Capítulo 8: La torpeza de practicar.

Capítulo 8: La torpeza de practicar.

En ocasiones es bueno tener a Tina. "Una ducha caliente en mi bañera es lo que te hace falta", dijo por teléfono, mientras yo le lloraba mis problemas de chiquilina en apuros. Qué infamia de mi parte, ser tan desconsiderada, pero para eso estaba ella, para recordarme que se trataba de una persona con sentimientos cuando se hablaba de mí, y no solo de una capsula de mentiras absurdas que no iba a ningún lado. Así que seguí su consejo, me enfundé en una ropa casual similar a un pijama, y tomé rumbo a su casa.

Por razones obvias, me encontraba sumergida hasta el mentón dentro de la bañera de mi amiga. ¿Por qué yo no poseía una de esas cosas tan deliciosas dentro de mi casa? Oh, la respuesta a esa pregunta era el Dinero que no tenía. Plata, biyuya, gita, como quiera que se les denomine a esos papelitos tan importantes para las personas, capaces de mover toda la economía mundial. Si me preguntasen que opino del dinero, diría que lo aborrezco con mi alma, es el principal delincuente prófugo y nadie se ha dado cuenta, miles de atrocidades diarias ocurren a causa de ello, miren mi historial y tendrán un gran ejemplo. Por lo menos ahora tengo burbujas alrededor, es reconfortante de algún modo.

─ ¿Qué tal estuvo el baño?

─Genial, amiga. ─dije a medida que me desataba el cabello y lo peinaba con mis dedos.

Tomé asiento junto a ella. Alcancé un bocadillo de la mesa ratona, el dulce de leche y la masa de bizcocho se mezclaron en mi boca y de pronto esa voz me habló: Lee las calorías. Léelas. Mi mandíbula dejó su rutina natural para centrarse en las inconcurrencias que mi mente deliraba. Con el mayor disimulo posible alcé el paquete de los bizcochos de la mesa. Ciento-ochenta-y-cuatro-calorías. Eran muchas, demasiadas para un pequeño aperitivo.

─ ¿Cómo van las cosas con tu jefe? –preguntó Tina, pero yo seguía sumergida en la tabla nutricional que va pegada a los paquetes de comida.

Tina era de hacer excesivas preguntas, en cierto punto resultaba fastidioso.

─Marchando a la desgracia. ─respondí a secas, y continué leyendo las grasas que se encontraban impregnadas en el plástico.

─Creí que ya no leías como una maniática las calorías de los alimentos. ─Al decir eso, Tina me retiró el envoltorio de las manos y empujó dentro de mi boca el bocadillo a medio camino. ─Deja de preocuparte por un par de bizcochos, son ricos y de vez en cuando necesitas comer azúcar y grasas. No te abrumes, mejor cuéntame cómo vas con eso de ser esposa falsa.

Moví la cabeza para afirmar, puesto que poseía la boca llena de masa molida. Sí, le conté a Tina sobre el contrato con mi Jefe, sin embargo, obvié detalles vergonzosos e innecesarios, además hay cosas que ella nunca sabrá por más que se esfuerce en saberlo. ¿Por qué se lo dije? Fácil, resulta beneficioso tener una aliada en la concierna, Tina era mi plan b y funcionaba más que bien como ello. Si necesitaba una coartada, ella me la daba, y si requería refuerzos, estaba lista para aplicar a mis términos. Todos los villanos cuentan con secuaces inferiores, pero capacitados.

─Hace una semana que practicáis juntos, ¿no? ─Muevo la cabeza para afirmarle. ─Entonces, ¿por qué dices que van mal las cosas?

─Tina, a veces me sorprende lo rápido que olvidas las cosas.

─No te atrevas a llamarme torpe...

─Estás equivocada. No pretendo degradarte. Solo creí que recordarías lo mala que siempre he sido yo en esto de ser aristocrática.

Lo que salía de mi boca era la pura verdad. Jamás había podido adaptarme a las exquisiteces de ser importante solo por el dinero, la falencia en cada una de las lecciones que se me eran impartidas en mi niñez eran prueba contundente de mi labia. Mi ser era catalogado como la oveja negra del rebaño, una que fue aislada por un bien mayor, pero he de admitir que yo sola me anudaba en infortunios y luego culpaba al universo por existir, un total desacierto como hija de mi padre.

