Capítulo 6. Bipolaridad

Hubo un silencio incomodó albergado entre nuestras respiraciones. El rompecabezas en mi mente no se ordenaba y estaba seguro de que tampoco obtendría respuesta alguna si intentaba indagarlo a espera de que BaekHyun aclarase mis dudas. Y en vista de que este solo mantenía su mano en uno de los laterales de mi cuello sin espetar nada, tragué con nerviosismo una vez más y tomando una bocanada de aire hablé con prisa.

— Será mejor que continuemos.

Retomé la vista hacia el trayecto cuando momentos antes trataba de buscar los ojos del joven a través de su máscara. Sin más que agregar y tratando de ignorar sus acciones, casi corrí a su pieza y entré acercándome inmediatamente a su cama para depositar su menudo cuerpo en ella con cautela. Una vez acostado lo cubrí con la sábana pues este ni se movía, solo me estaba mirando, supongo. Aquello me confundía. Ese chico era tan misterioso como interesante.

— Buenas noches. Quítate la máscara antes de dormir —las palabras salían con extrema rapidez de mis labios—. ¡Adiós! —Giré sobre mis talones y salí con prisa cerrando la puerta tras de mí sin hacer el mayor ruido.

Una vez fuera exhalé el aire que mis pulmones habían estado conteniendo como si hubiese nadando bajo el agua momentos antes. Mi diestra se coló a las hebras de mi cabello como si escondida entre estas estuviese la respuesta de este enigma.

Negué desconcertado. Mis cálculos hasta ahora resultaban bastante precisos, pero con ese chico habían sido inútiles. Hice corto circuito y mi perfecto 'currículo imaginario de niñero' se había ido al caño.

No esperaba que despertase y mucho menos que... sus suaves manos... ¡Qué demonios! ¿Había disfrutado sus caricias?

Aún me encontraba frente a la puerta de su habitación y mis manos inconscientemente me ahorcaban cuando había decidido cubrir las marcas invisibles de las huellas que BaekHyun había dejado en mi piel. Fruncí el entrecejo cruzando los brazos sobre mi pecho y caminando pensativo hacia mi habitación.

Dejando a un lado la incógnita sobre si me había gustado o no semejante contacto —cosa que definitivamente no estaba dispuesto a responderme— ¿Por qué... Baek había hecho eso? El simple hecho de tocarme. ¡Incluso el sencillo hecho de no reaccionar al verse en mis brazos! Era un ser enigmático de la naturaleza, si. Así lo denominaría a partir de ahora.

Suspiré con frustración por fin entrando a mi recámara y tirándome boca abajo no sin antes haber cerrado la puerta tras de mí. En momentos como esos me frustraba enormemente que BaekHyun no hablase, ya que se veía inverosímil una explicación de su parte y eso me sacaba canas verdes.

El sueño comenzaba a vencerme y entre tanto cavilar sobre la inmortalidad del cangrejo, acabe cerrando los ojos hasta caer dormido. ¡Un segundo! Solo un mísero pestañeo y mis ojos se abrieron de inmediato gracias a la algarabía proveniente del pasillo. Miré el reloj digital en mi mesa auxiliar el cual marcaba las seis menos cinco. Gruñí de una manera exagerada y tomé la almohada para colocarla sobre mi cabeza, cubriendo mis oídos, con la tenue esperanza de que aquel jolgorio me dejase dormir un poco más.

Lo primero que mis ojos encontraron al abrir la puerta de mi habitación —cuando mis planes de dormir resultaron nefastos—, resultó ser un carruaje improvisado; se trataba de Luhan quien arrastraba una larga cobija por el suelo, estando sobre esta D.O sentado, quien disfrutaba del paseo riendo divertido mientras su hermanito mayor lo llevaba. Perdió el equilibrio y cayó de espaldas. No fue un golpe seco sino que rodó sobre su columna, pero no salió del perímetro. Soltando dulces carcajadas seguía siendo arrastrado mientras se encontraba acostado sobre la manta.

Me llevé una mano a la cabeza luego de verlos pasar por el pasillo hacia la habitación de Luhan y en seguida una estruendosa risa me sacó de mis pensamientos. Xiumin corría en ropa interior escaleras arriba y se acercaba al barandal para dejarse resbalar por este como un tobogán hasta la planta de abajo. Le miré sorprendido, eso resultaba peligroso. ¿Y... dónde estaba Suho para recriminar a su gemelo, aún a sabiendas de que no le haría caso?

