EXTRA: Lo hermoso de la rutina
[Atención ⚠️ Este extra se desarrolla a continuación de la trama principal, sin embargo, se encuentra interrumpida con la cronología puesto que pasaron muchos meses desde el "Final". Espero que lo disfrutéis mucho.]
EXTRA: Lo hermoso de la rutina
Decir que estos últimos meses fueron un jardín de rosas es calificar el tiempo de forma absurda. Si tuviera que compararlo con algo sería una montaña rusa; una con giros completos y bajadas infernales. Pero todo en el buen sentido. Ya sé, las dicotomías solo confunden a la gente y las hace entrar en una espiral banal, pero es que la vida misma me ha demostrado ser así: doble cara e inmoralista. Regresando la vista al pasado puedo concluir que al fin puedo subirme a la montaña rusa y disfrutar de la atracción; puedo sentir el viento en mi cara y gritar a gusto, hasta en las bajadas tenebrosas puedo estar tranquila, porque ahora tengo a alguien que sostiene mi mano y se encarga de no dejarme caer, me da la confianza suficiente para subirme las veces que hagan falta en vez de huir...
[...]
─Waffles ─dije, con el plato de croquetas en la mano. ─. ¡Waffles! ¿En dónde rayos estás, chiquillo malcriado?
Salí al patio y comencé a buscarlo. ¿En dónde diablos se había metido? Me acerqué a las ligustrinas, que ya estaban frondosas, para ver si allí estaba, pero no. Tampoco se había metido en su casita, construcción que no usa más que para esconder juguetes, ya que duerme en todos lados menos ahí.
─Ah, le dije a Bordán que consiga un rastreador para este niño... ¡Waffles!
Y... ¿para qué lo habré llamado? Waffles apareció corriendo con su habitual fuerza y adrenalina perruna, se dirigió directamente hacia mi torso y de un salto caímos ambos a la piscina. Lo reprendí en veinte idiomas diferentes especulando que él me entendía, pero solo parecía disfrutar de su peculiar travesura.
─ ¿Por qué te portas tan mal? ¿Eh? ─le dije. Acaricié su pelaje húmedo mientras aún estábamos en la pileta y me lamía la mejilla.
─Porque es igualito a ti.
Martín se encontraba acuchillado en el borde celeste, con su camisa arremangada y sus ojos desafiantes.
─Yo no soy como Waffles, en todo caso salió a usted.
─Alma ─Suspiró cansado. ─¿Cuántas veces te he dicho que me tutees? Hace más de un año que estamos juntos y sigues con eso de "usted"... tendré que castigarte.
Sospese la idea en mi cabeza creando una imagen mental muy gustosa.
─ ¿De verdad? Uy, qué miedo tengo, Señor.
Meneó la cabeza y se rió de forma tonta; se veía tan joven y atractivo, un ensueño que cada vez era más vívido y a la vez me obligaba a anclarme a la realidad, pero en días como ese me gusta estar en las nubes.
Le sujeté por la muñeca y lo atraje hacía mí; el agua chapoteó y salpicó bastante cuando Martín cayó a la pileta. Waffles aprovechó para ayudarme y se le tiró encima. La escena era muy divertida de ver.
─Waffles aún está en su etapa de adolescente, debes ser paciente.
─Lo sé, pero tú eres su padre, debes asumir la responsabilidad por ello ─Me miró divertido, me atrajo hacía él ignorando el hecho de que estábamos sumergidos en la pileta con ropa y con un golden retriever nadando en nuestras espaldas. ─. Es bastante malcriado, podríamos tener un gato.
─Cariño, ya hablamos de ello: no quiero enviar al cielo a otro inocente gato por tu causa.
Lo miré enojada, haciendo puchero. ¿Otra vez con lo de ser asesina de felinos?
Depositó un beso casto sobre mis labios, volvió a repetir la acción, y otra vez, y otra, hasta que mis comisuras se alzaron y el enojo dejó de ser visible en mi rostro. Vaya efecto el que tenía ese hombre.
─Ok. Andando.
Lo miré confundida mientras él salía de la pileta.
─Todavía debo castigar a alguien por llamarme "Señor".
El piso se iba cubriendo por el agua que escurría de nuestros cuerpos y quedaba poco a poco decorado por nuestra ropa.
Waffles, derrotado por sus propios arranques de hiperactividad, dormía una siesta gustosa sobre su cucha (destrozada por él mismo).
Bordán saboreaba la piel de mi escote, aferrándose a mi torso como si fuera un salvavidas, haciendo que divague entre la realidad y el éxtasis.
El peludo roncaba, se encontraba contorsionado en una pose extraña, con las patas para arriba, y un hilo de baba grueso le colgaba desde el hocico.
No se contuvo; exploró con rapidez envidiable y calentó mi ser con la misma sazón. Jadeante, enrosqué mis piernas en sus caderas y dejé que mi boca buscara la suya. Me encantaba besarlo, cualquiera que fuese la situación, su boca dulce y su lengua ávida me recibían gustosas siempre que yo lo solicitaba; a veces tierno, cálido y delicado como una pieza de cristal rosa; otras, salvaje, voraz e insaciable, como un león hambriento devorando a su presa. De vez cuando lo tentaba diciéndole "Señor" y rogándole con formalidad, lo que lo hacía sonreír, tornando su comportamiento un tanto más travieso.
Los sonidos que emitimos resonaban por cada rincón del cuarto, escapaban hacia otros rincones y volvían hacía nosotros. Si pudiera transformarlos en música, sin duda alguna sería una sinfonía armónica de Mozart, quizás Réquiem.
Apretó mi cuerpo contra su piel, besó mi hombro y susurró hermosas frases robadas de Benedetti, lo que me hizo sonreír como una niña pequeña. Me encantaban mis días así: típicos, rutinarios, cargados de emociones que no había experimentado en casi veinte años de mi vida y que Bordán había traído de regreso.
Fin.
Hola, hola, engendros bellos. Aquí de nuevo después de tanto tiempo, ya los extrañaba; nuestro grupito se agrandó, bienvenidos/as a estos locos lectores. Ya saben, aquí hacemos literatura (o intento) de forma humilde. Después de mucha, micha insistencia de ustedes les traje un extra, y en breve habrá otro más. No sé si habrá un tercero, no sean codiciosos, estos personajes ya estaban disfrutando de su lunita de miel y yo los interrumpí, jeje.
XOXO
Los quiero, Mily.
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