De Tsunayoshi
A la edad de cinco años, Tsunayoshi aprendió sus más valiosas lecciones.
Su madre le dijo que cuando enfrentara sus temores, intentara ver objetivamente las cosas. Probablemente estaba inspirada en la nueva novela de misterio popular del momento, pero Tsunayoshi le prestó atención como cualquier niño, creyendo fielmente en su madre.
Así que cuando su padre trajo a su jefe de visita a casa y le pidieron que jugara fuera para hablar temas de adultos, se congeló frente al pequeño Chihuahua que se le plantó enfrente. Su primera reacción fue huir, pero recordó las palabras de su madre, quién siempre tenía las respuestas correctas a todas sus preguntas, entonces, esto deberías ser igual, ¿No?
Así que pensó que así como él tenía miedo del Chihuahua, al ser de pequeño tamaño, podría asustarse fácilmente con algo más grande, y Tsunayoshi era más grande que el pequeño perro, aún a sus cinco años.
Apretó la pelota roja entre sus manos, reuniendo el coraje necesario para dar un paso adelante. Antes de que pudiera hacer algo, el chichuahua se adelantó, lanzándose para morderlo. Instintivamente retrocedió, arrojando la pelota hacia el objetivo con los ojos cerrados. Escuchó un chillido y pisadas apresuradas rasguñando el camino por el que huía.
Tsunayoshi abrió los ojos con temor. ¿Se fue?, ¿Tan fácil?, ¡Ni siquiera hizo algo!
Formó sonrisa temblorosa que pronto se convirtió en una victoriosa. Acababa de vencer a su mayor temor, y estaba seguro de que tanto su mamá cómo su papá estarían orgullosos, tal vez incluso el abuelo que trajo su papá.
...
Tsunayoshi apretó las tiras de su mochila con fuerza. Estaba nervioso y bastante asustado, pero al ver la escena frente a él, sintió que debía hacer algo.
– ¿Entonces...? ¡Damelo, perdedor! – gritó un niño que no conocía antes de hoy, pero al niño al que estaban gritando sí que lo conocía. Mochida Kensuke, un compañero de salón que fue tan lejos para prestarle su bufanda cuando Tsuna no trajo suéter un día de invierno.
Los ojos de Mochida hicieron contacto visual con los suyos, congelandolo en su lugar. No podía apartar la vista, no podía fingir que no vió nada después de esto.
Pudo con el Chihuahua, y era su mayor temor, entonces, se supone que debería poder con esto también, ¿No?
Sus ojos cambiaron ligeramente su enfoque, completamente determinados. – ¡Deja de molestar a Kensuke-kun! – gritó con fuerza, intentando cubrir el miedo que sentía. Su corazón latía rápido, más de lo que nunca antes había latido. Podía sentirlo tan claramente que pensó que podría salirse, pero cuando miró detrás de él a los ojos llenos de lágrimas de su amigo, supo que no podía huir, porque tenía a alguien a quien proteger.
Su corazón se sintió cálido, casi como un fuego que arde suavemente, insitandolo a mantener la calma.
El niño malo se puso visiblemente nervioso, no estando acostumbrado a que lo desobedezcan – ¡Quítate del camino...!, ¡o te golpearé! – amenazó, desechando su nerviosismo a favor de la ira.
– ¡Nunca! – exclamó Tsunayoshi, su voz expresión más tranquilas de lo que deberían considerando el pánico que sentía. Dió un paso adelante, acercándose al espacio personal del otro – No permitiré que dañes a mis amigos – declaró con seguridad. El niño retrocedió.
– ¡Te voy a— a acusar con mi hermano! – tartamudeó asustado. Los ojos no deberían ser anaranjados, ¿No? Eran como como la ira de un león bajo un control tan débil que resultaba risible. Al fin y al cabo, el niño aún tenía cinco años, y como cualquier niño que siente miedo intento buscar una figura segura.
– Gracias – murmuró Kensuke cuando el niño se fue. Tsunayoshi giró la cabeza rápidamente, mirando al azabache con preocupación.
– ¿Estás bien? – preguntó acercándose a él. Se arrodilló a su lado, pero solo vio unos cuantos rasguños aquí y allá, probablemente de una caída.
– ¿Somos amigos? – murmuró Kensuke sin mirarlo a los ojos.
– ¡Amigos! – confirmó, mirando los ojos del otro brillar alegremente. Al verlo tan feliz, antes agradecido, no pudo evitar pensar que su padre tenía razón cuando le dijo que la determinación era difícil de encontrar, pero cuando veías los resultados, sabías que valía la pena.
