Capítulo 23: Una verdad dolorosa

Capítulo 23: Una verdad dolorosa

─ ¿Qué se supone que haces acá?

─Fui invitado. ─dijo con sarcasmo.

─Te hablo en serio, Fabrizio. ¿Por qué estás aquí?

Miró hacia ambos lados, procurando la intimidad de la habitación (o más bien, esquina cortinada) y, sin soltarme el brazo, susurró áspero a mi oído:

─Porque eres inútil. Alguien tiene que vigilar que hagas bien tu trabajo, Alma.

─No me digas que...

─Sí, papá me envió ─Me sujetó violento, con su mano libre, el rostro. ─. Teme que metas la pata otra vez.

─ ¿Cuándo he fracasado?

─Cuando mataste a mamá, por ejemplo.

─ ¡Y-yo no la maté! Fue un accidente, lo sabes.

─Destruiste lo que teníamos en el momento en que naciste. No te hagas la inocente, porque eres una perra desgraciada.

No podía seguir aguantándolo, mis lágrimas se derramaban y deslizaban por mi cara, arruinando el maquillaje que horas había tardado en hacer y que había cuidado que no arruinase Bordán. Me temblaban las manos, me mordía el labio y me reprochaba internamente por el pasado. Me encontraba segura de mi inocencia, pero todos me apuntaban con el dedo y lanzaban piedras a mi persona, cómo no iba a sentirme culpable.

─ ¡¿Se puede saber qué demonios estás haciendo con mi novia?!

─ ¿Tu novia? ─Fabrizio sonrió amplio y a carcajadas. ─Vaya, estás haciendo un trabajo fabuloso, Alma.

─Deja de tocarla. ─El tono que usó Bordán me aterró aún más que las palabras de Fabrizio, podía sentir al mismo diablo agachar la cabeza y obedecerle.

Pero claro, por supuesto, yo seguía a moco tendido contra la pared, sumergida en mi mente, en mi dolorosa verdad; mientras ellos, discutían.

─No te equivoques, preciosa.

Fabrizio, al terminar de hablar, lanzó un beso al aire y se marchó contento, pues manipular mi vida era su actividad favorita desde que era una niña.

Mi jefe giró para encararme. Sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió de forma delicada mi empapado rostro.

Con voz suave me habló: ─Tenemos que hablar ahora, Alma. ¿Me escuchaste?

Solo pude mover mi cabeza para afirmarle.

Tomó mi mano, me guio despacio hasta nuestro cuarto. Tardamos en llegar alrededor de quince minutos, pero ninguno de los dos dijo palabra alguna en todo el trayecto. Al ingresar, encendió las luces, cerró la puerta y me hizo sentar en el borde de la cama. Bordán se paró imponente, con los brazos cruzados, frente a mí.

─Habla. ─indicó.

─Señor, lo siento. Ya no puedo seguir ocultándoselo, no puedo con la culpa; yo... mentí en todo momento. Desde que nos conocimos hasta ahora. No era mi intención que terminaran, así las cosas.

─ ¿En qué mentiste, Alma? ¿Puede que sea en esto? ─dijo. Del bolsillo delantero de su pantalón retiró un retaso de tela negra, parecía suave, y al manipularla entre sus dedos pude ver que era un antifaz, uno muy similar al que yo utilizaba cuando era Victoria.

Di un suspiro y hablé:

─Eso es solo la punta del iceberg. Señor, usted no tiene ni idea de quién soy yo.

─Pues ilumíname.

Una a una fui contando mis verdades:

Le dije sobre la manipulación de información que había realizado, incluyendo que en realidad sí poseía familia y el funalo con el que se había cruzado hace unos minutos era mi hermano.

Hablé sobre un espionaje que realicé a su empresa y a él mismo. Desvele la máscara que había construido desde el momento previo de la entrevista laboral para poder encajar con sus preferencias sexuales y así me contratarán sin dudar. Confesé alarmada el plan que mi padre había construido desde el instante en que supo que trabajaba para su empresa (la de Bordán) y que me había prometido el reconocimiento que me quitó siendo yo una niña.

─Eso es imposible. Creo que estaría al tanto si uno de mis empleados intentara chantajearme.

─ ¿Seguro?

Me levante y a paso largo llegué a mi maleta, hurgué en un compartimiento y saque unos documentos acompañados de una botellita pequeña con somníferos.

