yo. —Era cierto. Anualmente, entregaba más de cuarenta cheques a organizaciones sin fines de lucro que protegían a toda clase de especies, mas los canes eran su debilidad. No podía encontrarse con un perro sin hablarle con una voz bastante tonta—. Emma, ¿qué opinas tú sobre mi uniforme?

—Que es totalmente necesario. —Emma rió fingidamente.

Lo estaba intentando, en serio.

—Emmy, estoy tan orgulloso de ti. —El tío Jamie habló de sorpresa. Todos se callaron para escucharlo, ya que no era común que expresara esa clase de sentimientos de forma tan abierta. Emma lo miró fijamente y sonrió tan solo un poco, era importante para ella—. Sid y tú están haciendo lo que a tu padre y a mí nunca se nos ocurrió: escapar a la universidad.

—Yo iré a la universidad —comentó Marina—. No seré ni una buena para nada como Coral. ¿Pensaron que el negocio de la familia iba a ser comandado solamente por Sídney? Seré la próxima mujer más rica del mundo, les advierto desde ahora.

Entre paréntesis, Coral solo cursó el primer semestre; abandonó el siguiente porque se dio cuenta que no nació para esa vida, notó que le gustaba mezclar pinturas y lanzarlas contra un lienzo, pero que odiaba aprender sobre historia del arte. Pasó los últimos meses en Europa con sus amigos, los ricos, y pensaba pasar el verano en alguna isla, lejos de su padre.

—Qué bueno, Marina, pero estamos hablando de Emma —le dijo J.J.

—No hay mucho que resaltar —respondió Emma, haciéndose de menos de forma inconsciente.

—¿Es broma? Estás saliendo con un dios —le recordó Marina.

Maldita.

¿Qué tan complicado era mantener alejado el tema «Colin» de la boca de Marina?

Les pidió encarecidamente que no mencionaran el asunto, y eso fue lo primero que Marina hizo.

No quería hablar sobre él porque le fastidiaba cómo todo el mundo se refería a éste como «un dios»; todo el mundo creía que ella estaba orgullosa de salir con uno de los muchachos más guapos del mundo. ¡Qué equivocados estaban! Tenía que admitirlo, había momentos en los que se sentía completamente afortunada de llamarlo «novio», su pobre egocentrismo vibraba cuando, en el campus, él era examinado a la distancia por otras chicas, éstas lo miraban hasta que él estampaba sus labios contra los de ella. Sentirse dichosa por eso era una cosa inevitable. Pero en verdad le molestaba cómo todos asumían que él irradiaba en todo momento. Emma sabía que Colin podía irradiar de día y apagarse junto al anochecer, así, tan de pronto. Le enfadaba que su familia se refiriera a éste como «el perfecto novio de Emma». No tenían idea de lo que estaban hablando, y era realmente incómodo cómo hablaban desconociéndolo entero. ¿Colin era un dios? Sí, era uno que lloraba en la ducha después de un día espantoso; uno que frecuentaba el sanatorio por migrañas incontrolables.

A veces parecía que se refirieran a él como si fuese un robot hecho a la medida exacta de los gustos y fetiches femeninos, olvidando por completo que también tenía corazón. Bueno. La gente aburrida siempre estaba lista para hablar sin pensar, pero ella realmente esperaba más de su familia. Desde las ocurrencias estúpidas de su padre y su hermano cuando ésta recién llegó a casa, hasta Aqua hacía minutos atrás, y Marina en ese momento.

Tal vez estaba comportándose como una sensible de mente cristal. No podía escuchar cómo hablaban sobre Colin McClain porque inmediatamente recordaba a Colin Oschner; a su romántico, tonto, caliente y muy ansioso Colin Oschner. Era consciente de que se enfadaba por algo que escapaba de sus manos, pero en verdad esperaba más de su familia. Quizá necesitaba dejar de esperar cosas de los demás. Jane siempre le decía que no todos eran tan buenos como ella.

No iba a contestar.

—¡Colin no es un dios! ¡Emma sí! —J.J. no midió su tono de voz.

Emma suspiró en silencio y pensó: «ninguno».

