Capítulo 63 -El camino subterráneo-

Aferrado a las paredes de los estrechos túneles, a las rocas cubiertas de moho por las que resbalan gotas de agua sucia, camino sintiendo cómo el aire se torna más denso con cada paso.

Aunque al no poder ser testigos de los ciclos del sol y la luna es difícil calcular el tiempo que llevamos aquí abajo, tenemos la sensación de que al menos han pasado tres días desde que empezamos a recorrer estos senderos que no paran de trasformarse, desorientándonos.

La Cazadora, que va unos metros por delante de mí, suelta:

—Maldita bestia de escamas. —Gruñe—. Está haciendo que perdamos el tiempo caminando una y otra vez por estos túneles.

Mukrah, unos pasos por detrás de mí, asegura:

—Nos obliga a malgastar aquello que ahora nos es más preciado. —Durante un segundo, mientras guarda silencio, el único sonido que se escucha en el túnel es el de nuestras respiraciones—. Su poder logra eclipsar la conexión que tengo con lo que está hecho con el polvo que dio forma a mi cuerpo. Ahora, en medio de este laberinto cambiante, ni siquiera puedo sentir los murmullos de las rocas. —Echo un poco la cabeza para atrás para verlo de reojo—. Se hallan en silencio.

Vuelvo a centrar la mirada al frente y digo:

—Se piensa que nos ha atrapado, pero no nos rendiremos. Aunque se venga la tierra abajo, si hace falta, destruiremos estos túneles y le obligaremos a salir de su escondrijo.

—Vagalat, eso es música para mis oídos —escucho cómo la voz de Doscientas Vidas se desplaza desde detrás de mí y cómo continúa hacia delante generando un pequeño eco.

Cuando este se apaga, los pasos y las respiraciones se adueñan de estos senderos conjurados e impiden que reine el silencio. Con esos sonidos de fondo, contemplando la simetría del túnel, viendo cómo una pared es exactamente igual a la otra, cómo el suelo es idéntico al techo, pienso:

«Solo estás retrasando lo inevitable. —De forma inconsciente, se me tensan los músculos de la cara—. Te haremos sufrir».

De repente, escucho un lejano siseo, uno que he escuchado muchas veces durante el último mes. Es penetrante y consigue erizarme el vello.

Aprieto los dientes y susurro sin que nadie me oiga:

—Da igual cuántos seáis o quiénes seáis, no evitareis que hoy empiece la destrucción de Abismo.

Por un instante, los ojos se me recubren con una película de energía blanca. Nada más aparecer esta, el siseo se aleja hasta desvanecerse.

«Ni siquiera la oscuridad es más poderosa que el silencio».

Inspiro despacio por la nariz, me sumerjo de nuevo en mis pensamientos y continúo caminando siguiendo los pasos de La Cazadora.

A cada metro que avanzo, percibo cómo las ansias de venganza crecen no solo en mí, sino también en el interior de mis compañeros. Creía que no podíamos desear con más fuerza arrancarle la cabeza al ser de escamas, pero estaba equivocado.

Después de que pasen unos minutos, la Ghuraki acelera la marcha y dice:

—Vamos, veo la salida de este maldito túnel.

Mientras la sigo, al mismo tiempo que se torna más fuerte el brillo de la tenue luz dorada que ilumina estos caminos subterráneos, suelto:

—Preparaos. Noto que nos están esperando.

Doscientas Vidas pronuncia emocionado:

—Por fin podremos hacer algo más que caminar sin rumbo. Haremos que ese engendro pague por lo que le hizo a Bacrurus. —Se calla, besa las hachas y suelta—: Disfrutaré clavándole estas preciosidades en el cráneo.

Con media sonrisa marcada en la cara, disfrutando de las palabras de Geberdeth, me adentro en la cavidad, la recorro con la mirada y veo estalactitas gigantes apuntar hacia el suelo.

Observando cómo la luz dorada ilumina con fuerza la gruta, pregunto:

—¿Dónde estás? ¿Dónde te escondes?

La Cazadora se pone en cuclillas y dice:

—Hay una fuerza oculta... Este lugar está impregnado. —Pasa el dedo índice por la tierra húmeda, lo huele y me mira—. Apesta a Abismo.

Asiento, empiezo a caminar, pero me detengo al escuchar las palabras de Mukrah:

—La maldición que desprende esta gruta está viva. De alguna forma, aquel que la lanzó ha conseguido algo que jamás creí que fuera posible. El alma primitiva que une lo que ha sido forjado con el polvo del primer gigante ha desaparecido de estas rocas. —Me volteo y lo miro—. Es como si jamás hubiera sido parte de ellas. —Observa las estalactitas—. Lo que es como yo, aquello que está formado por piedra, solo puede existir si los restos del ánima del primer gigante de arena anidan en la parte más profunda. Si esta desaparece, la roca se convierte de nuevo en polvo.

