Capítulo 22

Cuando John escuchó la petición extraña de Yoko, hizo un gesto de desagrado. ¿Estar todo el tiempo con una persona? Sólo soportaba a Paul, y eso porque era su mejor amigo. Y ni siquiera estaban juntos todo el tiempo, sólo durante algunos ratos. A John nunca le gustó esa idea, él era alguien que apreciaba su soledad y aprovechaba esos momentos para tener las mayores reflexiones.

—¿Qué? ¿He escuchado bien? ¿Te tengo que llevar a los estudios y estar todo el tiempo contigo? —Repitió, con horror.

—Sí, así mismo.

—Pero... ¿Por qué?

—Es necesario. Debo estudiar completamente la actitud de Faul, verlo directamente, conocer cada detalle y centímetro de su ser.

—¿Estás segura?

—¡Totalmente! Vamos, John. Sé que lo has visto muchas veces, pero no es suficiente. Yo necesito conocerlo íntegramente, verlo, oler su esencia y descubrir su aura. Saber si tiene alguna especie de protección o de qué forma atacarlo.

—Bien, mañana iremos a los estudios, pero sólo un día.

—¿Sólo un día? ¿Acaso no entiendes lo complicado y la gravedad de la situación? —Preguntó Yoko molesta—. No me basta un día, no es suficiente... ¿Comprendes? ¡No servirá de nada! Tiene que ser diario, nos tienen que ver pegados y juntos. También es por la protección. Puedes engañarlos y qué piensen que estás curado, pero si haces algo o Faul te considera una amenaza, no dudes en que tardarán en matarte. ¿Y si estás solo? ¿Qué dirán? Que fue una sobredosis, o provocarán otro accidente. Si los dos estamos juntos, no encontrarán manera sencilla de matarte. ¿No comprendes? Esto es por ti, John.

—Sí...—dijo pesaroso— Es cierto, no lo había visto de ese modo.

Al día siguiente, John y Yoko se presentaron ante los estudios Abbey Road. Desde que la segunda puso un pie en el salón 3, provocó la incomodidad de sus compañeros. George afinaba la guitarra, Paul tocaba el piano al azar y Ringo fumaba un cigarrillo mientras sujetaba sus baquetas. Todos los miraron con intriga.

—Hola chicos—dijo felizmente John—. Les presento a Yoko Ono, ella es una artista muy importante de vanguardia—le inventó esa falsa personalidad—. Y la he traído.

—¿Para qué? —George saltó a la defensiva.

—Porque... Bueno... Ella es una artista—reiteró— y creo que su esencia creativa podrá ayudarnos a sacar mejores canciones. Mal me comentó que ustedes tuvieron un breve hiato, mientras estaba en el hospital ¿No?

—Así es—respondió Paul—, no nos creíamos capaces de seguir sin ti.

—Agradezco esa acción. Pero aquel tiempo me sirvió de inspiración para continuar escribiendo. Tengo algunas canciones que pueden funcionar—John sacó unos papeles y se sentó en una silla, Yoko le siguió.

George y Ringo se sentaron en las otras dos. Por obviedad, sólo había cuatro, así que Paul se quedó de pie, sintiéndose ligeramente avergonzado.

—Vean... Echénles un vistazo. ¿Ustedes han tenido algo en mente?

—Sí—dijo Paul—, de hecho estaba componiendo algo... Se llama "Get Back" —ejecutó algunos acordes.

De igual modo, Paul no pudo hacerlo como antes porque la mirada penetrante y fulminante de Yoko se enganchó sobre él. Era como si ella hubiera clavado sus ojos negros y oscuros sobre él. No terminó.

—Me... molesta un poco...

—Oh, lo siento—dijo Yoko y desvió la mirada.

De igual modo, la apariencia espectral de Yoko seguía asustando. John parecía no tomarlo en serio, pero George y Ringo apostaron que sería el comienzo de una gradual pesadilla.

Y no se equivocaron.

Al día siguiente, volvieron a verla llegar del brazo de John. Era extraño, alguno de los tres pensaba que la iba a presentar como su novia, pero eso no sucedió. Se trataba de una... ¿Amiga? ¿Conocida?

—John dijo que ella nos ayudaría creativamente, pero la verdad es que no ha dicho ni media palabra—dijo George.

—Ya sé... Me molesta su presencia. No dice nada, pero tampoco sonríe, es como si sus ojos estuvieran plasmados... pausados... No sé, me aterroriza pensar en ella.

Así pasaron las primeras semanas y cuando lo esperaban ¡Ya habían pasado algunos meses!

El más inconforme con la situación, era "Paul".

Cada vez que él caminaba o se dirigía al baño, se encontraba o chocaba directamente con Yoko. Al principio, él pensó que se trataba de algo casual, de algo que no tenía ni un sentido. Pero conforme pasó el tiempo, se dio cuenta de que estaba premeditado y planeado. Yoko lo miraba con euforia, como si sus ojos fueran dos navajas que se incrustaban en él. La mayor parte del tiempo, ella parecía distraída, pero cuando Paul hablaba o decía algo, ella le prestaba la mayor de las atenciones. Lo escuchaba sin perderle rastro, interpretando sus palabras.

