dos.
—¿Y qué tal tu fin de semana, preciosa?
Me era imposible no sonreír al estar escuchando y observando a Riley a través de la pantalla de mi teléfono. Desde que se había ido, la única forma que tenía de sentirla lo más cerca posible de mí era a través de las llamadas y videollamadas que teníamos.
No era lo mismo, claramente, empezando por el hecho de que habían cinco horas de diferencia entre Nueva York y Londres, haciendo que estas llamadas fueran cada vez menos frecuentes. Sin embargo, definitivamente prefería una llamada a la semana que no ver u oír a Riley en lo absoluto.
—Estuvo...
Detuve mi frase al momento en que los recuerdos llegaron a mi mente. Claramente mi fin de semana fue más que aburrido ya que no hice más que quedarme en casa y ver películas antiguas con mi papá, es decir, lo mismo que todos los fines de semana desde que Riley se había ido.
Pero la cosa no era el sábado o el domingo, sino el viernes, más específicamente, el viernes en la noche, la noche en que Lucas se apareció en mi cuarto y tuvimos probablemente la conversación más larga desde que nos conocemos.
No sé que era, pero no podía decirle a Riley sobre aquello. Quizá me sentía culpable. A pesar de que ellos habían terminado antes de que ella se fuera, sabía que Riley aun tenía sentimientos por él y no quería preocuparla o que malinterpretara lo que realmente pasó esa noche.
—Estuvo bien —dije haciendo mi mayor esfuerzo por sonar convincente—. ¿Cómo estuvo el tuyo?
—¡Increíble! —soltó con su clásico-y-nunca-aburrido entusiasmo de Riley—. Los padres de Blayke tienen una cabaña no muy lejos de aquí y nos invitó a mí y al resto de las chicas a pasar el fin de semana ahí. Recorrimos el bosque, nadamos e incluso pudimos montar a caballo.
—Suena muy divertido —respondí con una pizca de tristeza en mi voz.
—Lo fue, preciosa.
—Estoy segura de que sí —ella soltó una risita que no tardé en imitar junto a un suspiro—. ¿Quién es Blayke?
Riley rió—. Tú sabes quien es Blayke, Maya. Ya te he hablado de ella un millón de veces. Es la increíble chica que se volvió mi amiga desde que el año empezó.
Mentí. Sabía perfectamente quién era Blayke. Simplemente no quería que Riley sintiera que me importaba, o que lo hacía la cantidad de veces que la había llamado "su amiga" desde que la conoció. A veces sentía que esa chica me estaba reemplazando en la vida de Riley y no lo podía tolerar.
—Tienes razón —solté una pequeña risa—. Supongo que lo olvidé. ¿Qué tal todo con tus padres? ¿Cómo están ellos? —cambié de tema de conversación lo más rápido que pude.
—Ambos están bien. Están considerando nombrar a mi mamá "empleada del año" en su oficina y mi papá parece haber encontrado un grupo de chicos que están interesados en el secreto de la vida y esas cosas.
—No podía esperar menos de ellos —sonreí—. ¿Y Auggie? ¿Cómo está él?
—Supongo que bien. Pasa casi todas las tardes con sus nuevos mejores amigos, Nolan y Valerie... estoy casi segura que le gusta esa niña Valerie. Es divina y exactamente lo opuesto a la rara Morgenstern.
Reí ante las palabras de Riley a pesar de no encontrarle la gracia a ellas. Incluso el pequeño Auggie de ocho años había olvidado a sus amigos de aquí y a Ava, la pequeña con la que todos pensamos que se casaría y viviría su felices por siempre.
—Eso suena increíble, Rile...
—Riles! —mi voz se vio silenciada ante aquel grito al otro lado de la pantalla—. La práctica de polo está por empezar. Leo jugará hoy.
—¡Oh no! —Riley exclamó con desesperación para levantarse de las gradas en las que se hallaba sentada—. ¡Voy!
—¿Quién fue esa? ¿Quién es Leo? —cuestioné confundida.
—Blayke —por supuesto—. Leo es un chico lindo que a ambas nos gusta. Entrena polo porque ama a los caballos tanto que sueña con algún día tener un centro de equinoterapia para ayudar a niños con problemas mentales como su hermano menor.
