Capítulo 7
¡Claro! ¿Por qué no se me había ocurrido Jane? ¡Sí! Ella era una señorita muy inteligente, quién podría darme una especie de orientación para resolver este problema. Así que no tardé en ir corriendo a la casa en Cavendish Avenue. Me alegra que, a pesar de la tragedia, ella siguiera viviendo en la casa que alguna vez le perteneció a Paul.
Cuando llegué, corrí a la entrada (en ese momento todavía no tenía el portón) y toqué la puerta. Ella abrió y me vio sin ninguna sorpresa. Me dio la espalda y así pude entrar.
Lo primero que noté es que ella ya prepara sus maletas.
—¿A dónde vas? —Estaba tan apresurado que ni pude saludarla.
—A Estados Unidos.
—¿Por qué?
—Estaré de gira con mi compañía teatral por ese país. No puedo descuidarte mis labores profesionales.
Suspiré algo enojado pero, de cierto modo, yo comprendía que prefería su trabajo antes que los asuntos personales. Así que era momento de aplazar la pregunta, pero no podía ser tan directo.
—Dime... ¿No crees que Paul haya cambiado?
—¿Disculpa? No entiendo tu pregunta—dijo confundida.
—Si... Tú sabes, es algo extraño ¿No lo piensas así?
—¿Extraño?
—Diferente... Siento que no es el mismo. ¿Tú no?
Ella seguía acomodando su equipaje, pero me escuchaba muy bien. Vi como su espina dorsal se tensó al momento en que hice esa pregunta. La noté asustada y sin ganas de contestar.
—No, para nada.
—¿Segura? Yo creo que Paul ha cambiado mucho. Y quiero saber qué opinas tú, su linda novia.
—Para mí sigue siendo el mismo.
—¿De verdad? ¿Con bigote y los diez centímetros qué creció?
—Ja... El bigote le sienta bien.
—¿Y la quijada angulosa también? —Era menester seguir presionándola.
—Claro... Yo no veo problema con nada de eso... —dijo, cada vez más nerviosa.
Me puse frente a ella, impidiendo que siguiera con su tarea de las maletas. Me miró con miedo y desconfianza. Con sus manos, quiso continuar con su labor, pero yo la detuve.
—En serio, tengo que irme al aeropuerto en unas horas—enfatizó.
—¿Y vas a dejar que Paul este solo? ¿Disponible para tanta mujer fácil?
—Ese no es asunto mío. No puedo controlar lo que él hace o no.
—Mejor dicho, no te importa.
—Sí me importa.
—Si te importara, estarías con él en cada momento.
—No digas tonterías, Lennon—aclaró molesta—. Me importa más mi carrera como actriz.
—Y esta tiene más peso que tu novio.
—Sí.
—Incluso si él estuviera muerto.
—¡No! ¿De qué hablas?
Sin pensarlo, logré rodear a Jane sobre la pared y mis brazos estirados impidieron que ella pudiera irse. La tenía en un rincón, totalmente inmovilizada.
—Vamos... No lo niegues más—mi mano izquierda tomó las puntas de su cabello pelirrojo—, sabes exactamente de lo que estoy hablando.
—No tengo ni la menor idea.
—Paul... Ha muerto, tú nuevo novio es un doble, y te han obligado a salir con él.
—¡No! ¡Es ridículo! Cuando él me contó de tu demencia, pensé que era exagerado. Pero ya me di cuenta de que era en serio. Eres un desquiciado.
—¡Podré serlo, tal vez! —Exclamé con enjundia— Pero eso no puede negar lo que ha pasado: Paul murió y fue sustituido por un doble. Y tú lo sabes...
—¡No!
—¡Acéptalo, Jane Asher!
Dije esto último con tanta rabia, que ella me vio con terror. Luego, comenzó a llorar y se cubrió el rostro, en un intento desesperado por negarlo. Pero era tan evidente que no lo podía ocultar.
—Sí... Tienes razón
Necesitaba escucharlo otra vez. Mis ojos se abrieron con impresión. Sacudí mi cabeza, convenciéndome de que sucedió y no fue una alucinación más.
—¿Es cierto? ¿Lo dijiste de verdad?
—Sí John, lo digo y admito.
—¡Eres grandiosa! George y Ringo lo han negado todo el tiempo.
—Supongo que han sido amenazados, como yo. No puedo decir más, mi vida y la de mi familia corre riesgo.
—¡No, Jane! Tú y yo hemos tenido el valor para aceptarlo—la agité de los hombros— ¡Es perfecto! Mientras lo sepamos nosotros, no habrá doble quien lo niegue.
—¡Es imposible! ¿Qué pretendes con esto, John? ¿Acaso no te importa tu familia o amigos? ¡Tenemos que guardar el secreto!
—¡Sí, sí me importan! Pero no puedo vivir en paz teniendo en mente que la memoria de Paul ha sido usada de esa manera. No lo toleraré, y por eso necesito tu ayuda.
—¿Qué?
