Gunilda: Visitas No Deseadas.

Me despierto un poco cansada, pero esta vez sí pude dormir bien en bastante tiempo. Me encuentro sola en la cama, una señal de alerta me hace salir de la cama. Busco con la mirada a Arem ¿lo habré matado? ¿Está vivo y sabe que fui yo quien quemó su carpa? Busco rápido mi ropa, que son pantalones de piel,  una camisa de lana y abrigo de piel. Me visto rápido y salgo de la carpa. Tengo a dos guardias custodiando la entrada de la carpa.

—Buenos días —saludo a los dos hombres fuertemente armados—. Voy tarde a mi…

—El jefe ordenó que no la dejemos salir —habla uno de ellos.

—¿Mi esposo dónde se encuentra? —pregunto nerviosa.

—En una reunión con sus concejales —contesta uno de ellos—. Le recomiendo que vuelva adentro.

    Vuelvo a la carpa. Un poco aliviada.

Al menos no está muerto.

—Ni que lo digas —le respondo a mi guardián. Él se monta encima de la cama, él hace eso cuando Arem no está—. Voy a preparar el desayuno.

    Preparo la comida para Marcel y para mí. Limpio la casa y guardo bien la ropa de Arem en los baúles. No puedo dejar de pensar en él, estoy enojada. Él era mi mejor amigo y se suponía que me amaba o que me quería, pero no fue así. Él y yo llegamos hace meses y nunca nos hemos tocado o besado, él quería darme mi espacio por respeto y también porque estaba enojado. Antes llegaba temprano a casa, pero siempre había algo que nos hacía pelear. La comida no la preparaba como a él le gustaba, no había ropa limpia, empezaba a mantener las cosas en su lugar, sin embargo no hablábamos de nada. Intentaba hacer que me cambiara de lugar de trabajo en vano, él se enojaba y se iba, no regresaba por muchos días. A veces me enteraba por otros que se había ido a la capital donde vive la bruja. Nuestro matrimonio es una basura, un total engaño. Un engaño que él ya se ha rendido y fue a buscar en otros brazos lo que yo no pude darle.

    El día transcurre y mi guardián y yo lo aprovechamos en leer un libro que Ada me regaló cuando me casé. Arem aparece ya entrada la noche agitado y enojado.

—¿Quieres que haga algo de comer? —le pregunto, él se asusta y se le suaviza un poco el rostro.

—No, gracias ya comí —él se va a su baúl desordenando todo en su interior—. ¿Dónde están los abrigos?

—En el otro baúl, ese es de las camisas —le contesto. Él busca en el otro baúl y saca su abrigo color negro y se va.

—¿Crees que algún día mejoren las cosas entre ustedes dos? —pregunta Marcel.

—No, él se aburrirá de esperar y me cambiará por otra —me sale una lágrima. Ceno con Marcel y él se va a dormir a una esquina y yo a la inmensa cama que es habitual encontrarla vacía.

    El día siguiente los guardias si me dejan ir, pero no me voy con las costureras. Dirijo mis pasos a los cazadores de la tribu. Ellos están recogiendo sus armas, para emprender un duro camino en la busca de alimento.

—¿Necesitan a un arquero? —les pregunto, ellos se voltean y me miran confundidos.

—Tenemos a todos los que necesitamos —me contesta uno de ellos.

—Quiero ir con ustedes —me paro erguida—. Soy una excelente cazadora.

—Vete con tus amigas costureras —me reprocha uno de ellos.

—Déjenme ir con ustedes, les prometo que no los decepcionaré —hablo seria.

—Déjala venir Gus, ya estamos retrasados —habla un chico albino.

—Sí haces que perdamos el día, te flagelaré yo mismo al frente del jefe —Gus me entrega un arco y un estuche de flechas. Un pequeño grupo de diez hombres se montan en unos caballos y se van.

—Ven conmigo —habla el chico albino, me monto en el caballo y nos alejamos a una gran velocidad de la tribu. La primera vez dejo ese lugar desde que llegué. El viento en mi rostro, la adrenalina de la aventura, la satisfacción de poder sentir la libertad es lo que mi pobre vida necesitaba. Llegamos a un claro donde el tal Gus divide los grupos.

