Capítulo 9: ¿Qué hace él aquí?

Capítulo 9: ¿Qué hace él aquí?

La tela azul rayada de su pantalón se embebía con la tierra acumulada en el suelo del pasillo. No creí posible que mis ojos pudiesen contemplar una imagen como aquella, sin embargo, lo estaba viendo en vivo y en directo. Pasó por mi mente la idea de que los niveles de alcohol en sangre de mi jefe se hayan encontrado elevados, pero no serían propios de él, aunque tampoco lo conocía desde hace mucho, era solo mi capacidad de juzgar la que había entrado en acción, y mi olfato que no percibía ningún aroma agrio o fuerte. En realidad, era todo lo contrario; de mi jefe se desprendía un olor dulce y se podría decir que hasta adictivo, tal vez lirios o alguna bebida exótica fuerte. La cuestión era que el imponente hombre de negocios que le ponía los pelos de punta a media corporación, se encontraba sentado en el piso de un pasillo mugroso, de un edificio destartalado, frente a una chica en pijama que volvía de tratar de componer su infame existencia, pero había fracasado. El Señor Bordán se veía miserable, devastado, aunque no me causaba lastima, sino curiosidad. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero yo ya estaba muerta, así que no importaba.

─Señor Bordán. ¿Qué hace usted aquí?

Él levantó la cabeza, sus ojos me analizaron, y mientras volvía a su postura abatida me dedicó una sonrisa torcida, que causó escalofríos en mi cuerpo y me hicieron sentir avergonzada por volver de la calle con una vestimenta inadecuada, vieja y absurda. La verdadera Alma era penosa, por eso me creaba alter-egos, para compensar mi simpleza.

─Vamos, Señor, levántese del suelo. ─dije, luego traté de ayudarle a parar tomándolo por su antebrazo.

─Nunca creí verla en pijama. ─dijo, y soltó una risa melancólica. ─Se ve tierna, así, con su traje lleno de pequeños conejitos.

─Luego hablaremos de mi ropa. Ahora póngase de pie, así podemos entrar.

─ ¿Por qué? Aquí estoy cómodo.

─Señor, por favor, no diga inconcurrencias y colabore conmigo.

Era inútil discutir con él, no se encontraba en sus cabales. Tal parece que mi anterior juicio fue revocado por la realidad, era indiscutible el hecho de la notoria ebriedad que se apoderaba del cuerpo de mi jefe. Aun así, logré ponerlo de pie, le dejé apoyado contra la pared, y a pesar de escuchar sus balbuceos incoherentes y sentir sus largos dedos enredarse en las puntas de mi cabello rubio, logré abrir la puerta y tirar de él para meterlo dentro de mi departamento.

Dejé el cuerpo embebido en alcohol fino de mi jefe reposando sobre el sofá de mi sala/cocina (solo le separa una islita de mármol gris). Por mi parte, me dispuse a hacerle una sopa instantánea con el fin de bajar el grado de alcohol en sangre del Señor Bordán.

─Alma... ─dijo arrastrando las letras.

─ ¿Qué necesita, Señor?

─ ¿Qué haces? Ven a hacerme mimos...

─Le estoy haciendo sopa. ─Revolvía con una cuchara el contenido del sobre disuelto en el agua hirviendo. Mi jefe definitivamente estaba comportándose de forma inusual.

─No quiero sopa... quiero mimos, Alma.

Ese hombre iba a acabar con mi paciencia.

─Señor, va a tomar la sopa, calladito, sin objeciones, ¿me escucha? –mi tono fue firme y claro, a tal punto que mi jefe acomodó su cuerpo en el sofá quedando sentado en postura de abatido.

Minutos después, el sujeto rodeó la pequeña isla; yo concentrada en terminar la sopa no me percaté de su presencia hasta que sentí el brusco toque de sus manos en mi cintura, me exalté por un instante y apagué el fuego de la cocina justo cuando Bordán acarició mi oreja con sus labios y su cálido aliento impregnó mi cuerpo creando sutiles espasmos.

