Spin Off
En la bonita ciudad de La Haya, que se situaba al oeste de los Países Bajos, se encontraba un grupo de amigos paseando por las calles de la ciudad. La avenida por la que deambulaban se encontraba casi desierta, no había ni un alma. A ninguno les pareció extraño: las personas, al ser conscientes de lo que pasaría dentro de unas horas, preferirían quedarse en casa y reunirse con sus seres queridos. ¿Ellos? Ellos vivían en un piso a dos calles de donde se encontraban.
La sensación que se apoderaba de sus cuerpos era rara, como si no tuvieran que estar ahí metidos.
—¿Y si aceleramos el paso? No quiero desaparecer antes de tiempo —el chico del pelo blanco miraba con terror en todas las direcciones y hacia las que su cuello dejaba mover su cabeza.
—Julek, tranquilízate, no hay nadie por aquí —otro de los chicos le intentó tranquilizar, pero sin éxito.
—¿Sabes que dan más miedo las calles desoladas que con gente? ¿Te lo has preguntando alguna vez? —contraatacó Julek. Tenía sus propios pensamientos y él no daría su brazo a torcer.
—Eres un miedica, Julek. Además, nadie nos va hacer nada, ¿recuerdas? Estamos con Zarek —señaló con el dedo pulgar por encima de su hombro hacia el chico de pelo verde.
—¿También nos va a ayudar a no desaparecer? —le preguntó Dagmara metiéndose en la conversación, no pudiendo más decir aunque sea alguna cosa —¿Crees que mi hermano es un Dios? No, Julek, solamente es un chico que tiene habilidades que nosotros no tenemos.
—Anda, venga, venga —le restó importancia, como si no quisiera escuchar la verdad.
Cada uno llevaba un par de bolsas repletas de comida para poder cenar esa noche cuando llegaran a su piso.
A Julek le sonaban las tripas, porque al mediodía se había negado a comer lo que Alenka estaba preparando. Creyendo que nadie lo miraba, metió una de sus manos en la bolsa que contenía un paquete de patatas para comer después de cenar, pero lastimosamente para él, alguien le apartó la mano de un manotazo.
Julek giró rápidamente su cuello, lo que casi le causó un dolor en esa zona, y se encontró con la mirada de Zarek. No es muy grato mirarle, hubiera sido más fácil apartar la mirada, ya que era demasiado sencillo cabrearle y en estos momentos tenía una cara de cabreo que nadie se podía imaginar.
—Dame esas bolsas, Julek —el volumen del chico de cabellos verdes era normal, pero claro, si contamos que la calle estaba desierta, y hacía eco, parecía que su volumen era cinco veces más alto.
El recién nombrado hizo más fuerte el agarre como si fuera su mayor tesoro. Zarek, llevaba una de sus manos al puente de la nariz y empezaba a golpear el suelo con la punta de su zapato.
—¿En serio le vas hacer cabrear el último día? No es muy bonito de ver el humo, pero allá tú Julek —se encogió de hombros la hermana del chico del pelo verde.
—No has durado ni un año sin hacer estupideces, gracias Julek —esta vez la que habló fue Dagmara.
El grupo de amigos, se fueron juntos a buscar un lugar tranquilo en donde vivir sin peligros y dieron a parar a esta ciudad donde residían hasta ahora.
—Tranquilidad que no soy Eunika, calmaros un poco.
Julek sabía a la perfección como era su mejor amigo, y lo único que no quiso fue mosquearlo, quería comer, tenía hambre solamente.
—Menos mal que no lo eres, camina —Zarek le dio un golpecito en su hombro mientras andaba a su lado —. Estamos a nada de casa, no comas —le dijo por lo bajo —el chico de pelo blanco asiente, y le pasa las bolsas a su amigo.
—Alenka ve abriendo la puerta, ya llegamos —gritó Zarek.
Había empezado a llover, y no eran solo gotitas, eran goterones gordos que te empapaban hasta los huesos.
—¡Espera Zarek! —el chico de los cabellos blancos, se había quedado unos metros más atrás, pensando en algo. Este último día para todos, para la humanidad, qué serian después? Los pensamientos en su cabeza, lo estaban carcomiendo por dentro y tenía que decírselo a alguien, y el más cercano era él, el chico más cascarrabias y malhumorado que hubiera conocido jamás.
—¿Qué pasa Julek? Quiero entrar en el portal, ¿no estás viendo que llueve? ¡Venga ven!
—Espera, tengo que decirte algo —resignado, avanzaba hasta él.
—Dímelo rápido, no quiero pasar mi última noche tomándome pastillas por el resfriado.
—¿Qué más da? Mañana ya no existirás. En fin...lo que te iba a decir, ¿habrá vida después? ¿Qué seremos? ¿Nos mantendremos juntos? —Zarek con una mirada de aburrimiento, gira sus pies y esta vez trota hasta llegar al portal donde le esperaba Alenka con la puerta abierta.
—Si no vienes ya, te voy a cerrar la puerta y no entraras, ya que seguramente llaves no traes —le advirtió.
Aquella noche, en el salón del piso compartido se encontraban todos viendo una película, bueno en verdad casi ninguno la estaba viendo. Cada uno de ellos estaban sumergidos en su propios pensamientos, y en la mayoría de sus cabezas estaban las mismas dudas y preguntas.
Si mañana ya no hay mundo, qué será de nosotros? ¿Desaparecerá todo? ¿Cabañas, ríos, casas? ¿Nos veremos en otra vida?
El chico de ojos negros que estaba bastante apartado de los demás, a primera vista se veía demasiado tranquilo. Sin embargo, por dentro era un manojo de nervios, aunque en verdad no tenía nada que perder, su conciencia estaba limpia, en todo su corto recorrido en el mundo había sufrido, se había divertido, se había enojado, tener a personas que lo toleraban como era él, una familia. ¿Qué le faltaba? A él nada. Se iría en paz.
Se acercaban ya las doce de la noche y todos intercalaban sus miradas entre ellos y sus propios relojes, sus ojos estaban llenos de lágrimas, no se volverían a ver o esos eran sus pensamientos negativos más destacados en ellos
—Os echaré de menos chicos —la primera en hablar es Dagmara —. ¡Os quiero a todos! Tú estás incluido Zarek —lo nombró cuando lo vio poner caras raras.
—Todavía falta para las doce, cálmate mujer.
—Para mí no, Julek —una luz que sale parpadeante, sale desde dentro de ella y como si le abrazara, se la llevó y uno de los miembros desapareció, y así como ella ha sido la primera los demás se van yendo de la misma forma.
Al final Zarek se quedó solo, ¿él también tendría su final igual que los demás?
Falta un minuto para las doce, se le vinieron un millón de imágenes de lo que había vivido, de su bisabuelo, de Florián, la irritable de Eunika, el secreto no desvelado de los Chlebek, y muchas cosas más. De sus ojos salían lágrimas, no se atrevió a agradecerles a ninguno por todo lo que habían hecho por él, y ya no estaban en este mundo para agradecerles todo y pedirles perdón por sus días más malos, que ellos habían tenido que aguantarle.
Se levantó del cómodo sofá, extendió los brazos hacia sus lados y esperó con la paciencia que nunca tuvo.
A Zarek le envolvió su ya tan característico humo negro, todo su cuerpo fue envuelto en esa masa, vio todo a través de él, hasta que sus ojos poco a poco fueron cerrándose, hasta que no vio absolutamente nada.
FIN
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