Capítulo 28
John miró a Faul en el suelo, su mano izquierda se había quedado pegada al azulejo y provocó que sus dedos se estiraran.
—¿Lo mataste?
—Claro que no—dijo Yoko y sacó una tinta negra de su bolso—. Sólo está inconsciente, perfectamente dormido. Me alegra que no te hayas equivocado de copa, hubiera sido el colmo que tú tomaras el sedante y no él.
—No soy tan idiota como crees.
—Mientras yo hago el pentagrama, tú ve quitándole la camisa.
—¿Pentagrama? —John se asustó— ¿En serio?
—Claro ¿Lo dudas?
—Pero... ¿Con eso se hace?
—Sí.
—Yo pensé que los pentagramas servían para...
—Cualquier cosa que creas, no me importa. ¡Apúrate! Se nos va la media noche, y es vital empezar ya mismo.
Con mucho miedo de por medio, John acató su orden.
—Ya sé que esto suena extraño y lo es. Pero confórmate con saber que recuperarás a tu mejor amigo. No será en su cuerpo, pero si en alma. ¡Apúrate!
—Tienes razón... Faul, lo siento, pero no eres ni la mitad de bueno que fue Paul.
La pareja se apresuró, confiándose de estar solos y sin nadie que interrumpiera su ejecución. Pero eso no era del todo cierto, en lo alto de un árbol colocado frente a Tittenhurst Park, había dos trabajadores de Maxwell, que se habían dedicado a espiar toda la reunión de los amigos. Sin embargo, se estaban quedando dormidos.
—Ha sido un desperdicio, no ha pasado nada—dijo uno de ellos—. Nada más han estado platicando de tonterías. Ni siquiera para ver si se daban besos o algo más allá.
—Ay, por favor ¿Te gustaría verlos besándose?
—Bueno... Sí, por lo menos para encender el momento.
—No seas ridículo. Asómate una vez más, y si no ves nada interesante, nos vamos.
—Bien—dijo el hombre y tomó sus binoculares—, yo veo que Yoko Ono enciende unas velas y usa un sombrero de bruja... Jajaja, que tonta, Halloween ya pasó.
—¿Yoko? Billy dijo que John se iba a divorciar de ella.
—Pero está ahí, y Billy está en el suelo, desmayado, John lo está poniendo en medio de... ¿Qué carajos es eso?
—Dame los binoculares—dijo el otro— ¿Es un pentagrama? Yoko tiene una bolsa donde está sacando... Mierda... ¡Un cuchillo!
—¿Qué diablos pretenden hacer?
—No sé... Pero hay que llamar a Maxwell de inmediato—sacó un walkie-talkie—, señor Edison, las cosas con Billy se están poniendo feas.
Mientras tanto, John dejó al descubierto el pecho de Billy, y en una de las bolsas de su saco, encontró un botón pegado con un radio.
—¿Qué es esto?
—¡No lo toques! —dijo Yoko— Puede ser una trampa. Dámelo.
Y en la conversación de Edison...
—¿Seguro? Le di a Billy un botón de seguridad que debía hacer sonar si estaba en peligro, y no ha sonado.
—Ah, señor, es que Yoko Ono lo acaba de tirar por la ventana.
—¿Dijiste Yoko? Maldición. Estamos justo detrás de la mansión. Entraremos en seguida—ordenó Maxwell—, bajen del árbol y los vemos por la entrada principal.
—¿Pero no hay mucha seguridad?
—No, los muchachos han cortado la electricidad y están desprevenidos. ¡Ahora!
—Sí, señor. ¡Vamos!
Corrieron y se dirigieron al punto clave, mismo donde Maxwell y otros tres sujetos ya habían escalado el portón. Los cinco hombres atravesaron en tiempo récord aquellos acres con los que contaba la portentosa mansión. Ninguna luz estaba prendida, y el frío de la madrugada se sentía sobre sus rostros. Miraban la mansión y la sentían más cerca. Con cada exhalación, Maxwell añoraba asegurar su victoria e impedir cualquier clase de tragedia.
