Tristan: Prisionero De Mi Propia Culpa

Han pasado dos semanas desde que Luna fue atacada. Dos semanas que no me han permitido salir de mi cuarto. Dos semanas en las que no he podido dormir ni siquiera cinco minutos porque la aterradora pregunta me carcome la cabeza hasta el punto de llorar desconsolado hasta el amanecer. Dos semanas que solo he visto a mi madre en las noches cuando me trae la cena debido a que no tengo permitido dejar mi prisión. Dos semanas que no he sabido nada de Luna, Estrella o las cinco mujeres que me ayudaban a mejorar mis poderes; a lo mejor por la rabia de mi padre las haya ajusticiado, ahora cargo en la conciencia la vida de seis mujeres inocentes que sufrieron por algo que no sé si cometí.

 Ver la mirada de mi madre es lo peor, prefiero que la comida la traigan los sirvientes que ver en sus ojos la decepción y el sufrimiento que he causado. Ella no dice nada mientras ingiero mis alimentos, solo me mira con esos ojos azules esperando alguna confesión de mi culpabilidad. Quisiera poder decirle que si introduje esa sombra, que es mi culpa que a Luna la hayan violado, que a las cinco mujeres que probablemente estén muertas, que todo lo que está sucediendo es mi culpa. Pero sé que no lo hice, sé que esas mujeres son inocentes, estoy seguro de mi inocencia. Aunque eso a nadie le importa porque con eso no llegarán al culpable verdadero, mi padre no descansará hasta que paguen los responsables sin importar que su hijo sea uno de ellos. A veces me pregunto qué hubiese pasado si no fuera Luna la víctima de este atroz crimen. ¿Si hubiese sido Estrella o yo, tal vez mi padre se preocuparía así? Creo que no.

 La única vez que puedo ver a Estrella, es hoy una tarde de lluvia.

—Te traje estos libros de la biblioteca —Estrella deja los pesados volúmenes de la biblioteca en mi cama—. Tengo más en mi alcoba. Padre se está deshaciendo de cualquier cosa que tenga que ver con las sombras…

—Porque supongo que eso le dará paz —miro sentado en la ventana cerrada con candado.

—Sabes cómo es él —ella se sienta conmigo en el sillón de la ventana—. ¿Cómo estás?

—¿Tú cómo crees? —la miro serio—. ¿Cómo está Luna?

—Físicamente, la sombra no le hizo daño. No la violó como temía nuestros padres, aunque su cabeza no está muy bien —la miro perplejo—. Llora cada vez que nuestro padre mira dentro de ella, es doloroso para ella toda esta situación.

—Cuando una sombra invade tu cuerpo es la peor sensación que te puedes imaginar…

—Pero tú no has pasado por eso —ella me mira aterrada—. ¿A ti también te atacó esa sombra?

—No lo hizo —miro de nuevo a la ventana—. Cuando conocí a la primera sombra, a Marta. Fue en un callejón, había salido a explorar el reino; me había escapado de los guardias esa noche. La vida nocturna era fascinante, siempre me quedaba en la fuente de la plaza real viendo a las personas como se divertían. Sentí el viento en mi rostro y una voz llamándome, no me pude resistir así que fui directo a ella, lo único que sentí luego era un fuerte dolor en mi cuerpo, pero no se comparaba a la vergüenza y el temor que vinieron después que ese hombre se fue. Marta caminaba por ahí y me encontró. Me llevó a su casa y me curó; le insistí que tenía que volver a casa porque me metería en problemas con mi padre. Ella me dio una droga para el dolor, ella me acompañó hasta la entrada y se despidió de mí…

—¿Por qué no dijiste nada al respecto? —exclama enojada, no conmigo aunque si con ella.

—Porque había desobedecido las reglas de mi padre y no quería que viera que fui débil, que no hice nada para evitarlo —miro mis manos—. Luego de aprender a controlar mis poderes fui otra vez a la fuente, a la misma hora que me atacaron. Seguí la voz como la primera vez, pero no fue como el primer encuentro, esta vez iba dispuesto a cobrar venganza. Intentó tomarme, pero me desaparecí como él lo hizo, tomé su cuello y lo empecé a apuñalar. Lentamente su cuerpo pasaba a un plano físico. Me quedé encima de su cuerpo inmóvil hasta que llegó Seth y pidió una explicación que yo le di.

—¿Y nuestra madre nunca se enteró? —pregunta más calmada.

—Para que se haya enterado el señor Seth tuvo que haber roto una promesa —contesto mirando a la ventana.

—Tuviste la justicia que querías —apunta Estrella.

—No la tuve, haberle quitado la vida a ese hombre no me dio la satisfacción que esperé, pero la que sí necesitaba para seguir adelante.

—¿Por qué me cuentas esto? —la vuelvo a mirar.
—Porque confío en que nunca me juzgarás como lo harían mis padres.

—Jamás podría —me abraza, en eso entra un guardia llamando a Estrella—. Ya me tengo que ir.

 Veo como deja la habitación pensativa y dolida. Me acerco a los libros que dejó en la cama, los levanto con mis poderes y los guardo en un baúl del armario, lo hechizo para que solo yo pueda abrirlo. Me dirijo hasta la cama a intentar conciliar el sueño que sé que nunca tendré.

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