—¿Quieres decir que esto tendría que ser una montaña de polvo?

—Así es. —Toca la punta de una pequeña estalagmita—. Estas rocas están muertas y no deberían poder mantener su forma.

Asghentter, que acaba de salir del túnel, dice:

—La oscuridad ha generado un nuevo vínculo en las piedras. —Abre la mano y deja que pequeños rayos de luz salgan disparados—. Estamos ante una muestra de lo que hará la oscuridad de Abismo una vez devore La Convergencia y el resto de planos de existencia. —Los rayos recorren la superficie de las estalactitas—. Cuando haya acabado con todo dará forma a un universo oscuro. —Eleva la cabeza y observa cómo brillan las puntas—. Un universo donde la única luz que brillará será negra.

Durante un par de segundos, contemplo cómo alguna estalactita se convierte en polvo.

—Él no puede recrear todo. No puede hacerlo sin contar con el silencio.

Escucho unos pasos, me doy la vuelta y veo a un ser musculoso de piel morada. Tiene tatuadas gruesas líneas rojas con trazos que le surcan el cuerpo en diferentes sentidos. Aunque no brillan, los ojos color fucsia resaltan y dan fuerza a las facciones. Sin moverse, en silencio, nos observa con el semblante inexpresivo.

—¿Quién eres? —Manifiesto a Dhagul y me adelanto unos pasos—. ¿Otro maldito siervo de Él? —Con el rostro reflejando ira, sentencio—: Voy a hacer que pagues por haber capturado a Bacrurus.

Una leve sonrisa se le dibuja en la cara.

—Lo dudo. —Eleva un poco la mano, chasquea los dedos y la espada de energía desaparece.

—¿Qué? —suelto incrédulo.

Asghentter se adelanta y brama con el arco de energía en las manos:

—¡La oscuridad debe ser exterminada! —Lanza un rayo que impacta en el pecho tatuado sin producirle daño alguno.

El ser se frota la piel donde le ha golpeado el relámpago, ladea la cabeza, mira hacia un lado y pregunta:

—¿De verdad depositas esperanzas en estos perdedores?

A paso lento, alguien con apariencia similar al demonio tatuado, aunque mucho más viejo y con una venda roja cubriéndole los ojos, traspasa la pared de roca y camina hacia el centro de la cavidad apoyándose en un bastón.

—En estos momentos son nuestra única esperanza.

—Ni siquiera él está en condiciones. —Centra la mirada en mí—. Es poco menos que una sombra de lo que fue.

Pensando en que tienen algo que ver con el cautiverio de Bacrurus, aprieto los dientes, manifiesto de nuevo a Dhagul y me abalanzo sobre el que acaba de hablar.

—¡Te demostraré que soy lo suficiente fuerte para derrotarte!

Sonríe, se pone en guardia y se prepara para combatir.

—Lo estoy deseando. Hace mucho tiempo que lo deseo —paladea las palabras.

El anciano se detiene, golpea el suelo con el bastón y los dos salimos disparados en direcciones opuestas.

—No hay tiempo para esto —suelta, sin ocultar lo decepcionado que está—. He'eatshsg, deja de comportarte como un estúpido. Y tú, Vagalat, aprovecha los pocos minutos que tenemos para calmarte, calmar a los tuyos y escuchar lo que he venido a decirte.

Aunque me cuesta, viendo el poder que tiene, sabiendo que si hubiera querido podría haberme derrotado con facilidad, controlo los impulsos, hago un gesto para que mis compañeros se tranquilicen y suelto:

—Habla.

Eleva el brazo y la cavidad se trasforma en una representación de mundos, lunas y estrellas.

«La Convergencia» pienso, observando la inmensidad de cuerpos celestes que dan forma a la creación de Ghoemew.

—Exacto, La Convergencia. —Dirijo la mirada hacia el anciano extrañado por la facilidad con la que me ha leído la mente—. Aunque se dice que Ghoemew le dio forma para que sirviera como hogar para humanos y otras especies, esa no fue la razón principal. —Golpea el suelo con el bastón y la imagen que nos rodea se va haciendo más pequeña—. La creó para que fuera el centro de lo que existe. Para que fuera la manifestación del equilibrio.

Vuelve a golpear el suelo y la representación de La Convergencia queda reducida a una pequeña esfera ovalada. Extiende la mano, la figura esférica vuela y se le posa sobre la palma. Casi al instante, la negrura que envuelve la gruta desaparece y la cavidad se hace de nuevo visible.

—¿Has venido hasta aquí para decirme eso?