"Yo sabía que no debía confiar en él... Lennon se volvió un experto en mentir. Toda está fachada de que se sanó y de que quería ser amigo de Billy... ¡Era una vil farsa! Esto no se va a quedar así. No arruinarás mis planes de destruir los tuyos." Pensó.
—Muchachos—finalmente llegaron a la mansión—, saquen sus herramientas y olviden todo pensamiento o sentido de la decencia. ¡Ataquen!
Sin pensarlo, los hombres destrozaron la puerta y entraron al sitio, viéndose Maxwell como el primero en entrar. La sala se veía azotada por la luz de la luna, combinada con el azul marino de la madrugada. Miraron en todos lados.
—¡Rápido! Busquen en todos lados. Quién los encuentre, hable por los walkie-talkie. ¡Corran! No pierdan ni un minuto.
Los atolondrados hombres subieron por las escaleras. No contaban con linternas ni nada que pudiera iluminar su camino, más que su instinto y aquello que su tacto fuera capaz de proporcionar. El más preocupado era Maxwell, y era el que más se apresuraba. Abría las puertas de las habitaciones usando su pie, pero no obtenía resultados concisos, esto debido a la cantidad de cuartos que había en la prestigiosa casa. Pero, a pesar de eso, no se daba por vencido.
—¡Sigan buscando! —ordenó.
A pesar del gran tumulto y ruido que había, John y Yoko seguían concentrados en su labor. Una especie de sacrificio humano ya estaba listo para ejecutarse. Lennon no dejaba de temblar.
—¿Estás segura de que funcionará?
—Totalmente.
—Me da pánico ver esto.
—Y eso que no has visto cosas peores.
—No, afortunadamente. Mejor apúrate.
—Entonces ya no hables—Yoko sacó su deslumbrante cuchillo y lo posó por el pecho de "Faul", listo para clavarlo.
Lo que ocurrió después, fue sumamente rápido y sin capacidad de procesarse. Se abrió la puerta, y Maxwell junto con sus hombres intervinieron. Dos de ellos atacaron a Yoko y la alejaron del cuerpo desmayado de Billy, mientras que otros dos, se abalanzaron contra John. Él quería golpearlos, pero su fuerza era menor. Por su parte, Maxwell se dirigió al cuerpo de Billy y le dio golpes sobre sus mejillas, intentando que reaccionara.
—¿Está muerto? —preguntó uno de sus hombres.
—No... Aún tiene pulso, pero mira toda la mierda que estos dos locos estuvieron a punto de hacer. ¡Un sacrificio!
—Aquí el único loco, eres tú—gritó John—. Tú planeaste la muerte de Paul, su accidente, tú ya tenías listo todo. ¡Maldito! Mataste a mí esposa y a mí hijo también.
—¡SÍ, LENNON! —Gritó Maxwell y le dio un puñetazo en el estómago— Lo hice. Pero en vez de Paul, debí matarte a ti—le dio más—. ¿Creíste que te ibas a salir con la tuya? ¿Creíste que ibas a ganarme? Soy mil veces más inteligente que tú. Y ahora, vas a comprobarlo. Ustedes, amarren a estos dos desquiciados. Tú—le dijo al hombre de al lado—, carga a Billy, ayúdame a hacerlo reaccionar. Ustedes dos—se refirió a los tipos del principio—, restablezcan la electricidad. Ustedes vigilen bien a estos dos. ¡Ahora!
Cada uno de los hombres hizo sus respectivas tareas. John y Yoko quedaron totalmente amarrados y sin posibilidad de moverse. El primero quería morirse de verdad, ya eran muchas cosas y ninguna le había dado éxito. Empezaba a creer que la fórmula era aceptar de una vez que Paul murió y no hacer más al respecto.
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