—¿Y sabes todo eso de él? —pregunté asombrada.
—Sí —sonrió—. Hicimos un proyecto juntos hace unas semanas. Pasamos un par de días en la biblioteca y tuvimos la oportunidad de hablar sobre muchas cosas.
Conocía esa sonrisa. Esa era la misma sonrisa que Riley solía dibujar en su rostro cuando ella y Lucas tenían sus momentos eternos de "hola". ¿Acaso estaba equivocada? ¿Acaso Riley había olvidado a Lucas? ¿Realmente había dejado de sentir lo que sentía por él?
—Oye Riles —susurré con el ceño fruncido—. ¿Has hablado con Lucas?
Riley frunció su ceño, probablemente desconcertada ante mi repentina pregunta pero no tardó mucho en negar.
—La última vez que hablamos fue hace unas semanas, ¿por?
—Nada más —respondí a lo bajo.
—De acuerdo... me tengo que ir, preciosa. Te quiero.
Sonreí—. Yo más, linda.
Riley me devolvió aquella sonrisa y antes de que pudiera notarlo, la videollama había terminado logrando que soltara mi teléfono sobre mi cama mientras que el silencio me invadió.
A pesar de que amaba hablar con Riley, odiaba la sensación que sentía después de cada llamada. Al principio, ninguna de las dos era capaz de cortar con ellas y ahora, casi sentía como si Riley sintiera la obligación de hablarme cada semana.
Ella estaba viviendo una vida perfecta: se había adaptado a su nueva escuela, había hallado una nueva mejor amiga y un grupo entero de amigos, había entrado al equipo de porristas hace tres meses e incluso ahora tenía un nuevo interés amoroso mientras que yo era un desastre. Y me dolía más saber que era la única que estaba sufriendo con esta distancia, bueno, Lucas y yo.
Al menos no era la única.
•••
La videollamada con Riley me había dejado un sentimiento extraño en mi interior. Sabía que desde el inicio ella no había tenido ningún problema en adaptarse a su nueva vida a kilómetros de distancia de aquí, pero me dolía mucho más ahora luego de haberle confesado aquello a Lucas y...
Dios, rodé mis ojos harta de mí misma. ¿Por qué no era capaz de dejar de mencionar a Lucas? Hacía mi mayor esfuerzo por olvidar lo que había pasado la otra noche, pero mi mente seguía recordándomelo como si me importara. No lo hacía. Lo que había pasado con Lucas había sido cosa de una vez. No es como que fuera a cambiar algo ni nada.
—Buen día, mi amor.
Exclamó mi mamá apenas terminé de bajar el último escalón del apartamento que daba directamente con el comedor volviéndome imposible esconderme de ella, así que no tuve más remedio que caminar hacia ella y sentarme en la mesa.
—¡Lo encontré!
Gritó mi padre entusiasmado al terminar de bajar los escalones y entrar al comedor. No pude evitar dibujar una pequeña sonrisa en mi rostro mientras que el se sentó en la mesa y me devolvió aquella sonrisa.
—Buen día, pa —murmuré mientras él tomaba asiento.
—Buen día, niña —dijo para dar un par de palmadas en mi hombro como solía hacer todo el tiempo.
—Estaba por despertarte —comentó mi mamá para ahora ella tomar asiento.
—Ya estaba despierta —confesé tomándolos por sorpresa—. Estaba hablando con Riley.
—Oh... y... ¿c-cómo se encuentra?
Preguntó mi mamá tímidamente. Era obvio que ninguno de los dos mencionaba algo relacionado con Riley a menos que yo lo hiciera. Decisión inteligente. Ellos sabían que si lo hacían, sus incontables intentos por traer de vuelta a la de-alguna-forma feliz Maya se irían directo a la basura.
—Está bien. Todos están bien —respondí manteniendo mi mirada fija en mi tazón de avena, pero aun así fui capaz de observar su intercambio de miradas preocupadas.
—Me alegra que estén bien —replicó mi mamá luego de un largo silencio y asentí tomando un bocado de mi desayuno para evitar la charla.