─ Señor, ¿qué hace?

─Si no me vas a dar mimos, te los daré yo.

─ ¡Señor, basta! ─Le aparté las manos de mi cuerpo por más dificultoso que se me hiciera.

─Me aburro, Alma. Solo préstame atención unos treinta minutos... No quiero sopa, te quiero a ti. ─dijo, hundiendo su cara en el hueco de mi cuello.

─ ¿Quiere ayudarme? ─le sugerí, si lograba disiparlo podía distraerlo, acostarlo y dejar el asunto de los "mimos" de lado.

─No, no quiero ayudarte. Estoy muy ebrio para eso. ─Claro, como si yo no hubiese notado eso ya.

─Vamos, Señor. Mire, ¿ve esa caja de allí? ─le dije señalando una caja sobre la isla de mármol. Él movió la cabeza para indicarme que sí. ─Tráigamela, por favor. Haremos jugo.

Milagrosamente, soltó mi cintura y caminó torcido hasta el sitio que le indiqué, pero no tenía en mente ni me había percatado de lo próximo que vino... un sonido de vibración inundó la habitación, no le presté atención puesto que recordaba la melodía exhaustiva que poseía de tono de llamada, sin embargo, al ver que no cesaba, decidí girar mi cabeza ampliando mi campo de visión; fue el mayor error que cometí ese día. Ahí estaba mi jefe; borracho a más no poder, inherente de su voluntad, erguido a medias, en su mano izquierda una caja a medio romper y en su derecha una cola furry colgaba y vibraba al máximo. ¡Qué diablos era eso! ¿Cómo había llegado hasta las manos del Señor Bordán? Deseaba morir con todas mis fuerzas.

Salí disparada como un cohete de juguete mal hecho, todo torcido mis pies se enredaron hasta rodear la isla y acceder a mi jefe.

─ ¡Deme eso, Señor! ─chille, sin embargo, él estiró divertido su brazo dejando inalcanzable el objeto en cuestión. ─ ¡¿De qué se ríe?! ¡No es nada divertido!

─Oh, Alma... y yo que inocentemente te llamaba conejito cuando en realidad quieres ser otro animal ─Movió su cabeza de lado a lado y chitó ─. No soy bueno en la zoología, dime ¿de qué animalito se supone que es esta colita?

─ ¡Señor! ¡Está usted equivocado! ¡Eso no es mío!... ¡Ya devuélvamelo!

─ ¿Segura que no es tuyo? ─Con su mano libre tomó mi cintura y me atrajo hacia el ─Esto estaba aquí, en su casa, en una caja cerrada a su nombre... No me diga banalidades, señorita.

Con la punta de la cola me hizo cosquillas en la nariz, quise arrebatarla de su mano, pero el estímulo me provocó un agudo estornudo.

Su risa suave inundó los tajantes diez centímetros que nos separaban. ─Estornudas como gatito, qué tierno. 

─ ¡Qué me dé eso le digo!

Enfurecida e ignorando la situación en general, me abalancé contra su persona de forma tal que ambos perdimos el total equilibrio y caímos a tierra. Mi cuerpo quedó contra el suyo, mi nariz rozaba la de él, y su sonrisa me provocaba tal asqueo que deseaba golpearle muy fuerte. Su mano seguía colocada en mi cintura y me mantenía presa de poder levantarme y darle fin a esa situación. Mientras tanto, el infame juguete, en vez de apagarse, seguía emitiendo vibraciones a lo loco haciendo eco contra el cerámico.

─Me gusta este lado tuyo, Alma. Sé que no eres la niña inocente que se sonroja al llevar papeleo a mi oficina.

Holis, queridos mortales! Cómo han estado? Espero que bien. Por mi parte he tenido mucho estrés, pero me vi en la necesidad de escribir. He aquí el resultado, espero que le haya gustado... ¿Qué creen que ocurra en el siguiente capítulo?

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