Aryana: Riñas Familiares
Dos semanas después del nacimiento de mi hija, llega la familia de Cosmo en su totalidad por el tan sorpresivo nacimiento de Luna. El asombro en sus rostros es palpable cuando ven como mi dulce bebé duerme plácidamente en mis brazos. La señora Liora, su esposo Beck y su hija Musa fueron los primeros en llegar al castillo. Entre el señor Beck, Tabitha y mi señor no paraban en hacerme preguntas y en revisar mi salud, pero sobre todo la de Luna. Después llegan Marte, Venus embarazada de seis meses de su nuevo hijo, y claro el pequeño Sol de cinco años y medio; es sorprendente el parecido de ese niño con su padre, lo único notable de Venus es la forma de sus ojos redondos, pero todo lo demás es una fiel replica de Marte. Ojos dorados, el cabello parece oro puro de lo brillante y sedoso que es. Mirada dulce, pero esconde una agresividad que es a veces difícil de creer.
Los tres están igual de sorprendidos aunque esta vez sí se guardaron su asombro de que yo si podía traer un niño a la vida. Venus no deja de cargarla y llenarla de besos. Marte inunda la habitación de mi hija con regalos exuberantes que creo que ni Cosmo y ni yo alcancemos a usar. Claro, todo, pero absolutamente todo es de oro puro. Sonajas de oro, juguetes cubiertos de preciosas piedras que creo que si hubiese mantenido mi trabajo de cuidadora nunca le hubiese podido comprar hasta la manta de seda que se le trajo a luna. Venus la llena de ropajes hermosos, de diversas telas y colores vibrantes. De toda la familia Venus y Marte elevan el término de regalo a otro nivel.
Por último llegaron los padres de Cosmo y Marte. Es difícil que Cosmo dejara de culpar a su padre por haber planeado mi muerte, yo también siento un recelo hacia él, pero Cosmo es la clase de persona que no olvida tan fácilmente una traición. La señora Eva no para de estar cerca de Luna haciendo comparaciones de cuando Cosmo era un bebé y lo parecido que padre e hija son. Cosmo y el señor Kenan se encierran en el estudio de Cosmo todo el día, todos estamos nerviosos por ese encuentro, mi señor no para de hacer chistes de mal gusto hasta el punto que la señora Laila lo mandó a callar.
—Pero ¿es que nadie tiene curiosidad? —es lo último que dice.
—No llegaríamos ni siquiera a la esquina cuando ya leería nuestras mentes o al menos se daría cuenta que alguien está escuchando —argumenta Tabitha.
—Odio admitirlo, pero Tabitha tiene razón —apunta Marte.
—Pero ¿por qué cuando espiamos a Aryana y a Cosmo el día de su llegada él no se dio cuenta? —pregunta Musa.
—¿Cómo que nos espiaron a Cosmo y a mí? —pregunto enojada.
—Querida, Kenan puso el destino del universo en la desastrosa vida amorosa de sus dos hijos ¿Qué esperabas? —comenta sarcástica la señora Laila.
—Disculpa pero ¿cómo que desastrosas? —ahora pregunta Marte molesto.
—Venus y tú peleados por algo que probablemente tengas la culpa y agrégale el hecho de su embarazo —responde Seth—. Y encima Cosmo lidiando con la muerte de Aryana. Más bien me sorprende que estemos todos reunidos aquí.
—Y agreguémosle la vida salvaje que han tenido Cosmo y Marte, prácticamente se acostaron con medio universo —comenta Tabitha sarcástica, de inmediato Marte, Venus y yo la fulminamos—. No me miren así, que no estoy diciendo ninguna mentira.
—Dejemos de pelear ¿acaso no ven que se están lastimando unos a otros? —interviene la señora Eva.
—Cuídense, que les echará su magia de la amistad sino la obedecen —comenta Seth sin aguantarse las ganas de reír. De inmediato la señora Eva le lanza un cojín.
—Ahí tienes mi magia de la amistad —exclama triunfante la señora Eva. Seth se levanta molesto buscándole pelea a la señora Eva, esta también se levanta y le da la cara.
—Ya basta los dos —protesta la señora Liora.
—No te tengo miedo —le reta la señora Eva a Seth.
—Pero acércate si te la das de mujercita.
—El próximo que se atreva a tocarse así sea un cabello lo lamentará —amenaza la señora Laila a Seth y a Eva. Estos dos se tranquilizan y se van a lados opuestos de la sala. Después de un largo rato la sala se va vaciando y solo quedamos Venus, su hijo Sol y yo. Venus se remueve un poco en el mueble.
—¿Mi hermanito otra vez te causa dolor? —pregunta Sol dejando su juguete de oro.
—Sol, te lo dicho cariño —Venus acaricia el cabello rubio de su hijo—. Tu hermano no me causa dolor, él es un hermoso bebé que no para de moverse dentro de mí.
—Eso es horroroso —se queja el niño—. Y aún dices que no te lo comiste.
—Sol, ya hablamos de eso —se ríe Venus—. Los niños no se comen.
—¿Y cómo entró mi hermanito? —cuestiona el niño enojado.
—¿A qué edad se tiene esa conversación? —interrumpo a los dos.
—No la sé —se defiende Venus.
—Tía Aryana ¿por dónde entran los bebés a las panzas de las mujeres? Porque por la boca dice mi madre que no es y también el resto de las mujeres del templo de mi madre que le he preguntado.
—Sol, te darás cuenta cuando crezcas un poco y te des cuenta —él me mira mal.
—Me voy con mi padre, ya que ustedes son aburridas —el niño recoge su pequeño caballo de oro y se lo lleva.
—¿Sabes? Tengo miedo de que se parezca demasiado a su padre —lamenta Venus.
—Pero tiene una maravillosa madre que lo acompañará siempre.
—Marte no quiere que le diga por donde entran los bebés —confiesa Venus.
—¿Estás bromeando? —pregunto escéptica.
—No, no lo hago —se levanta y se sienta a mi lado a ver a Luna—. Él no quiere que Sol sepa de esas cosas hasta que no sea mayor de edad, y no sabes cómo se pone cuando alguien le dice o comenta de manera malévola a Sol algo malo sobre él.
—Como lo hizo Tabitha más temprano —apunto.
—Exactamente —asiente—. Tal vez Cosmo sea así con Luna.
—Tal vez lo sea, pero estará en mi deber como madre y como mujer enseñarle esas cosas a mi hija para que se cuide de cualquiera que se quiera aprovechar de ella —argumento—. Creo que le deberías irle enseñando a Sol pequeñas cosas sobre el cuerpo femenino para que él sepa cómo debe tratar a una mujer y no haga comentarios ofensivos.
—También es una posibilidad.
Me levanto con mi hija a llevarla a su cuna para que esté más cómoda.
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