—Así que... —intervino mi papá logrando ganarse mi atención—. Estuve hablando con Cory el otro día y, él y Topanga están considerando pasar el verano entero aquí.
—¿En serio? —cuestioné a lo que él asintió.
—Sí. Así que son solo cinco meses más antes de que Riley y tú puedan volver a estar juntas.
Mi sonrisa se desvaneció sin más. Cinco meses más. Casi la misma cantidad de meses que le tomó a Riley olvidarse de Nueva York, sus amigos y de Huckleberry. Cinco meses era justo lo que ella necesitaba para olvidarse de mí. Así que nada sería igual cuando ella viniera.
—Suena grandioso —dije para tomar otro bocado—. ¿Qué encontraste?
Cambié de tema de conversación tan rápido como pude, haciendo mi mayor esfuerzo por no mostrar interés en lo que dijo anteriormente. No les tomó mucho captar mi deseo y papá me mostró el lente que sostenía en sus manos.
—Estaba buscando este lente porque es el mejor para capturar paisajes —asentí fingiendo interés—. Iré a la cabaña luego del trabajo para tomar unas fotografías. Hace mucho que no lo hago.
—Demasiado —tomé un bocado más.
—Sí, sí... y me preguntaba si, ¿t-te gustaría venir conmigo?
Mi ceño se frunció. ¿De verdad quería que lo acompañara? Lo miré sorprendida para mirar luego a mi mamá quien no pudo evitar sonreír.
Si algo había aprendido acerca de Shawn ahora era que a él le gustaba mantener su arte para él nada más. Ese era el motivo por el cual nunca nos dejaba ver sus fotografías. Ese había sido el mismo motivo por el cual él le había pedido a mi mamá tomar nuestra fotografía el día de mi cumpleaños catorce. No le gustaba compartir sus momentos con nadie a menos que sintiera que serían capaces de entenderlos. Y ahora el quería que yo lo acompañara.
—¿De verdad?
Él asintió sonriente—. En serio, Maya. Puedo recogerte después de clases, compramos unas hamburguesas y malteadas para el camino. Puedes ayudarme a tomar algunas fotos e incluso podrías dibujar algunas de ellas... también ha pasado mucho tiempo desde que dibujaste por última vez —demasiado—. Así que... ¿qué dices?
Sonreí, más grande que nunca en meses y, ¿cómo no podía? Había tenido muchos momentos "padre-hija" con Shawn desde que me había adoptado, pero ninguno, ni uno solo, podía ser más especial que como este sonaba. Sólo él y yo en la misma cabaña en la que me había encontrado una primera vez.
Quizá era momento de encontrarme una segunda.
—Me encantaría —ambos no pudieron evitar observarme atónitos antes de intercambiar miradas.
—¿En serio? —inquirió papá y asentí una vez más.
—Sí, pa.
Sonrió—. S-Supongo que te recogeré después de clases.
Le devolví aquella sonrisa para tomar otro bocado observándolos mirarse llenos de alegría. Habían intentado todo, absolutamente todo para animarme sin conseguirlo una sola vez, así que estaba seguro que esto se sentía como un gran logro para ambos.
Para mí era una oportunidad de pasar tiempo a solas con mi papá, la persona a la que ahora admiraba más que a nadie en este mundo. Quería ser tal cómo él, igual de fuerte que él lo era luego de haber sido abandonado por las personas que más le importaban: primero su madre biológica, luego su padre, su madrastra, Angela y ahora, su mejor amigo.
Realmente era un héroe para mí.
•••
—... y luego, un auto apareció de la nada y Darby me gritó...
—Podías ver el auto a tres calles, bebé...
Suspiré mientras jugaba con mi chilli sin intención alguna de comerlo. Los almuerzos escolares solían pasar desapercibidos junto a la compañía de Riley, pero ahora que lo único que tenía eran las interminables conversaciones de Yoby, tenía demasiado tiempo para examinar esos platos del infierno.
—Lo importante es que llegamos a tiempo a nuestra cita —replicó Yogi.
—Así es —afirmó Darby para frotar su nariz con la de él—. No puedo imaginar habérmela perdido.