...
– Tsuna-kun – murmuró Sasagawa Kyoko, la chica más amable del salón y querida por muchos por lo mismo. Tenía un tímido sonrojó sobre sus facciones y evitaba mirarlo a los ojos.
– ¿Pasó algo, Kyoko-chan? – preguntó con genuina confusión acercándose a ella.
– Gracias por salvar a Kensuke-kun – finalmente dijo – No quería decirme qué pasó, pero desde hace tiempo dejó de hablarme, diciendo que no quería que me lastimaran... No sabía que alguien estaba molestandolo – confesó, mordiendo su labio inferior con preocupación, pero su expresión de aclaró poco después – ¡Solo quería decir que los amigos de Kensuke-kun son mis amigos! – exclamó entregándole un pequeño regalo
– Gracias, Kyoko-chan – respondió Tsunayoshi – Protegeré a mis amigos... Tanto a Kensuke-kun como a ti, porque ambos son importantes para mí – le dijo con una sonrisa.
Tsunayoshi no se arrepintió de haber salvado a Kensuke, incluso cuando la profesora lo castigó por intimidar a otro alumno. En su lugar, era feliz, no solo porque consiguió dos buenos amigos, sino también porque se extendió el rumor rápidamente de que "Tsuna salvó a Kensuke pero Asahi lo acusó con la profesora y dijo que lo golpeó"
...
De camino a casa, Tsunayoshi estaba muy feliz, pero rápidamente esas emociones se olvidaron cuando escuchó el llanto de una niña cerca.
Con curiosidad, lo siguió hasta encontrar a una niña de cabello castaño corto llorando desconsoladamente detrás de un árbol solitario.
– ¿Estás bien? – murmuró con preocupación y cuidado para no asustarla en partes iguales. Ella levantó la mirada, dirigiendo un par de ojos marrones hacia él con esperanza.
– ¡Los chicos malos... Los chicos malos le dijeron a Haru que nadie la quiere! – exclamó entre sollozos. Tsunayoshi se sorprendió por las palabras, inclinando la cabeza con confusión.
– ¿Es verdad? – preguntó. La niña parpadeó confundida, por lo que lo repitió – ¿Es verdad, no te quieren?
– ¡Si me quieren! – exclamó con fiereza, probablemente diciendo las mismas palabras que a los chicos malos, pero la ignoraron.
– Entonces no tienes que estar triste, ¡no es verdad!, ¡Los papás de Haru la quieren mucho! – respondió con simplicidad, sintiendo por alguna razón que eran las palabras correctas para decir. Ella se miraba aliviada, pero lloró con más fuerza – ¿Qué pasó? – dijo, entrando en pánico
– ¡Eres muy bueno! Nadie había sido bueno con Haru – explicó parándose para abalanzarse hacia él, abrazándolo con fuerza
– ¿Amigos? – murmuró Tsuna, sabiendo que a todos les hace feliz los amigos.
– ¡Amigos! – exclamó ella con alegría. Luego, retrocediendo un poco pero no demasiado, preguntó – ¿Cuál es tu nombre?
– ¡Sawada Tsunayoshi! – respondió orgulloso, acabado de memorizarlo hace poco – ¿Y el tuyo?
– ¡Hahi! – chilló con alegría – ¡Miura Haru!
...
– Escucha, atúncito – le dijo su padre en una de sus visitas, casi un año después – los deseos cómo preparar o querer hacer feliz a alguien, arden como una llama suave en el corazón, y si la alimentas con buenas cosas, crecerá hasta ser una fogata cálida que calienta el corazón de los demás y el tuyo incluso en los inviernos más fríos – dijo, sosteniendo a su dijo en un abrazo cariñoso. Tsunayoshi estuvo de acuerdo de todo corazón, ya habiéndolo experimentado muchas veces antes – ¿Puedes sentirlo?
– ¡Sí!, ¡El corazón de papá calienta a Tsu-kun!, ¿Papá tiene cosas que quiere proteger? – murmuró regando el corazón del hombre mayor
– A ustedes – respondió, y algo en algún lugar de Tsunayoshi, le dijo que estaba siendo honesto.
Acercó su cabeza al corazón de Iemitsu, recargandola en su pecho. Sintió una calidez reconfortante y amistosa, y por alguna razón, sabía insitintivamente que tenía una también, aunque no sabía qué era con exactitud.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top