¿Había algo que le molestara tanto como el asunto de «Colin el robot perfecto»? ¡Sí! Que hablaran de ella como si fuese alguien genial cuando hasta ellos mismos sabían que mentían, o eso era lo que Emma pensaba en ese preciso momento. Comúnmente, entendía que para su familia era una persona valiosa, mas esa noche no estaba siendo razonable consigo misma, más bien, se encontraba nadando en un mar de ansiedades e inciertos. Nadando ahí desde que pisó el subsuelo de la torre, pero Marina se encargó de quitarle el salvavidas con esos comentarios groseros y maliciosos.

—Colin es un buen muchacho; siempre trató a Sid como a un hermano menor —lo recordó Heidi con alegría.

Emma esbozó una pequeña sonrisa. Le puso más o menos contenta que al menos alguien señalara el interior de Colin. ¿Que los demás no lo conocían? ¡Mentira! Bastaba con saber que cuidaba su relación para decir que era buen muchacho; ellos sabían, su padre y su hermano sabían que Colin la trataba bien, con respeto y demasiado amor. ¿No les bastaba?

Marina masculló con frustración, —¿Cómo puede ser posible que yo no lo recuerde?

—Porque éramos niñas —le respondió Aqua, puso la mirada en blanco por tan estúpida pregunta.

—La verdad, ustedes nunca se toparon personalmente con él. —Heidi pinceló su barbilla con su dedo índice mientras lo pensaba, tampoco era un asunto importante que retener en su memoria, pero coincidía con el tiempo en el que Sídney era un adolescente problemático; ese chico sí que había sido un dolor de cabeza para sus padres durante esos años.

—Adivino: fue en el tiempo en el que Sid negaba a sus hermanas. —Jake cerró un ojo y apuntó a Heidi como si se tratara de una adivinanza con un premio importante—. Cuando a Sid le preguntaban sobre ellas, y él decía: «no sé, no existen».

—Sus amigos nunca pisaban nuestra casa cuando estaban todas juntas —contestó Jamie. Así que..., recordaba esos detalles. Todos se sorprendieron; tenían un terrible concepto sobre él y su paternidad, pero, sabían que no era su culpa.

—Sid odiaba a Marina. —J.J. rió bastante alto. Sid odió en su tiempo a Marina, pero también a Coral, y al mundo entero, a Emma no tanto porque tuvo una minúscula empatía hacia ella y su crítica salud mental. En fin, Sid tuvo problemas con todos, pero a J.J. le fue completamente necesario hacer ese énfasis en Marina porque esa noche lo cabreó demasiado.

—¡Aj! —Marina puso su mirada en blanco—. Estábamos hablando sobre Colin, no sobre mi estúpido hermano.

—Tiene razón —le apoyó Aqua.

—Emma, ¿qué piensa Colin sobre ti? —inquirió Marina.

Emma se quedó congelada frente a esas miradas. Estaba en uno de esos momentos en los que no conocía la respuesta, según su consciencia media; porque su consciencia plena sabía que Colin pensaba que ella era como su canción preferida, con la diferencia de que nunca iba a saturarse por escucharla, le producía un montón de sentimientos a la vez; a veces le erizaba la piel y, bendita sea, le encantaba escucharla en su dormitorio.

Se tomó del cuello y miró hacia abajo.

—Yo le gusto. —Más bien, sonó como si quisiera convencerse a sí misma.

Lo sabía. Ambos se gustaban interiormente..., y físicamente... demasiado.

—Definitivamente le gustas, boba. Nadie te soportaría por mero aburrimiento —replicó Marina fríamente.

Otra daga.

Esas eran cosas que no necesitaba escuchar porque ya lo sabía.

—¡Marina! —gritó Heidi.

—¡Es verdad! Tú estás con papá porque lo amas; imagínate soportarlo sin una gota de amor y paciencia. —Marina le habló sin nada de suavidad. Ni siquiera los sentimientos de su propio padre, ¿verdad? Nada le importaba más que sí misma. Tenía sentido que Jamie no mejorara en su salud mental; estaba rodeado de un ambiente propicio para la locura.

Jake pensó seriamente que esa reunión familiar debía ser un fenómeno a ocurrir cada diez años porque no había nada bonito que le hacía desear repetirla cada semana, o quizá en la próxima podían dejar a Marina fuera. Tenía experiencia con una antigua adolescente irritada, terca y malhumorada, pero esa antigua adolescente nunca se burló de alguien más.

