Capítulo 17: El sabor de sus palabras.
Capítulo 17: El sabor de sus palabras.
Habría dado cualquier cosa por evitar esa sorpresa, sin embargo, la suerte que me cargaba encima era del tamaño de una pepita de mostaza.
Ingresé a la habitación que nos habían designado a ambos; ya que éramos una "pareja" debíamos dormir juntos, en el mismo cuarto, en la misma cama, durante una semana completita. Qué tragedia irremediable. Empezaba a cuestionarme si realmente todo ese dinero lo valía, estar bajo la vista atenta del Señor Bordán no era poca cosa. No se percibía luz dentro del cuarto del hotel, por lo que accioné el interruptor junto al marco de la puerta. Reinaba un silencio sepulcral y el ambiente era acogedor a pesar de ser lujoso en exceso. Me quité las zapatillas, dejándolas en un costado, y contemplé la enorme cama que se ubicaba en el medio de la habitación, las sábanas parecían planchadas y sobre ellas se encontraba una canastita de chocolates con un cartel cuya leyenda decía: "Bienvenida a nuestra familia, disfruta de las golosinas." Por ende, percibí que eran para mí. Rastros de Bordán no había, así que me sentí libre de quitarme la remera, abrir y devorar un chocolate con maní, mientras me preparaba para un refrescante baño.
Ahí estaba yo, con una barrita chocolatosa de más de quinientas calorías cargada en la mano (en ese momento no me importó ese detalle, porque sentía que si no consumía azúcar terminaría desmayada), el torso cubierto por mi solitario corpiño bermellón, arrasando las patas con una pereza inimaginable y teniendo ganas de sumergirme en la regadera helada. Pero no conté con lo siguiente... al abrir la puerta que conducía al baño, una figura imponente se atravesó en mi camino, choqué contra ese tótem y me impregné con su fragancia a shampoo de miel y jabón de hotel, mis manos quedaron sujetas a su pecho y un respingo di. Tragué grueso y me dispuse a levantar la mirada; el Señor Bordán me observaba confundido, mientras yo le miraba el abdomen pensando en qué pasaría si tan solo mis dedos le delineasen y esa toalla se callera. Pero entonces me di cuenta: Solo traía el sostén en la parte de arriba, por lo que chillé avergonzada y cubrí mi busto con los brazos.
─No te alteres, Conejito ─dijo riendo ─. Has visto mi cuerpo así antes.
¡Pero igual! Me moría de vergüenza. Era como contemplar a un afrodisiaco de un metro ochenta con ojos verdes y yo deliraba por consumirlo.
A su vez, él también me había visto con menos ropa, solo que en ese momento era Victoria. Alma era penosa, no sensual, pero mi jefe me miraba como si i cuerpo fuese el manjar más rico que le hubiesen presentado en las narices.
─Ven, vergonzosa. Te dije que tenía una sorpresa para ti. ─dijo, mientras me tomaba por el codo y me guiaba de regreso a la cama, en donde me senté colorada como un tomate fresco.
─E-espere a que me coloque una camiseta al menos.
─Solo abre esta caja. ─dijo, tendiendo un paquete negro.
Le hice caso y retiré la tapa de dicha caja que me había tendido. Adentro, un vestido negro de satén descansaba a gusto. Lo tomé delicadamente entre mis dedos y no tuve de otra que suspirar rendida ante un objeto material.
─Es bellísimo, Señor. Yo-yo no puedo aceptar esto, usted ya había comprado ropa para este viaje, esto es... demasiado.
─Yo en tu lugar diría gracias.
─Gracias, Señor, pero...
─ Pero ¿qué? Si te gusta yo no veo ningún inconveniente ─Se sentó a mi lado y continuó: ─. Dentro de un rato iremos a un restaurante muy fino y deseo que te pongas ese vestido. Ve a alistarte, nos vemos en media hora.
Palmeó mi rodilla, se puso de pie y dejó caer su toalla; abrí bastante los ojos, quería desviar la mirada, pero no quería perderme de ese singular espectáculo. Para mi suerte, Bordán traía ropa interior y yo, toda avergonzada, salí disparada hacía el baño.
[...]
─ ¡Hermana! ─puntualizó mi "cuñado" al verme en el hall de entrada─ ¿Por qué sales con mi hermano, si eres demasiado guapa para un gruñón como él?
─Ya, deja de fastidiar a pobre chica. Nosotros no podemos hacer nada contra su enamoramiento. Además, tú ya tienes esposa. ─dijo Sara.
─ ¿No vieron a Boo... Martín?
─Mira, ahí está.
El Señor Bordán llegó enfundado en un traje azul marino, parecía sacado de una película de acción, solo faltaba la típica explosión de fondo y la cámara lenta. Obviamente, le miré como una descarada, debía fingir estar loca por ese hombre por lo que aprovechaba para alimentar mis ojos en exceso.
Mi jefe se me acercó, besó mi mejilla y me colocó entre los dedos las llaves de su auto. Sus hermanos mayores nos pusieron cara de anonimato. Bordán me sujetó por la cintura y caminamos rumbo a la puerta de entrada.
