Inglaterra.
Advertencia: Lime!
El aire estaba caliente por la lluvia en verano, el sol en lo más alto del cielo y el agua cristalina de la playa rompe contra la arena, eso le encantaba a (Nombre) quien permanecía debajo de una sombrilla disfrutando del delicioso clima que le ofrecía Miami en esa temporada. Se mantenía decidida a aprovechar sus vacaciones lejos de todas las complicaciones, responsabilidades y deberes como nación, puesto que era el mejor destino para desprenderse de la rutina y tener una aventura.
Eso lo supo muy bien cuando bajó sus lentes oscuros observando un cuerpo masculino que le llamó bastante la atención; complexión delgada pero atractiva, algunos tatuajes esparcidos por la zona de los pectorales y espalda lo que hizo que se mordiera los labios, se veía atlético y en forma tal como le gustaba. Después de analizarlo un par de minutos se dio cuenta que se trataba de Arthur Kirkland, el cual se juntaba con sus hermanos y si algo le gustaba mucho eran los rubios.
El sudor goteaba por su cuerpo antes de escuchar su nombre salir de los rosados labios del británico, la enloqueció desde que posó sus pupilas en él desde hacía tiempo atrás. Mientras que el de orbes verdes fingía que no la necesitaba, sabiendo dentro de sí que con cada toque se derrite y sus manos encajan perfectamente en las curvas que componen el cuerpo de la fémina.
—Niña, cierra esa boca porque se te va a caer la baba —se burló su amiga, otro país latino que bebe un cóctel de frutas—. Si tanto quieres hablarle, ve y hazlo.
—No es como si fuera tan sencillo, primero debe tener alcohol en sus sistema para que se atreva a algo —respondió la contraria, trenzando su cabello y desviando la mirada a la orilla.
La azabache chasqueó la lengua en un sonido irritante, sacando de su bolso una botella de tequila y colocándola enfrente de (Nombre), quien curvó una de sus cejas observando con gesto interrogante a la incitadora confidente que tiene.
—Me dijiste que se retrae estando sobrio, así que esto lo estimulará para que confiese lo que esconde y se lance sobre ti como en la fiesta pasada —explicó la chica con facilidad y rió por la expresión afligida de la mencionada.
Un bufido salió de los labios de la menor que continuó en su afán de admirar la esbeltez y simetría de Arthur, a pesar de que para muchos resultaba insípido por no poseer grandes músculos pero ¿a quién demonios le importaba? Cualquiera en su sano juicio le encantaría dejarse llevar por sus pasionales caricias, sus labios desvistiéndola y entregándose, aunque quizás le costaría caro pero más vale hacer la puesta, jugarse aquello y saborear la fruta prohibida como si del más exquisito manjar se tratase. Jamás podría borrar de su memoria los susurros al oído que le dedicaba, la manera en que amasaba la piel de su trasero y dibujaba el contorno de sus pechos con su experta lengua... además, de cómo olvidar la forma en que la llama señorita, incitándole a caer en la tentación sin darse cuenta y marcarla cual tesoro valioso del rey.
Aceptaba que era una mujer burda cual campesina, pero suele reclamarla suya cuando le da la gana y ella de verdad que no alberga ningún ápice de querer rechistar. Él la hace sentir como su reina; llenándola de joyas y riquezas, contemplando su cuerpo vulnerable con sus brillantes ojos jade, bebiendo su elixir hasta la última gota de placer y después, al dispersarse la nube de valentía y arrebato que le provoca el licor huía despavorido, avergonzado de ese acto tan carnal en el que se comportó como una bestia.
Y ella hacía el esfuerzo de detenerlo, encararlo para que dejasen las cosas en claro pero no lo conseguía. El sol significaba que debían despedirse, prometiendo otro encuentro pasional en el que volverían a unirse...
La noche había caído, aquel paraíso luce mejor así con la luna reflejada en el agua y las antorchas iluminando el sitio, siendo el momento más adecuado para salir a bailar. El lujoso hotel ofrece servicios digno de cinco estrellas; una excelente atención al huésped, música animada para la ambientación, bebidas alcohólicas con un toque frutal para refrescar y no podían faltar los extranjeros mostrando sus cuerpos enrojecidos por el sol —como era el caso del británico— mientras que otros presumen sus bronceados que generan envidia.
Aunque (Nombre) tenía inmensas ganas de quedarse en la habitación y escuchar música, embarrar crema en su irritada piel por los potentes rayos del sol, hasta que le diera sueño cediendo ante el agotamiento pero su amiga no le permitiría aquello, conocía lo fiestera que era como para creer que descansarán. Luego de varios gritos que hicieron eco, prendas lanzadas en simulacro de proyectiles, zapatos esparcidos por el suelo y risas por el desastre decidió asistir, en busca de algo interesante.