—Axel, tú te quedas con la chica, ya sabes que es tu culpa si falla —Gus se va con un grupo, y los demás se dividen. Él y yo nos vamos a una sección del bosque, él prepara su lanza y yo me cuelgo el estuche con las flechas,  y lo sigo. No hablamos para nada y nos escondemos en unos arbustos a esperar que aparezca cualquier animal. Permanecemos así por un largo rato hasta que aparece un ciervo, él me deja que lo case primero. Disparo una flecha y esta le atraviesa la cabeza, Axel me da una palmadita en la espalda. Me acerco al animal y noto que hay dos más a unos pasos de mí, Axel se apresura a ellos. Disparo varias flechas y una le da en el costado y Axel atraviesa a otro con su lanza.

—Eres buena —Axel saca su cuchillo y yo saco el mío y empezamos a degollar a nuestras presas. Tardamos menos en arreglar la carne y la piel que esperando a que aparezcan
—. ¿Con cual parte te quieres quedar? Recuerda que hay que dejar por lo mínimo un animal completo para el jefe de la tribu.

    Titubeo un poco, ya que no sería justo que me quede con más de un animal y medio.

—Me quedo con dos piernas y la piel te la puedes quedar —habla nerviosa.

—¿Segura? —pregunta confundido. Yo asiento.

    Él y yo arrastramos la carne al trineo de él. Esperamos sentados a los demás.

—Nunca te he visto por la tribu —me habla tranquilo.

—Soy nueva, no nací entre ustedes —hablo un poco triste.

—Se nota —él se recuesta en la silla del trineo—. Nunca una mujer ha pedido cazar, y mucho menos tan joven como tú. ¿Ya te casaste?

—Sí, de hecho eso fue lo que me trajo aquí —contesto pensativa.

—¿De qué tribu provienes? —pregunta curioso.

—La tribu de los ancestros —él arruga la cara.

—El peor mal que nos pudo haber pasado fue la llegada de esa mujer, la tal Luna. Esa mujer nos arruinó —él agacha la mirada.

—La guerra fue devastadora para todos —sentencio enojada.

—Ni que lo digas —él tira una bola de nieve contra un árbol—. Perdí amigos y hermanos en esa guerra. Peleé junto al antiguo jefe, era un imbécil lo reconozco, y ni hablar como trataba a sus esposas. Lo que tenía de imbécil, lo tenía de guerrero.

—¿Y qué te parece el nuevo? —pregunto nerviosa.

—No me agrada que un einars nos gobierne, pero tengo que admitir que ha sido un buen gobernante. El antiguo jefe nunca se hubiera preocupado por conseguir alimento para su gente en el invierno. Este si trajo bastantes carretas de comida, trigo, cebada entre otras cosas; descongeló el río que atraviesa la aldea. Es un buen hombre.

    Pienso en sus palabras. Sé que Arem es un buen hombre, él ha sido un buen gobernante con su nueva gente. Pero conmigo no estoy segura. Él y yo hablamos de cómo empezamos a cazar, él es de la misma edad que Arem. Él respeta mi espacio, ya que soy una mujer casada.

—¿Y los bebés? —pregunta estirándose.

—No lo sé, supongo que en las bolas de su padre —él se ríe a carcajadas.

    Gus llega con los otros con más animales muertes y con pieles nuevas para la venta. Él se sorprende por nuestra cacería y me dejará cazar con ellos en las próximas semanas. Nos devolvemos a la aldea donde llegamos a una carpa grande con diversos cuchillos y armas. Ellos pican la carne y yo la lavo, y la divido en partes iguales para todos.

—Recuerden la carne del jefe. Axel, tú la llevas con la nueva —me señala. Me quedo petrificada. No quiero que vean que soy la esposa de Arem, no me dejarían cazar otra vez con ellos.

    Axel acepta resignado. Yo nerviosa, le tendré que confesarle quien soy. Guardaré mi pequeño momento de libertad por siempre.

—¿Quién cree que incendió esa carpa? —pregunta uno de los chicos.