Al girar hacia mi izquierda el aludido se encontraba con la oreja pegada a una de las puertas. Sólo bastaron un par de segundos para que gritara.

— ¡Kris Hyung! ¡Lay se quedó dormido en el sanitario otra vez!

— ¡Utiliza el baño de mi habitación!

Escuché gritar a mi rubio amigo desde abajo. Suho hizo un leve mohín y antes de retirarse al lugar citado, se encontró con mi mirada, otorgándome una amplia sonrisa llena de sinceridad de esas que lo caracterizaban. Yo le correspondí el gesto pero no con tanta intensidad puesto que aún me encontraba algo adormilado.

— ¡Buenos días ChanYeol Hyung! —Se acercó hacia mí levantando su mirada, escrutándome con los ojos bien abiertos, como si esperara a que yo le despeinase los cabellos como siempre solía hacer.

— Muy buenos días Suho —No demoré en agitar mi mano sobre su cabeza y este sonrió más. Si es que era posible—. ¿Has dormido bien?

El niño iba a responderme cuando una estrepitosa y eufórica voz lo detuvo en seco.

— ¡Gigantón!

Corrió Xiumin hacia mí y comenzó a propinarme varios puñetazos en las palmas de mis manos, pues al haber previsto sus intenciones, me coloqué en guardia para amortiguar todo tipo de ataque con estas. Tal como los entrenadores de boxeo practicaban con sus subordinados. El de ojos gatunos se limitaba a alternar sus ataques mientras mantenía esa sonrisa que, a diferencia de la de su gemelo, transmitía cierto deje de picardía.

— ¿Jugarás conmigo cuando llegue de la escuela? —Detuvo sus acciones. Aún se mantenía en guardia pero esta vez me miraba ansioso a espera de mí positiva respuesta, la cual le di en seguida.

— Por supuesto. Pero no olvides que además de esforzarte en los videojuegos, tienes que dar lo mejor de ti en los estudios. Considéralo como un reto más.

— ¡Seguro!

Le mostré mi puño y con inmediatez acercó el suyo, chocando el dorso de nuestros dedos en forma de saludo.

— ¡Oh dios mío! —Se escuchó una exclamación que nos hizo dirigir la mirada hacia el otro extremo del pasillo, donde un Tao aterrado salía de su habitación con una expresiva cara de pánico— ¡Qué alguien por favor lo ayude! —Se acercaba hacia nosotros y aquello sin duda me preocupó. Su musculatura temblaba por mantenerse de pie y tuve que acercarme para tomarlo de los hombros buscando su mirada.

— ¿Q-Qué ocurrió? ¿Estás bien?

— ¡Mi hermano! Yo... Sabía que esto ocurriría. —Sus ojos se llenaron de lágrimas y tras una mueca de dolor sentimental estas comenzaron a surcar por sus mejillas. Su labio inferior tiritaba en un intento por poder volver a tomar la palabra. Mis nervios estaban de punta—. Por favor... salva a mi hermano. —Musitó en un hilo de voz antes de desmayarse entre mis brazos.

¡BaekHyun! Fue lo primero que pensé. Había estado actuando extraño la noche anterior; me había dejado ingresar en su habitación, tenía insomnio y quizás cuando lo llevaba en brazos estaba delirando. Al parecer se encontraba en la habitación de Tao.

Lo dejé con cuidado en el suelo aún inconsciente. Por ahora tenía algo más importante de lo que ocuparme antes de intentar inútilmente despertar al joven de cabellos azabaches. Con un nudo en la garganta corrí velozmente hacia la habitación del aludido, cuya puerta estaba abierta y me facilitaba la intromisión.

Por cierta parte me sentía culpable. Había notado el extraño comportamiento de BaekHyun esa madrugada y sin embargo lo había dejado a su merced. Grandísimo error.

Entré estrepitosamente a la pieza, a tropezones dispuesto a hacer lo que estuviese en mis manos para ayudar a ese chico.

Para mi sorpresa, no había nadie en el lugar. Me adentré por completo y rebusqué al chico con la mirada pero todo parecía estar en orden. La cama estaba acomodada, todo se encontraba aseado y en lugares estratégicos. Tampoco había señales de vida humana. ¿Que era todo eso?

