España.

(Nombre) suspiró soñadora y taciturna, el mentón descansaba en la palma abierta de su mano mientras sus bonitos ojos admiraban la maravillosa ornamentación del techo. Sus espesas pestañas revoloteaban con cada movimiento de los afilados iris, el cabello oscuro le caía en cascada por los hombros y enmarcaba su angelical rostro que revelaba a los hombres su escasa edad en comparación a las otras naciones ahí reunidas.

Era tan misteriosa, una belleza sublime compuesta por torneadas piernas, caderas seductoras, escote discreto y un provocativo labial vino que le pintaba, incitando hasta al varón más puritano de la sala. Pero ella no creía tal premisa, conocía a la perfección lo sagaz y malicioso que podía llegar a ser un hombre cuando deseaba algo, sin temor se lanzaría para alcanzarlo... aunque la susodichaba no estaba dispuesta a abrirle su corazón a cualquier mamarracho que le viniera a pretender. No, sabía de su incalculable valor y por eso caminaba con la postura erguida, adueñándose de las miradas furtivas ajenas y se comía el mundo a bocados con cada uno de sus argumentos.

Todo eso se lo debía atribuir a España, quien parecía demasiado absorto en sus propios pensamientos y tenía sus llamativas esmeraldas clavadas en los folios frente a sí. Inevitablemente divagaba entre retazos de su historia, con un bonito vestido colonial, zapatos altos, una preciosa mantilla cubriendo sus voluminosos mechones y un abanico que le permitía esconder su semblante sonrojado por el adorable cortejo del moreno que le seducía con la maestría de un caballero, no con la soberbia que los países jóvenes poseían.

Se humedeció los labios cuando atisbó la cautivadora sonrisa del mayor, del hombre que solía llamar "padre" pero que no cumplía ese rol al pie de las reglas estimadas por la sociedad moderna, ni tampoco de la primitiva. Ese manojo de sensaciones, el vértigo que se acentuaba en el vientre bajo y le provocaba un jadeo suave, era producido por las excitantes escenas donde sucumbía ante el placer que le obsequiaba su papi de azúcar. A pesar de que esas atenciones, costosos regalos, viajes extravagantes y la elegante diadema de cristales que descansaba en su cabeza diera paso a la ferviente envidia de sus supuestas hermanas.

-¿Qué culpa tengo de que él me prefiera a mí? -murmuró la caprichosa joven, quitando el colorete de sus mejillas con una toallita húmeda.

-Hermana, ni siquiera te molestas en disimularlo... tal vez por eso optaron por excluirte del círculo -dijo la pelirroja teñida, desenredando la abundante cabellera de la recién mencionada.

-¿Y por qué habría de comportarme así? Si me encanta recibir eso de su parte, así que el desprecio que sientan hacia mí no me interesa en lo más mínimo.

La isla soltó un bufido divertido, conocía a la perfección el carácter fuerte de su mejor amiga de la infancia como para saber que nadie la tendría, ni porque estuviese cometiendo una locura. Así era su romance con el gran conquistador, que había hallado el oro en los orbes de la mujer y el paraíso en su boca de miel, una escultura exótica para el rey.

Solo espero que no se le pase la emoción, después de todo, así son los hombres ¿o no? Tan volátiles, extraños, perniciosos y embaucadores -se desquitó la de pecas, guardando las joyas en el cofre de la contraria-. Ojalá pudiera encontrar alguien como tú has tenido la suerte.

(Nombre) le abrazó con inmenso amor, sabiendo que el corazón de la menor estaba más que destrozado por negligencia de un tonto muchacho inexperto. Por eso los prefería mayores, le ahorraban tales problemas innecesarios y sabían como complacerla sin muchas complicaciones.

-Mañana es domingo, debemos ir a la iglesia y después Antonio me recogerá, mencionó que iríamos a conocer algunos personajes interesados en invertir en nuestras tierras -contó la de tez tostada, deslizándose en el fino camisón de seda-, si hay uno decente puede que te lo presente y haga un poco de mi magia.

Percibió la sonrisa ilusionada de la joven en el espejo, balanceándose de forma etérea por la alfombra de la habitación-. Espero convertirme en una mujer hermosa, fuerte e independiente como tú, aunque solo soy una insignificante isla que depende de sus pocos recursos.

Su hermana postiza -como le gustaba llamarle- frunció el ceño, golpeándola con el periódico enrollado en el brazo y le regañó, lucían graciosas porque parecían madre e hija.

-Vuelve a decir algo como eso y te juro que te arrastraré hasta la costa -amenazó, aborrecía cuando ella se refería a sí misma de esa forma tan despectiva.

La única contestación que obtuvo fueron unos efusivos "sí" que coreó hasta marcharse de la recámara, quizás se iría a llorar en la intimidad de su estancia porque tocó, inevitablemente, un tema delicado como lo es su posición ante los demás. Juraba que haría lo que sea para que no se repitiera ninguna triste historia en sus vidas.

-¡Eh! Muchacha, te habéis perdido de toda la reunión, parece que tus fantasías han estado muy entretenidas -espetó Venezuela a su lado, acomodándose la chaqueta y recogiendo sus cosas-. Pero no te condeno, a veces Arthur puede ponerse bastante pesado y provoca marcharse de una vez.

(Nombre) se dio cuenta que se sumergió en el mar de sus recuerdos, la prueba de ello eran las últimas conversaciones de las representaciones y un curioso español que se acercaba, sujetándole la mano para que le acompañara. Así como los ojos son las ventanas del alma, la femenina podía distinguir lo que añoraba con verlo directamente y le descifraba, aceptando en silencio sus proposiciones.

-¿Que ocurrió? Te noto un poco distante.

-No es nada, papi. Solamente pensaba en nosotros -contestó, llevándose un mechón detrás de la oreja y apretó la mano que él le daba.

-¿Estás segura? Sabes que si me mientes habrá un castigo -vaciló el castaño, intrigado por el brillo de los luceros de su amada.

-Sí, muy segura.

España sonrió con la vitalidad que le caracterizaba, besando los nudillos de la hermosa joven que lo deleitaba con su presencia y se prometió que jamás le dejaría, porque no encontraría otra persona que le llenase el corazón de tanto amor como su dulce niña de ojos resplandecientes y pómulos melocotón.

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