Y ahí estaba de nuevo, sus narices frotándose, ¿algún día se cansarían de hacerlo? Y, ¿algún día aprendería mi lección de no sentarme más con ellos? Probablemente no. Yoby y yo habíamos compartido casi todas las clases desde secundaria. Eran las únicas personas que conocía lo suficiente como para sentarme con ellos en la cafetería.
Al menos tenía a Zay, con quien compartí una mirada que respondió soltando una silenciosa risa. Sabía exactamente lo que pasaba por su mente, lo mismo que por la mía. Zay me preguntaba todo el tiempo por qué me sentaba con ellos y sus extras que nunca hablaban.
—Hola.
Las caricias de Yoby se vieron interrumpidas y todos en la mesa, incluida yo, giramos para observar a aquel chico parado a mi lado con su bandeja de comida en manos.
—Hola —sonreí totalmente desconcertada. ¿Acaso estaba alucinando o en serio Lucas estaba a un lado mío?
—Hola —repitió—. Ah... ¿alguien está aquí?
Inquirió apuntando al asiento vacío junto a mí y sin dudarlo giré para buscar los ojos de las otras seis personas en la mesa quienes desviaron su mirada de la mía para enfocarla en sus almuerzos. Todos a excepción de Zay, quien me observaba desconcertado. Una vez más sabía lo que estaba pasando por su cabeza, ¿por qué Lucas estaba a un lado mío?
—No —respondí para regresar mi mirada a la suya.
—¿Puedo sentarme?
Una vez más, giré buscando la aprobación del resto pero ninguno me miró, solo Zay, quien aun permanecía desconcertado.
—Sí.
Lucas dibujó una pequeña sonrisa en su rostro para tomar asiento bajo el silencio que se creó desde el segundo que llegó con nosotros.
—Puedes seguir diciendo de lo que estabas diciendo, Yobs —pidió haciendo que Yogi asienta aun confundido.
—Como decía... fue una tarde muy alocada —finalizó Yogi con su relato.
—¿Qué tal tu fin de semana? —soltó Lucas de la nada.
—¿El mío? —cuestioné en un tono suave y el asintió—. Estuvo bien.
—Bien —sonrió—. No pude dejar de pensar sobre lo que hablamos en tu habitación la otra noche.
—¿Sí? —pregunté sorprendida.
—Sí... es lindo saber que hay alguien que te entiende.
—Sí... sí que lo es —le devolví aquella sonrisa.
—Sí... y... estuve pensando que podíamos hacerlo más seguido.
—¿Qué cosa? —fruncí mi ceño.
—Hablar o simplemente... estar para el otro, ¿me entiendes?
—Ah... claro —respondí sin saber realmente qué estaba sucediendo.
—Que bueno... así que, estaba pensando que quizá, no sé... podría ir a tu casa más tarde y podríamos estudiar o algo...
¿Qué demonios estaba sucediendo? No entendía nada. Hace tres días Lucas ni siquiera me dirigía la palabra y ahora, ¿arreglábamos citas de estudio? ¿Cómo? O mejor dicho, ¿por qué?
—¿Perdón?
—S-Solo... solo busco una excusa para hablar con alguien... alguien que está sintiendo lo mismo que yo.
No sabía que decir. Todo esto era demasiado extraño para mí. Lucas, su repentina charla y su repentino deseo de querer estudiar conmigo. Levanté la mirada y sin poder evitarlo mis ojos se unieron con los de Zay quien observaba a ambos totalmente incrédulo desde el otro extremo de la mesa.
—¿Y bien? —inquirió Lucas obligándome a mirarlo de nuevo.
—Claro... ¿por qué no?
Sonreí logrando que él imite mi acción y ambos no tardamos en enfocar nuestras miradas en nuestros platos. ¿Qué es lo que había pasado? ¿En verdad había dicho que sí? Supongo, pero, ¿por qué había hecho eso? La última vez fue lindo y todo pero, ¿él y yo? Era la ecuación perfecta para una locura total.
•••
¿Acaso había perdido la cabeza? Estaba comenzando a creer que sí. No solo por el hecho de que había estado estudiando las últimas dos horas —más tiempo que nunca en mi vida— sino por la persona con la cual había estado estudiando, porque claramente, no era capaz de hacer algo así por cuenta propia: Lucas.