Con rapidez salí de la recámara para asomarme en el corredor. Y antes de poder pedir pistas, mi faz adoptó un semblante de sorpresa y confusión.

Frente a mis ojos Tao ya se encontraba de pie —de espaldas a mí— haciendo algunos ejercicios de estiramiento, mientras a cada lado, los gemelos solo me miraban como si fuese una especie de psicópata ambulante.

Hubo un silencio que al parecer llamó la atención del hermano mayor. Este volteó a verme con total serenidad y se limpió las mejillas humedecidas por las lágrimas. Yo por supuesto, no podía sentirme más que un perro orinando fuera del recipiente. Tao frunció el ceño drásticamente y se acercó a mí dando largas zancadas. Con cada una de ellas, parecía que iba a dejar la marca de sus zapatos en el suelo. Yo me tensé y este no dudó un instante en asirme fuertemente del cuello de mi camisa hasta acercarme a su rostro, fulminándome con la mirada. La diferencia de estratos no era mucha, así que no hubo necesidad de verme demasiado encorvado.

— Tu vuelves a entrar en mi habitación... —mascullaba— ...y te juro que golpearé sitios de tu cuerpo que ni sabes que existen. Y sufrirás el resto de tu vida recordando el miserable día en el que te topaste en mi camino. Desearás que te hubiese matado de una vez por todas.

Por milésima vez en tan sólo menos de 12 horas había tragado con dificultad. No dije nada, mirándole con pavor y este lentamente soltó el agarre que sus manos sostenían para luego dirigirse a sus aposentos y cerrar la puerta con un portazo.

Me quedé estático. Atónito. Pasmado. Y todas aquellas palabras que puedan definir mi estado de Shock. Parecía un muerto viviente. El alma se me había ido al cielo, luego al infierno, y de regreso a mí trayéndome los recuerdos de su viaje. ¡Qué horror! Vi al diablo en tangas.

Sentí un par de palmadas en mi brazo que me trajo de vuelta al mundo real. Bajé la mirada encontrándome con Suho, quien parecía preocupado.

— ¿Estás bien?

— Sí. Yo...

Ni siquiera podía decirle lo que pasaba por mi mente. Estaba totalmente en blanco. Nada tenía sentido desde el momento en el que crucé el umbral de la puerta de esa casa.

— Ignóralo —esta vez fue la voz de Xiumin quien negaba de brazos cruzados, suspirando en desacuerdo—. Sólo estaba practicando su actuación.

— ¿Eh? ¿Para qué...?

— Tao es estudiante de artes escénicas —Agregó Suho con una suave sonrisa—. A veces convierte la casa en todo un escenario.

En mí no cabía el desconcierto. Resultaba peligroso que hiciera ese tipo de cosas, puesto que, además de ser muy buen actor, podía asustar a quien no supiera de qué venía. Tal como había ocurrido conmigo. De no ser por mi exuberante paciencia, hubiese molido a golpes a Tao por haberme hecho esa jugarreta, aunque con ese carácter igual dudaba sobre mi valor para enfrentarlo.

Mi corazón aún latía desbocado por el susto. Pensé que algo le había ocurrido a BaekHyun, y eso no me lo perdonaría. Pero... ¿Por qué había pensado eso? Estaba dándole muchas vueltas al comportamiento de aquel niño en la noche anterior, pese a lo sucedido, que aún tenía la incertidumbre de saber qué era lo que pasaba por esa retórica mente.

— Se toma muy en serio sus estudios ¿no?

Mencioné desanimado. Era como si esos niños me succionaran toda la energía y mi capacidad para razonar.

— Buenos días.

Saludé a Kris cabizbajo al ingresar en la cocina, donde el blondo movía ágilmente las manos para preparar algo de desayuno. A pesar de que yo conocía de artes culinarias, nada se comparaba a esa destreza.

Había bajado a la planta baja no sin antes haberle advertido a Xiumin que se colocara algo de ropa, a Luhan que se cambiase la pijama, y tomado a KyungSoo en brazos para salvarlo de las garras de su hermanito, a cual atrapé en la escena del crimen; a punto de cortarle el cabello con unas tijeras mientras el pequeño inocente de todo mordisqueaba un marciano de plástico. A pesar de que D.O comenzó a llorar cuando lo saqué de la Ciudad Ternura de Luhan, se quedó tranquilo por fin al depositarlo en la alfombra frente al televisor del living. Agradecí que nadie hubiese recogido los juguetes que había dejado ahí esta madrugada.