—No lo sé, pero esa pobre chica pagó las consecuencias de acostarse con el jefe —expresa Gus. La mano me tiembla un poco—. Extrañaré acostarme con Jazmín, era buena cogiendo.

    Todos se ríen excepto yo. La traición de Arem aún me duele, duele que te vean como un chiste.

    Al terminar de arreglar la carne, monto mi parte en el trineo de Axel, él monta las partes del jefe y las suyas.

—¿Dónde vives mujer? —él cuestiona halando el trineo con su guardián y el mío.

—¿Me prometes que no te enojarás conmigo? —pregunto tímida. Él me mira confundido.

—¿A qué te refieres? —él pregunta con temor.

—Soy la esposa del jefe —le confieso. Él se detiene en medio camino. Me acerco a él y me mira horrorizado.

—¿Estás bromeando? —él vuelve a halar el trineo.

—No —miro al suelo—. ¿Crees que tenga problemas con cazar con ustedes?

—No, el problema es como lo tome tu esposo. La última esposa del antiguo jefe murió por haber hablado con un amigo de la tribu, y también él murió. No quiero tener ese final —confiesa asustado.

—No te preocupes —lo tranquilizo—. Él no es así.
   
    Bueno, yo no pensaba que me engañaría y terminó haciéndolo.

    Llegamos a mi casa y veo que Arem habla animado con su hermano Stephan, me paralizo. Él es un desalmado infeliz, aún no olvido como tenía a mi padre encadenado. Stephan me mira y se acerca animado junto a su hermano mayor.

—¡Cuñada! Que bueno es tenerte por aquí —él observa rápido a Axel y el trineo—. ¿Ves hermano? así si creo que Gunilda estaba ocupada, no cosiendo —señala el trineo—. Supongo que la caza fue buena ¿verdad?

—Nos fue bastante bien, Stephan —hablo un poco irritada—. ¿Arem, podemos dejar la carne en la carpa? —miro a mi esposo que no le quita la mirada enojada a Axel. Axel muestra con la mirada que quiere estar en otro lugar.

—Stephan, guía a este hombre a la casa y ve que deje la carne en buen estado —Arem le ordena a su hermano, este obedece sin protestar. Axel sigue a Stephan a la casa.

    Arem me toma de la mano y caminamos lejos de la aldea, llegamos a un bosque. Arem les ordena a sus hombres que le den espacio, estos obedecen. Arem y yo nos quedamos solos y él con una mirada espeluznante.

—Te he buscado por toda la maldita aldea pensando en que algo malo te había sucedido, y resulta que la niña andaba de cacería —exclama enojado.

—No me hubieras dejado, desde que llegué te lo he pedido. Quería cazar, no coser estúpidos vestidos —hablo enojada también—, pero no, ya no me escuchas. Me dejas sola con esa Shay que lo único que hace es criticar cada maldita cosa que hago. Si cocino bien o no, que por qué no hemos consumado el matrimonio. Ella no puede ver algo que no le gusta porque ya va y se lo dice a media aldea.

—¿De qué hablas? —él me mira escéptico.

—De qué cada problema que tenemos ella va y se lo dice a las chicas de costura, y estas se lo dicen a sus esposos. Y así sucesivamente —me cruzo de brazos.

—Hablaré con ella luego —me mira todavía enojado—. Pero aún así no pasaré tu desobediencia.

—¡¿Mi desobediencia?! —exclamo furiosa—. ¿Y qué me harás? Porque si vamos al caso lo que tú hiciste es mucho peor que irme de cacería.

—¡¿Lo que yo hice?! —exclama furioso, esta vez no se limita en el tono de voz—. Lo que yo he hecho es mantenerte a salvo, de que no te haga falta nada y lo único que haces es quejarte de que no sabes hacer nada.

    Me quedo helada, me duelen sus palabras. Pero no voy a llorar y mucho menos por él.

—Al menos yo no tengo sexo con alguien que no es mi pareja —le suelto, él me mira horrorizado—. ¿Me lo vas negar?

—No —él me mira serio.

—¿Y no me dirás nada? —le pregunto al borde de sollozo.