—Entonces... antes de que iniciara la Revolución Francesa, la gente estaba dividida en tres Estados, ¿qué eran?
Sí. La había perdido por completo, de otro modo no me explicaba cómo me había dejado convencer por Lucas que, de todas nuestras materias, debíamos estudiar historia.
—Ah... eh... ¿París? —balbuceé ni siquiera sabiendo cuando habíamos comenzado a repasar la Revolución Francesa.
—Okay... cerca... la respuesta correcta es el clero —exclamó causando que suspirara.
—Es todo. La historia no es para mí, Lucas.
—No, no seas tan negativa, podemos intentar algo diferente —dijo para levantarse de mi cama donde había estado sentado las últimas horas—. Tal vez si intentamos relacionar algunas de estas cosas con nuestra vida como hacía el Sr. Matthews podríamos recordar algo.
—¿En serio, Huckleberry? —pregunté fulminándolo con la mirada—. ¿Quieres hacer lo mismo que Matthews?
—Funcionaba, Maya.
—¿Lo dices en serio? —crucé de brazos—. Nombra un dato histórico que recuerdes de sus clases.
No me malinterpreten, el Sr. Matthews era el mejor maestro que había tenido —y que probablemente tendría en mi vida— pero apenas conocí al Sr. Byrne aprendí que la historia no tenía nada que ver conmigo, tenía nombres y fechas y eventos de los cuales no tenía idea. Ni siquiera ahora.
—Ah... Bélgica, 1831 —inició sonriendo sin más.
—¿Sí? —cuestioné confundida.
—No lo sé. Esta era la parte donde Farkle decía la información y yo lo repetía para que todos lo entendamos —rodé mis ojos mientras él dejó ir un suspiro—. Tienes razón. La historia no es para nosotros.
Exclamó para recostarse en mi cama a un lado mío mientras yo cerré mi libro tal como deseé hacer desde el momento en que lo abrí.
—Supongo que tendré que conformarme con un seis —agregó.
—Al menos no serás el único.
Hablé y no tardó en soltar una pequeña risa que no tardó en contagiarme. Quizá apestábamos, pero al menos lo hacíamos juntos.
—Tal vez lo que necesitamos es un descanso.
Suspiró para tomar asiento sobre mi cama y comenzó a escanear mi habitación con sus ojos buscando no-sé-qué, pero no pasó mucho antes que su mirada se enfocara en la guitarra que se hallaba en un rincón de mi habitación.
—Está increíble esa guitarra —mencionó causando que una ligera sonrisa se dibuje en mi rostro.
—Es la que Riley me regaló —solté ganándome su mirada.
—¿Es esa?
—Sí —suspiré—. Hace mucho que no toco —dije sin siquiera pensar en mis palabras.
—Podrías tocar ahora.
—¿Qué?
Cuestioné desconcertada. ¿Acaso Lucas me estaba pidiendo tocar?
—Anda —pidió para ponerse de pie y tomar mi guitarra—. La última vez que te escuché tocar fue la vez que me cantaste la canción del Guardabosques.
Reí—. Fue un gran día.
—¿Y bien? —inquirió aun parado frente a mí con la guitarra en mano.
Bufé—. Bien.
Exclamé tomando la guitarra de sus manos para colocarla sobre mí mientras él tomó asiento una vez más a mi lado esperando que tocara.
Era cierto, habían pasado meses desde la última vez que toqué. No es que no tuviera ganas de hacerlo, simplemente que la guitarra era otro recordatorio de Riley que ciertamente no quería.
No obstante aquí estaba, con la guitarra en mis manos y Lucas esperando que tocara, así que sin más remedio, me dispuse a tocar.
Ninguna canción en particular, simplemente dejé a mis dedos tocar los acordes que quisieran pero ellos parecían haberse puesto de acuerdo porque la melodía que estaba tocando sonaba bastante bien. Lo suficiente bien como para hacer que Lucas dibujara una sonrisa en su rostro que sin darme cuenta se dibujó en el mío.