— Buenos días. ¿Has dormido bien? —Inquirió Kris recuperado de sus energías esta mañana.

— Hm... Eso supongo.

YiFan dirigió un momento su mirada hacia mí, cuando yo tomaba asiento en una de las altas banquetas que se hallaban junto al desayunador de la cocina. Volvió su vista a sus quehaceres y no demoró en continuar con su interrogatorio.

— ¿Qué ocurre?

Apoyando el codo sobre el mesón, recargué mi frente en la palma de mis manos.

— Solo.... —tomé aire. Me sentía algo exhausto— ...Te admiro. ¿Cómo puedes con esos niños?

El soltó una estruendosa carcajada algo burlona, como si hubiese estado esperando a que sacase a relucir ese tema. Yo le miré confundido, y él negando, pero sin dejar de sonreír ampliamente, se dio la vuelta acercándose hacia mí desde el otro lado del mesón.

— Quizás sea la práctica —hizo un breve silencio—. Llevo un año trabajando aquí, y aunque ya me he comenzado a acostumbrar, aún hay muchas cosas que desconozco y muchas otras que no logro dominar.

— Vaya. Suena complejo. —Lo miré algo compadecido.

— Lo es. Pero no digas que no te agradan cada uno de sus aspectos.

Sentenció como si hubiese estado espiando mi alma, y se dio media vuelta regresando a sus ocupaciones. Permanecí en silencio acto seguido, meditando un poco esas palabras.

Bien, era cierto que cada uno tenía sus distintas personalidades, debilidades, y virtudes. Cosa que me sacó una sonrisa y pude sentirme más relajado. Sabía que a partir de ahora mis días no sería fáciles, pero nada que fuese tan fácil valdría seriamente la pena. Y yo, estaba dispuesto a continuar. No iba a dejarme vencer por inseguridades, y más aún cuando se trataba de los hijos de aquel héroe que conocí afortunadamente.

Mis manos jugaban con un salero de vidrio que se encontraba en el mesón cuando la voz de Kris volvió a capturar mi atención.

— ¿Ayer te fue bien a la hora de dormir? —Cuestionó con gracia, como si ya se imaginase el desenlace. Aunque no eran suposiciones mías, pues el rubio conocía mucho más que yo a los Byun, y sabía perfectamente la clase de percances que se me pudieron haber presentado—. Lamento no haberme despertado. Pero estaba tan cansado, que mis parpados simplemente no se abrieron ni por un instante en el transcurso de la madrugada. —Agregó más para sí mismo.

— No te preocupes —aclaré negando con inmediatez. Después de todo yo también me sentía exhausto y solo había pasado una noche. ¿Cómo se sentiría él que llevaba... un año, conviviendo en esta casa de locos?—. Tuve que convencerlos para que fuesen a dormir, pero al final lo logré eficazmente. Sin embargo KyungSoo se despertó a mitad de madrugada y BaekHyun tenía insomnio.

Como si hubiese activado una tecla, o hubiese dado justo en la yaga, YiFan se detuvo un instante y yo enarqué una ceja esperando a que dijese algo. Él solo permaneció callado y luego de meditarlo un poco, volvió a seguir con el desayuno.

— ¿Y... Luego?

Escondí los labios en una fina línea. ¿Quizás Kris sabía algo al respecto?

— Pues... Le hice una manzanilla y se quedó dormido en el sofá —él me miró un instante como esperando a que continuase. Yo suspiré y fui al punto. Ambos esperábamos lo mismo—. Lo tomé en brazos y lo llevé a su habitación. Él... se despertó y comenzó a actuar extraño.

— ¿A actuar extraño? ¿Qué tipo de cosas hacía? —Ahora se notaba más sereno.

Bajé la mirada algo apenado de solo recordar lo ocurrido la noche anterior. No sabía si debía decirle, pues... incluso a mi me daba vergüenza. Confesarle que me había... acariciado. Tensé mis facciones y por suerte YiFan no me observaba en ese momento. Debía... ¿decírselo?

Pero antes de que pudiese decir algo más, fui interrumpido por suerte.

