Capítulo 29

—Vámonos afuera, no creo que puedan soltarse—dijo el hombre de Maxwell a su compañero.

Los dos tipos vigilaron afuera del cuarto donde John y Yoko estaban amarrados y sin posibilidad de moverse. No tenían nada de qué preocuparse, porque fueron tan precisos con sus víctimas, sabían que ellos no serían libres.

Desgraciadamente, la pareja también conocía esto. En el piso, pegados uno al otro, sentados, sintiendo la frialdad de la habitación vacía, permanecieron en silencio, porque al parecer tenían muchas cosas que decirse, sólo que no deseaban abrir la boca. Se comunicaban a través de sus pensamientos, donde confesaron tener la culpa y perdonaron al otro también. Como era un lenguaje no audible, el ambiente de incomodidad fue su representación.

—Lo siento tanto—dijo Yoko, apenas en un susurro—. Yo tuve la culpa, yo debí cerciorarme de la seguridad. Me dejé llevar y me confié... Un grave error.

—No, no, no te disculpes. No debí meterte en toda está mierda.

—¡Al contrario! Esto es lo único que me ha hecho vivir y usar la mayor capacidad de mi cerebro. ¡Te lo agradezco! Fui yo la que se equivocó... Debí prevenir que Maxwell mandaría a sus empleados, creí que ya se habían confiado de Faul sólo porque ya no hubo escándalos... Pero vi que no. Este error sacrificó toda la misión.

—Por favor, Yoko. Ni siquiera yo me hubiera imaginado que Maxwell enviaría a sus hombres. Canté victoria demasiado rápido cuando creí haberlos engañado. Fue mi culpa.

—Ya basta, John... Ambos somos responsables.

—Ahora a esperar a que nos maten.

—No, para nada. Vas a vivir y ¿Sabes? Ganarás.

—¿Por qué aseguras eso?

—Porque te dije que tenía un plan B por si este no llegaba a funcionar. Y te lo diré, así que es tu deber cumplirlo de la mejor manera posible.

—¡Dime!

—Linda reveló el lugar donde esconde las pruebas contra Faul.

—¿En serio?

—Sí. ¿Recuerdas que te había dicho que tenía fotografías y demás? A mí me dijo dónde está. Lo hizo en forma de protección, para ella y su hija. Si William llegaba a hacerle daño, ella no dudaría en atacarlo. Así que este es el momento perfecto.

—¿Dónde?

—Debajo de su cama, en una caja de zapatos marca Chelsea. Es azul con negro.

—¿Estás segura? Linda dijo que prefería estar con Faul antes de revelar la verdad.

—Eso fue antes, ahora ella es infeliz y sabe que si William se entera, la herirá de muchas formas. Por lo tanto, tienes que obtener esa caja, así sea lo último que hagas en tu vida.

—Bien, pero... Estamos amarrados.

—Ni tanto, mientras hablábamos de esto, yo fui deshaciendo los nudos de mis manos. ¿Viste? —Se soltó— Ahora—repitió la acción con sus piernas— Estoy libre.

Desató a John.

—Toma—metió sus manos en la bolsa de su capa negra—, es un pequeño gas lacrimógeno. Si ves a los guardias, no dudes en usarla. Sal por la ventana y conduce tu Rolls-Royce.

—Pero las ventanas tienen barrotes.

—Ni una casa que se tenga respeto, pondría barrotes. Son un arma de doble filo y más para la familia que lo usa. Así que compré unos barrotes falsos que dan la impresión de ser originales. Pero puedes arrancarlos, tienen pegamento.

Justo cuando John se levantaría del piso, los dos guardias entraron. Les costó tiempo detectar que sus prisioneros escaparían, pero al descubrirlo, la bomba de gas lacrimógeno invadió sus ojos y sus oídos.

Con un fuerte jalón, John logró quitar los débiles barrotes de la ventana. Su cuerpo cayó en el pasto. De la emoción, corrió lo más rápido que pudo al Rolls-Royce. Entró y puso las llaves, arrancando con fuerza inigualable.

Esto llamó la atención de Maxwell y los otros guardias, ya que habían estado muy concentrados en atender a Faul, que seguía sin despertar.

—Oh... ¿Qué pasa? —preguntó somnoliento.

—¿Cómo estás, Billy?

—Bien...

—¿Estás bien, Billy? —continuó Maxwell con un tono malvado y dulce al mismo tiempo— ¿Seguro que estás bien? ¿No tienes ninguna fractura o algo que te lastime?

—No... De verdad, estoy bien—sonrió.

—¿Seguro? Bueno—al concluir, le dio una patada en su estómago y en la cabeza también. Lo tomó de su cuello para soltar puñetazos sobre la nariz.

Faul se alejó de él, arrastrándose a la chimenea. Maxwell quería golpearlo, pero uno de sus hombres lo detuvo.

—Recuerde que las cirugías nos cuesten a nosotros—susurró.

—Es cierto.

—No te entiendo, Maxwell... ¿Qué hacías? ¿Dónde estoy? Oh, por todos los...

—¡Sí, idiota! —Lo levantó del piso con brusquedad— Tú visita "inocente" con Lennon resultó en esto. Te dije que no creyeras en él, te dije que es un idiota. ¡Y no me creíste! Pensaste que era exagerado. ¿Sabes que quería hacer Lennon y su loca esposa? ¡Diles!

—Una especie de sacrificio para el diablo, con usted, señor McCartney. Entramos justo a tiempo. Dos segundos después y esa japonesa le habría cortado el cuello.

—¡Dios! Fui tan iluso... ¡Pero es que me engañó tan bien! Pensé que ya éramos amigos.

—¡Yo te dije que no fiaras! —Le dio una bofetada.

Maxwell interrumpió sus regaños, porque en la parte de arriba se escucharon gritos y un desastre en general. Uno de ellos fue a las escaleras para ver que sucedía. Los dos guardias, con los ojos chillantes, apenas pudieron decir:

—¡Gas lacrimógeno! ¡Lennon huyó!

El motor evidenció la partida del Rolls-Royce.

—¡Mierda! —gritó Maxwell— ¡Síganlos!

—Será imposible—interrumpió— Ya van demasiado lejos.

—¿Y qué sugieres? ¡Idiota! Debimos dejar que te mataran—lo empujó.

—Sé que irá a mi casa en la avenida Cavendish, allá en St. John's Wood. Apuesto todo lo que quieras, a que estará ahí.

—¿Seguro? ¿No es otra trampa? ¿Acaso no te aliaste con él?

—¡No! Sé que allá irá. No preguntes por qué, pero estoy seguro. Por favor, confía.

—Bien. ¡Vamos para allá! Ustedes, quédense aquí, pero escóndanse bien. Y ustedes dos—se refirió a otros—, acompáñenme. ¡Ya estoy harto!

Maxwell cargó su arma y la guardó en el bolsillo de su pantalón. Caminó con velocidad hasta la salida de la mansión, donde tenía su automóvil. No lo pensó más y arrancó, dirigiéndose a Londres. Como la madrugada se hizo totalmente oscura, John pudo alejarse pasando desapercibido, pero Maxwell conocía un atajo para llegar primero.

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