Yoko no decía nada, pero su corporalidad, sus gestos y acciones demostraban mucho. Ir a los estudios Abbey Road se volvió una molestia y un terror inexplicable.

Lo peor de todo, fue cierta noche de febrero, cuando Paul condujo su Austin Martin para llegar a su casa en la avenida Cavendish. Se dio la vuelta, miró a la esquina, y juró que Yoko lo estaba siguiendo. Sintió el miedo más horrible del mundo y entró de inmediato. Ella tuvo que reconocer que fue un error.

—No fui discreta—le confesó a John al estar en su casa.

—Ahora pensará que eres una amenaza.

—Ay John, por todos los cielos. Mírame, soy una mujer y no soy alguien que parezca muy fuerte. ¿Crees que podría tener miedo de mí?

—No lo sé, probablemente.

—Para nada... No debes preocuparte. Total, si pregunta algo, tanto tú como yo podemos decir que él se ha equivocado y que yo no lo he seguido para nada. Fin de la historia.

Sin embargo, John recibió una llamada en la noche, de su compañero.

—Hola John... Oye... ¿Crees que mañana sea posible hablar contigo a solas? Puedes llegar más temprano a los estudios, o ir a mi casa en la avenida Cavendish. Salimos y conversamos un rato, sólo los dos.

—¿Por qué? ¿Algo malo pasa? —Supo por dónde iba el asunto.

—Prefiero decírtelo en directo.

—Perfecto, Yoko y yo estaremos complacidos de escucharte.

—No John, no quiero que ella me escuche—definió McCartney, sumamente molesto.

—De acuerdo...

Al día siguiente, le pidió a Yoko que se fuera a los estudios y él pasaría por Faul a su casa en Cavendish Avenue, para hablar de esos asuntos pendientes.

—Hola—dijo Paul al verlo afuera de su casa.

—Hola... Aquí estoy, solo yo—intento notarse saludo.

—Vamos a los estudios.

—Sí, allá nos espera Yoko.

—Entonces no hay mucho tiempo.

Los dos amigos caminaron por la tranquilidad de las calles londinenses. No tenían por qué preocuparse de la gente, eran las primeras horas de la mañana y no había fanáticas empedernidas.

—¿Qué es Yoko de ti? —Preguntó Paul.

—Una amiga, ya te había dicho... La conocí en... una exposición de arte—mintió—, hace unos días...

—Ya veo... ¿Nada más?

—Es una mujer que me gusta, Paul.

—¿Te gusta?

—Bastante.

—Entonces no sé cómo debería decirte esto...

—Dime amigo, puedes decirme cualquier cosa—insistió de buena fe.

—Está bien—suspiró Paul—. Creo que le gusto.

—¿En serio? ¿Por qué aseguras eso?

—Porque... Ella me espía, John, ella me sigue a todos lados, sea en los estudios o afuera de ellos. Ayer la vi siguiéndome hasta mi casa. Me observa de forma discreta y... ¿Sabes? No es algo que esté dispuesto a soportar.

—¡Ah, mi amigo! Siempre un casanova. Creo que estás exagerando. Yo le gusto a Yoko y ella a mí.

—¿Y Cynthia?

—Después de que me traicionó, se fue a su casa en Hoylake. Nos divorciaremos pronto.

—Pero John... Lo que te digo es cierto, siento que Yoko me espía, o que está obsesionada conmigo. No te miento.

—Te creo, en serio... Pero es un error y ya verás por qué.

—¿Cómo?

—Lo verás en los siguientes días. Por cierto, olvidé algo en casa. Tengo que correr para ir por... ¡Mi plumilla! Claro... Sí, ve a los estudios. Yo te alcanzo.

—Preferiría acompañarte.

—No amigo, tardaré mucho...—diciendo esto, John ya iba corriendo a lo lejos.

Ajetreado y con una respiración voluptuosa, John llegó a su casa y se sentó en su escritorio. Sacó pluma y papel, para escribir:

Querida Cynthia.

La situación amerita que tenga que enviarte esta carta y no decírtelo de forma presencial. Pero es necesario que nos divorciemos. No preguntes por qué, no digas más. Pide el dinero que quieras para ti y para Julian... No quiero perder más tiempo. En los días siguientes, recibirás noticias de mi abogado y más te vale firmar. No preguntes, no hagas interrogantes... Nos vamos a divorciar, fin de la historia. Sólo quiero recordarte que lo que te dije en la última vez, es cierto: te amo con locura y créeme que me duele está terrible decisión.

John W. Lennon

"Yo soy viudo desde hace un año". Pensó mientras ponía la carta en un sobre. "Pero más me vale engañar a la falsa Cynthia, que no crea que volvió mi paranoia o algo así".

Después, tomó el teléfono:

—Abogado Klein—dijo al instante— ¿Podría programar un divorcio y una boda? Todo para lo más pronto posible. Quiero divorciarme de Cynthia para casarme con otra persona... No más, ni menos. ¿Podrá hacerlo en estos días? Maravilloso—dijo con una gran sonrisa.

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