Capítulo 26
Durante la siguiente semana, Raquel se puso de acuerdo con su padre para verse cuatro veces al mes. También fue a la facultad a algunas clases que tenía y continuó con su trabajo de fin de grado. Había cogido un buen ritmo y no quería perderlo. También estuvo pasándose por el estudio de vez en cuando para estar con Julián, aunque cuando le pillaba trabajando no permanecía mucho tiempo allí. Por eso quedaron en pasar ese fin de semana juntos. Hablaron de cenar en casa de Julián para no gastar dinero y poder conversar con tranquilidad.
El sábado por la tarde, el día elegido, Raquel no era capaz de elegir un conjunto que le enamorara. Su madre entró cuando la chica empezaba a desvestirse de nuevo.
—¿Quieres que te ayude? —ofreció Cristina.
Raquel la miró con una pequeña sonrisa y dio marcha atrás para ponerse la blusa que se había quitado.
—¿Qué te parece este modelo? A mí no me acaba de convencer...
La madre la observó con atención. La blusa celeste y los pantalones negros ajustados que había elegido no le sentaban nada mal. La agarró por los hombros y sonrió.
—Así estás muy guapa, Raquel. ¿Desde cuándo te preocupa tu aspecto con Julián? —indagó.
—Tienes razón, mamá, pero no lo hago por él. Lo hago por mí. —Volvió a mirarse en el espejo que tenía en su armario y sonrió—. Creo que me quedaré con esto.
Cristina sonrió, satisfecha. Su hija no le había contado nada aún sobre su relación con Julián, pero no le hacía falta. Aunque si Raquel decidía dar el paso y hablar con ella sobre eso, la escucharía con atención e ilusión.
—Bueno, mamá, me voy ya que no quiero llegar tarde.
En realidad, lo que quería Raquel era pasar todo el tiempo posible con él. Seguía poniéndole nerviosa estar a solas con él, pero sabía que llegaría el momento en el que no fuera así. Se despidió de su madre con un beso en la mejilla y salió disparada hacia la puerta de su casa. En cinco minutos ya estaba sentada de nuevo en aquel sofá que tantos momentos agradables había presenciado.
—Te queda muy bien ese conjunto. Estás muy guapa —dijo él cuando volvía de la cocina con las bebidas.
Como ella había llegado más que puntual, decidieron dejar la cena para más tarde.
—Mi madre me dijo lo mismo, aunque yo al principio no estaba muy convencida... —Sonrió.
Permanecieron callados durante unos segundos. Había bastante espacio entre los dos en el sofá, lo que al principio relajó a Raquel. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba, más deseaba acercarse a él. Así que, antes de que él lo hiciera, se movió un poco hacia Julián y ambos quedaron mucho más cerca.
Ni siquiera se habían saludado con un beso.
Julián la contempló intentando adivinar lo que pasaba por su cabeza. Ver su acercamiento le sorprendió un poco, pero le alegró también porque eso significaba que había progreso en su relación. Fuera la que fuese. No comentó nada al respecto, solo acercó su mano a la mejilla de ella para acariciarla y sonrió. Raquel cerró los ojos un instante. Cuando los abrió de nuevo, aproximó su rostro al de él. Se miraron a los ojos, ella separó los labios un poco y finalmente le dio un pequeño beso.
Raquel suspiró en un intento por recuperar el aire que sentía que le faltaba.
—Podría acostumbrarme a esto —comentó Julián, esbozando una sonrisa.
Ella sintió que las mejillas le ardían, aunque no estuviera colorada.
—¿A qué?
—A que seas tú quien se lance a hacer lo que le apetezca cuando quiera. El otro día ya me demostraste que podías hacerlo y esperaba que siguiera siendo así —aclaró.
Ambos sonrieron al recordar el primer beso. No lo planearon y, de un momento a otro, no pudieron soltarse.
—Aún me sorprende, pero he vuelto a ser la que era antes de toda esa mierda.
A Julián no le sorprendió que hablara así de lo que durante meses la había atormentado. Solo esperaba que no volviera a aparecer en la vida de Raquel para hacerle daño.
—No sabes cuánto me alegro de que sea así. Mereces vivir la vida como tú eres, disfrutarla y no sufrir por gente que no se lo merece. Recuerda esto siempre ¿vale? Estemos juntos, o no, en el futuro.
Raquel asintió y bebió un poco del refresco que le había traído él. Julián hizo lo mismo con su vaso y después lo dejó en la mesita que había entre el sofá y la televisión.
—¿Qué piensas de que tu padre nos quiera reunir a los cinco en su casa?
—No me parece mal que quiera saber qué intenciones tienes conmigo —Raquel fue directa—, pero antes me gustaría ser yo quien le hablara de esto a mi madre.
Julián se lo puso un poco más difícil al preguntar:
—¿Y qué crees que es esto? —Su rostro permaneció serio—. Es decir, ¿crees que esto que tenemos evolucionará positivamente o...?
—No es que crea que esto no llegará a ninguna parte. Si no le he dicho nada aún a mi madre es porque aún no he encontrado ni el momento ni las palabras. Supongo que ya intuye algo porque tonta no es, pero no me gustaría que se enterara oficialmente mientras cenamos con mi padre y Marisa. No sería justo para ella —explicó.
—Te comprendo.
De nuevo el silencio se hizo entre los dos. Julián se levantó del sofá y se acercó a una de las estanterías que tenía para activar un pequeño altavoz. Después cogió el móvil, que se encontraba al lado, y abrió la aplicación de música. Había preparado una lista especial para ambientar esa noche.
—¿Te apetece que bailemos?