─Sube al auto. Tú manejas esta vez. Te diré como llegar al restaurante.
No objeté nada en contra. Él parecía algo molesto, me preocupa también el hecho de que no esperó a su familia para salir rumbo al restaurante. Arranqué y comencé a conducir por la ruta, el viento entraba por la ventana despeinándome y refrescando el ambiente, giré mi cara por un momento y encontré a mi copiloto contemplándome.
─ ¿Por qué me mira tanto?
─Porque me gusta mirar las cosas bellas.
─No necesita actuar cuando estamos a solas.
─No estoy actuando, Alma.
─Tampoco necesita darme halagos para que yo sonría como tonta.
─Siempre te ríes como una tonta ─Y ahí estaba el Bordán que conocía. ─, pero con eso no quiero decir que no seas atractiva.
─Señor, usted prometió no decirme...
─Tonta o ningún otro adjetivo degradante ─completó─, lo sé. Ya no te lo diré.
Al llegar al restaurante, mis ojos quedaron eclipsados por todo lo que conllevaba a la formación de dicho edificio. Bordán notó mi falta de cultura aristocrática y disimuladamente me guio a la mesa. La familia de mi jefe ya se encontraba esperando alrededor de la mesa, lo que daba por sentado la lentitud con la que yo conduje.
Sin que pidiésemos nada, la comida llegó y mis ansias me inundaron; cómo iba a hacer para comer al menos la mitad de aquella preparación, y era mi criptonita para colmo, un gran bife de carne y una enorme pila de puré con salsa. Si no hubiese sido por esa dichosa barra de quinientas calorías, hubiera comido a voluntad al menos la mitad, pero mi mente estaba en conto circuito al intentar contar la cantidad de propiedades que disponía cada verdura y cada elemento puesto sobre el plato.
─Come algo. ─me susurró mi jefe. Más yo le miré con pena y moví mis labios en un silencioso "lo siento". Frunció los labios y con su tenedor robó parte de mi puré. ─Di "ah".
Obedecí, claro está, y el colocó un bocado de comida dentro de mi boca.
Así se llevó a cabo su sutil plan: Me daba de comer pequeños bocados mientras yo picaneaba mi carne, de vez en cuando, él comía los trozos de mi bife y me daba en cambio tomates secos. Solo por esa acción se había ganado mi gratitud de por vida. Yo creía que Bordán iba a sacarme a un lado y me obligaría a comer cada bocado, no pensé que sería tan considerado con mis estupideces mentales.
[...]
El viento soplaba con prisa, había salido a tomar aire para calmar mis nervios; yo quería mantener mi visión general de Bordán lo más lejos posible de lo romántico y él venía y me provocaba con sus inherentes acciones consideradas. Y hablando de Roma, se me acercó, colocó sobre mis hombros su saco y se posicionó a mi lado, apoyando los brazos sobre el barandal.
─Gracias, Señor.
─Es solo un saco, Alma. Estas con frío, no puedo permitir que te enfermes.
─No solo por esto... Gracias por lo de hace un rato, fue muy gratificante.
─Sé que crees que soy un monstruo despiadado, pero quiero que sepas que realmente nada ni nadie me obliga a hacer las cosas que hago.
Me arrimé y deposité un beso en su mejilla.
─Alma.
─ ¿Sí?
─Si deseas golpearme, hazlo luego.
─ ¿Por qué haría eso?
Ni bien pude terminar de pronunciar esa frase, sentí su presencia demasiado cerca. Su boca impactó contra mis labios y un sentimiento de no saber qué hacer con exactitud me invadió. Colocó su mano sobre mi cachete, y fue entonces cuando me relajé y dejé que profundizara el beso. Su boca sabía a vino tinto y al rico puré con salsa que habíamos estado comiendo. Nuestras lenguas se enredaban a medida que mis pómulos se llenaban de colorete borgoña.
¿Estaba besando a mi jefe? ¡Sí! En definitiva, lo estaba haciendo y vaya que lo disfrutaba.
La presencia de unos ojos sobre nosotros me hizo avergonzar y por ente, separar de Bordán. Hundí mi cabeza en su pecho y le dije:
─Señor, creo que tenemos espectadores.
─Supongo que estás en lo cierto. No puedo creer que mis hermanos sigan siendo metiches ─Reí un poco ante sus palabras y sentí sobre mi espalda su mano acariciándome. ─. Espero que nunca puedas olvidarte de este viaje, Alma.
─No estoy segura de poder hacerlo, Señor. ¿Sabe por qué?
─Si me lo dices lo sabré.
─Porque es con usted.
Hola, cómo están? Os gustó la doble actualización? Bueno, no se acostumbren. Y sí, tiene una razón. La próxima semana lamentablemente no habrá actualización 😢🙇🏻♀️ Sí, es muy triste, pero seré sincera con ustedes, la próxima semana rindo finales y debo aprobarlos sí o sí, así que necesito estar 100% concentrada. Espero contar con su apoyo y que sigan esta historia a pesar de ese incidente.
XOXO
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