Extra: Error nocturno. Parte 1
Extra: Error nocturno. Parte 1
[Lector/a, este extra transcurre en un mundo paralelo donde se invierten las edades de los protagonistas, eso hace que se realicen ciertos ajustes. Qué disfrutéis.]
No comprendía cómo alguien podía empeñarse tanto en un tema. Ese alumno mío era un caso especial; responsable de todos y cada uno de mis reniegos y pesares como educadora. ¡Se atrevió a jugar con la moral docente! ¡Pero qué chiquillo insolente! Debería de haberle desaprobado cuando tuve ocasión, pero el niño salió aplicado y no justificar una mala nota injusta me hubiera hecho quedar como una dictadora capaz de mezclar lo privado con lo profesional.
Seguía reprochándome una y mil veces aquella ocasión. Es mayor de edad, cursa la universidad, no pueden acusarme de ser delictiva, pensaba. Recaía en la justificación de que el hecho en cuestión había ocurrido antes de nuestro encuentro de profesora y alumno.
Pero ahí estaba él; mirándome con sus ojos profundos, verdes a más no poder. Su expresión pícara y la manera en que revoloteaba sus dedos en gesto de saludo me colmaban la paciencia. Yo me dedicaba a ignorarlo; fruncía el entrecejo y continuaba escribiendo en la pizarra. Sin embargo, ese día, se quedó después de clases...
─La clase ha terminado, niño Bordán. ─le dije, a medida que acomodaba unos papeles sobre el escritorio.
─Eso ya lo sé, Profesora. Me quedé porque quiero hablar con usted. ─Se acercó a mi escritorio, con la palma de su mano recorrió mi brazo desnudo y se detuvo al verme furiosa:
─ ¡No sea insolente, Bordán!
─Profesora, no me diga Bordán, llámeme Martín, como esa noche.
─Me niego a hablar sobre eso. Usted también debería hacer de cuenta que eso nunca pasó, Alumno, es mejor así.
─No lo es. ¿Mejor para quién?, ¿para usted?
─Para ambos. No me haga volver a repetirlo.
─Usted no sabe. No tiene idea lo que se siente.
─ ¿A qué se refiere?
─A todo ─Se encogió de hombros. ─. Me duele saber que para usted no significó nada, pero sabe, yo no puedo quitármelo de la cabeza. Lo intenté, ¡le juro que lo intenté! Pero no pude.
─Bordán...─amenacé.
─Profesora Muñoz, cómo quiere que me la quite de la cabeza si sueño todas las noches con usted; con su piel lisa siendo besada por mis labios; con su cuerpo estremeciéndose debajo de mis manos; con sus gemidos dulces en mi oído. No me pida tal cosa, se lo suplico.
─ ¡Basta! Este es el límite.
─Profesora, yo...
Al escucharlo, di media vuelta con los papeles en mano, dispuesta a marcharme del aula, pero el niño Martín no iba a dejármelo tan fácil:
─ ¡No se vaya! ─gritó. Jalo de mi brazo hacía atrás provocando que todos mis papeles quedarán regados por el piso.
En breve se arrodilló junto a mí para juntar aquellos documentos. Lo observé con una mezcla de furia, desconcierto y, para mi sorpresa, deseo. Chiquillo malcriado, qué le costaba hacer caso y olvidar esa noche.
Por un momento, Martín olvidó lo que estaba haciendo; estiró su brazo y acarició mi pómulo con su pulgar.
─Por favor, alumno, se lo suplico; no haga esto más difícil.
─Permítame recordar lo sucedido.
Suspiré. ─Está bien, se lo permito. Pero no vuelva a mencionarlo; nosotros solo somos alumno y docente. ¿Queda claro?
─Sí, por supuesto. Pero...
─¿Pero?
─Solo quiero escuchar salir de sus labios que en esa noche, usted, no cometió ningún error.
Tragué grueso.
Para nada consideraba aquel suceso como algo de lo que he de estar arrepentida. Admitía para mis adentros que estar entre las manos de ese muchacho había resultado maravilloso. A pesar de nuestra clara diferencia de edad, me trató como si de una frágil rosa se tratase. Para tener tanto alcohol en sangre, no tenía prisas; su lengua se enredaba suavemente con la mía provocando cierto nivel de desesperación de mi parte; por lo que audaz, le derribé sobre la cama de hotel, relami mis labios deseosa de atacar a la débil y sabrosa presa, y con mis manos le estimule. Contemplé cómo soltaba gruñidos lascivos a medida que sus iris oscurecían. No recordaba haber tenido tanta satisfacción como en ese momento. Por lo que no podía mentir ante las circunstancias.
─Le daré con el gesto, alumno Martín, solo por el hecho de odiar personalmente las mentiras ─Era verdad, en el pasado había tenido unos entrecruces bastantes trágicos con respecto a la mentira. ─. Admito no estar arrepentida de lo que pasó, es más, me encantó, pero también confieso que jamás me hubiera relacionado íntimamente con usted si de antemano sabía que era mi alumno.
─Eso es suficiente como para no rendirme, querida profesora.
Lanzó un beso al aire y se marchó del salón.
─Insolente. ─murmuré.
Hola, mis engendros lectores. Eh regresado después de mucho!
Qué les pareció este extra? Hágamelo saber 🙏
Como algunos sabrán, aprendí a utilizar la IA (aún sigo perfeccionandolo) y cree una referencia visual de los protagonistas de esta historia (Él no es mi marido).
Aquí les dejo a Martín Bordán (hilo de trama principal)
Nos vemos.
XOXO
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