—¡Sí! He estado pensando en este plan: tú darás una conferencia de prensa, con un montón de gente y hasta guardia de seguridad. Vas a confesar esto a nivel televisivo. Dirás que es la absoluta verdad, es más, mira esto—le di una pequeña nota.
Jane la leyó ligeramente en voz alta:
—Ha muerto, su cuerpo ha sido enterrado en Strawberry Field en Liverpool, los demás fueron amenazados, es un doble canadiense llamado William Shears Campbell.
—¡Exacto!
—¿Todo esto? —Me miró sin confianza.
—¡Sí! Lo dices frente a una cámara de televisión.
—¿Y luego? ¿Me voy al centro de la avenida para que me maten?
—¡No! En ese momento, George, Ringo y yo habremos rentado un jet privado para irnos. Estarán tus padres, tu hermano Peter, mi familia y todos los que podamos. Nos iremos a otro país en calidad de exiliados o ¡Algo así! Cambiaremos nuestra identidad y nos mantendremos así para evitar que nos asesinen.
—¡Es una locura, John Lennon!
—¡Pero es lo único que tenemos! Piénsalo, nos vamos y huimos para siempre. La gente sabrá que ese hombre es un impostor y no lo tolerará.
—¿Y si derriban dicho jet?
—Moriremos todos juntos, sin lamentar la muerte del otro. Veremos a Paul de nuevo.
Jane bajó el rostro y revisó el papel que le había dado. Estaba nerviosa y no dejaba de temblar, sus lágrimas salieron y cayeron hasta sus labios. Luego, tomó valor:
—Sí, apoyo esto.
—¿De verdad?
—¡Sí! Tampoco puedo vivir teniendo que convivir con ese impostor, o sabiendo que le fallé al verdadero amor de mi vida. Moriré limpia o viviré para contarlo.
—¡Así se habla! Ahora, tenemos que decirle a George, Ringo, a Brian y al resto...
En el justo momento de que iba a salir, entró Faul. Con su alta figura, cubrió la salida.
—John ¿Qué haces aquí?
—Nada. Vine a buscarte.
—¿Para qué?
—Para... Ya sabes, disculparme por mi actitud insolente de los días atrás.
—¿Seguro?
—Sí...
—¿Y hablabas con Jane al respecto? He llegado justo a tiempo para llevarla al aeropuerto. Se irá a Estados Unidos ¿Ya te contó?
—Sí... Ella lo hizo. Pero te noto cansado, si quieres yo puedo llevarla.
—No, para nada. Yo la llevaré ¿Está listo tu equipaje?
—Me faltan un par de maletas... Pero yo las acomodaré—respondió Jane, en voz baja.
—Querida ¿Estabas llorando?
—De cansancio.
—Entonces yo haré tus maletas—dijo Faul y siguió con la labor que interrumpí a Jane.
—No es necesario, puedo hacerlo. John me ayudará.
—Es más, creo que esto no es necesario. Con las tres maletas que llevas es suficiente—hablé rápido y compulsivo—. Vámonos Jane—la tomé de la mano.
—Yo puedo llevarla al aeropuerto—Faul interrumpió nuestro camino—. En serio, es mi novia, es mi deber.
—Yo dudo de eso.
—¿Qué?
—Digo...—Retomé la compostura— Quiero decir... Ella es mi amiga también, yo la llevaré.
—¿No tienes una esposa o un hijo que cuidar? —Preguntó, sacando su voz grave y natural.
—Eso no viene al caso.
Quería abrir la puerta, pero la figura alta y delgaducha de Faul me lo impedía. La tensión crecía al igual que el sudor de mi rostro. Faul me vio con esos ojos verdes, llenos de rabia. Su cara parecía plástico que se desvanecía, como si fuera cera de una vela.
—Jane ¿Qué tienes en la mano?
—Nada—se llevó la misma detrás de su espalda.
—Déjame ver.
—¡Dijo que nada! —Intervine entre los dos.
La fuerza de Faul era descomunal. Tan sólo hizo un ligero gesto y logró empujarme al piso. Con violencia, agarró el brazo de Jane y le quitó la nota que le había dado. Ella dio un gritillo, profundamente aterrada. Pegó su espalda contra la pared, usando sus armas para futura defensa. Yo me levanté de un salto, pero Faul había abierto la carta del futuro discurso de Jane. No tenía que leerla tan profundo para saber su contenido.
—¿Qué es esto? —Preguntó.
—¡Nada! —Le quité la nota.
—¿Qué pretendías hacer, Lennon? ¿Por qué Jane tiene dicha carta?
—Era... Un papel de actuación para una futura obra de teatro.
—¡Jane! —Vociferó con toda la fuerza de sus pulmones— ¡DIME QUÉ ERA ESO! ¿Qué pretendías hacer, eh? ¡DIME! —Se acercó a ella.
Jane no paraba de llorar y me puse frente a ella para defenderla. Pero Faul era una furia.
—Tú sabes qué es...
