Trío Mágico.

AU! Hogwarts.
Noruega, Rumania e Inglaterra.

Conflictos. Eso es lo único que capturaba la muchacha como si de un imán se hablase, era una estudiante destacada de la escuela de magia y hechicería. A pesar de estar cursando su cuarto año la denominaban como prodigio, señalando que si continuaba explotando su talento y habilidad luego de graduarse ocuparía un cargo en el ministerio. Además de ser la responsable de que Slytherin le hiciera morder el polvo a su eterno enemigo Gryffindor, muchos la alaban por su envidiable belleza y eso ligado a la característica inteligencia que posee es una bomba mortal, de la que los chicos no se salvaban, incluyendo los de otras casas que se les caía la baba por la fémina de místicos orbes. Sin embargo, con una agitación de su varita los mandaba a volar y se reía con maldad, digna de una serpiente esmeralda como ella.

Depositó el pergamino encima del mesón de madera, revisando los últimos retoques de su tarea para Defensa contra las Artes Oscuras, cátedra que impartía el profesor Remus Lupin, quien solía decir que su carácter era demasiado frívolo y cruel para contar con escasos dieciséis años. Esto no le interesaba, menos si provenía de alguien que premiaba las imprudencias de Vladimir, ese extrovertido rumano que la saca de sus casillas y aún más al remarcarle cuando le ganaba un partido. Se hallaban en el Gran Comedor donde el bullicio no faltaba, las bromas ocasionales de los mayores hacia los de primero y uno que otro murmullo del —quien para ella irrelevante— lado de los tejones.

—¡A que no adivinas de que nos enteramos! —habló con sorna el rubio platino, acercándose a (Nombre) y lo miró con una ceja alzada.

Malfoy, si sigues molestando a Potter serás convertido en un hurón otra vez y no estaré ahí para rescatar tu tonto trasero —enfatizó la fémina, ajustándose las gafas que se deslizaron por el puente de su nariz e intentó ubicar a su amiga que tenía una pronunciada altura.

Love, eres demasiado cruel con el chico... Para la próxima lo transformas en algo peor —añadió Kirkland, una sonrisa irónica en sus labios y meneó su varita creando unas chispas del color jade de sus iris— y dejas que se burlen de él.

Ella se colocó las manos en la cintura curvando una de sus pobladas cejas, dándose cuenta que su odioso contrincante caminaba a paso lento y premeditado hacia su lugar con un gesto triunfal que le provocó arcadas. No tenía la menor idea de que se traía, pero cuando el muchacho se comportaba así debía esperarse lo peor y no conforme con ello distinguió a un tímido chico de luceros azules que combinaba con el color de su corbata avanzar por el pasillo en esa misma dirección. Por supuesto que le conocía, Lukas era uno de los cuatro grandes y este Ravenclaw poseía un don indiscutible, obteniendo puros Extraordinarios como calificación y siendo el favorito de los educadores —menos de Snape—, logrando así pisarle los talones en esa competencia... y eso anunciaba problemas, lo gritó tan fuerte que no se percató de la mano masculina que la sujetó de la cintura de manera posesiva, encontrándose con el ceño fruncido del británico que observó con desdén y repulsión al rubio rojizo frente a él.

—Es que nunca abandonas a tu perrito faldero, eh, señorita brillante —se mofó el de ojos carmín, riéndose y siendo chocante por la pedantería palpable en su timbre de voz—. Deberías llevarlo al veterinario porque a cada rato babea espuma como si tuviese rabia.

Carcajadas hicieron acto de presencia por parte de los leones quienes parecían divertidos los chistecitos malos de Rumania, mientras que por otro lado las serpientes se pararon con brusquedad y se colocaron detrás de la joven que desprendía un aura tétrica y sombría, sus pupilas destellantes y llamativas dando un paso al frente. El lugar fue abrumado por un tenso silencio que nadie era capaz de romper, ni siquiera las águilas que preferían mantener la calma antes de irse a confrontación, pero ese duelo entre las dos competentes casas era casi inevitable. Un despliegue de poder que derrumbaba a cualquiera y al menos, la joven sangre pura haría lo imposible para que no fuera ella quien cayera a merced de esos traidores.