—No. —Sopla sobre la esfera y esta se desplaza hasta quedarse a un metro delante de mí—. He venido para mostrarte cómo está cayendo en las garras de Él. —Camina, mueve la mano y la representación de La Convergencia se agranda un poco—. Su poder aún es limitado, es incapaz de manifestarse durante mucho tiempo. —Menea los dedos y algunos puntos de la imagen se tornan negros—. Por eso ha dejado que las especies nacidas en Abismo crucen a los mundos de Ghoemew. —Se detiene y, aun teniendo los ojos tapados, centra la mirada en mí—. Por eso ha enviado a Los Conderiums.

—Me cuentas lo que ya sé —replico.

—Te cuento cosas que sabes y cosas que no. Aunque no estoy aquí solo para hablarte de la conquista y de la caída de los mundos humanos y de los mundos de otras especies. —Apoya las manos en el bastón—. Estoy aquí para decirte que nuestro momento está pasando, y que si no hacemos algo, muy pronto no tendremos ninguna posibilidad de vencer.

—¿Nuestro momento?

—Sí. —Sopla y al lado de la esfera aparece una réplica oscura—. Abismo extiende sus tentáculos y busca anular los enlaces que existen en La Convergencia: las puertas que la conectan con los otros planos. Si llega a hacerlo, cortará la energía que fluye por ellas, consiguiendo que exploten los mundos donde se hallan. —Golpea el suelo con el bastón y desaparecen las representaciones de La Convergencia y Abismo—. Si eso pasa, su renacer será inmediato.

Me quedo un segundo pensativo.

—¿Por qué me cuentas esto? ¿Qué es lo que buscas?

—Libertad —dice el ser musculoso mientras se acerca a nosotros.

La Cazadora lo observa y pregunta extrañada:

—¿Libertad?

—Así es —contesta el anciano—. Si Él renace, volverá a encerrarnos en la parte más oscura de Abismo. En cambio, si destruimos su recipiente cuando aún es vulnerable le fracturaremos la consciencia, logrando que desaparezca de nuevo en las profundas arenas del olvido.

—Las profundas arenas del olvido... —dice Mukrah—. Aquellas que se hunden en el reino de lo que nunca ha existido.

El anciano asiente y responde:

—El único lugar que puede retener eternamente al que se proclamó dueño de Abismo.

Escucho aplausos, miro hacia delante y veo al ser de escamas.

—Maldito —mascullo.

Me adelanto, pero el anciano me pone la mano en el pecho y niega con la cabeza.

—Todavía no. —Se da la vuelta y camina hacia el ser oscuro—. Ha pasado mucho tiempo.

—Demasiado. —Sonríe—. Quería visitarte en el foso de lodo donde te mandó el creador antes de cegarte, pero no me apetecía ensuciarme los pies con el fango que servía de tumba para el gran traidor.

—¿Gran traidor? ¿Así que así es como me llamas ahora? —Hace una pausa—. ¿Y al Él lo llamas creador?

—Es mi creador.

—No, no lo es. Ni te creó, ni me creó. —La ira se refleja en la cara del ser de escamas—. Ni siquiera creó Abismo.

—¡Blasfemia! —Eleva la mano y varios chorros de líquido negro salen disparados hacia el anciano.

—Fanático. —Golpea el suelo con el bastón y crea una esfera de luz azulada que lo protege. El líquido resbala por la superficie, cae al suelo y deshace la roca—. ¿De verdad crees eso? ¿De verdad crees que dio forma a Abismo? ¿Que te dio forma a ti?

El ser de escamas duda.

—No importa cuando nací. Importa cuando fui bendecido por aquel que es capaz de ser uno con el alma oscura.

—¿Uno con el alma oscura? —Se detiene—. ¿Acaso nosotros no fuimos creados a partir del alma oscura? ¿Acaso no somos sus hijos y como tales formamos parte de ella? —Apoya las manos en el bastón—. Jamás entenderé por qué os unisteis a Él, ni por qué destruisteis nuestro hogar convirtiéndolo en una mera expansión de su ser.

—Abismo fue perfeccionado.

—Abismo dejó de servir a la naturaleza de la oscuridad y se convirtió en nuestra tumba. —Niega con la cabeza—. ¿Nunca has pensado qué pasará si consigue lo que se propone? ¿Piensas que después de lograrlo volverá a sentarse en el trono que se construyó en Abismo, como si nada hubiera pasado? —Aprieta con fuerza la madera—. Estúpido. Te destruirá a ti y a aquellos que no sean un extensión de su ser. Os destruirá cuando ya no le seáis útiles.

—Tienes envidia. —Ríe.

—No, no siento envidia. Siento lástima.