—No puedo creerlo—se alejó de nosotros— ¿Tú también? ¿Vas a caer en el cuento absurdo de Lennon? ¿En su insípida broma?
Jane no respondió y se abrazó a sí misma, bajando la cabeza. Yo quise darle consuelo, pero ella se alejó de todos.
—¡Responde ya, Jane Asher!
—¡Cállate!
—¿Piensas que es chistoso asustar a sí a mi novia?
—Lo que no es chistoso es tu maldita farsa. ¡Eres un doble! Y Jane lo sabe bien.
—¡Jane! Oh, por favor... ¡Escúchalo! ¡John está loco! ¿No crees en mí?
—¡NO! Y yo tampoco... ¿Sabes otra cosa? Nadie más lo hará, porque todos sabrán tu asquerosa labor. Ya lo verás, y te vas a arrepentir.
Las caras de Faul para demostrar gestos parecían robóticas. No podía moverse, debido a que se sometía a cirugías plásticas, una reconstrucción completa del rostro. Por lo tanto, su rostro era grotesca. No lo puedo aceptar.
—¡Bien! De acuerdo, ya lo sabes Asher, y tú también, Lennon. Es cierto, no soy Paul, pero prometo ser mejor que él.
—¡Maldito! —Lo tomé del cuello— ¡Trágate tus palabras!
—¿Qué vas a hacer? ¿Golpearme?
—Sí, y también vamos a decir la verdad.
—¿Ahora mismo?
—¡AHORA! —Alcé mi puño.
—Bien—hizo una sonrisa que parecía de payaso—. Creo que está de más recordar las amenazas que caen sobre tu familia... Sobre sus familias.
—Sí, y no se harán realidad, porque vamos a huir.
—¿En serio? Bien... ¿Me creerías si te digo que hay francotiradores en todos los lugares?
—¿QUÉ? —Solté su cuello y dejé de pararme de puntillas.
—Así es... Kenwood, Kinfauns, Sunny Heights, Chappel Street, Menlove Avenue, Forthlin Road, Wimpole Street, Arnol Grove, Admiral Grove y todos los lugares que hemos investigado donde residan amigos o familiares de todos ustedes.
—No te creo.
—¡Ah! Y también hay uno allá arriba, en la casa de en frente—señaló afuera de la ventana.
Desvié la mirada sólo para comprobar que era cierto. Un puntillo rojo me amenazó.
—Si me haces algo o pretenden huir, van a recibir una ráfaga de disparos. Yo haré la señal y todos los demás francotiradores de Maxwell harán lo mismo. Tu esposa, hijo, tía Mary Elizabeth, y muchos más van a morir simultáneamente. No tienes escapatoria.
Me alejé sin pensarlo, caminando hacia atrás y comprendiendo la gravedad de las cosas.
—¡No nos pueden matar a todos así!
—Claro, y ¿Sabes otra cosa? Vamos a justificarlo diciendo que son terroristas. Nunca dudes de la capacidad de la prensa y los medios para ensuciar el nombre de una o varias personas.
—¡No!
—Y todo saldrá como tú quieres; la gente sabrá que Paul murió, sí, es verdad. Pero haremos que Rita confiese haberse defendido después de que McCartney intentara violarla.
—¡Maldito! ¡Eso no es verdad! —grité horrorizado, sintiendo un nudo en la garganta.
—Ah, y no será la única que lo juzgue a él, todos ustedes... Su imagen será ensuciada y su muerte agradecida por todo el mundo. Pagaremos a muchas mujeres que juzguen a tu amiguito y a ustedes mismos de violentos, irresponsables... y todo lo que se nos ocurra.
Me quedé quieto, apretando mis puños pero sin poder soltar los golpes necesarios para defenderme. Faul sabía que había ganado.
—Ah, y otra cosa—dijo antes de salirse—. Yo me habré ido a otro lugar del mundo, nadie va a hacerme nada, ni siquiera a juzgarme. Voy a desaparecer de Inglaterra y nadie podrá encontrarme. A diferencia de tus planes ridículos, Lennon, los del Mi5 si están bien organizados. Así que tú sabes... Nos vemos—lanzó un beso de forma ridícula y se fue.
No soporté el dolor en la garganta y me puse a llorar, cayéndome al piso y abrazándome a mí mismo, teniendo compasión por mí. Jane me abrazó y su suave manto acarició mis mejillas. Lloré sobre su pecho y rompí la carta, diciendo que no valdría la pena decir nada.
—Pero Faul tenía razón—dije, sin dejar de sollozar—. Ellos tienen un verdadero plan, y yo también lo tendré. Uno mejor que este, uno mejor que cualquiera que ellos podrían ejecutar. Te lo prometo.
—De verdad deseo que sea así, John—dijo ella, con franqueza.
—Lo será...—Me levanté del piso— Ahora vamos, te llevaré al aeropuerto. Es mejor para ti que salgas del país.
Y horas después, Jane abordó un avión que se marchó con firmeza. Que suerte la suya.
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