—Como sea —siguió Marina, viendo su teléfono—. Colin se graduó esta mañana, y publicó en su Instagram, luego de aproximadamente un mes desconectado. «En el plan original iba a graduarme a los veintiún años, esta es la prueba de que si algo no sale como esperabas, es porque hay algo mucho mejor esperando por ti, tardé tres años en descubrirlo, pero, cuando lo hice, no paré de sonreír como un estúpido» —leyó la descripción de las tres fotografías, y miró hacia Emma, quien se encontraba observando sus propias manos.

—¡Quiero ver las fotos! —le pidió Heidi con entusiasmo.

Marina saltó de la butaca alta, de donde se encontraba, y le pasó su teléfono.

Tres fotografías en un mismo posteo publicado hacía dos horas atrás; en la primera se encontraba con el célebre profesor Cohen, Colin llevaba una toga negra con una estola de honor en color azul que decía «Clase 2019», y el nombre de la universidad, estaba sonriendo con honestidad, asombroso, y sostenía una medalla de oro, puesta en un estuche, que el profesor le había regalado para agasajarlo, digamos que Mónica, la amargada Mónica, junto con los demás compañeros de Colin, quedaron bastante celosos.

En la segunda foto se encontraba con sus tres mejores amigos, no era una fotografía seria ni por si acaso, de hecho, Alan se encontraba agachado con una rodilla en el suelo y levantando una botella de ¿vodka?, Jordan estaba a la izquierda de Colin, tocando la cabeza de Alan, en realidad, detrás de cámaras, la fotografía se capturó cuando le golpeó la cabeza; y, por último, Eugene se estaba riendo a carcajadas, a la derecha de Colin, quien se encontraba mirando hacia abajo, o sea, a Alan. Lograron tomarse fotografías serias, pero a Colin le pareció ciertamente gracioso publicar la autenticidad de su grupo de amigos, quienes lo habían acompañado desde el primer año, con momentos agradables y no tan agradables... Formaron parte de su pre-grado, así que eran muy necesarios en ese posteo, los quería a su modo, y ellos también.

Y en la última foto, la que todo seguidor suyo había esperado encontrar en ese posteo, se hallaba abrazando a Emma de costado, y ella lo estaba abrazando también; ambos mirando a la cámara, y la expresión de Colin lo decía todo, estaba sonriendo con los labios... y con la mirada. Ningún seguidor podría dudar de su felicidad en el momento que capturaron esa foto. Emma también estaba sonriendo como nunca, con un orgullo que estallaba en su pecho, y con su vestido con estampado de florecitas, tan acorde para la ocasión.

—Son adorables. —Heidi sonrió y le devolvió el teléfono a Marina.

Marina regresó a su lugar y preguntó:

—¿Por qué colocó la foto contigo al último? Yo me enojaría.

—Y ¿por qué no publicaste una foto con él? —le preguntó Aqua.

Publicar y hacerse notar era todo lo que a ese par de adolescentes le importaba.

—Publiqué una foto —respondió Emma.

—Donde no estás tú —le señaló Marina.

Emma había publicado una foto de Colin esa mañana, que capturó Eugene cuando el segundo se encontraba dando su discurso, ella no publicó una fotografía juntos porque en ninguna le gustó cómo se veía, ni siquiera en la que Colin eligió. «¡Cole es licenciado y el mejor de su clase!», escribió en la descripción, a lo que Colin respondió «ese cerebro tiene un cóctel de químicos gracias a ti jeje».

—Necesitas marcar territorio, Emma —añadió Marina.

—Cole no es mi territorio —respondió con cierta inocencia para el punto de vista de la otra.

Marina echó una risa burlona.

—Hablemos de los amigos de Emma, mejor —propuso J.J. —. Hasta tienen el mismo tatuaje.

—¿Emma tiene un tatuaje? —Marina abrió la boca y se puso de pie para acercarse a inspeccionar a Emma; ésta, tan incómoda, tuvo que presenciar como la primera le miraba el antebrazo como si fuera la jueza—. ¿Tío J te lo permitió?

—No, Mari. —Jake suspiró como estresado, recostó su espalda baja contra la baranda del balcón—. Compré una piedra pómez para meterme a su cuarto mientras duerme y así quitárselo —habló con seriedad, luego miró a Emma, guiñándole un ojo con complicidad, como diciéndole «deja que la tonta hable». Emma le sonrió, y rió, cubriéndose la boca en silencio.

