Creación y firma
Christopher Varkstem se encontraba caminando en círculos en la sala de su mansión. Siempre había vivido sólo en esa casa, había heredado todo de una de las familias más importantes del país pero a él nunca le había interesado el dinero, solo quería poder estudiar todo y entender al mundo, por eso había aprendido artes oscuras, invocar a un demonio y que este le diera lo que quería... Era un trato justo o eso creía el joven.
Aquel silencio fue perturbado en menos de un segundo, el reloj antiguo que estaba en la última habitación comenzó a sonar marcando las doce de la noche, el sonido inundó toda la mansión con los doce golpes, uno después del otro. El sonido era fuerte y acompañaba los latidos del corazón de Christopher, fuertes y calmados. Al terminar de sonar, el macabro silencio volvió a reinar sobre la instancia.
Poco a poco las llamas de la chimenea comenzaron a volverse más fuertes y llenas de vida, haciendo que los antiguos muebles, las pinturas colgadas en la pared y la figura delgada y alta de joven comenzarán a verse con claridad. El heredero con su mano derecha se apartó un trozo de cabello negro de su ceja, le molestaba verlo, además quería verse presentable con aquel ser.
Los segundos se hacían eternos. No habían pasado diez segundos desde que había sonado por última vez el reloj marcando la media noche y Varkstem ya estaba impaciente, jugaba con sus dedos mientras seguía caminando en círculos.
—Christopher Varkstem —susurró una voz por toda la casa que hizo que el joven se congelara—, ¿me has estado esperando? Pareces un perro esperando a su amo.
—Señor... —Las palabras se escaparon de la boca del chico sin el mismo darse cuenta.
—La última vez te dije que me llamaras por mi nombre —Las llamas de la chimenea se tornaron azules y crecieron, el frío se apoderó del lugar junto al silencio durante un minuto. Lentamente el fuego iba volviendo a su tamaño y color original—. A lo que veníamos. ¿Sigues con esa meta?
—Sí. —Christopher se dio una vuelta y miro hacia uno de los muebles que estaban allí buscando aquella figura hasta que la encontró. Alguien no mayor a los treinta de encontraba sentado allí con ropa extravagante, pero eso no era lo que cualquier persona observaría, lo que más llamaba atención eran los ojos: Uno verde y uno rojo—. Siempre seguiré con esa meta hasta que la logre, no por nada estas aquí. Soy demasiado consciente de lo que me puede pasar si juego con usted o malgasto vuestro tiempo.
—Deja de ser tan formal me da de todo. Ni siquiera en el infierno me tratan así. —exclamó aquel demonio—. Bien, es cierto que mi agenda está llena y ahorita debo ir a sellar unos contratos y a recolectar pagos. Pero por ti hago la excepción de la norma.
—No debería hacer eso, usted es un demonio de prestigio y renombre. —El joven estaba impaciente y el sonido de su voz lo demostraba— ¿Podemos sellar ya el contrato? Zerxs, se que lo tienes allí. Solo es firmar y ya.
Aquel demonio se levantó de la silla y las llamas crecieron para luego volver a su estado original. Christopher eso no lo asustó o hizo que de moviera de su sitio, al fin y al cabo que el miedo es lo que alimenta a los demonios. Zerxs sonrió, el chico no le tenía miedo a la muerte y tampoco ir al infierno. Chasqueo con su mano izquierda y en la derecha apareció un libro negro.
—Como lo desee usted, señor Varkstem. —El demonio abrió aquel objeto hasta llegar a más de la mitad del libro, sacó una pluma y un tintero, colocó ambas cosas en la pequeña mesa que estaba en medio de la sala, remojó la punta de la pluma con líquido rojo y marcó en las zonas donde el joven debía firmar—. Sólo firma en donde está marcado, tendrás dieciocho horas a partir de que firmes el contrato para despedirte de tu humanidad.
El joven no le importaba abandonar su humanidad para poder lograr su meta, al final iba a ir al infierno pero para que eso ocurra, pasará mucho tiempo. Firmó en cada sitio con mucha calma, leyendo cada cláusula y las letras pequeñas, las condenadas letras pequeñas.
—Es un placer hacer negocios con usted, señor Varkstem. —gritó el demonio mientras se reía de la felicidad—. Ahora mi chico, cumple tus sueños y déjame observar te crecer.
—El placer es mío —susurró Christopher sin saber en que de había metido. Dieciocho horas para morir siendo un humano y renacer siendo algo nuevo e inmortal. ¿Acaso eso no era lo mejor de todo?
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