Las lecciones con Bordán no eran la excepción, con regularidad fallaba y me avergonzaba bajo su penetrante mirada oliva. Si practicábamos postura, se me caían los libros o terminaba por curvarme. Si se disponía de armar un platillo con banquete, yo elegía muy poco o demasiadas verduras. Cuando ensayábamos el tuteo entre ambos, yo siempre terminaba llamándole "usted" o "Señor", aunque en ese punto debo defenderme, se me hacía imposible llamarle a aquel hombre "Cariño", era simple; no podía.

En la pantalla negra del televisor, de la sala de Tina, comenzó a proyectarse una película melosa. Como era de esperarse, el gusto de mi amiga en cinematografía se limitaba a dramas norteamericanos absurdos sobre el amor verdadero. Aunque no la culpo, de cierto modo es agradable imaginar un romance de esas alturas cursis en la vida real, a una le hacen sentir joven, despreocupada e inocente, a pesar de no haber contado con esas cualidades a lo largo de la corta vida. Volviendo al conjunto de escenas que se atravesaban en mi campo de visión, debo decir que estaba disfrutando de forma poco convencional ver "Qué esperar cuando estás esperando". Algo extraño de mi persona, dado que el romance no es algo que se encuentre encriptado en la vida de quien os narra. Me agradó el hecho de que una de las protagonistas sea una torpeza de persona, decir que me sentía identificada era muy pobre, en realidad, podía percibir como, de alguna forma, yo era la fracasada protagonista a la que todo le salía mal, y solo tiene diez minutos de pantalla donde se le ve una sonrisa genuina de persona feliz.

[...]

─ ¿Segura que no quieres pasar la noche aquí? ─preguntó mi amiga mientras nos dábamos un abrazo de despedida.

─Muy segura.

─Es tarde, sería mejor que te marches en la mañana...

─Oye ─le dije─, son apenas las nueve, y dentro de diez minutos pasa un colectivo. Tranquila, ¿sí?

A duras penas Tina me dejó marchar esa noche. Caminé dos cuadras desde su edificio hasta la parada de colectivos, donde esperé relativamente nada, algo bueno porque me encontraba en pijama, zapatillas de deporte y me aferraba con mi vida a la pequeña mochila que colgaba de mi espalda. Treinta y cinco pesos más tarde, y ya ubicada en un asiento mediocre, miraba con recelo las luces de las edificaciones que se percibían como estrellas a través de la ventanilla. Tantas personas había en aquella cuidad, ¿cuántos se habrán cruzado conmigo?, ¿a cuántos les habré mentido? Seguro que hay gente buena, en todo caso regular, me gustaba pensar en la idea de la existencia buenas personas, de aquellos que tal vez intentaban ser ciudadanos modelo, imaginaba que si veían a una anciana tratando de cruzar la calle le ayudarían, o le cederían el asiento del bondi a una mujer embarazada, o comprarían un sándwich a un vagabundo con hambre, o le acompañarían a un niño perdido a encontrar a sus padres, o colaborarían en la colecta anual de Caritas, o qué sé yo, algo bueno, alguna acción socialmente aceptada. Yo pertenecía al gran porcentaje de desgraciados que no merecían respirar oxigeno gratis.

Al llegar a mi edificio, tomé el ascensor luego de recoger un paquete que había llegado a mi nombre. Lo único que esperaba era que mi padre no me hubiese mandado más naranjas, pues mi padre tiene una obsesión insana con el naranjo del patio, pero es entendible, ese árbol fue plantado por mi difunta madre el día en que se mudaron a esa casa. Aunque a juzgar por el peso del paquete, no creí que se tratara de cítricos redondos. Y así, pensando en la caja de naranjas que ya poseía en el cuarto de la cocina y la intriga que no me llegaba sobre el paquete nuevo, mis pies se arrastraban por el pasillo y mis ojos contemplaban la suciedad de las baldosas, era parte de mi rutina sentirme desgraciada, ya me había acostumbrado. Pero al llegar a la puerta de mi departamento me encontré con algo que no esperaba en absoluto...

─Señor Bordán... ¿qué hace usted aquí?

¡Hola, gente! ¿Hace cuánto que no actualizo? *Han pasado 84 años....

No, hablemos posta. Mis Engendros bellos, espero que se encuentren bien a pesar de lo asqueroso que puede ser vivir :3 , también espero que les haya gustado al menos un poquito este cáp., esperen ansiosos/as el próximo capítulo, pues las cosas subirán de temperatura...

¿A qué habrá ido el Señor Bordán? ¿Por qué fue al departamento de Alma? ¿Cómo sabe donde queda? ---[Dejen sus hipótesis aquí, gracias]

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