Emma había marcado su piel permanentemente en la última noche de vacaciones de primavera. Todos a su alrededor estaban borrachos, incluyendo Colin, quien les había asegurado que esa noche no se iba a embriagar, se encontraban en la mansión de Jamie Hamilton en Malibú, quien tan amable se la prestó a su sobrina durante esos días. Entonces, los muchachos ebrios, y sentimentales, sentados junto a una piscina de ensueño, comenzaron a elogiar a Emma por ser tan buena compañera, sí, así se refirieron exactamente; pero fue Alan quien le señaló que debía, no, que necesitaba hacerse «la marca». De un momento a otro, un tatuador roquero llamó a la puerta de la casa luego de que Eugene lo encontrara a través de Google. Emma pudo haberle pagado para que se retirara, y por las molestias ocasionadas, pero eligió hacerlo; no por presión, solo... lo hizo. Probablemente le dio un ataque de «la vida es corta y quizá mueras mañana».

Quizá había sido la noche más divertida del año; sobre todo porque, más tarde, Colin le había asegurado que la iba a follar como «Dios manda», pero finalmente se quedó dormido en el sillón de la recámara, con el cuello soltado y la cabeza hacia delante. Esa escena bastó para que Emma catalogara la noche como la mejor; fue demasiado graciosa, Colin ebrio era demasiado gracioso.

Santo cielo.

Lo amaba.

Y lo extrañaba.

Extrañaba a su Colin.

Por cierto, «la marca del vandalismo», definición patrocinada por Jake Miller, no fue bien aceptada en la familia Miller al principio, sobre todo porque Emma era la única poseedora de una «marca rebelde», ni siquiera J.J. tenía una. Culpó a «ese Colin Oschner», claro, sabía que éste poseía dos marcas, y culparlo fue lo más lógico que se le ocurrió a su mente medio inmadura. Al final, Emma le explicó el significado y éste se negó a comprenderlo; tal vez aún estaba necesitando un motivo válido para despreciar el nombre de Colin porque, hasta ese momento, todo lo que hacía el chico era digno, aunque podía mejorar, culparlo por influencia rebelde había sido el único escudo que encontró hasta la fecha.

El muchacho hacía todo bien.

¡Tenía que estar contento en lugar de buscar motivos para odiarlo!

Pero él era consciente de que estaba actuando como un padre maniático.

Finalmente, el enfado se extinguió, luego de una semana. Hablando con mayor precisión, ocurrió, exactamente, cuando J.J. llegó al ático, anunciando que Emma le había mandado una fotografía con sus amigos. La foto era una espontánea, ninguno había notado cuando fue capturada, ya que se distrajeron por algo que Alan mencionó. En ella, se encontraban sentados en unas gradas, durante el tiempo fuera de un partido de baloncesto universitario, Emma se hallaba sobre las piernas de Colin, y reía de Alan, mirándolo, todos estaban hablando entre sí, riendo, pero con los antebrazos levantados. Los cinco estaban enseñando sus tatuajes.

No pudo seguir enfadado luego de verla tan feliz, perteneciendo a un grupo.

—Eugene, Alan, no recuerdo el nombre de los demás —continuó Jake.

—Vivian y Jordan —respondió J.J., llevando un puñado de manís salados a la boca.

—Y Colin —añadió Aqua.

—Sí..., no creo que ese cuente como amigo —pensó Jamie.

Emma se sonrojó.

⠀⠀⠀⠀

No comió mucho ni disfrutó lo poco que comió; no después de todo lo que pasó. Se sintió realmente incómoda mientras ellos hablaban, masticaban y tragaban, sin siquiera imaginar cuánto ella se moría de ganas de comer un poco más. La pierna izquierda se sacudía debajo de la mesa y, con la mirada pegada en el plato, tragó el último bocado de camarones envueltos en tocino. El cuello comenzó a dolerle por la incómoda posición durante toda la comida. Alejó el plato y los vio. Marina no estaba vigilándola, claro que no, tenía cosas más importantes que hacer, como esconder la comida de su plato entre la ensalada, por ejemplo. Emma se sintió fatal, y eso repercutió en su pecho, no debió haber cenado y el pan estuvo de más. No era consciente del terremoto que estaba provocando bajo la mesa. De pronto, se levantó en busca de agua por cuenta propia, ignoró al empleado, quien le preguntó qué necesitaba. ¿Qué necesitaba? Necesitaba tiempo a solas en su recámara, lejos de tantas risas escándalos que se acompañaban con aplausos. El postre fue innecesario, no comió, rechazó la deliciosa copa helada con fresas, y se torturó mirando como Blue e Isla se manchaban al disfrutar ese helado.

