Capítulo 6: Practicar estar enamorada.
Capítulo 6: Practicar estar enamorada.
Me había quedado hasta la última hora, excusándome que poseía mucho papeleo pendiente, pero la verdad era que no quería que me vieran marchar con el Señor Bordán.
Mis pensamientos infantiles tenían una justificación mayor a la que uno puede imaginar. Siempre era cuidadosa con mis asuntos, no podía comenzar a estropear todo como una simple vil mentirosa, aunque lo era, y una de primera calidad.
Bajé las escaleras mientras mi cabeza giraba como búho, asechando a ambos lados de las afueras del edificio. Una mano pesada se posó en mi hombro haciendo que mi cuerpo reaccione y dé un respingo entrecortado, al voltear la mirada unos ojos verdes me contemplaban, pude percibir algo oscuro, misterioso y atrayente que me hicieron desear perderme entre esa arboleada áspera que era capaz de incendiarse con facilidad, y yo estaba dispuesta a quemarme.
Viajamos en silencio, contemplé el salpicadero de aquel automóvil tan caro que pagaba la renta de mi departamento por tres años completos. Apreté mis puños sobre mi regazo, apretando los pliegues de mi falda, fijaba la mirada en un punto invisible porque entrar en contacto visual con el Señor Bordán era lo último que deseaba. ¿Qué hubiera pasado si nuestras miradas si conectaban en la pequeña oscuridad que nos rodeaba? No quiero ni pensarlo. En ese entonces era mucho más débil que ahora, y un hombre tan imponente como mi jefe, envuelto en tantas mentiras, era un buen bocadillo para un cachorro hambriento, y vaya que tenía hambre.
Las ruedas chillaron frente a una casa colosal, digna de las vibras de su dueño, un aura que apestaba a peligro rodeaba el ambiente cuando descendí del auto. Me dio pena que las suelas de mis baratos zapatos de imitación tocaran la felpuda alfombra que descansaba sobre la entrada bajo un umbral, sin embargo, traté de no demostrar más nervios de lo normal, puesto que Alma era una secretaria torpe e insegura y así debía seguir mi imagen, por lo menos por un tiempo. Dentro de la casa (porque no se le puede llamar hogar a aquella construcción monstruosa) me sentí incomoda. Todo era tan espacioso que me encontraba pequeña e inservible, el mínimo movimiento era reflejado por un eco por lo que caminaba torcido con el fin de evitar causar más ondas sonoras a la habitación, pero fallé.
─Ven aquí. ─me indicó─ Y no hagas tanto ruido.
─No lo hago, Señor. Trato de ser silenciosa, pero su casa posee mucho eco. ─dije mientras caminaba rumbo a su encuentro. Reposé mi cuerpo sobre la mullida tela de cuerina negra que enfundaba uno de los sillones de la sala.
─Eres ruidosa, no culpes a mi casa. ─Mordí mi lengua para evitar contestarle y miré hacia abajo, él continuó; ─En fin, tenemos que comenzar a practicar cuestiones básicas, empezaremos con la cena. Pero antes dime... ¿esto te incomoda?
Cuando dijo eso, se inclinó un poco, apoyo las palmas de sus manos a los lados de mis caderas, y posando su nariz muy cerca de la mía soltó un leve aliento, el cual rosó mis labios y me erizó la piel. ¿Qué rayos estaba ocurriendo? Tragué grueso mientras trataba de detener la convulsión que dentro de mí comenzaba a florecer, suspiré derrotada y pude percibir una presión en el bajo vientre. El Señor Bordán estaba poniéndome al límite de mi control y ni siquiera me había tocado un pelo.
─ ¿S-señor? –tartamudeé.
─Bien. ─dijo y se alejó de golpe. ─Es importante que no te pongas nerviosa o te tires como una arrastrada si es que me aproximo a ti. Se vería sumamente sospechoso que mi "esposa" se incomode con tenerme cerca.
¡Por el santísimo! El corazón me palpitaba con tal velocidad que supuse que iba a salirse de su cavidad.
Media hora más tarde, nos encontrábamos alrededor de la mesa de la cocina, un conjunto de comida gourmet reposaba sobre la superficie plana, al igual que dos platos y un montón de cubiertos.
─Sírvete.
Sus ojos me observaban desde la esquina contraria al mueble rectangular. Me sentía incomodada por la cantidad de comida y por la mera presencia tan rígida de mi jefe. Me estaba juzgando, eso ya lo sabía. Tomé una bandeja larga y con las pinzas serví unas tiras de bastones de zanahoria y de zapallo zucchini. Mi jefe torció el gesto, cruzó sus manos mientras apoyaba los codos sobre la mesa, bajo su mirada atenta continué mi labor. Sostuve entre mis dedos unos royos de verdura y pasta, y dejé descansar dos de ellos sobre mi plato. Luego, me sumergí dentro de un recipiente relleno de ensalada con pollo, guisantes y albaca.