—No debí haberme acostado con esa chica —él me mira derrotado—. Lo reconozco.

—¿Por qué me hiciste eso? —me brotan las lágrimas—. Dijiste que me esperarías.

—Y lo hago, es solo que no pude resistirme —él se recuesta en un árbol—. Ella no me reprochaba nada, no me llevaba la contraria, me hacía reír. Y una cosa llevó a la otra y tuvimos sexo.

    No puedo mirarlo, me voy de allí. No me detengo en lo absoluto. No camino a la aldea porque no quiero volver a ese lugar. No quiero volver a sufrir más, solo quiero volver cuando todo era sencillo y vivía con mis padres y mi hermana.

    Camino sin rumbo fijo hasta llegar a un acantilado, me siento en la punta a ver el paisaje invernal. Lloro desconsolada por todo y por nada. Por eso Arem estaba extraño conmigo, ya no se reía conmigo, ya no hablaba conmigo porque en sus propias palabras yo solo lo hacía infeliz. No sé hacer nada aparte de cazar, no sé mantener un hogar y mucho menos un esposo. Ya no vale de nada el arrepentimiento, ¿de qué sirve si ya todo está hecho? Mis padres a salvo en su tribu, mi hermana con ellos, y yo con un esposo que ya no me ama. Creo que nunca me amó realmente. Porque yo también lo hacía reír, no le reprochaba nada y no lo estresaba; cuando acepté ser su esposa solo fue un deslumbramiento que solo duró el viaje del castillo de la bruja hasta acá. Jazmín también hubiera accedido a ser su esposa y cuando pasara el momento de ensueño, Arem buscaría a otra y así hasta acumular una lista enorme de esposas que no lo complacían. Creo que mi destino es ser una esposa desdichada sin importar el esposo que escogiera o que me escogieran.

—Hasta que te encuentro —habla una voz detrás de mí. Me volteo y veo a Stephan con su tigresa guardián—. Eres difícil ¿lo sabías?

—Tú hermano lo sabe —vuelvo a mirar al frente.

—Mi hermano lo único que sabe es cagarla —él se sienta a mí lado—. Él está preocupado y me pidió buscarte.

—Eso se le pasa, buscará a otra que no le de problemas y listo —comento resignada.

—Lo que muchos hombres no han entendido es que las mujeres siempre van a dar problemas, yo lo entendí y por eso estoy soltero —comenta fanfarrón.

—Yo lo atribuía a tu buena actitud —él se ríe.

—También eso —él mira el paisaje. El río congelado, los troncos sin ninguna hoja, pero aún así vivos—. Él me dijo lo que le dijiste y lo que él te dijo.

—Sé que no sirvo…

—Oye, no seas tan dura contigo misma —él me toca el hombro.

—Tu hermano me lo dijo, todos lo dicen —lo miro desesperada—. No pude hacer las cosas básicas que se suponía que debía hacer una esposa y me fue tan mal que mi propio esposo me engañaba con otra.

—Sí, él también dijo eso —me quita la mano del hombro—. Ese chico Axel, me dijo que no había visto a alguien tan diestro con el arco como lo vio en ti.

—Ojalá lo viera Arem —me lamento.

—Quieres que te diga la verdad —lo miro resignada—. Su matrimonio es un engaño, solo se conocían de las pocas veces que hablaban. No se conocían lo suficiente como para casarse.

—¿Y qué quieres que haga? —lo miro enojada, pero derrotada a la vez.

—Que se conozcan de verdad, que sean amigos y luego se den la oportunidad de ser un matrimonio —él mira al frente—. Harás a mi hermano feliz, hazlo reír y sobre todo cuídalo. Recuerda que no puedes escapar de aquí, porque al primer aviso de Arem de tu desaparición, tus padres irán a prisión donde probablemente mueran y tu hermana no tendrá un futuro mejor que el tuyo —miro al suelo resignada, él me levanta el mentón—. Lo único que tienes que hacer es algo muy sencillo. Cumple con tu parte y yo no me convertiré en tu peor pesadilla ¿me entiendes? —asiento—. Vamos, mi hermano está preocupado.