Horas después, los Hamilton se retiraron por insistencia de Aqua. Emma se quedó sentada en el sofá de la terraza, y oyó cómo su padre ebrio cantaba rock ochentero en el interior del ático, solo. No había nada bueno que rescatar; fue una noche de mierda, y solo esperaba que a partir de mañana todo marchara mejor. Sonrió un poco cuando recordó a Colin. Quizá, si se acostaba temprano, amanecería más rápido. La hora no funciona así. Era muy iluso de su parte esperarlo.

—Florecita, ¿vemos una película? —le preguntó Jake, cuando ella pasó por la sala donde se encontraba recostado como ebrio del bar en el diván; no conocía la moderación cuando de celebraciones familiares se trataba. Le gustaba el alcohol, ese era su más grande pecado, y era la razón por la cual no podía rebajar esos kilos de más que tanto le molestaba a Holly.

—N-no. Dormiré temprano —siguió su camino.

—¡Aguarda!

Emma se detuvo y volteó a mirarlo, —No quiero ni una charla sobre que... no debo escuchar a Marina.

Quería ponerse a llorar.

Santo cielo, pronunciar el hecho en voz alta le hacía peor que guardárselo, eso era lo que ella creía erróneamente porque cometía la falta al pensar que llorar es algo malo cuando lo cierto es que llorar regenera. Ella necesitaba llorar, necesitaba pronunciar en voz alta que estaba herida y que no podía contenerse frente a un plato de comida. Necesitaba expresar lo mucho que le fastidiaba no tener fuerzas para salir a correr o al menos caminar. Era consciente de cómo su ansiedad la paralizaba, ciertos psicólogos dicen que ser consciente de ello es el primer paso para salir a flote, pero ella sentía todo lo contrario; como si se encontrara mirándole a los ojos de quien la estaba ahorcando.

Necesitaba hablar, pero prefirió callar, como siempre.

—Excelente. Tampoco quiero hablar sobre esa niña —movió su mano en señal de reproche.

—Sigue siendo tu sobrina —se metió J.J., quien iba camino al ascensor.

—Sí, pero al menos no es mi hija —contestó y apuntó su cabeza con el índice en señal de buen razonamiento.

—Mañana continuaremos con la plática. —Emma siguió con el trayecto a su cuarto. Iba a bañarse otra vez, pues el agua tibia tenía un efecto calmante sobre su cuerpo y mente, sobre todo si la sesión iba acompañada del gran Frédéric Chopin.

—¡No! ¡Espera! —gritó Jake, como si el mundo se le estuviese acabando.

Emma y J.J. retrocedieron.

—Espero que mañana Colin venga a comer. —Y sí, para eso gritó.

Emma se ruborizó, —Estará ocupado.

Pues sí, domingo...

Día del Señor.

Imaginemos el coro de ángeles ahora.

—¿Hasta la noche? —enarcó una ceja y se sentó en el diván.

—Colin McClain necesita una semana de antelación para cualquier invitación. ¿No sabías, pa? —se burló J.J.

Emma se enfureció, —¿Cuándo traerás a Jasmín? O ¿Ahora se llama Ivonne?

—¡Es cierto! —Jake apuntó a J.J. y sacudió su dedo aceleradamente, a la par que lo señalaba, luego se puso de pie con las manos en su cintura, y trató de ponerse serio, dije que trató—. Yo a tu edad ya estaba haciéndome cargo de ambos.

—Buen esquivo, Emma —aplaudió J.J. lentamente y suspiró al final—. Pues, ahora les cuento sobre mi más reciente descubrimiento. Descubrí que me quedaré solo. Mis amigos dicen que aún no conocí a la persona correcta, yo digo que eso es una mierda disfrazada de esperanza. Me encuentro rozando los treinta y jamás llamé «novia» a ninguna mujer.