— BaekHyun es sonámbulo.

Me sorprendí ante aquello. No porque fuese un mal de morirse pues ser sonámbulo era algo relativamente 'común', sino pues porque ahora todo tenía sentido. Sin embargo eso me llevaba a pensar que su subconsciente era quien había salido a la realidad en ese momento, tomando el control de su cuerpo, entonces... ¿Qué pasaba por la cabeza de BaekHyun como para actuar de esa manera?

Apagó la estufa comenzando a servir todo bien acomodado en envases de colores. Supuse que les hacía la lonchera a los más pequeños.

— Sin embargo... —continuó hablando el rubio— ...su sonambulismo es algo, excéntrico —Volteó a verme como esperando que comprendiese, pero mi clara expresión de interrogante le hizo proseguir—. Muy pocas veces ocurre eso, pero cuando sucede es porque ha encontrado algún sentimiento que su mente no logra canalizar. Así que lo que hace cuando está sonámbulo, son ese tipo de acciones que mientras esté consciente no se atrevería.

Interesante. Y muy curioso síntoma.

— A demás, suele tener insomnio como aviso previo —Levantó los hombros un instante, dándome a entender que él tampoco sabía el por qué—. Eso decía el psicólogo que lo trataba antes.

— ¿Y qué ocurrió con el psicólogo?

— No lo sé. Solo llevo un año aquí.

Yo entrecerré los ojos mirándole con recelo. Cuando le convenía decía que llevaba todo un año de práctica con esto, como si fuese un experto en el tema. Y en otra ocasión eludía que ese año era poco tiempo y que no sabía nada. Sinceramente YiFan era todo un caso, pero aquel aspecto me divertía. Sus aires de grandeza, pues se supone que ahora yo era su subordinado.

— ¿Y quién estaba antes que tú?

— Una señora ya mayor. Creo que su nombre era... Kwon Bo Ah, o le decían Boa, si no me equivoco...

Lo pensé unos minutos, asintiéndome a mí mismo. La información que apenas recolectaba no era ni un cuarto de lo que necesitaría para encontrar a la mamá de... quien sea. Ni si quiera sabía a quien buscaba. Era exhaustivo.

— ¿Sabes dónde puedo encontrarla?

Él negó, y yo exhalé abatido. Si él no sabía nada al respecto, pues nadie más lo sabría. Kris era mi única carta en juego por el momento.

Mientras yo estaba sumido en mis cavilaciones y mi compañero terminaba de guardar el viandas, una voz hizo acto de presencia en la cocina. Una voz que no había escuchado, pero que tampoco era desconocida para mí.

— ¡Buenos días, Hyung!

Volteé a ver encontrándome a Tao quien se acercó con inmediatez al mayor dando saltos mientras una sonrisa surcaba en sus labiales. Una... ¡¿Sonrisa?! Di un respingo tensando mi musculatura en lo que observaba espectador.

Kris lo ignoró olímpicamente y se acercó al mesón donde yo me encontraba sentado, para depositar las loncheras una al lado de la otra. El de cabellos azabaches lo siguió y se guindó de su brazo derecho mientras buscaba su mirada.

— Hyung... ¿Sabes? Me lastimé el dedito con la hoja de mi libreta —Hizo un puchero exagerado mientras parpadeaba un par de veces con algo de lentitud, para que sus pestañas al batirse se hicieran notar. ¿A caso le estaba coqueteando?—. ¿Puedes ponerme una bandita? Duele... —Le mostró la herida y Kris bajó la mirada a esta. Era curioso. Se trataba de un pequeño rasguño que incluso ya había cicatrizado.

— Tu herida ya se cerró. No necesitas de una bandita —Espetó él con seriedad y sin ánimos alguno de caer en las redes de seducción tan nefastas que tenía ese chico. Se separó sin demasiada brusquedad del agarre que Tao sostenía en él, y fue a la entrada de la cocina para asomarse por ella—. ¡Niños! ¡El desayuno está listo!

Pero no se oyó respuestas. Al contrario el sonido de sus pies al correr por la planta de arriba era lo único que se escuchaba, sin intenciones de bajar las escaleras. Kris suspiró y Tao fue en su rescate al darse cuenta de las circunstancias.