─ ¿Es qué solo comes lechuga? ─preguntó en tono indescifrable.
─ ¿Cómo?
─No eres vegetariana, ni vegana.
─ Usted no sabe eso. ─protesté.
─La otra noche comiste carne. No me tomes el pelo.
─Usted es pretencioso.
─ Ah. ─suspiró. ─Estás colocando solo verduras en tu plato, no eres un conejo, Alma.
─ Claro que no, Señor. Mire, ─dije a medida que señalaba el plato. ─aquí hay pollo.
─Eso no cuenta. Tienes diferentes cortes de carne sobre la mesa, y, sin embargo, escogiste solo comida para roedores domésticos.
Contemplé mi plato. Era verdad. En él solo habitaban plantas verduscas y naranjas. Qué patética, mi obsesión se estaba reflejando en esa miserable vajilla, y yo lo estaba permitiendo. Me castigué mentalmente por descuidado comportamiento. ¿Qué estaba haciendo? Actuar como una chiquilla malcriada no se encontraba dentro de mis estándares. Mis problemas personales no debían mezclarse con mis negocios, tampoco con mis alter egos. Reprimí mis sentimientos, me forcé a tomar un corte de carne jugosa y bien sellada, corté un trozo, y aunque no tenía deseos de comer, metí un pequeño bocado dentro de mi boca, mastiqué y tragué, y continué devorando el trozo.
Un nudo enorme se alojó en mi estómago dificultándome el trabajo en el que me veía inversa. Era patético, pero las lágrimas me colocaban la punta de la pistola en la cien, deseando salirse de mi cuerpo. Cerré con firmeza mis ojos con el tenedor a medio camino. Me tragué un sollozo hasta que un aliento cálido me acarició el lóbulo de mi oreja.
─No te obligues a comer. Realmente no deseaba ofenderte, eres más sensible de lo que creí.
─S-señor, no me tenga lástima. Mis problemas no son suyos, ni mi relación con la comida. Lo-lo siento mucho, Señor. Al parecer escogió mal a su esposa falsa, no estoy lista.
Apoyé el tenedor en la mesa e hice ademan para levantarme, pero él me lo impidió pegando su boca a mi oreja, su tibio aliento se deslizo sobre mi piel, al llegar a la curvatura de mi cuello él depositó un beso y susurró;
─Eres perfecta, Alma, por eso te escogí. Además, solo estamos practicando, en todo caso el culpable de tu incomodidad soy yo.
Luego de una hora, nos encontrábamos sentados nuevamente en el sofá de la sala. El Señor Bordán me había solicitado un momento, y, cuando volvió, se encontraba vestido de una forma relajada. Su imponente traje había sido reemplazado por una remera blanca de algodón y unos pantalones de lino grises. Sin dudas le quedaba de maravilla, eso me ponía más nerviosa de lo que ya me encontraba para entonces. Yo no encajaba junto a él, a decir verdad, jamás me veía acorde estando a su lado, la razón era demasiado simple; no sentíamos nada por el otro, ningún tipo de sentimiento, ni bueno ni malo, solo existía interés mutuo y un problema que no compartíamos. Era absurdo afirmar que se debía a que "pertenecíamos a mundos diferentes", porque no era verdad, yo sabía de su mundo más de lo que él sospechaba, aunque no importaba porque a mí ese territorio no me apetecía, es más, me asqueaba.
─Ten, ─dijo, y me tendió una taza de porcelana. ─es té de tilo, para tus nervios.
─Gracias, Señor. ─Bebí un sorbo de la infusión, y agregué; ─Con respecto a lo de antes, lo...
─Para. ─me interrumpió. ─No tenía planeado ese fracaso, pero para eso están las prácticas. También tengo culpa en el asunto, debí haberte indicado que poner en el plato y las cantidades, lo siento. La próxima vez nos irá mejor.
Tragué grueso, en mi siquis se repetía constantemente la proporción adecuada para la comida de una dama de alta sociedad en un banquete gourmet. ¡Pero si lo estaba haciendo bien! La cantidad era adecuada, más allá de mis problemas de control, los alimentos que serví eran aceptables. ¿Por qué el Señor Bordán estaba empeñado en hacerme comer de más? Tal vez se deba a lo mismo que odiaba mi padre cuando asistía a ese tipo de eventos; ─ "Alma, estás demasiado delgada, agrega algo de salmón a tu plato, los hombres hablan de todo lo que ven, no es ideal que una muchacha se crea especial. Anda, has caso."
La mano de mi jefe reposó sobre mi mejilla, mi tez enrojeció ante el estímulo y por un momento se me cayó la máscara dejándome vulnerable.
─Alma, si otras fueran las circunstancias, estoy seguro de que serías una gran esposa, así que tranquilízate.
Las yemas de sus dedos acariciaban mi rostro. Por dentro me sentía fatal, yo era una mala persona y él estaba dándome ánimos de lo contrario, que ingenuo.
─Yo no estaría tan seguro de eso, Señor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top