Tras pensarlo un momento, ella respondió de forma afirmativa y él dejó que la música sonara de forma aleatoria. Raquel reconoció la melodía en cuanto empezó a sonar. Julián llegó hasta ella y le ofreció su mano para que la tomara y le acompañara.
—Discúlpame si no sé bailar muy bien... —se excusó ella.
—Tú solo déjate llevar.
Julián colocó sus manos sobre las caderas a Raquel y ella juntó las suyas en la nuca de él antes de juntar sus cuerpos y empezar a bailar. La melodía de Unchained Melody marcaba el ritmo lento al que se movían sin dejar de contemplarse. Ni una palabra salió de sus labios durante toda la canción, pues sus cuerpos, pero sobre todo sus miradas, hablaban por sí solos. Minutos antes de que terminara, Raquel se acercó un poco más a Julián y apoyó la cabeza en la zona del pecho cercana al hombro, rodeando con sus brazos el cuerpo masculino. Continuaron bailando así, abrazados, cuando la canción terminó y empezó la siguiente. El compás seguía siendo pausado, ideal para que no tuvieran que cambiar de nuevo la postura. La chica suspiró y él aspiró el aroma embriagador de su pelo. Dejaron de moverse al finalizar la tercera canción, pero siguieron abrazados de la misma forma.
—Eres muy especial para mí, Raquel.
La chica se separó un poco para mirarle a los ojos, pero no pronunció ni una palabra. Solo sonrió.
—¿Tienes hambre?
—Un poco... —respondió ella.
—Entonces voy a preparar la cena.
···
Julián se había esmerado con la cena y, aunque había tardado en prepararla, no era tan pesada como cabría esperar. Desde la cocina le dijo a Raquel que fuera sentándose, ya que la mesa estaba puesta desde antes de su llegada. Ella lo hizo y esperó a que él llegará con los entremeses. Se sentó frente a ella en la mesa y los dos se miraron antes de empezar a comer. Raquel se descubrió pensando en otras cosas que nada tenían que ver con la comida que tenían delante y apartó sus ojos de los de él. Él dejó escapar una pequeña risa de sus labios.
—Eres como un libro abierto, ¿lo sabías? —comentó Julián.
Ella volvió a mirarle sin entender a qué se refería. O más bien sin querer hacerlo.
—¿Por qué lo dices?
—Algo ha pasado por tu cabeza que te ha avergonzado, ¿me equivoco? —indagó.
Una risita nerviosa le impidió contestar al instante.
—No te equivocas —asintió—, pero no puedo evitarlo. Cada vez que te miro...
Se detuvo incapaz de seguir hablando. Él sonrió durante unos segundos.
—¿Qué pasa cada vez que me miras? —insistió.
No lo hacía por incomodarla, aunque lo pareciera. Lo único que quería Julián era que ella terminara de soltarse con él. Si era capaz de hacer cosas, también tendría que serlo de decirlas.
—Cada vez que te miro imagino cómo sería acariciar tu cuerpo... sin ropa —respondió, no sin sentir un poco de vergüenza mientras hablaba.
Julián guardó esas palabras en su memoria y cortó el tema de conversación ahí. Cogió uno de los entremeses y se lo llevó a la boca. Raquel le observó con detenimiento y tragó saliva. Si quería jugar, ella también lo haría. Con una sonrisa pícara, hizo lo mismo que él y se llevó un aperitivo a la boca, lo degustó y pasó la lengua por sus labios con lentitud. El fotógrafo se quedó mirándola embobado.
En ese momento sí que se estaba dejando llevar.
Continuaron con ese juego hasta que los entremeses se terminaron. Sin embargo, Julián no se movió del sitio para reemplazar el plato central por su cena.
—¿Me estás poniendo a prueba?
La chica sonrió.
—¿Por qué crees que lo estoy haciendo? —curioseó ella.
La situación divertía a ambos, pero para él se estaba convirtiendo en algo más y no sabía cuánto podría controlarse.
—Sabes perfectamente por qué lo digo —respondió él—. No creo que seas consciente de lo sensual que eres cuando te lo propones.
Raquel ocultó su risa tras la mano derecha.
—Entonces tú también sabes perfectamente que has empezado tú —contraatacó ella.
—Tienes razón —admitió él—, pero solo porque quería ver cómo reaccionabas. Y al final he salido yo peor parado que tú.
Sin añadir nada más, se levantó de la mesa, retiró el plato y se fue hacia la cocina. Cuando volvió con los platos de la cena, Raquel se fijó en algo que llamaba demasiado la atención en el pantalón de Julián. Él se dio cuenta de su mirada y sonrió.
—¿Has visto ya a lo que me refería? —Fue directo al grano.
Ella asintió con un movimiento de cabeza sin ocultar su sonrisa. En ese momento, Julián posó los dos platos sobre la mesa, uno frente a ella y el otro frente a su silla. Después se sentó de nuevo.
—Espero que te guste la cena —le deseó de forma sincera.
Ella miró el plato de pescado y se relamió los labios. Hacía mucho tiempo que no comía y aquello tenía tan buena pinta que no esperó mucho más para empezar. Julián la observó durante un rato antes de hacer lo mismo. Disfrutaba mucho viéndola tan contenta.
Cuando terminaron de cenar, los dos retiraron sus platos y no tomaron postre. De hecho, Julián había pensado en otra forma de culminar la cena.
—Ven, siéntate —indicó él, cogiendo una silla y colocándola en un espacio vacío del salón.
Ella lo hizo sin saber qué esperar de aquello. Julián se alejó solo para cambiar a otra lista de música que tenía preparada, más sensual que la anterior, y volvió con ella en cuanto la primera canción empezó a sonar.
—Antes me dijiste que imaginabas cómo sería tocarme... Pues vas a poder hacerlo ahora si quieres.
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