─Aquí tiene, frente a sus ojos, el documento que iba a firmar. ─Le deje las "evidencias" sobre su regazo. Llorisqueando, comencé a guardar todas mis pertenencias, estaba decidida a huir de allí, era experta en escapar cuando las cosas se ponían feas y no estaba dispuesta a soportar más mierda.

─Detente, Alma. ─dijo, sujetando mi brazo.

─ ¡Suélteme, Señor! Debo irme lo más pronto que se pueda.

─No hagas eso, sé que no quieres irte.

─Usted no haga esto. ¿No ve que me está doliendo mucho?

Bordán, en desespero, tomó el papel y lo firmó sin pensárselo.

─Listo, ahora puedes quedarte.

─Está loco, en definitiva, lo está. ¡¿Por qué firmó eso?!

─Porque no puedo permitir que te vayas.

─Usted no ve lo mala persona que soy. No ve que asesiné a mi madre. Estoy segura que escuchó a mi hermano.

─Dijiste que fue un accidente, con eso me basta.

─Señor, con todo respeto: Usted no sabe un carajo.

─Mira, puedes ser todo lo que quieras, pero asesina ─Se lo pensó un segundo antes de continuar. Sonrió con pesar y continuó: ─ no lo creo. ¿Por qué no me cuentas que pasó?

Abatida mentalmente, me rompí en fragmentos y, en llantos, le comencé a narrar aquello que hace años no le contaba a nadie.

─Yo... era pequeña, crucé-crucé la calle sin mirar... solo... quería llegar antes a la plaza. Y mi madre, ella, me empujó y-y la camioneta─ Apreté fuerte los puños y mordí mi labio, era muy difícil continuar. ─. La camioneta la lanzó lejos. Agonizó dos días en el hospital, n-no pudieron salvarla. Fue mi culpa, Señor, maté a mi madre.

Él me abrazó fuerte contra su pecho; traté de no embarrar su camisa con mis fluidos, pero me fue casi imposible. Bordán me estaba consolando, amortiguaba mi dolor, y para mí fue como tomar todos los pedacitos que me quedaban desparramados e intentar unirlos de forma temporal.

─Mírame, Conejito─ Pero me negué a obedecerle, tenía demasiada vergüenza.─. Por favor. No fue tu culpa, Alma, no lo fue.

─Debo irme, Señor. No siga diciéndome mentiras bonitas.

─Es muy difícil seguirte el ritmo; eres más autodestructiva de lo que crees.

─Gracias, supongo.

Me aparté brusco de su par e hice ademán por continuar con mi huida. Pero entonces lo recordé: Ese contrato sin validez aparente. No podía seguir haciéndole daño al Señor Bordán, lo más lógico era estar una última noche con él y cumplir con lo acordado. Luego, desaparecería del mapa.

─Martín Bordán, regresemos a la fiesta.

─No, Alma. No te encuentras estable, prefiero que nos quedemos aquí, mañana se lo explicaré a mi madre.

Sin darle importancia, me lavé la cara en baño, salí y abotoné el saco de un Bordán confundido, para posteriormente tomarle de la mano y regresar sonrientes a la fiesta de abajo.

Llevar careta nunca había sido un impedimento para mí, no interrumpía la cotidiana vida que llevaba, es más, lo sentía como una especie de necesidad para sentirme bien, pues podía sepultar la fragilidad de mi alma y las ganas de llorar que siempre me traía encima.

─Alma.

─ ¿Qué sucede, Señor?

─No huyas de mí.

Solo le miré. No podía prometerle nada. 


Hola, marginados de la sociedad. Cómo andan? Yo medio muerta, pero qué va, la vida es bella, ponele.

Aquí os presenté el cap de la semana, no sé qué tal me quedó. *Pon aquí tu humilde aporte a la escritora estresada.

Calculo unos diez capítulos más (?) y terminariamos este recorrido. Pero no os preocupeís, tengo pensado realizar varios extras con temáticas de roleplay y otros contando que ocurrió luego de unos meses.

Ah! y tengo una incognita en mi cabeza: MIS LECTORES QUIEREN FINAL FELIZ O TRISTE? OS DEJARÉ EN VOTACIÓN. A partir de aquí pueden votar en estos apartados: Feliz o Triste. Tengo ambos finales en mente y no me inclino por ninguno en particular.

XOXO

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