Era extraño, era la primera vez en meses que me sentía así de bien, desde el fin de semana algo había cambiado en mí, algo que no terminaba de entender pero sabía que tenía que ver con Lucas, porque una vez más sentí lo que sentí la noche del viernes: compañía. Lucas una vez más había logrado que no me sintiera sola.
—Yo tengo un bisnieto que es un Guardabosques y un Hope Along...
Cambié de acordes lo suficientemente rápido como para que Lucas pudiera notarlo y antes de darse cuenta, comencé a cantar una vez más la canción del Guardabosques, sin embargo, no pude ni terminar la primera oración antes que Lucas tomara la guitarra de mis manos obligándome a parar.
—Muy graciosa.
No pude evitar reír a carcajadas y no tardó en imitar mi acción. Tenía que admitir que había sido divertido.
—Tuve que —me disculpé aun riendo.
—¿Sabes? —habló logrando callar mi risa—. Nunca aprendí a tocar.
—¿El nieto de Bucky McBoingBoing no sabe cómo tocar?
—Intenté aprender una vez pero...
—No es tan difícil. Mi mamá me enseñó cuando tenía ocho. Mira...
Dije para aproximarme a él lo suficientemente cerca como para colocarle la guitarra correctamente y hacer lo mismo con sus manos sobre ella.
—El primer acorde es D. Un dedo aquí... el otro aquí y el otro allá.
Le indiqué a medida que fui colocando cada uno de sus dedos donde debían ubicarse sin darme cuenta que al hacerlo, cada vez fui acortando más la distancia entre los dos.
—¿Aquí? —cuestionó con sus ojos fijos en las cuerdas.
—Sí —susurré mirando fijamente a estos—. Inténtalo.
Dije y él obedeció mi orden para tocar las cuerdas logrando una melodía bastante buena para alguien que no sabía cómo tocar.
—Suena bien —sonreí para levantar la mirada percatándome entonces lo cerca que me hallaba de él.
—¿Sí?
Él imitó mi acción percatándose de lo mismo: nuestros rostros estaban a centímetros de distancia del otro, lo suficientemente cerca como para poder sentir su respiración.
En definitiva no era la primera vez que nuestros rostros estaban así de cerca, pero la última vez que lo hicieron fue en esa estúpida fogata y una vez más, sentí esos estúpidos nervios invadirme.
No podía moverme, simplemente no podía hacerlo y esperaba que una vez más, Lucas fuera quien tomara distancia pero no lo hacía. Permanecía estático con sus ojos fijos sobre los míos.
Parecía haber pasado una eternidad. Ninguno se movía. Simplemente nos mirábamos fijamente. Lo hacíamos hasta que Lucas rompió con aquellas miradas para enfocar sus ojos a mis labios. Lo noté. Y no pude evitar hacer exactamente lo mismo.
¿Qué es lo que estaba ocurriendo? No tenía idea. Ni una sola. Solo sabía que antes de poder notarlo, Lucas se hallaba aproximándose todavía más a mí. Tanto que pude sentir sus labios rozarse con los míos y...
Las cuerdas de la guitarra sonaron entre el profundo silencio obligándonos a separarnos tan rápido como pudimos.
—Y-Yo... —balbuceó—. Creo que me tengo que ir...
—Sí.
Murmuré ni siquiera siendo capaz de mirarlo otra vez a los ojos y sin perder un segundo, Lucas se levantó de mi cama para tomar su mochila.
—Te acompaño —dije aun nerviosa.
—No es necesario... s-supongo que nos veremos mañana.
—Sí.
Nuestros ojos se unieron una vez más y sin pensarlo dos veces, Lucas abrió la puerta para abandonar mi habitación.
Cerré la puerta apenas no tuve rastro de él y llevé mis manos a mi cabello en desesperación. ¿Qué es lo que había pasado? ¿En verdad Lucas y yo estuvimos a punto de besarnos? O mucho más importante, ¿por qué sentía que deseaba que eso hubiera sucedido?
••••
No es un sueño, en verdad volví a actualizar esta historia. Han sido unos meses muy intensos.
Tengo dos capitulos más listos así que ténganme paciencia.
Espero que les haya gustado.
-valeequi.
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