Por otro lado se hallaba el británico vistiendo únicamente una bermuda verde militar y unas sandalias, el cuerpo le ardía de una manera exagerada por lo que no se colocó camiseta, aunque no estuviese muy conforme con ello. Eso se convertía en un punto a favor, cuando atrajo las miradas como imán por las figuras plasmadas con tinta a lo largo de su espalda y brazos, esto por supuesto desencadenó el deseo en algunas personas que lo devoraron sin una pizca de vergüenza. Pero eso al rubio poco le importa realmente, solo está ahí por obligación y la mujer que le provoca parecía salir corriendo cada vez que se topa con él... En parte la entendía, luego de sus encuentros se retiraba como el más cobarde de todos sin mostrar caballerosidad, sin embargo, estando sobrio pensaba muchísimo y lo atacaba la ansiedad, no conseguía procesar una oración coherente y menos cuando detallaba la desnudes ajena cubierta por una fina sábana.
—¡Dude! Toma esto, anda —motivó el necio americano, pasándole un pequeño vasito con lo que debería ser tequila por su olor.
El sabor del líquido quemó su garganta pero la sal y el limón lo volvieron tolerable, así que no le pareció difícil aceptar cinco rondas más para entrar en ambiente. Escuchó cerca de él que eso había sido traído por el mexicano, quien presumía su licor como uno de los mejores y después de esos tragos sentía el picor en su lengua, su humor muy jovial. Arthur debía parar de beber... y nadie tuvo la buena fe de decírselo.
Luz de luna es lo que alumbraba esa habitación sumergida en la penumbra, dos cuerpos agitados y calientes. Transcurrieron horas, ellos bailaron de manera floja y relajada en la arena, hasta que llevaron las cosas al siguiente nivel.
El vestido color zafiro de (Nombre) cayó en el suelo junto a su brasier y la prenda inferior del inglés, ya que se encontraba muy ocupado besando los pechos de la mujer encima de él. El tiempo había pasado velozmente desde que se encerraron en esa habitación sin que nadie se percatara de ello.
—Esta vez no te dejaré caer —susurró seductor el de orbes verdes, sintiendo que se derretía entre sus fuertes brazos cuando escuchó su voz ronca y excitada.
Arthur tomó la delantera, su lengua enganchada a los pezones de la fémina, soltando gemidos suaves y jalando sus sedosos cabellos en agradecimiento. Varios movimientos de cadera por parte de la contraria hicieron que su erección aumentara y sentía la necesidad de enterrarse en lo más profundo de su ser como las veces anteriores pero siguió torturándola, atendiendo esas zonas erógenas y mordiendo el cuello sensible mientras sus escurridizas manos amasan su trasero, luego intentando colarse por la delgada tela de sus bragas de encaje celeste.
—Me haces venir por ti, little.
Es un deleite que él expresara sus pensamientos con la voz masculina que eriza su piel, le fascina saber lo que pasa por la cabeza del hombre que en la mayoría de los casos se cohibe y no demuestra con naturalidad las reacciones. Por eso lo besa de manera desenfrenada y ardiente, dejándole los labios rojos e hinchados por la intensidad en la que le comió la boca.
Aquello que es una guerra de poder fue ganada por el rubio quien encontró el botón de placer de la joven, consiguiendo que temblara por las sensaciones y encogió los dedos de los pies al sentir que aumentó el ritmo, sus fluidos lubricando ese lugar especial que lo espera con las mismas ansias de siempre. Así que decidió sucumbir a sus instintos, alzándola para estamparla contra la pared y es que si bien su cuerpo era menudo en comparación con los demás, poseía una gran fuerza en esos trabajados músculos que se marcaron por el esfuerzo de la posición y le quitó la última prenda que cubría su cuerpo, encontrándose con una vista que hizo sus orbes brillar.
Volvió a besarla con premura, enredando sus lenguas y rompiendo el silencio de la habitación con sus respiraciones erráticas, los sonidos obscenos de sus bocas para distraerla de lo que planeaba. (Nombre) enterró sus uñas en los brazos pálidos del varón, gritando de placer al sentirlo introducirse en su interior de manera rápida y profunda recibiéndolo gustosa. Cuando comprobó que ella se encuentra en su mismo estado de satisfacción, con las mejillas coloradas, despeinada y suplicante para que la poseyera como un animal se atrevió a embestir arremetiendo contra su cuerpo, el cual se pegó al muro y juró en ese instante que el glande tocó su punto más sensible.
—Arthur, así por favor...
—Como tú desees, señorita —le respondió el inglés al oído, lamiendo el lóbulo de su oreja.
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