Jake suspiró estresado y Emma aprovechó para caminar lentamente en marcha atrás hacia su recámara.

—Es que siempre frecuentas los mismos lugares, hijo —negó, enojándose porque él quería nietos en algún momento de su vida y J.J. no estaba colaborando—. Quizá tu persona correcta se encuentra en una biblioteca o en un McDonald's.

—¿Como otra clienta o como cajera? —le preguntó.

—Espero que como cocinera —respondió y se tocó la panza dos veces.

Emma se detuvo, —Y ¿por qué ustedes no aprenden a cocinar?

—Pfff. Mejor no hablemos de toda la comida de mierda que ha preparado papá en los últimos nueve meses. ¿No sabías? ¿Que está perfeccionándose en la cocina? Hubo muchos fallos, pero creo que finalmente su esfuerzo está dando frutos.

Emma sonrió ampliamente.

—No tenía idea —se acercó de nuevo.

—Sí, me estoy preparando para la próxima temporada de El Maestro Cocinero —asintió Jake, muy seriamente.

—¿Qué es eso? —Emma se rió.

—La competencia culinaria que tu padre mira todos los martes en la noche mientras tu madre trabaja —contestó J.J.

—Me encantaría verte en un programa como ése —soltó Emma sin parar de sonreír. Un segundo. No podía creer que acababa de decir algo como eso, quizá no lo meditó correctamente, su padre era capaz de avergonzarla públicamente, aunque esa no fuera su intención. Pero, al fin y al cabo, todo era una broma, ¿verdad? Bueno, Holly jamás se lo permitiría.

—Bueno, ya. Tienes que invitarlo para cenar mañana en la noche o tendré que ir a tocar su puerta para invitarlo yo. —Con amenaza y todo. Jake no tenía tiempo para indecisiones, era un borracho con un malestar estomacal impresionante. La apuntó con una pistola formada con su dedo índice y pulgar, y se retiró hacia la derecha del diván, yendo a su cuarto.

¿Lo peor? La amenaza iba en serio.

—¿Sabes qué es lo mejor? —le preguntó J.J. a Emma.

Ella negó.

—Que mañana es el segundo juego de las finales de la NBA...

—Mierda —tomó aire y miró el techo.

—Sí...

—Dime que no llegó un equipo que lo enloquece.

—Pero ¿en qué mundo vives? —inquirió.

Emma vivía en el planeta Enamoramiento Perdido y, de vez en cuando, flotaba sobre la atmósfera terrestre. Además, no era fanática del baloncesto, no tenía razón para saber quién llegó a las finales de la temporada, prefería el fútbol europeo.

—Mejor te daré una pista obvia: Curry —añadió J.J.

—Siento que me voy a desmayar.

—El juego será a las ocho de la noche.

—Bien. Seré optimista con el tiempo de juego e invitaré a Colin a las nueve —asintió, y suspiró, pensando: «Excelente idea, Emmy. Ya solo queda asegurarse de que no se pase de copas, ah, y que los Warriors reciban la iluminación del Señor. Un momento. ¿Dijiste del Señor?».

—¿Para cenar? —arrugó la frente.

—¿Por qué no? Compraré todo el alcohol de la ciudad y lo lanzaré al río.

—No creo que se embriague dos noches seguidas.

—Sí..., como que no conoces a tu propio padre, Jake. Hasta un juego de damas puede ser una excusa válida para beber.

Como se trata del primer capítulo, quiero dejar una breve nota, diciéndoles que espero que les haya gustado mucho porque a mí me llevó unas tres semanas tenerlo, los nervios me superaron en más de una ocasión, necesitaba que quedara perfecto. En realidad, este capítulo era más largo, pero decidí dividirlo en dos, también quiero dejar en claro que escribo capítulos largos, pero no todos son tan largos como éste, digamos que acaban de leer una introducción que continúa en el capítulo dos, a eso se debe la extensión. 

Muchas gracias por estar aquí, significa demasiado para mí. Le estoy entregando todo mi amor y pasión a esta obra, espero cautivarlos tanto como en el primer libro. Igualmente, quiero pedirles que no olviden dejar un voto, y recordarles que ¡amo leer sus comentarios! Siempre los leo, y más de una vez. 

Siempre con amor, Ani.

















Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top