— Yo iré por ellos, Hyung —Le guiñó un ojo de forma coqueta, cosa que me hizo correr un escalofrío por toda la columna vertebral. Aterrador. No sabía que era más perturbante; la faceta asesina de Tao, o su aspecto de adolescente cautivadora. O en sí, su bipolaridad. Salió de la cocina y se dirigió a las escaleras—. ¡Gusanos! —Gritó y yo me estremecí por el repentino cambio— ¡Bajen ahora mismo o los traeré de los calzones!

Lo oímos subir las escaleras, y el suspiro que exhaló Kris de sus pulmones hizo que volviera mi atención a él. Me sentía algo confuso por la situación pues me había tomado desprevenido. Él me observaba directamente a los ojos con una clara expresión agobiada.

— No preguntes.

Pobre. Estaba más que claro que a Tao le gustaba Kris.

Luego de que los niños tomasen sus loncheras y con toda la odisea que tuvimos Kris, Tao y yo para acomodarles el uniforme, me ofrecí a llevarlos hasta la parada del autobús. El blondo se quedaría a darle de comer a KyungSoo quien hasta ahora se había estado portando bastante bien, y Tao, quien comía mientras observaba embobado a YiFan. BaekHyun al parecer no despertaría aún, y es que era bastante temprano. Sin embargo decidí no preocuparme por ello y salir de casa junto con los cuatro niños que si asistían a clases.

Luhan y Suho me sostenían de las manos como si quisieran indicarme el camino que debíamos seguir. A pesar de que era nuevo en este trabajo, eso no significaba que no conociese mi ciudad, pues sabía con exactitud cuantos pasos debíamos contar hasta llegar a la parada más cercana. Yo, siempre tan calculador.

Xiumin parloteaba caminando en frente de nosotros, dándole la espalda al camino que nos faltaba por recorrer. Luhan acariciaba todo arbusto floreado que estuviese a su alcance, y Suho como siempre se mantenía sereno, tenuemente sonriente mientras quizás intentaba prestarle a su gemelo más atención de lo que yo podía. Sin embargo, había alguien que me preocupaba por el momento.

Lay caminaba cabizbajo un par de metros más atrás de nosotros. Parecía estar evitando algo, o a alguien: quizás a nosotros. Los músculos de sus hombros estaban algo tensos y sujetaba fuertemente la mochila en su espalda. Era cierto que BaekHyun era a quien supuestamente menos conocía, pero tras la noche anterior logré acercarme un poco más a todos los niños, o corrigiendo mejor mis palabras, había conocido sus aspectos más resaltantes. Pero ahora resultaba ser Lay quien me parecía ajeno a todos. Tal vez por el hecho de no haber cruzado muchas palabras con él. No era tan solitario como Baek, pero aún no me había acercado a él lo suficiente.

— Lay, apresúrate. Te vas quedando atrás.

Le comenté algo divertido esperando aligerar su ambiente y por fin Xiumin se quedó callado. Todos habíamos volteado a verlo, pero él ni si quiera levantó su mirada.

— Ven, acércate. Te esperaremos para que caminemos todos juntos.

Nos detuvimos y él hizo lo mismo varios pasos detrás de nosotros. Pareció cavilarlo por unos instantes hasta que se decidió a levantar la vista para observarnos. Estuve a punto de soltar la mano de Luhan para hacerle señas de que se acercase, pero mis planes se vieron arruinados al ver su expresión de pavor.

¿A caso teníamos algo que le incomodaba? Retrocedió un poco con pasos indecisos y entonces se cubrió los oídos agachándose en el suelo.

— ¡Aléjate! ¡Déjame en paz! Por favor...

Suplicaba con el cuerpo tiritando del miedo. Todos nos sorprendimos, aunque quizás ya los niños estaban acostumbrados a ese comportamiento de su parte, pero yo no. Era la primera vez que me enfrenté a ella, a la esquizofrenia.

Solté a los dos pequeños rápidamente para correr hacia Lay.

— ¡Oye! ¡Tranquilo... estoy aquí! No va a sucederte nada.

Me hinqué a su altura tomándolo de los hombros para tratar de darle confianza. ¿Qué se supone que debía hacer ahora?

— Ya no quiero... no quiero... ¡Dile que se vaya!

Me suplicó sin abrir los ojos o dejar de sostenerse la cabeza. Incluso yo me sentía asustado. No sabía cómo salvarlo de ese aterrador lugar.


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