Capítulo 18: Sigamos jugando un rato más
Capítulo 18: Sigamos jugando un rato más.
Podía negarlo tanto como quisiera, pero en el fondo sabía que me hacía sentir gustosa estar enredada en esa situación. La familia de Bordán era sumamente agradable, no me demostraba indicios de desprecio en lo más mínimo y de momento se me olvidaba fingir, limitándome a degustar la escena de la que era partícipe e imaginar que era real.
Esa tarde, la madre de mi jefe, por esas casualidades de la vida, me enseñó a cocinar maicena con leche. Sí, yo era una bomba nuclear si de intentar cocinar se trataba, pero eso no fue impedimento para que esa señora se pusiera manos a la obra, un delantal y su sonrisa triunfal, con el fin de hacer que yo cree algo comestible. Rechazar la mera imagen de que algo decente saliera a la primera es como decir que es natural ver a un cerdo volando por el cielo. Desperdiciar comida tampoco era de las cosas que más me gustaban hacer y ya íbamos tirando tres paquetes de maicena; y si a eso le agregamos que me sentía como una pequeña sardina dentro de esa enorme cocina industrial del hotel, podría afirmar que me encontraba al borde del colapso, sintiéndome una total inútil.
–Cariño, no te sientas mal. –me dijo. Acarició mi hombro a medida que yo me sumergía en mi miseria.
–Pero, Señora, ¿no ve qué soy un desastre?
–Ya te lo he dicho: Puedes llamarme suegra. Y se me hace imposible ver ese desastre que mencionas.
Para que deje de insistir con la idea de cocinar, recurrí a medidas drásticas y a una actuación formidable...
–Yo-yo me siento muy mal, Suegra. Pensar que no soy capaz de realizar un postre tan sencillo– Para incrementar mi actuación, me permití dejar unas lágrimas y la auto-humillación se convirtió en mi aliada. –. Cómo espero casarme si no seré capaz de alimentar a mi marido...
–Tranquila, Cariño. No es algo de qué preocuparse... Muchas mujeres aprenden luego de contraer matrimonio el arte culinario, y nadie ha dejado de existir por ello.
–Martín me dejará si ve que soy inútil.
–Oye, cálmate, ¿sí? Mi hijo no te abandonaría por algo tan trivial. Se nota que te quiere demasiado.
– ¿Usted dice? –Ay, Señora, usted no sabe nada, pensé.
–Claro. Es más, ha tomado actitudes que me resultaron extrañas, pero en el buen sentido. Como el hecho de dejar que conduzcas su auto.
–Disculpe, ¿pero eso qué tiene de especial?
–Nadie toca su auto. Martín tiene un terror descomunal a que le choquen el coche. Con solo decirte que una vez su hermano le rayó la puerta sin querer y él hizo un tremendo escándalo y no le habló por un par de meses.
Luego de dos intentos más, por fin me había salido un postre considerablemente decente y comestible. Debo destacar el enchastre que había logrado hacer en toda la estación de cocina, y ni hablar de mi ropa, que parecía una obra de las vanguardias, al estilo abstracto.
Todo el tiempo había estado pensando en lo que esa mujer me había contado. La idea de poder sentirme especial para Bordán, significaba mucho. Había logrado llegar a tres conclusiones posibles para la situación creada en mi mente: Primero, mi jefe era un actor espectacular, capaz de actuar en Broadway y ser contratado para actuar junto a Ricardo Darín como su coprotagonista. Segundo, había sido abducido por seres interplanetarios, los cuales se habían fijado en su ser fétido y su constante cara de constipado para hacer pruebas, es decir, le habían lavado el cerebro. Y tercero, Bordán realmente se había fijado en mí, pero eso no era fiable, prefería quedarme con la teoría del secuestro alienígena.
– ¿Qué están conspirando aquí? –La voz de mi jefe ingresó a la cocina del hotel y cortó mi red de pensamientos absurdos sobre su persona.
–Oh, cielo. Alma te ha preparado un postre.
– ¿En serio?