El ser de escamas aprieta los dientes y suelta:

—¿Lástima? —Lo señala—. Lo que es una lástima es que hayas quedado en libertad al debilitarse las barreras de Abismo.

—Considéralo una bendición. Si Vagalat y sus compañeros no te matan quizá seas testigo de la caída de Él. Quizá llegues a ver cómo destruyo su recipiente, cómo desmiembro el cuerpo y se lo echo a las bestias sin mente para que lo devoren. Quizá así vuelvas a ser tú.

Los ojos del ser de escamas se iluminan y a su lado se manifiestan dos grandes felinos de varios metros de alto. Tienen la piel negra y escamosa. Por los costados de las fauces les surgen colmillos que descienden hasta sobresalir por debajo de la cabeza.

—Serás testigo de la muerte de tu hijo, de la de los que acompañan al "hijo del silencio", y tendrás el honor de ser devorado por mis Gertghals.

Aunque está de espaldas a mí sé que en la cara del anciano se dibuja una sonrisa.

—Gracias por manifestar a tus mascotas. Necesitaba que lo hicieras. —Golpea el suelo con el bastón y un estallido de energía se expande recubriendo al ser de escamas y a los felinos.

—¡¿Qué has hecho?! —brama, viendo cómo se apaga el brillo que lo recubre.

—Romper tu conexión con Abismo. —Se da la vuelta y comienza a andar—. He'eatshsg, prepara el portal, nos vamos.

—No te irás a ninguna parte —escupe el ser de escamas.

El anciano se detiene y pregunta:

—¿Prefieres luchar contra mí o contra Vagalat? —Al no obtener respuesta, reemprende la marcha—. Lo que pensaba.

—No puedes escapar de Él. Te encontrará y te destruirá.

—Sé que me buscará y sé que se llevará una desagradable sorpresa. Voy a invitar a esta guerra a los que están forzados a dormir incrustados en las rocas del mundo errante.

—¡¿Vas a despertar a Los Creyentes del Fulgor?! —La rabia, el miedo y la confusión se adueñan por igual de su rostro—. No, no te atreverás... Te destruirán. ¿Se te ha olvidado lo que hicieron en la última guerra?

Observando al ser de escamas, contemplando lo histérico que está, me pregunto:

«¿Quiénes son Los Creyentes del Fulgor?».

Mientras recuerdo que el ser de piel plateada me habló de ellos, veo cómo He'eatshsg crea un portal y cómo el anciano se detiene al lado.

—No se me ha olvidado. Sé que tienen una visión bastante extremista, pero también sé que en el fondo son pragmáticos. —Ladea un poco la cabeza—. Hasta que Él sea destruido podré construir una alianza sólida. —Hace una pausa—. Si sobrevives, dale la buena nueva a tu "creador". Dile que la guerra que tanto deseaba se ha vuelto más intensa. —Antes de entrar en el portal junto con He'eatshsg, centra la mirada en mí y me dice—: Vagalat, me ha costado que me dejaran ayudarte. Los poderes cósmicos observan tu progreso y esperan mucho de ti. Debes sumergirte de una vez por todas en tu naturaleza y ser uno con la fuerza que dio forma a lo que existe. Si los planes que estamos llevando a cabo fracasan, serás nuestra última esperanza.

Al la vez que el pórtico se cierra, observando cómo la ira posee al ser de escamas, pienso:

«Gracias por sacarnos del laberinto. Cuantos más seamos los que queremos acabar con Él más posibilidades tendremos de vencerle».

—Aunque ese necio ha impedido que pueda comunicarme con Abismo, ha cometido un error al dejaros aquí. Os mataré y volveré a introducir a Vagalat en los caminos infinitos.

Da una palmada y casi todos los seres oscuros de nuestro ejército que han logrado salir de los túneles salen volando y vuelven a entrar en ellos. Da otra y, acompañado por fuertes chillidos, los senderos entre las rocas se cierran aplastando a nuestros aliados.

Con la rabia poseyéndome, veo que solo se ha salvado el primer ser que liberé, aquel al que le surgen afiladas puntas de largos huesos en la espalda.

Mientras mueve las garras, mi aliado dice:

—Matémoslo.

—Sí, matémoslo —repite La Cazadora.

—¡Hagamos que pague por Bacrurus y por los que ha matado! —vocifera Doscientas Vidas, alzando las hachas.

Mukrah manifiesta:

—Que antes de que se extinga su vida descienda con fuerza sobre él la agonía de los caídos.

Con los ojos brillando, Asghentter asiente y se prepara para atacar.

Al mismo tiempo que el aura carmesí me recubre el cuerpo, alzo la mano, la bajo y bramo:

—¡Acabemos con este engendro!


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