—¿Por qué no mejor te callas y regresas por donde viniste, cachorro de león? Eres un cobarde que se oculta detrás de los estándares del color escarlata y dorado —bramó (Nombre), sus zapatos de tacón emitiendo un repiqueteo y la presión causándole una migraña que costaría en quitarse—. Veo que te encanta jactarte de ser un excelente mago, así que te reto a vencerme en un duelo y decidiremos de una manera más limpia quien es el más fuerte.

Su tono sonó suspicaz y orgulloso como toda un sagaz reptil que estrangula a sus víctimas hasta la muerte, los murmullos no se tardaron en llenar la atmósfera y percibió el rostro enrojecido del contrario, confrontado y avergonzado públicamente. Arthur hizo amago de gesticular alguna cosa, sin embargo, ella se lo prohibió mediante un penetrante contacto visual, cediendo a regañadientes y cruzándose de brazos. A pocos metros yacía el noruego con su varita a la mano por si le tocaba separar a dichas fieras que amenazaban con lanzarse hacia el otro y despedazarse como animales salvajes. Siendo consciente de que aquello no era adecuado, ni mucho menos necesario, aunque al fin y al cabo jamás comprendió esa ridícula pelea entre ambas casas.

—Basta ya de niñeras, señor Popescu. Diez puntos menos para Gryffindor por su comportamiento inaceptable, está usted en una escuela no en una pelea callejera —hasta que por fin el profesor de cabello azabache y grasoso apareció en la escena, jalándole la oreja al revoltoso Vladimir quien se quejó por lo bajo y le mandó una expresión amarga a la fémina, avisándole que eso no se acabaría ahí—. Y en lo que usted respecta, señorita Black, le recomiendo que se mantenga alejada de toda clase de pleitos. No querrá que su padre se entere de esto.

—No, profesor. Cuente con mi absoluta obediencia —respondió rápidamente, su sonrisa perversa surcando sus facciones agraciadas y refinadas. Volviendo la atención hacia el chico que se hacía llamar su novio y vislumbrando el cólera azotando su ácida faz.

—La próxima vez podrías encargarme ese asunto a mí y yo con mucho gusto le haré un Cruciatus en menos de lo que canta un gallo —graznó el rubio mayor, apretando su agarre sobre la muchacha y la contraria se mordió el labio, ya que él estaba enterado de sus extrañas reacciones al verlo actuar rudo. Eso le ponía.

—Como tú quieras, sweetie —susurró melodiosa la fémina en el oído del varón, sintiendo que la piel del chico se erizó por la profundidad de sus palabras y el significado tentador de ellas. Amaba hacerlo caer de rodillas en los momentos menos indicados.

Los anteriores espectadores ya no tenían clavados sus ojos sobre la pareja, regresando a la rutinaria jornada que empezaba con almorzar y dirigirse hacia su próxima cátedra. Por lo que no se molestaron en disimular sus semblantes coquetos y el rubor coloreando los pómulos juveniles, todo bajo una atenta e introvertida atención, el muchacho que pasaba desapercibido a pesar de albergar una inverosímil habilidad y se preguntó cuanto tiempo transcurrirá para que las cosas empiecen a salirse de control, el sistema derrumbándose desde adentro y una sangrienta guerra de magos se desatara en el mundo. No obstante, nadie le creería, puesto que el don de la adivinación era tan especial que en pocas personas florecía y zanjó el tema que lo atormentaba esa mañana.

—Tal vez (Nombre) corte esa tóxica relación cuando se entere que Arthur tendrá la marca tenebrosa... No creo que sea tonta y sentimental —se dijo así mismo, deslizándose con sutilidad por los antiguos pasillos y guardando su varita dentro del suéter—. Después de todo, ella es pieza clave para derrotar al innombrable. Meh, ya se dará cuenta.

Y con su rostro inmutable siguió atrapado en sus divagaciones cotidianas, admirando la belleza de las hadas que volaban a su lado. Proporcionándole esa certeza de que no estaría solo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top