    Él se levanta y me toma bruscamente del hombro.

—¿Ya consumaron el matrimonio? —pregunta tomando mi brazo con extrema fuerza.

—Aún no —contesto con una mueca del dolor.

—Lo harás esta noche —protesto, él me da un bofetada—. ¿No me has escuchado? No tienes opción y no me importa tus inseguridades, lo que me importa es el crecimiento de mi clan y tú traerás a un futuro heredero te guste o no.

—Eres un monstruo —escupo esas palabras.

—Créeme que soy peor que un monstruo, pero no estoy aquí para eso —él sonríe malicioso.

    Él y yo retomamos el camino a la aldea. Llegamos a mi carpa donde está toda la carne que casé hoy.

—Prepara algo rico para cenar ¿si? Que mi hermano y yo nos morimos por una deliciosa comida —él me susurra en el oído.

    Él se va y yo me pongo a preparar la cena para mi esposo y su hermano. No quiero que nada le pase a mi familia. Tendré que hacer lo que Stephan me ordenó quiera o no. Preparo la comida como le gusta a Arem, sin cocinar tanto la carne y no ponerle tantos vegetales. Ellos dos entran a la carpa después de un rato y le sirvo la cena. Arem le gusta la comida y me lo hace saber. Stephan brinda por eso. Ellos dos conversan de cosas tribales y yo me mantengo al margen. Después de cenar Stephan se va a una carpa no muy lejos de la nuestra.

—Me alegra que hayas vuelto —Arem se sienta en la cama.

—No podía dejarte —miento.

—Eso no es cierto —él me mira expresivo—. Estaba preocupado y mandé a Stephan a buscarte. Es bueno encontrando personas, pero no es lo bastante delicado en su trato.

—Eso no importa —disimulo una sonrisa—. Estoy aquí para ti.

—¿Te amenazó? —pregunta preocupado.

—Solo se preocupa por ti —contesto, guardando el último plato en una caja de madera.

—Sí —él se pasa las manos en la cara—. Quería disculparme por lo que dije esta tarde. No pretendía lastimarte, nunca lo haría. Lo que pasó con esa chica no volverá a ocurrir.

—Me alegro escuchar eso —me acerco a la cama y me siento a su lado.

—Hablé con algunas personas y tenías razón —lo miro confundida—. La señora Shay es un problema.

—No me agrada esa mujer —confieso.

—Me encargaré de eso, no te preocupes —él me besa la frente.

    Me levanto y empiezo a desvestirme al frente de él. Arem solo me observa sin quitar el ojo a mis movimientos. Quedo completamente desnuda, me acerco a él; me empieza a tocar delicado en cada zona de mi cuerpo. Besa cada espacio, cada lunar, cada pezón. Me levanta en sus brazos y me deja suave en la cama. Él se desviste rápido quedando su fornido cuerpo al descubierto.

—¿Estás segura? —pregunta afuera de la cama.

    Asiento. Él se monta encima de mí y me besa en los labios, desciende por mi cuello hasta llegar a mis senos. Siento sus helados labios en mi piel y se siente bien. Él es tierno conmigo, no es brusco, ni salvaje. Él se dedica a mí toda la noche y se lo agradezco.

—Hice un trato con mi hermano —él me acaricia el cabello, estoy acostada en su peludo pecho.

—No le vendiste tu alma ¿verdad? —él se ríe.

—No, solo un demente lo haría —él me hace que lo mire—. Reconstruir esta aldea empezando por hacernos nuestro pequeño castillo. Y luego empezar con las casas de los aldeanos, las cosechas, el ganado. Todo estará digno para nuestra reina.

—Espero que todo salga bien —expreso honesta.

—Te quiero a mi lado cuando empiece todo, te quiero junto a mí, te quiero como mi mano derecha —le tomo la mejilla y asiento—. Serás útil como tanto lo quisiste.

    Nos besamos y nos quedamos dormidos. Es la primera vez que me cuenta sus planes y estoy tranquila con eso. Lo que si no estoy tranquila es que tendré a Stephan aquí por un largo tiempo.

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