Cuando llegué a mi casa tiré el dibujo que estaba dibujando y empecé otro.

El dibujo que tiré me estaba quedando fatal y se notaba que no estaba inspirada. Pero aquella tarde era todo lo contrario ya que esa vez sí lo estaba.

Por lo que me puse delante del folio y empecé a dibujar. Mi mano no paraba quieta, esa era la mejor sensación que tuve jamás.

Cuando el dibujo estaba casi hecho, paré y me dediqué a analizarlo ya que me gustaba sacarle un sentido a las cosas que hacía, en especial a los dibujos que creaba.

Aquel dibujo me dejó boquiabierta ya que me sonaba de haberlo visto en cualquier otro lugar, pero, ¿dónde?

Empecé a pensar pero sin recoger ningún fruto. Hasta que me dio por mirar en el armario. Ahí guardaba una caja llamada "La caja para no recordar". Guardaba las cosas que no quería ver más para no recordar recuerdos agridulces.

Saqué aquella caja y empecé a sacar todas las cosas que había dentro de ella. Todos los recuerdos me abofeteaban y me dolían.

En el fondo de la caja había había un marco de fotos con el cristal de éste roto. Al ver la foto de aquel marco recordé todo lo que pasó aquel trágico día.

Unas lágrimas rodaron por mi mejilla cayéndo en el marco de fotos. Pero aún más me sorprendí al ver que mi dibujo se parecía a la foto que estaba sosteniendo en mis manos.

Dejé la el marco de fotos encima de mi escritorio y me senté a completar aquel dibujo. Sin duda, aquel dibujo tenía una gran carga sentimental, al igual que la foto.

Y es que con él me sentía en el espacio y que nada ni nadie me podría hacer daño.