–Sí. Maicena con leche. Yo le he ayudado. Deberías probarlo.
Bordán se acercó a nosotras y posicionó su mano en mi cintura.
–Esto no va a envenenarme, ¿o sí?
–No, cómo se te ocurre tal cosa. –le dije, con los brazos cruzados.
–Querida, no es por ofenderte, pero dudo mucho que tu habilidad en preparar comida haya mejorado mágicamente.
–Pesado. –murmuré.
Tomó una cuchara y se llevó un buen poco de postre a la boca. Cerró los ojos comenzando con su degustación; no sé por qué eso me puso de los nervios.
–Con permiso, tengo una reunión por Zoom. –dijo Bordán. Acto seguido, agarró la fuente llena de maicena con leche y se la llevó con sigo.
–Le ha gustado. –me dijo su madre.
No fue hasta pasadas las diez de la noche que me reencontré con mi jefe.
Ingresé a la habitación luego de haber descargado mi furia en el gimnasio del hotel durante unas dos horas. Como siempre, el cuarto se encontraba a oscuras; tal parece que no encender las luces era una manía de Bordán, ese día lo comprobé, ya que él se encontraba sentado en el borde de la cama, vistiendo sólo la parte de abajo de un pijama holgado, con el control en mano haciendo zapping por el catálogo de la plataforma de películas. En la cama, un apilado de cajas y bolsas estilo comida rápida, se encontraban.
–No te quedes parada. Ve a ducharte que la comida se enfría.
– ¿Qué significa esto, Señor?
–Quise hacer algo lindo por ti, ya que tú me preparaste una rica merienda.
–No debe hacer este tipo de cosas, Señor.
– ¿Por qué no?
–Porque puede que malinterprete la situación.
–Y si te dijera que deseo que malinterpretes todo.
–Entonces estaríamos igual de dementes, Señor.
–Ve a ducharte que apestas a sudor. –Ese hombre sí que sabía arruinar el momento. Aún así, y con cara de miserable derrotada, me encerré en el baño y deje que el agua de la regadera limpiara mi nudo de emociones.
Al regresar, ya en pijama, a la cama, Bordán se encontraba tumbado en el lado izquierdo de dicho mueble. Me pareció la criatura más apetecible del planeta y mi boca se hizo agua por lanzarme hacía su vulnerable ser. Nerviosa, me senté en el extremo opuesto de la cama e hice intento por quedarme quieta, pero él no tenía eso en mente y me arrastró hasta que quedé pegada a su pecho, literalmente. Luego, puso a proyectar una película de terror, se estiró hasta tomar una de las bolsas de papel y me entregó una hamburguesa grasosa.
–Señor.
–Sí, Alma. ¿Ocurre algo?
–Usted sabe que esto contiene casi trescientas calorías, y si le sumamos la bebida y las papas fritas podríamos decir que...
–Oye, detente– me interrumpió–. Solo cómetela, no morirás, te lo prometo.
Mi mano temblaba; por un lado, deseaba degustar dicho manjar grasoso; por el otro, quería tirarla a la basura, sabiendo que después tendría un gran sentimiento de culpa.
–Tranquila– dijo y tomó mi mano–. Cierra los ojos y abre la boca– Le obedecí–. Solo debes concentrarte en el sabor, ¿sí?
Y así fue como, luego de tres años, me encontraba comiendo a puro gusto una hamburguesa doble con queso y una catarata de aderezos.
Bordán había comenzado a romper de a poco mis murallas, lo malo era que no era consciente de aquello y eso implicaba un gran problema que me afectaría más adelante.
[***]
Holis, ha pasado un tiempo, no? Bueno, paso a comunicar los nuevos avisos: Primero, sigo con exámenes, por lo que el próximo capítulo puede demorarse, lo siento. Segundo, estoy teniendo problemas con los banners y wattpad que no me deja agregar imágenes.
Espero que les haya gustado el capítulo de hoy!
Déjame un comentario y te responderé con gusto!
xoxo
*_*
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