Dinamarca.

El reloj digital marcaba la medianoche cuando (Nombre) se restregó los ojos, quitó sus gafas de lectura y cerró el grueso volumen de historia que la tenía atrapada desde hacía varias horas atrás. Su cabello estaba atado en una coleta floja, escapándose algunos tirabuzones por la espalda y la cómoda ropa de estar en casa le daba una apariencia tanto cansada como adorable para el hombre que entraba al salón de estudio; uno de los tiros de su vaporosa blusa dejó al descubierto un provocativo hombro desnudo, el cual le  atrajo para morder con descaro la piel nívea, libre de marcas.

Sí, amaba su carrera infinitamente, aunque eso conllevara a trasnochar, procrastinación, días completos clavada a una computadora para conseguir el ensayo perfecto y volverse un contenedor de la información que le fuese posible; a pesar de que su madre le viviera recriminando su elección y no haberse ido por una rama de las ingenierías, que al menos, según ella, le aseguraría un plato de comida sobre la mesada. Pero no se retractaba, estudiar historia le fascinaba y ni siquiera contemplaba la idea de dar clases, tal vez, se dedicaría a explorar el campo de su profesión cuando ya estuviese egresada.

—Baby, creo que ya es momento de que vayas a dormir, tu cerebro no retendrá más conocimiento por ahora —dijo sumamente el nórdico, su tacto sinuoso como una pluma sobre sus hombros tensos.

La mujer sollozó, un poco frustrada por la caótica situación que había generado el brote de la enfermedad, que ya era una pandemia y por eso se encontraba recluida en su casa junto a su pareja. Si era cierto que deseaba pasar más tiempo a su lado, pero eso no contaba, ambos parecían demasiado sumergidos en sus cuestiones, ella en los estudios y él en cantidades abrumadoras de trabajo.

—Siento que los sesos se me harán licuado y escurrirán por mis oídos, ya no sé que más agregarle a los trabajos.

El rubio rió, cargándola entre sus fornidos brazos y la vislumbró acurrucarse contra el pecho masculino, aspirando el afrodisíaco perfume. Era su verdad inevitable, encontraba cierto placer en que su independiente y fuerte novia, de vez en cuando, se permitiese actuar como una niña pequeña que necesita de sus cuidados.

—Mañana ya será otro día en el que podrás terminar todos tus deberes —aseguró, atrapándola en un hechizo bajo sus relucientes orbes azules como el mar.

—Me malcrias demasiado, así no se puede... —susurró, yacía escondiendo su rostro en la curva del cuello ajeno y brindó tiernos besos en su nuez pronunciada.

—Un poco no hace daño a nadie, además, me complaces cuando me sigues el juego —afirmó, acariciando la delicada figura de la muchacha que ronroneaba con cada toque casi etéreo.

Momentos como esos, son los que hacen de la cuarentena mucho más entretenida y llevadera.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top