Capítulo 5


https://youtu.be/npyi--UjLFU

Muchos ya han visto este vídeo, y sino, pues resumo lo que pasará con los fanfics. Este será el último en que publique (y tal vez el último que escriba). No se preocupen, no lo voy a abandonar y habrá también actualizaciones constantes :)

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Me sentía humillado, moralmente destrozado y la rabia corría por mis venas. Lo único de lo que tenía ganas era de irme a drogar, o de golpear a cualquier persona. Pero cuando llegué a casa, hecho un huracán, Cynthia interrumpió en mi camino, con interés de conocer lo sucedido.

—¿Qué tienes?

—¡Ya hay doble! No ha pasado ni una maldita semana y ¡Ya hay doble de Paul!

—¿Cómo? ¿Es en serio? ¿Tan rápido? —Preguntó ella, indignada.

—¡Sí! ¿Puedes creerlo? ¡Es el colmo de cinismo! Es un tipo llamado William Campbell y es canadiense. ¡Un tipo canadiense! Sustituyendo a un inglés. Y no cualquier inglés. Deberías escucharlo, finge el tono clásico de Liverpool. Es como si hablara con una patata en la boca. ¿A quién diablos se le ocurrió esa pésima idea? —Cuestioné furioso.

—Pero ¿Es real? ¿Ya no es ninguna broma?

—No lo es, Cynthia. Ringo y George ya lo han aceptado como si nada. El maldito doble es un igualado qué actúa como si fuera el auténtico McCartney. Pero es pésimo. No pude soportarlo, le grité de cosas, le dije que no lo aceptaría. No pude controlarme.

—Oh, John—Cynthia puso mi cabeza sobre su hombro—. Te entiendo muy bien, pero no fue lo correcto. ¿Qué hicieron los demás?

—Estábamos solos y no tuvieron ni el valor de aceptar la realidad. Fingían como si fuéramos grandes amigos, como si nada hubiera sucedido. Ringo y George ¡Se hicieron los desentendidos! Como si yo fuera el loco. Cobardes.

—No los culpes por eso. Ellos temen por su familia y por sus propias vidas. Es natural que lo hagan. Creo que debes empezar a hacer lo mismo.

—Sí... —Me alejé de ella— Luego hablé con Maxwell. Volvió a amenazarme. Entendí que debo callar.

—Así es, John. Tal vez no sea lo que te apetezca. Pero piensa en ti, en nosotros... En Julian, en nuestra familia.

—No creo poder soportarlo. Me quema el alma, no lo acepto.

—Costará trabajo, John. Pero yo te ayudaré. Debes fingir como George y Ringo, la situación es muy peligrosa. Temo que nos hagan algo, o a Mimí o a algún familiar más. Por favor, piensa en todas las vidas que corren riesgo, incluso la tuya.

—Es cierto, Cyn. Sólo que esto... —dije tembloroso y con lágrimas— ¡Me duele más de lo que pensé!

Me fui corriendo al sótano, mi sitio especial para drogarme y leer. Fumé mucha marihuana y consumí un cuadro entero de LSD, después, tomé whisky como un desesperado. Todo esto me provocó una combinación de drogas. Eso no era diferente para mí, ya lo había hecho antes, pero el efecto fue diferente. Me caí al piso y experimenté uno de los peores viajes de mi vida.

Al principio, el rostro de mi madre, Stuart y el tío George aparecían en ese orden y se hacían círculos, uno tras uno y me llevaban a lo que parecía un túnel sin fin. Luego, caía sobre el paso de cebra de Abbey Road, cuando fue ese fatídico día.

Era la fría y lluviosa madrugada del 9 de noviembre de 1966. Y vi como estábamos en nuestra ridícula discusión.

—Hola John—me sorprendió una voz.

Volteé y... ¡Era Paul! Pero no parecía el mismo. Su piel mortecina, sus labios negros, sus ojos hinchados y su ropa negra, me indicaron que había pasado al otro mundo.

—¡Oh! No sé cómo le he logrado, pero ¡Viaje en el tiempo! Debo de advertirte que no subas a tu auto—lo abracé— ¡Paul! Por favor ¡No subas a tu auto!

—No me tienes que decir eso a mí, sino a él.

Paul señaló a... ¡Otro Paul que iba saliendo de los estudios! Ver a dos McCartney me provocó una gran confusión.

—No entiendo.

—Intenta hablar con él. Soy yo, pero antes de morir.

—Entonces tú...

—Sí John, soy el alma en pena que no puede descansar en paz. Ahora, vas a ver exactamente cómo todo ocurrió.

Vinos como el Paul físico y tangible del pasado entró al auto. Pero el Paul fantasma hizo un chasquido y estuvimos adentro del Austin Martin que provocó la muerte de mi amigo.

—¡Escúchame! —Grité — ¡Baja del auto! Oh, por favor, Paul... ¡Baja ya!

—¡No te oirá! Ese es mi cuerpo, cuando aún vivía. Ahora, verás lo que sucedió.

Con lágrimas en los ojos y obligándome a callar, vi como Paul conducía y la lluvia llenaba su parabrisas. Metros después, vio que había una señorita en medio de todo ese ambiente, que hacía señales para pedir ayuda. Me tuve que limitar a ser un espectador pasivo, que escuchaba sin tener otra alternativa.

—Señorita, ¿necesita ayuda?

La chica no tardó en darse cuenta de quién se trataba.

—¡POR DIOS! Es Paul McCartney...

—No te desmayes, te lo pido—dijo Paul, el vivo—. Necesito llevarte a tu casa.

—¿De verdad harías eso?

—No dejaría a una señorita en medio de la lluvia y a esta hora de la madrugada. ¡Sube!

La chica no desaprovechó su oportunidad. Miraba entusiasmada y sus ojos eran dos esferas gigantes de brillo. No contenía su emoción ni ganas de gritar.

—¿Cómo te llamas?

—Ri... Rita—dijo temblorosa.

Rita era una linda señorita. Tenía el cabello rubio, dientes prominentes y una piel quebrada. Sus ojos verdes no dejaban de ver a Paul.

—Sí, ella, ella es Rita—Me dijo Paul, el fantasma.

—¿Y qué más pasó?

—Mira allá y no te distraigas.

Paul seguía conduciendo, pero la llovizna aumentó radicalmente, así que mantener su labor se volvía difícil

—Y dime, Rita ¿Dónde vives? ¿Dónde te puedo dejar?

—En Fortune Green estaría bien.

—Bien, no queda tan lejos de aquí.

Rita se había contenido muy bien. Su grande sonrisa demostraba todo. Pero como toda fanática, no soportó las ganas de besar a Paul. Le dio múltiples besos en la mejilla y quería avanzar hasta los labios. Por pura lógica, Paul no podía distraerse del volante, no deseaba alejar su vista del mismo.

Aquello que decían de... "Un segundo distraído, puede costarte la vida" Es muy cierto. Sólo vi cómo la mirada de Paul dejaba de ver al frente y ¡En ese momento cambió la luz del semáforo! En un segundo, dejó de ser verde y pasó a ser roja.

Lo que pasó a continuación fue terrible: Una camioneta llegó del otro lado y ¡Chocaron tan fuerte! El Austin de Paul dio toda una vuelta, Rita salió volando, pero su pierna quedó atorada en el vidrio. Lo peor se lo llevó mi amigo, porque todo el peso del coche quedó sobre su cabeza y trituró su cuerpo. Fue terrible, lloré incesante.

—¡No puedo ver esto! No, no... ¡No! —Lloré histérico.

—Velo otra vez, para que te convenzas—dijo aquel ente.

Y fue peor que el infierno, porque ese accidente se repitió una...dos... tres y hasta cuatro veces. El resultado era el mismo.

Después, todo quedó en pausa, excepto el fantasma y yo.

—Mira esa camioneta, es negra, con los vidrios blindados—señaló— ¿Dónde habías visto eso antes?

—No...

—Y llegó a máxima velocidad, como si estuviera esperando ese cruel momento.

—Imposible...

La escena volvió a su reproducción y llegó una ambulancia al instante, quien se llevó a Rita. Lo más extraño de todo, es que la policía no llegó, sino otras camionetas como las que nos llevaron a los chicos y a mí. Una ambulancia negra también apareció, demostrando que era, mejor dicho, el servicio forense. Pero no era el típico ni normal. Todo, parecía una hecho extraño y orquestado.

—Muy parecidas a las del Mi5 ¿No? —Me dijo el fantasma, ante mi desconcierto.

—No lo creo posible...

Los dos nos quedamos solos, sintiendo el paso de la madrugada. Quedé en shock. No fueron ni cinco minutos, en menos de ese tiempo acabaron con la vida de mi mejor amigo.

—Cómo puedes ver, John, no fue un accidente.

—Fue algo planeado... —Musité.

—Y por eso mismo, no puedes aceptar fingir, no puedes resignarte a esto. No veas a William como un nuevo yo, no se lo merece. No cedas, John.

—¿En serio?

—¡No dejes que esto sea en vano! Yo he pagado con mi vida, porque lo que esos sujetos del poder pretender hacer, es algo vil y despreciable. ¡No dejes que eso suceda, John! ¡No lo permitas!

Volteaba a verlo y su boca se hacía más grande, mientras repetía incesante la última frase. Había eco y un montón de voces, que provocaron una deformación en todo el ambiente. Poco a poco, yo iba descendiendo y, en un segundo, sentí el frío piso de mi ático.

Abrí los ojos y me exalté, pero estaba decidido a algo:

—¡NO! No voy a dejar esto pasar. ¡Haré justicia por Paul así sea lo último que haga!


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